Siento fascinación por lo breve. Los recortes, los chistes, los aforismos, las fotografías, las viñetas, los microrrelatos... Todos ellos son ejemplos de cuánto se puede decir o mostrar con extraordinaria economía de medios. De cómo se puede contar mucho sin aburrir a quien lee o mira. De cómo una idea, una imagen, un asunto pueden calar tan profundamente como obras de mayor entidad cuantitativa.
Confieso que la edad no contribuye a erradicar la posible dolencia. Pero en mi caso, no es un signo de los tiempos, que asocian lo breve a lo rápido. Siempre me pasó, incluso de adolescente. De hecho, mi mayor carencia literaria se halla en el capítulo "obras maestras, sección libros de más de 400 páginas". Sólo me arrepiento en parte. Tiendo a pensar que he compensado con otros recursos.
Me fascina lo breve, porque diversifica la calidad y multiplica la cantidad de todo cuanto aún me queda por ver y aprender.
Ya lo he dicho. Brevemente.
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