martes, 8 de marzo de 2016

LOCURAS DEL INSOMNIO

A lo mejor, resulta que me encanta hacer locuras. ¿Quién sabe? Responder al insomnio con trabajo, no es original. Que ese trabajo sea literario, lo es en alguna medida. Pero que lo haga yo, sí que lo supone, porque yo no soy dado a tales excesos, entre otras cosas, porque mi espalda y mi organismo no permiten alegrías mayores.

Pero es muy agradable comprobar que la lógica dicta una orden y es conculcada con brío sin propósito de enmienda por un sentimiento que en esos precisos instantes sólo atendía al grito: "¡escribir!, ¡escribir!"

En realidad, no es que me guste o me deje de gustar hacer locuras. Lo que me fascina de esta cuestión es lo que de ello se deduce. No es el hecho en sí. Es su significado. No es escribir hasta más allá de las tres de la mañana. Eso ya lo he hecho. Es descubrir que algo no habitual emite las suficientes vibraciones como para que yo ceda y me marque un número personal con el que poder hacer una reseña. Es eso lo extraordinario: que yo pueda tener la capacidad para llevar a término algo anormal, que supera las premisas de la racionalidad y de lo habitual. Únicamente, eso. Eso, y la deliciosa sensación derivada de la situación que lo posibilita, claro: mi voluntaria soledad, que encaja tal excentricidad en los brazos del silencio más creador y más íntimo. Sólo eso. Nada más, pero (y he ahí lo importante, lo que le da valor, teniendo en cuenta comparaciones hechas al azar), nada menos. 

Del diario Palimpsesto del dubio y la aoristia (inédito). Entrada de 21 de Noviembre de 1995

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