domingo, 20 de marzo de 2016

LA SEGUNDA ISABEL



Nada tuvo que ver con la primera, desde luego. Ni coincidieron en la época, ni en protagonismo, ni en la opinión que sus súbditos tuvieron de ellas. salvo que su acceso al poder fue precedido de una guerra civil, todo lo demás separa a las dos únicas reinas que han llevado ese nombre en nuestro país. 

Isabel II ha sido tratada con acritud por la historiografía, por la literatura, por la opinión popular. Lo que se ha dicho de ella sobre su parcialidad regia, sus aireados escándalos, su furor uterino, su falta de inteligencia política, su miopía social, su físico orondo y progresivamente grotesco, todo ello ha sido exhibido sin pudor durante casi dos siglos, y apenas hay quien discrepe. Lo cierto es que ella misma se lo ganó a pulso.

Sin embargo, mucho de cuanto ocupó su vida le vino impuesto, y su ascendencia difícilmente pudo haber sido peor, con un padre que ocupa uno de los más altos puestos en la lista de reyes nefastos de nuestra ya complicada historia, y con una madre que dedicó mucho más tiempo a satisfacer sus apetencias personales, que a la educación y cuidado personal de su hija. Añadamos que la torturada España ve morir a su padre cuando ella no tenía aún 3 años; que para que se cumpliera el testamento que la designaba única heredera, sería preciso ganar una guerra, cuyos vencedores, en su momento tomarán esa fuerza adquirida en la contienda como prenda con que seducir a la joven reina. Sumemos que adelantan su mayoría de edad a los 13, porque su precocidad física atraía a políticos cercanos, alguno con aviesas intenciones, y porque una tercera regencia consecutiva sería algo excesivo, asunto que acabó decidiendo el adelanto de su condición de reina. Insistamos además en que su matrimonio se decide desde instancias gubernamentales, con un primo suyo, conocido homosexual, de pluma legendaria, que usaba -según propia y amarga confesión- más puntillas y encajes que ella misma. Si todos estos antecedentes no fueran suficientes, la lascivia incontinente que desarrolló,añadió una guinda que coronaría un pastel, que a ojos populares y no tan populares, ya era particularmente agrio.

De modo que sí, los hechos son los hechos. Pero una adecuada explicación airea mucho el asunto, porque aunque explicar no justifique, sí permite un juicio menos severo del que habitualmente nos tienen acostumbrados los historiadores, caricaturistas, escritores y demás. Además, al lado de su despótico, cobarde, abyecto y cruel padre, ella no fue más que una mujer de su tiempo a la que le tocó un papel para el que no servía y que ejerció con muy escasa pericia.

Isabel II con su heredero, el futuro Alfonso XII, en los Jardines del Palacio de Pedralbes (Barcelona, Cataluña, España)
Abril, 2006 ----- Nikon, d100

1 comentario:

Eduardo (l'otru) dijo...

Eduardo dixit!
Me satisface enormemente leer sus atinados comentarios históricos que me permiten remozar mis conocimientos sobre algunos temas que, poco a poco, van quedando arrumbados en la trastienda de mi caduca memoria.

Cáptese la ironía si fuese menester.

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