miércoles, 18 de abril de 2018

¡POR FIN ALGUIEN DEFIENDE A WOODY ALLEN!

La inquina de los mediocres es uno de los males de este mundo. Basta que alguien encuentre un resquicio en la vida privada de algún artista, cineasta, escritor, modisto, o cualquiera que tenga que ver con alguna faceta del Arte (e incluso del deporte), sea la que sea, para que intenten colarse de inmediato para juzgar (y condenar), tachar (sin recomponer), descalificar (sin probar), invalidar y reprobar (sin alternativa posible). Lo que mueve a quienes así actúan es la insoportable conciencia de la escasa validez propia frente a quien vale más en una faceta clave. Es la mala baba de quien nunca hará nada construyendo algo (sea lo que sea). Es la venganza -impulsiva o consciente, tanto da- de quien no puede admitir que alguien sea más, tenga más, cree más y enriquezca el mundo que nos ha tocado vivir con algo que antes no existía. Es decir, es el malestar por el bien ajeno: la envidia, en definitiva. Todos esos mediocres (de ambos sexos, por supuesto) son apologetas pertinaces de la envidia, el más estúpido de los llamados pecados capitales, porque no aporta nada bueno para el sujeto que lo lleva a cabo, y sí mucho mal para quien sea objeto de ella.

Viene esto a cuento, referido a la violentísima campaña que lleva sufriendo de forma directa Woody Allen en los últimos meses, por parte de quienes formaron parte de su entorno artístico directo: léase actores, actrices, guionistas, que reniegan de él con una actitud tan lamentable, que me ha producido grima, asco y mucha ira, he de confesar. Y lo traigo a colación hoy porque por fin (¡por fin!) una persona cabal ha dicho públicamente algo en su favor. Que tampoco es una apología que trascienda como la de Sócrates, ni una pieza literaria de alto fuste. Es sólo (¡sólo!) que alguien -Javier Bardem- ha dicho algo con el sentido común de quien es inteligente, agradecido y libre de prejuicios. Sin querer traspasar la presunción de inocencia que cualquier persona merece, el actor español ha venido a decir que la situación de esta persona es la misma que cuando hace unos años rodó con él una película (horrorosa, sí, pero eso no viene al caso). Es decir, que de las acusaciones que han vertido hacia él una de sus hijas directamente, e indirectamente su ex-mujer, no hay más que hace unos años. No se ha podido probar nada, y por tanto Woody Allen sigue siendo el que era: o sea, uno de los genios del cine del siglo XX, que debería haberse retirado hace años, más que nada, por envejecer con cierta dignidad.

Y si algún día lo juzgan y resulta condenado, no seré yo quien pida clemencia para él, antes al contrario: querría que, aunque viejecito, cumpliera íntegra su pena, porque pocas cosas hay más rastreras y deplorables que cualquier daño que se inflija a un menor, máxime si hay abuso sexual de por medio. Pero si eso llegare a suceder, tal situación no me impediría lo más mínimo volver a ver las veces que me apeteciera Manhattan, Delitos y faltas La rosa púrpura de El Cairo. Del mismo modo que sigo estremeciéndome ante los cuadros de Caravaggio, culpable de más de una muerte, o ante los esclavos de Miguel Ángel, cuya soberbia y mal genio no cabrían en una catedral, o ante las turbadoras e inquietantes imágenes que produjo el genio de una de las personas más insoportables  y mercantilistas que recuerdo: Salvador Dalí. Porque, como bien dice Vargas Llosa en una reciente entrevista, si no separamos la Ética del Arte (él hablaba de literatos, pero es igual), la expresión artística “no sólo quedaría muy diezmada, es que desaparecería... No tendría razón de ser”.

martes, 17 de abril de 2018

EL PUNTO DE VISTA DEL ENCUADRE


Hace unos meses, cuando uno pasaba cerca del pantano de Barrios de Luna, la desolación o la belleza acudían a uno, dependiendo de en qué aspecto se incidiera más. Yo procuro inclinarme por la segunda, siempre que sea posible, siempre que pese a todos los indicios brote el verde y la vida desde la tierra calcinada y muerta. Así lo vi yo en octubre del año pasado. Sólo hay que variar el punto de vista a la hora de encuadrar.

Fresno en las riberas resecas del Pantano de Barrios de Luna (León, Castilla y León, España)
Octubre, 2017 ----- Nikon D500

lunes, 16 de abril de 2018

HITOS DE MI ESCALERA (27)

Efectivamente, algo debió ocurrir en su viaje de comienzos de julio a Sevilla, porque cuando regresó, su actitud hacia conmigo pasó a ser condescendiente, interesada (si es que alguna vez no lo fue), calculadora. Algunas de estas cosas las capté enseguida, pero otras no. Alguna cosas de las que capté las quise creer, y otras me obstiné en silenciarlas. Ya sabemos lo perturbado que está el cerebro cuando quiere a alguien más de lo que el sentido común indica.

El caso es que aquel verano fue de lo más contradictorio. Por un lado, yo, que ya apuntaba maneras -aun sin saberlo, pues jamás estuvo en mi intención ser profesor-, me dediqué a explicarle en su casa, con el beneplácito de sus padres, los vericuetos de la lengua latina. A mí me gustó enseñarle; ella era buena alumna, inteligente y activa, y progresaba, y poco a poco se le fue haciendo la luz. Por otro lado, bastantes días sus padres y hermana se iban a una casita en un pueblo de al lado. Y claro, lo que se sigue de esto puede fácilmente colegirse. Las clases no dejaban de darse, eso sí que no. Pero entre genitivos y declinaciones, entre traducciones y diccionarios, la lujuria iniciática siempre disponía de un buen rato para desparramarse a discreción. Aquel verano experimenté lo que era el olor intenso de una piel diferente a la propia, y a desear su contacto como lo único necesario para sobrevivir. También aprendí otras muchas cosas menos elevadas y sí más instintivas y primarias. De ese modo, yo volvía a casa doblemente satisfecho: académica y físicamente. Psicológicamente, era otro cantar. Y paulatinamente, me fui decantando por la idea que estaba siendo utilizado sin mayor rubor por aquella que tanto placer me proporcionaba.

Porque, con pretextos o sin ellos, éramos animales de "interior": ya salíamos poco por la calle, o si lo hacíamos era en compañía de su mejor amiga. Claro que como yo probaba otros manjares, no insistía en forzar la máquina, pues a gusto me hallaba en el fondo. Sarna con gusto, no pica, dicen. Aunque a menudo mortifica.

En esto, llegó su cumpleaños. Yo me esmeré, y aunque no tenía apenas dinero, le compré tres cosas pequeñas que pensé que le gustarían mucho: un disco, un estuche y unos pendientes. Lo habitual. Dijo que le encantó todo, pero algo debí captar que me dejó mosca unos días. Era como si... Es difícil de explicar. No sentía que bebiera los vientos por mí. Sentía que a falta de pan, buenos son profesores de latín con final feliz. Sentía que yo era un mal menor, necesario hasta que los exámenes de septiembre rubricaran el éxito de mi labor. Sentía... No sé bien lo que sentía, pero no me parecía bueno. Y comenzaron mis sospechas, y algunas discusiones. Y algún portazo antes de hora, camino de mi casa. Hasta que un día fragüé un plan.

El plan era rastrero, pero en el amor y la guerra... Consistía en que mientras ella tomaba una ducha relajante y liberadora de miasmas, yo hurgaría en su diario, y buscaría datos, confirmaciones, verdades, mentiras. Y, sí, lo llevé a cabo como estaba previsto. Mientras leía, el calor me fue subiendo desde los pies a la cabeza. No quería leer lo que estaba leyendo, pero aquella era su letra y sus frases, y sus giros, y su opinión sobre el sub-oficial, y lo que pensaba realmente sobre mí. El mazazo fue tremendo. Creo que fue uno de los golpes más duros de mi vida. Una caída de caballo, de venda; una inyección de realidad en vena, imposible de asimilar en una sola dosis. Cuando pude asimilarlo todo, urdí otro plan. Faltaban 20 días para los exámenes de septiembre. Como había adquirido un compromiso, decidí cumplirlo, pero desde ese momento, sólo hubo clases, a ser posible con sus padres en casa. El empujón final, digamos. Mi actitud también cambió. El humor desapareció. Los ratos juntos eran los de un profesor y una alumna. Nada más. Ella lo captó, pues era cualquier cosa menos idiota, aunque no pudo saber fue la causa de mi cambio, pues jamás le hablé de mi profanación. Pero nada dijo, pues le convenía el trato recibido, aunque ahora el contacto físico hubiera desaparecido de súbito.

Los exámenes llegaron, y ella aprobó su latín suspenso. Varios días antes yo había interrumpido las clases, aduciendo -y sigo pensándolo- que conviene descansar antes de una prueba dura, y que una onza de buen temple sereno en un examen vale más que varias libras de preparación excesiva. Después, yo, sencillamente, desaparecí. Ni me despedí. Ni le expliqué nunca nada. Dejé la relación de forma brutal. No respondí a los llamados telefónicos, que mandaba coger a mis padres o hermano (aunque tampoco fueron tantos). Cuando empezaron las clases, los dos en segundo, yo me aparté. A lo sumo, algún saludo inevitable. No se habló nada. No di explicaciones. No quise darle ese gusto. Y aunque ella pretendió continuar en un plano de amistad académica, yo rechacé de plano su idea, aun a costa de perder el contacto con amigos comunes y de que yo seguía sufriendo como un galeote. Era un plan vengativo propio de la inmadurez más adolescente. Pero fue el único modo que encontré de hacer daño a quien me lo había producido a mí en tan alto grado; la única forma que hallé de hacer sufrir a quien me había derrotado y engañado en toda regla. Las intentonas de alguna amistad común por favorecer el acercamiento fueron rechazadas por mí casi con violencia. Era una herida grande y desconocida para la que no hallé consuelo durante mucho tiempo.

Fue un plan pírrico, en verdad. Es verdad, sí, que ese curso ella, privada de mi apoyo en clase, desconcertada por lo sucedido o quién sabe por qué, suspendió no una, ¡sino tres! Fue la única satisfacción que encontré tras todo lo ocurrido. Pero yo pasé un curso verdaderamente horrible, que intenté sublimar de la única manera que sabía: estudiando a muerte para olvidar otra muerte, la del adolescente tardío que había sido traicionado por su primer amor no correspondido.

domingo, 15 de abril de 2018

EL SORPRENDENTE PRIMITIVISMO DEL MERCADO DE LA PESCHERÍA EN CATANIA


En el mercado de la peschería de Catania, quien no salga sorprendido, tocado en lo más profundo por algún motivo, o preguntándose qué es lo que ha visto en realidad al acabar la experiencia, es porque es ciego o posee la sensibilidad del alcornoque antes de ser desposeído de su corteza.

En este famosísimo mercado catanés, los mismos pescadores que han capturado sus piezas el día o la noche antes, las venden a la mañana siguiente en una serie de puestos de diversa solidez o estabilidad, con unos procedimientos y formas ya poco usuales por pagos hispanos. 

Para empezar, todos son varones, pues todos los pescadores lo son. En segundo lugar, si uno es sensible o demasiado imbuido de las ideas de higiene más avanzadas propuestas por la Unión Europea, es mejor abstenerse. En tercer lugar, si uno sabe italiano, da lo mismo, porque no se entiende nada ni por la rapidez de las conversaciones, ni por las inflexiones del dialecto siciliano que parecen entender sólo ellos. En cuarto lugar, cualquiera es bienvenido y cualquiera puede comprar, hacer fotos, participar, siempre que esté dispuesto a recibir empellones, gritos al oído, ensuciarse la ropa o los zapatos... En quinto lugar, llama mucho la atención la muy curiosa contradicción entre lo fresquísimo del pescado (algunos de los ejemplares todavía colean, vivos) y la guarrería que impera por doquier (desde las manos de los operarios, hasta el suelo, lleno de tripas y sangre). En sexto lugar, lo que el ojo ve y la nariz aspira resulta algo absolutamente nuevo para quien no lo haya visto antes. De ahí que la fascinación que suscite la haga acreedora de ser una de las atracciones más celebradas de esta ciudad siciliana, y aun de toda la isla.

Yo lo visité dos días diferentes, en un periplo de nueve días. Con eso, queda todo dicho.

Robado en el Mercado de la Peschería (Catania, Sicilia, Italia)
Abril, 2018 ----- Nikon D500

sábado, 14 de abril de 2018

HITOS DE MI ESCALERA (26)

Recordará nuestro fiel lector (o lectora) que en el anterior capítulo de estos “hitos”, mis padres, por casualidad y de pasada, pudieron contemplar en vivo y en directo los arrumacos y afectos que nos procurábamos aquella chica y yo en un parque cierta tarde de domingo. Horrorizados, debieron sentir lo que la mayoría en su situación. Por lo que, cuando llegué a casa por la noche, me esperaba mi padre despierto para comunicarme, enfadadísimo, el tremendo disgusto que les había producido "el espectáculo", lo cual había motivado que mi madre acabara en cama, presa de una más de sus paranoias productoras de llanto. El disgusto y la bronca fueron aún mayores porque, por supuesto, todos pensaron que mi estupenda trayectoria académica se iría al traste por la acción de aquella joven que me “haría perder el norte y el orden de mis prioridades”. Bueno. No sigo comentándolo, porque no trascendió más que lo que en realidad nos ocupaba a ella y a mí. Que fue más estimulante, y contribuyó -erróneamente- a envanecerme y a dar por logrado lo que en realidad no era más que un espejismo.

El caso es que, como estaba previsto, el “novio sub-oficial” llegó aquel puente de S. José del año 1981. Y, claro, a ella no se le ocurrió otra cosa que salir todos juntos, los tres, más una amiga de ella, para completar el cuarteto. Yo pensé que era un muy mal plan, pero accedí a ello, lo cual da una idea de cómo mi lóbulo pre-frontal estaba de subdesarrollado en aquellos tiempos. No obstante, pese a todos los pronósticos, todo salió a pedir de boca para mis intereses, porque la chica en cuestión se dedicó a humillar al sargento de un modo tan continuado y lacerante, que hasta a mí me pareció excesivo. Aquel sujeto resultó ser una bellísima persona, por cierto, y un hombre con una paciencia y educación, rayana en la estupidez, pues cualquiera con un mínimo de dignidad habría mandado a aquella arpía a la mierda. Pero resultaba que aquella arpía era mi amada, y a mí me pareció que entre los dos, estaba optando con claridad por mí, y que la disputa tendría un vencedor claro, que no sería otro que yo. Lo cual me creí por espacio de dos meses fantásticos, en los cuales yo pensé que el título de “novio oficial” había cambiado de bando. Como se sabe bien que la ingenuidad es característica común de los primerizos en estas lides (y yo no fui una excepción), se puede adivinar sin demasiado esfuerzo la continuación de la historia.

Pese a que me las prometía felices, porque en la práctica era yo quien se llevaba el gato al agua, en la teoría, ellos dos seguían siendo pareja oficial, con cartas, llamadas y demás, que a mí no me afectaban en absoluto, porque veía que la entrega de ella hacia mí no tenía fisuras. Por aquel entonces, estábamos en junio, acabando el curso de 1º. Yo lo aprobé todo, y a ella le quedó el latín. Fue un disgusto, pero pequeño. Yo me comprometí a darle clases particulares durante todo el verano, y a ayudarla a sacar la asignatura. Pero ella dijo que quería pasar unos días de descanso “en el sur”. En Sevilla, claro. Con el sub-oficial, se entiende, con cuya familia se entendía muy bien. Aunque, según me aseguró, en realidad iba a romper amarras definitivamente con aquella historia que "no iba a ninguna parte". Yo, con gran petulancia, me creí lo que afirmaba, y por ello la despedí muy contento. Pero cuando regresó, diez días después, ya nunca volvió a ser la misma. Y aunque a mí me quedaban aún varias semanas para mantener la ilusión de que todo corría a mi favor, en aquélla no pude sospechar lo equivocado que estaba.

(Concluirá pasado mañana)

viernes, 13 de abril de 2018

LAS INFINITAS VARIEDADES DE CHOCOLATE DE MÓDICA


En Sicilia, son famosos hasta la saciedad, los chocolates producidos en la ciudad de Módica. De hecho, los encuentras por todos los rincones de la isla. En el mercado popular de Catania, contiguo al mucho más célebre de la Peschería, fue donde encontré el escaparate más abrumador de este manjar siciliano, y en el que se puede apreciar la impresionante capacidad mezcladora de este dulce con tantos productos diferentes, algunos tan llamativos como el pimiento, el vino o la zanahoria.

Ante tamaño despliegue de creatividad combinativa ¿quién se resistiría? Yo no pude, desde luego. Pero no confesaré cuántas variedades compré, ni en qué cantidades. La desgracia la marcó el límite kilogramétrico del avión.

Mercado al aire libre en Catania (Sicilia, Italia)
Abril, 2018 ----- Nikon D500

jueves, 12 de abril de 2018

HITOS DE MI ESCALERA (25)

Los lectores más constantes de estos “hitos” se habrán percatado de que en ellos no se reflejan cuestiones de carácter íntimo, erótico o amoroso. Se trata de algo consciente y legítimo que me reservo por pudor. Sin embargo, esta serie quedaría incompleta, si no se hiciera mención en ella de la primera vez que trabé contacto de un modo inusual con alguien a quien quise y admiré como antes nunca había hecho, y de quien me desencanté y a quien llegué a odiar con todas mis fuerzas, como tampoco jamás me había sucedido. Es lo habitual, ya se sabe. Pero la primera vez que sucede resulta esencial y jamás se olvida. A veces incluso, puede marcar de por vida. Por fortuna, no fue el caso.

Aquella mujercita no fue la primera persona a quien quise/deseé con fruición. Pero mi condición de tímido recalcitrante, de solitario irredento, y de bachiller en instituto masculino, marcaron a fuego una adolescencia muy frustrante en temas eróticos. Para resumirlo: quien esto escribe no ligaba nada de nada. Y aún hoy tengo a gala decir que en los únicos años en que este cuerpo frecuentó una discoteca. jamás chica alguna accedió a bailar conmigo, como no fuera amiga conocida, novia de alguno de mis amigos, que lo hacían más bien por lástima, que no por gusto de mi compañía, dada mi nula habilidad para el baile, en aquellos tiempos. De modo que sí, quise, deseé, me gustaron algunas chicas. Pero ninguna se enteró de ello, porque no llegué a decírselo, prefiriendo fomentar mi fama de frustrado, a arriesgarme a un no tan humillante que no podría superar.

Pero el primer curso en la facultad fue la primera vez que asistí a clases mixtas, novedad más que notable en mi vida. Las posibilidades se multiplicaban. Y allí yo no tenía que demostrar algo que no era, como en una discoteca, sino que quien me pudiera tratar, podría observarme tal y como yo era por entonces. Mi admiración se fijó entonces en dos compañeras, con quienes trabajé mucho en temas académicos. Pero una de ellas rápidamente tomó la delantera, porque tenía más iniciativa, más descaro, y yo era algo de lo que carecía, por lo que fue su progresivo acercamiento lo que me atrajo de manera irremediable.

Tenía dos años más que yo, y no era una belleza demoledora. Tampoco su cuerpo era despampanante. Pero aquella forma de reír y aquel modo de hablar en un plano de igualdad me sedujeron día a día sin remisión. Digo día a día, porque yo nunca fui de flechazos, y era la  apreciación progresiva lo que determinaba si los rasgos observados eran de mi agrado o no. Y, sí, día a día, aquella joven me conquistó. Por un tiempo también pensé que yo la había conquistado a ella.

El primer problema con que nos encontramos -que sería determinante- fue que ella, en teoría, tenía pareja. La ventaja era que dicha pareja, un sargento del ejército del aire, se encontraba en Sevilla, de donde era natural. De modo que si por un lado, había impedimentos, mi arrogancia, temeridad e inexperiencia, me impulsaron a dar pasos que -siendo yo el primer sorprendido- fueron siendo aceptados, por lo que comenzamos a vernos más. La cosa comenzó en invierno, allá por enero...

El tiempo desdibuja casi todos los detalles, pero el primer beso que das a alguien -y es devuelto con el mismo ardor- es una sensación que sólo una enfermedad terrible puede disolver en la memoria propia. En mi caso concreto, fue como haber subido un ochomil, tal había sido la dificultad en lograr dicha hazaña. Y si es verdad que yo tenía sólo 17 años, casi todos mis amigos ya habían cruzado sus respectivos rubicones mucho tiempo atrás, lo que profundizaba mi infelicidad comparativa. La consecuencia lógica fue que tras unos escarceos iniciales comenzáramos a salir en plan pareja, con todo lo que ello implicaba. Aunque no todo sería jauja, claro.

Para empezar, sus padres tenían la idea de que la niña tenía “novio formal”; que se hallaba ausente, sí, pero que en breve reaparecería y restablecería el vínculo, como mandan los cánones. Por ello, a pesar de que caminábamos de la mano, y hacíamos manitas, cuando nos acercábamos a su casa, nuestras manos debían desentrelazarse, y yo pasaba a ser a ojos de su familia “el mejor compañero de su clase”. Ello me desazonaba un tanto. Además, la perspectiva de que en el puente de S. José vendría el “novio sub-oficial” (sólo era sargento, ejem), me arrancaba alguna zozobra recurrente. Y, para colmo, mis padres me vieron besándome con ella en pleno paseo de Papalaguinda, en León, lo cual tuvo también importantes consecuencias.

(Continuará pasado mañana)

miércoles, 11 de abril de 2018

LA CRUZ, SÍMBOLO DEL HORROR, AYER Y HOY


La cruz siempre fue símbolo de horror y sufrimiento. Antaño significó uno de los instrumentos de tortura más crueles, de infausta fama, pues tal suplicio sufrieron miles de humanos en la Antigüedad, incluido quien fundó la penúltima religión monoteísta. También hoy, según pude apreciar en la catedral de Noto, donde vi expuestas dos. Nada tendría de extraño, tratándose de un templo católico, donde las cruces abundan por doquier. Lo sorprendente fue que estaban compuestas por los tablones desvencijados de una embarcación que transportó inmigrantes desde Libia hasta las costas italianas. Con dichos restos, ensamblados por unos tubos de hierro, el profesor Elia li Gioi, realizó en 2016 esos dos ejemplares, "per raccontare il viaggio, il dolore e la speranza", aunque yo añadiría también la vergüenza. Me pareció digno por mi parte dejar constancia de dicha obra, para que no sólo quienes visiten esa catedral puedan hacerse eco de lo que pretende denunciar.

Catedral de S. Nicolò, en Noto (Sicilia, Italia)
Abril, 2018 ----- Nikon D500

martes, 10 de abril de 2018

LA GENIALIDAD INDECENTE DE STEVE JOBS

No es binario: se puede tener talento y decencia al mismo tiempo”. Estas palabras las pronuncia Steve Wozniak, al despedirse del que había sido su amigo, su jefe, coautor de tantos artefactos informáticos. Es la frase más importante de la película Steve Jobs que Danny Boyle estrenó en 2015.  No es una biografía al uso. Con una estructura narrativa que recuerda mucho al teatro y a sus bambalinas, se centra sólo en tres momentos de la vida de este hombre excepcional. Se trata de tres momentos clave de su carrera: tres presentaciones de otros tantos de sus productos estrellas, entremezclados con el elemento humano que otorga contrapunto a la cuestión técnica: las relaciones con su hija, a la que primero negó, y que luego formaría parte de sus máximas inquietudes. Danny Boyle piensa que con esas tres pinceladas nos ofrece la esencia de lo que fue este excéntrico y genial creador norteamericano. Acierta de pleno.

La cinta, interpretada por dos actores extraordinarios (Michael Fassbender y Kate Winslet), escoltados con magnífica nota por Jeff Daniels, intenta escudriñar las razones por las que tantos odiaron a Steve Jobs, al tiempo que el proceso de su admiración/canonización por parte de sus admiradores hacía de él uno de los personajes carismáticos del pasado siglo. El tema enfocado es la voluntad del creador -inimitable, visionario, perspicaz, maniático, ególatra, genial- enfrentado a las posturas razonables, sentimentales, éticas, de varios de sus allegados. Los mortales cotidianos, los humanos inteligentes, los hombres racionales poco podemos oponer a las decisiones de quien ve más allá de nuestro alcance. El genio no se doblega, impone, aparta, decide, exaspera. Los demás sufren sus consecuencias. Al menos, los de su entorno más inmediato. El resto de la humanidad nos beneficiamos de su empuje, de su creatividad, de su carácter rompedor y visionario.

Pero deja secuelas. En la película son varios personajes los que las sufren. En el episodio que antecede a la frase con que iniciaba este escrito, Steve Wozniak, que había compartido sus inicios, sinsabores, éxitos, creaciones y muchas cosas y muchos años con Jobs, y verdadero creador de varios de los ordenadores que les hicieron famosos, le pide que en la presentación del nuevo aparato (el translúcido iMac) se acuerde de los miembros del equipo que creó uno de los más importantes ordenadores anteriores, que se vendió muy bien, y que sostuvo durante mucho tiempo a la compañía, por lo que merecen un reconocimiento público por aquello. Jobs se niega. Wozniak insiste varias veces. Es un diálogo tenso, aunque civilizado. Al final, gana la cabezonería de quien piensa que el futuro no se asienta en el pasado, y que hay que pasar página. Es cuando Wozniak suelta la frase de la película: “No es binario: se puede tener talento y decencia al mismo tiempo”.

lunes, 9 de abril de 2018

LA EMOCIÓN DE LA GRECIA ANTIGUA, EN SICILIA


Hacía muchos años que deseaba visitar Sicilia. Inconvenientes varios lo habían impedido, pero esta vez nada impidió que yo pudiera conocer Grecia de primera mano. Grecia, sí, porque esta isla por donde han pasado todos los pueblos importantes que han dominado el Mediterráneo, fue parte de la Hélade (lo que fue llamado junto con el sur de la península Itálica, la Magna Grecia), antes de pertenecer a otras civilizaciones, y terminar hoy formando parte del estado italiano.

Por fin pudo ser. Y no sólo no me defraudó, sino que colmó mis aspiraciones y las multiplicó. Uno de los puntos culminantes de estos días fue la visita al Valle dei templi de Agrigento, donde se muestran las ruinas de siete templos dóricos de la antigua ciudad de Acragante o Acragas. De ellos sólo quedan las plantas, perfectamente delimitadas, unas pocas columnas en pie sosteniendo algún dintel, y la acumulación de tambores, fustes y capiteles  derribados, ocupando los solares, sagrados antaño. Pero uno de esos templos logró resistir el paso del tiempo, de los hombres y de los seísmos, gracias a que fue utilizado como iglesia cristiana. Lo muestra la imagen en segundo término, al que se añadió en 2011 una escultura de Igor Mitoraj que le proporciona contexto y le insufla algo de vida.

Sólo reverencia y emoción se pueden sentir ante las obras de arte que más nos identifican, que más nuestras sentimos. En mi caso, una de ellas es el templo de la Concordia, en Agrigento, con Ícaro caído a sus pies. A pesar de la gente que visitaba el lugar, uno puede desembarazarse de los ruidos, los sonidos de las cámaras y los móviles y dedicarse a contemplar la armonía de las proporciones, la inclinación de los fustes, las ausencias que perfilan más el conjunto; e imaginar también lo que falta, e imaginar dicho templo también desprovisto de las paredes posteriores que le sobran. Sólo reverencia y emoción, ya digo, que recorrieron por instantes mi cuerpo cansado, pero agradecido a quienes tuvieron la osadía y la pericia para erigir obras de tal envergadura y perfección en lugares tan hermosos.

Por último, cuando ya el templo deja de impactar lo suficiente como para restaurar el aliento, agitado pero exultante, se repara en que a los pies del templo hay una figura contemporánea, que sin embargo conecta maravillosamente con aquel mundo antiguo que tanto nos subyuga todavía. Uno de los símbolos de aquella Hélade cuyas historias todavía hoy nos enseñan a vivir, Ícaro caído, reconvertido por Igor Mitoraj en escultura monumental (mide alrededor de 5 metros) nos ayuda a intensificar la sensación de que, en efecto, nos hallamos en la Grecia antigua, rodeados de religión que luego devino mitología, pero que aún hoy repasamos, agradecidos, para que nada de lo hallado por aquella civilización bendecida por los dioses se pierda irremisiblemente.

Templo de la Concordia, en Agrigento (Sicilia, Italia)
Abril, 2018 ----- Nikon D500

domingo, 1 de abril de 2018

EL APARENTE CAOS REAL DE CATANIA (SICILIA)

Catania es un microcosmos en sí misma. Todo encaja, todo está en su sitio. El que no encaja ni se encuentra en su sitio es el visitante, que no sale de su asombro, a poco que tenga los ojos abiertos, y la capacidad de encaje de lo inusual se halle intacta.

En Catania, segunda localidad en población en Sicilia, tras Palermo, se puede hacer de todo, aunque el todo sea al modo y manera que marcan sus particulares costumbres. Se puede comer cuanto a uno le apetezca, y no hay que hacer demasiado esfuerzo para encontrar la comida. Nada más llegar, uno puede llegar a ver (en cualquier punto de la ciudad, sea centro o periferia) un puesto de naranjas o fresas embutidas en cajas paleolíticas expuestas en uno de esos triciclos que hace años se dejaron de ver por los pagos hispanos. Pero si uno va a un mercado propiamente dicho, como el de la Pescheria, se encontrará a los mismos pescadores destripando y limpiando los peces que capturaron la noche anterior, y comprobará que el suelo sanguinolento es la mejor prueba de la frescura de los mismos. Curiosamente, no olerá mal, por esa misma razón; ahora bien, será muy probable que uno se lleve en los pantalones, los zapatos, la camisa u otra prenda, alguna muestra roja de haber pasado por allí. De igual modo, si lo que prefiere es carne, a escasos metros de distancia, cualquier carnicero ejercerá de matarife callejero, cuyo espectáculo permitirá comprobar sobre la marcha cómo en dos minutos escasos, un cordero muerto -carente de piel, eso sí- que colgaba de un gancho mientras goteaba su sangre por el morro despellejado, pasa al mostrador y con unas cuantas docenas de certeros pero violentos y ruidosos machetazos acaba en la bolsa de quien lo había solicitado.

Claro que, una vez alimentados, se puede consumir la energía ingerida esquivando el tráfico catanés. La conducción en esta ciudad es cosa digna de verse, más que nada, porque si no se ve, aunque se cuente, seguramente no se creerá. Con una abundancia de motos fuera de lo habitual en tierras norteñas, pero muy común en las del sur, éstas son las verdaderas dueñas de la situación, logrando uno más de los milagros que el visitante encuentra en Catania: la conversión de dos carriles en tres (uno de ellos, invisible -y reversible-), o de uno de sentido único en dos en el mismo sentido (o en dos de sentido contrario). De tal manera, los eslalom gigantes que realizan los moteros aborígenes podrían ser grabados y comercializados con provechoso beneficio, a poco que algún avispado empresario le viera la vena dineraria al asunto. Pero hay que ser prudentes y no otorgar a los moteros todo el protagonismo, porque los conductores de vehículos son expertísimos y de una habilidad tal que, aun viéndose muchos coches con abollones, faros rotos, retrovisores desgajados, milagro resulta que cada coche visto no luciera algún desperfecto propio de conducciones tan temerarias y habilidosas. Hay que admitir que la ausencia de semáforos y la escasa visibilidad de la pintura de los pasos de cebra, les exculpan de casi todos los sustos que el viandante (sobre todo el foráneo) se lleva. Tal destreza sólo se puede haber adquirido sin haber pasado por una prueba oficial con que sacar el permiso de circulación; de otro modo, no cabría explicarlo bien. Sería cosa de ver y analizar los precios de los seguros obligatorios de estos audaces vehículos, porque la comparativa con otros lugares del mundo occidental daría mucho juego.

No obstante, nadie parece alterarse por nada, ni por el ruido constante, ni por los continuos cláxones avisadores de que vienen (y no por ello ralentizan ni se apartarán), ni por la ausencia de policía, ni por el tráfago de personas cuyas vidas se desarrollan sobre todo en la calle. Sólo el visitante no deja de ir de sorpresa en susto, y viceversa. Aun así, éste se tranquiliza mucho cuando ve que para los casos más graves, con fallecimiento por múltiples causas, existen varios establecimientos que muestran en su escaparate, y bien a las claras, un abanico amplio de ataúdes de modelos del siglo pasado (en perfecto estado de revista y brillo acharolado indestructible, con que poder satisfacer la posible demanda. Así que no pasa nada. Todo puede acabar bien. A excepción, claro está, que al padrone Etna se le hinchen los vapores, y deje rodar su contenido fuego ladera abajo, y se vengue cumplidamente.

miércoles, 28 de marzo de 2018

LA COHERENCIA DE PHILIP ROTH

Muchas veces siento vergüenza ajena cuando un cantante, un grupo, un escritor, un artista salen de su espacio de silencio, incluso tras varios años de ausencia, y deciden “volver”. Me pregunto las causas. ¿Será por dinero? ¿Por añoranza o síndrome de abstinencia de sus distintas actividades? ¿Tal vez por la droga del reconocimiento social hacia personas que, salvo en su faceta, no son nada en el resto, por necesidad real? No tengo una respuesta única, y cada caso podría contener matices. Pero lo que está bien claro es que la inmensa mayoría no tiene nada que decir, que no lo hubiera dicho ya: es decir, su regreso no es más que una repetición de aquello por lo que fueron reconocidos, en su momento. Lo que también queda palmariamente en evidencia es que carecen de sentido del ridículo, y que en muchos casos la necesidad de dinero proclama alto y claro que todo aquello que ganaron en otros tiempos fue dilapidado con más liberalidad que cabeza; vamos, que no supieron ver que su carrera tendría unos años de auge, pasados los cuales, hay que optar por una de las dos vías que quedan: administrar bien lo ganado en la época de auge, y aguantar hasta el final, sería la primera; la segunda sería reinventarse, adaptarse, asumir el cambio de ciclo, y reconvertirse dentro del mismo sector -lo más lógico- o dar el salto a otro. Cabe también combinar ambas opciones, si se inteligente en la medida justa. Pero los regresos de algunos grupos legendarios; la enésima novela del escritor que, publicada ya su joya en su momento, jamás alcanzó ni alcanzará a igualar la calidad de aquélla; la exposición de ese fotógrafo, de esa artista, que sigue en los parámetros de siempre, y que no implica avance alguno... Todo eso, insisto, me produce una gran sensación de vergüenza ajena.

Por eso, leer en una entrevista a Philip Roth (que decidió dejar de escribir hace unos años, porque pensó que ya no tenía nada nuevo que decir) lo que sigue, me reconcilia con la inteligencia de los verdaderamente grandes. Preguntado por Charles McGrath (El Cultural, 26-I-2018) si echa de menos la escritura o piensa en abandonar su retiro, responde esto: No, no lo pienso. La razón es que las condiciones que motivaron que dejase de escribir ficción hace siete años no han cambiado. Como digo en Why Write?, en 2010 tenía “la fuerte sospecha de que había dado lo mejor de mi trabajo, y que cualquier cosa sería inferior. Por entonces ya no estaba en posesión de la vitalidad mental, la energía verbal o la forma física para montar y sostener un gran ataque creativo de cualquier duración sobre una estructura compleja tan exigente como una novela. Todo talento tiene sus condiciones; su naturaleza, su finalidad, su ejercicio, su tiempo de vida... No todo el mundo puede ser productivo para siempre.

Impresionante, ¿verdad? Por desgracia, confesiones como ésta sólo constituyen una excepción a la ominosa regla.

martes, 27 de marzo de 2018

NOTICIAS DE HOY EN EL PAÍS DIGITAL

La fiscalía plantea que es muy posible que algunos de los que acompañaban a Puigdemont en sus periplos propagandísticos europeos fueran mossos d’esquadra, por lo que recomienda investigar el caso más en profundidad. Un hombre que fue criado entre lobos durante 12 años cuando era niño, pasa frío entre los humanos, lo que obliga a una ONG a recaudar fondos para comprarle una caldera. Parece que Mark Zukerberg no comparecerá ante el parlamento británico por el caso de fuga de datos de su empresa, Facebook, pero que en su lugar lo hará uno de sus adjuntos. La dirección del PP se muestra muy preocupada por el caso Cifuentes y por las insuficientes explicaciones que ésta ha dado sobre si las notas de su máster fueron o no ilegales. El museo de Israel expone por primera vez los fragmentos de un rollo  de los Papeles del Mar Muerto, de carácter muy misterioso, pues se trata de un relato del Génesis en primera persona, con Noé como protagonista. Detienen en México al líder de una secta estadounidense que marcaba como ganado a sus esclavas con las letras K. H, iniciales de Keith Raniere. Leo Messi ha sido descartado definitivamente para el partido de hoy entre las selecciones de fútbol de Argentina y España, dado que las molestias que ha venido padeciendo los últimos días en los isquiotibiales no han desaparecido. La pastilla que con el nombre de Viagra revolucionó las relaciones sexuales de los hombres aquejados de impotencia (hoy disfunción eréctil), está de cumpleaños, pues apareció hace dos décadas ya. Una abuela mexicana aprende a leer con 96 años, y manifiesta su deseo de seguir estudiando. Una mujer rusa descubre en su ático miles de negativos sin revelar realizados por su madre, muerta en el año 2000; las imágenes muestran imágenes cotidianas de la ciudad de Leningrado, hoy San Petersburgo. Mario Vargas Llosa declara en una entrevista que nunca imaginó que en EE UU elegirían a un presidente que parece tercermundista. Los perros de la unidad canina de la Policía Municipal de Madrid ha visto mejoradas sus estancias, tras haber sido  dotadas de música ambiental (de Mozart) y nueva calefacción, al objeto de preservarles del estrés. Muere Seo Min-woo, líder y cantante de la banda K-pop 100%, a los 33 años, tras sufrir un infarto en su casa de Seúl.

lunes, 26 de marzo de 2018

HUIDA DE LA GALERNA


Cuando la galerna arrecia, aunque el sol tiña con belleza la cresta de las olas, hasta las gaviotas huyen de los elementos. Esta vez parecen anhelar el grupo, siendo como son animales oportunistas que hacen gala del individualismo más humano. Buscan el refugio mental que proporciona el grupo. Pero es sólo una estrategia temporal, pero en cuanto amaine, las que ahora son compañeras de vuelo, serán de nuevo rivales en el viento.

Oleaje en Gijón, (Asturias, España)
Febrero, 2011 ----- Nikon D300

domingo, 25 de marzo de 2018

HITOS DE MI ESCALERA (24)

En el año 1980, con 17 añitos y 4 meses, comencé la carrera de Geografía e Historia, como ya quedó dicho en estos Hitos. El entusiasmo, las ganas de aprenderlo todo y el amor por la materia que siempre me había absorbido el seso, fueron los motores poderosos que posibilitaron que me sumergiera en mis estudios, como nunca más lo haría de forma tan global y absorbente. Consciente de que estudiaba una carrera “fácil” (entre comillas), pensé que la única posibilidad de que algún día pudiera trabajar en algo relacionado con lo que estudiaba era dar lo mejor de mí, sacrificarme e intentar obtener el mejor expediente posible. En esa idea, mis objetivos no apuntaban a aprobar sin más, como la mayoría de mis compañeros, sino a sacar las notas más altas. Para ello estaba dispuesto a hacer sacrificios de un modo que ahora me resulta inconcebible, pero que entonces yo asumía como algo natural, necesario y hasta obligatorio.

Por desgracia, la Universidad de León, recién fundada el año anterior por escisión de la de Oviedo, tenía una idea muy diferente de lo que yo pensaba sobre el estudio. Así, varios de sus profesores sostenían la idea de que para prestigiar una universidad nueva había que endurecer la exigencia, para que aprobar costara mucho. La aplicación de ese principio originó que los mayores esfuerzos que yo he realizado en mi vida a nivel académico tuvieran unos resultados muy pobres, en relación con el trabajo serio y disciplinado que yo llevaba a cabo por aquella época. Ese curso y el siguiente yo trabajaría como nunca hasta entonces, (incluido el extenuante COU), y sin embargo no cosecharía sobresaliente alguno, y hasta me quedaría una asignatura suspensa para septiembre en 2º (el único baldón académico en toda mi vida). A estrellarme contra un muro de mediocridad hube de aprender, día a día, mes a mes, curso a curso; hasta que en el año 83 me trasladé a cursar mi especialidad a la Autónoma de Madrid, donde por fin sí hallé premio a mi trabajo, obteniendo mucho más, trabajando bastante menos.

Pero lo negativo no debe ocultar lo positivo. Esa ilusión por aprender, por llevar a cabo lo que se suponía que debía hacer para conseguir lo máximo, ese afán por superarme a mí mismo (y a los demás, por supuesto; mi competitividad en aquélla era máxima), todo ello facilitaba que los cientos de horas de estudio no quebraran mi interés; que las privaciones de otras cosas propias de la juventud quedaran sublimadas con facilidad; que los tremendos madrugones de aquellos años no hicieran mella alguna en mi salud o mi ánimo, que los sinsabores de una tarea a largo plazo se sobrellevaran como mejor supe; que las dificultades económicas  familiares (que impedían acceder a todos los libros que deseaba) se paliaran con habilidad a la hora de estar a tiempo en la biblioteca; y otros etcéteras. También ayudó tener a mi lado, como amigo y como competidor -en aquella época no me parecían incompatibles ambos papeles- a la persona más capaz que llegué a conocer en todos mis años de universitario: Luis Alfonso González Polledo. Yo siempre anhelé tener su rapidez mental, su capacidad de síntesis, su claridad intelectual, su rigor. Nunca llegué a aproximarme, por supuesto, pero creo que fui un digno adversario. Teniéndolo como ejemplo, la tendencia natural a bajar la guardia se evaporaba con más facilidad. Y así, ad infinitum. Una referencia por lo alto es muy necesaria para crecer. Si sólo me hubiera fijado en la inmensa mayoría de mis compañeros de aula (éramos 132 en 1º, y sólo aprobamos todo en junio 9; con eso queda todo dicho), no habría conseguido lo que conseguí. Si uno se fija en lo mediocre o lo inferior, tal vez disfrute más por comparación, pero es un autoengaño de efectos demoledores. Si uno se referencia a lo superior, tal vez la comparativa escueza de continuo y la sensación de recorrido frustrado aparezca más de una vez, pero lo que se consiga siempre será más que con la otra filosofía de vida. Y, sí, yo con Luis Alfonso iba de frustración en frustración, pero gracias a él logré la mejor versión de mí que pude tener. O al menos, así lo creo. Y a pesar de su trágico final (que relataré aquí más adelante), jamás le estaré lo suficientemente agradecido por ello.

sábado, 24 de marzo de 2018

EL ANSIA HUMANA POR COMPLICARLO (Y EMBELLECERLO) TODO


Para saber la hora, cuando se va por la calle, no es preciso más que un reloj en un lugar suficientemente elevado, con unas campanas grandes que se puedan escuchar  con nitidez a distancia. Y que el mecanismo sea sólido, preciso y resistente. Con eso, ya alcanza. 

Pero el ser humano siempre quiere más, porque dispone, precisamente, de más tiempo del necesario para satisfacer sus necesidades más primarias. Una vez cubiertas éstas, siempre busca cómo ampliar, obtener, complicar, embellecer, saquear, inventar, soñar. El ser humano nunca está satisfecho. Ésa es la causa principal de que existan personas cuya riqueza es un insulto permanente; de que la guerra fuera el medio más rápido de lograr lo que por otros medios no se podría alcanzar; también, es la causa del arte, que es algo inútil para la necesidad primaria, pero seña de identidad superior de quienes  por fortuna tenemos lo principal bien cubierto.

Hace unos años, cuando paseaba por Londres, me fijé que había muchas personas mirando hacia arriba en una calle -Piccadilly- no especialmente artística. Cuando dirigí la mirada en su misma dirección, pude contemplar en lo alto de unos famosos almacenes de delicatessen, este soberbio reloj. Cada hora, las figuras que se hallan encerradas a cubierto salen, saludan, muestran su encanto, y vuelven a desaparecer hasta la hora siguiente. Todo ello, con una maquinaria del XVIII, cuyo conjunto pesa ¡cuatro toneladas! Una de tantas inútiles muestras de belleza que nos hacen la vida un poco menos ingrata y digna de ser recorrida, siquiera sea en algunos de sus tramos.

Reloj de los almacenes Fortnum & Mason (Londres, Reino Unido)
Enero, 2008 ----- Nikon D100

viernes, 23 de marzo de 2018

EL PESIMISMO DEL HELENISTA (CARLOS GARCÍA GUAL)

En una entrevista (El País Semanal, 11-II-2018) que José Andrés Rojo realiza al eminente académico Carlos García Gual, maestro de helenistas, se puede apreciar que su pesimismo planea sobre todas las respuestas que va emitiendo sobre los múltiples aspectos que se le plantean. Recojo aquí algunas particularmente relevantes. Y no comento nada, porque él ya se explica de maravilla, y se le entiende todo. Por desgracia.

Hay un prejuicio funesto que es el de la rentabilidad. Obtener algo de inmediato, que la gente estudie para colocarse. Conocer unas cuantas materias y un poco de inglés. Creo que todo eso es un empobrecimiento. El ser humano tiene unas capacidades imaginativas, y de memoria y de entendimiento, que se abren con la cultura. Pero eso a los Gobiernos de ahora no les interesa. No es rentable para ellos como políticos y, piensan, tampoco es rentable para los que tienen que colocarse. Pero reducir la vida a eso es un poco triste. Hay tiempo para todo: se puede ser un buen lector y un buen ingeniero. Esta es una batalla, la batalla de las humanidades, perdida.”

Quien no lee está limitado a sus circunstancias más próximas: los vecinos, la tele, los juegos. Para mí la lectura es como un campo de correrías. [...] La lectura está unida a la crítica y a los grandes horizontes. La gente que no lee es de mentalidad muy reducida: viven en la prisión del presente. [...] Ahora los alumnos leen muy poco. Fuera de lo que es obligatorio, no saben nada. Pasan mucho tiempo dedicados al móvil y no les queda casi nada para leer”.

Ante lo cual, y para finalizar, el periodista pregunta: “¿Hay alguna salida?” El sabio académico responde: “Es difícil. La vulgaridad tiene siempre a su favor la facilidad. Es muy fácil ser vulgar, ser como todos, el mínimo común denominador. Es lo que hay”. Descorazonador. Aunque realista, sin duda.

jueves, 22 de marzo de 2018

LA ESTÉTICA DEL IMPACTO


Cuando vemos un impacto tan tremendo en un cristal en cualquier sitio, la imaginación se nos mueve hacia un lado. De inmediato, se pone a lucubrar sobre cómo, quién, cuándo. Las respuestas pueden variar según el gusto, la información o el morbo de quien imagine. Pero de lo que no cabe ninguna duda es de que sus ritmos quebrados pueden sugerir muchas cosas, no siempre negativas. Un sol en blanco y negro. Un astillado en el hielo. La red de una araña laboriosa. Las órbitas elípticas alrededor de una estrella. La malla de nuestras neuronas. Por ejemplo. ¿Por qué no? Imaginemos. Hay pocos ejercicios tan estimulantes. Y aprovechen, que todavía resulta gratis.

Escaparate roto, en Tarbes (Hautes-Pyrénées, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2011 ----- Nikon D300

martes, 20 de marzo de 2018

LA INFLUENCIA DE LAS REDES SOCIALES EN EL DISCURSO POLÍTICO

Ante la pregunta de qué aportan al lenguaje político las redes sociales, Francesc de Carreras, entrevistado por Sergio Vila-Sanjuán (Mercurio, Enero, 2017) dice que "el tuit es lo contrario de la argumentación, se trata de un mensaje concentrado, un eslogan, frente a lo que debería ser una declaración deliberativa, de argumentos y contraargumentos a partir de los cuales se forma una opinión que da legitimidad a las decisiones". El problema, continúa, es que los medios les dan mucha importancia, incluso los diarios serios, que los reproducen sin problema alguno, "y esas opiniones se utilizan de forma muy perversa (...) Lo primero que se mira es cómo han reaccionado las redes sociales, que se equiparan a la opinión pública". Cuando el periodista le apunta que, sin embargo, no lo son, él ratifica: "No, porque ni siquiera constituyen reacciones espontáneas, los propios partidos cuentan en sus filas con gente que se dedica a tuitear y retuitear". Pero se dan linchamientos virtuales, lo que mueve a los partidos a silenciar a determinados políticos, demasiado espontáneos, viscerales, polémicos... o libres. "De este modo, las redes sociales frenan la libertad de expresión. Los tuiteros crean una falsa opinión pública, que en realidad emana de sectores minoritarios que complican los debates".

Confieso que no tengo una opinión formada al completo sobre este asunto. Pero, como a muchos, me huele mal, lo admito. No sé si podría afirmar con este periodista que con todas las redes sociales en régimen de libertad (no como en China, Corea del Norte o Cuba), éstas suponen un freno a la libertad de expresión. Pero sólo por el hecho de que los tuits no sean más que fogonazos sin razonamiento, frases soltadas al albur del impacto, alfilerazos sin hilván o tan sólo exabruptos con retirada fugaz, sólo por eso, a mí ya me darían que sospechar en demasía. Si a eso le añadimos que el político más estúpido del planeta añade cada día perlas de su pensamiento (valga la metáfora) por esa vía, y que tienen una relevancia abrumadora, y a las que se les presta más atención que a los datos de verdad importantes, entonces entiendo que la presencia de las redes sociales en la política, algo imparable a día de hoy, resulta más temible que esperanzador. Y lo que ha saltado estos días a la prensa sobre la actitud del Feisbuc con cierta agencia a quien habría filtrado millones de datos de usuarios, no sólo me atemoriza más, sino que me echa directamente a correr. Y a no parar.

domingo, 18 de marzo de 2018

EN MEDIO DE LA BRONCA, UNA PAUSA (PARA LA FOTO)


París. Campo de Marte. Al fondo, la torre Eiffel. Día de verano. Nubes y claros. Miles de turistas. Jardines repletos de cuerpos descansando, riendo, comiendo, durmiendo. También hay tiempo para los millones de fotos, por supuesto. De todos los tipos. Con todas las caras. Con cualquier dispositivo. Con pericia o sin ella.

La discusión ha sido monumental. Hablan en inglés. No entiendo nada, pero de tonos entiendo mucho. Y la discusión ha sido de órdago. Tras unos instantes de silencio, él le pide a ella que pose, que le ponga su mejor cara, su mejor cuerpo. Ella accede. Posa con la mejor cara, con su mejor cuerpo, no con su mejor sonrisa (pues lleva un aparato de ortodoncia que afea un tanto su cara oriental). Las fotos se realizan. La cámara se apaga. Y la discusión vuelve a surgir, quién sabe por qué razones, quién sabe por cuánto tiempo. Sólo se aprecian los gritos en todo el Campo de Marte. Todo el mundo mira, pero a ellos no les importa. Si no hubiera tanta gente alrededor, la cosa tal vez finalizara con un rato de sexo salvaje sobre el césped. Nada tendría que extrañar. Puede que el asunto se concrete en el hotel. Puede que sea la cotidiana realidad, la costumbre de todos los días. Puede.

Robado en París (Île-de-France, Francia)
Julio, 2012 ----- NIkon D300

sábado, 17 de marzo de 2018

MI PALABRERÍO CANALLA (32)

CONTRABANDO: Comercio clandestino que se origina cuando se prohíben o se racionan determinados productos cuya necesidad es manifiesta, insoslayable y eterna, por mucho que se empeñen los llamados bienpensantes. Al aparecer otro condicionante añadido al producto (el riesgo por el peligro), el precio será mayor, con lo que el placer y la morbosidad al consumir lo contrabandeado aumenta directa e inexorablemente.
CONTRADICCIÓN: 1. Hábito de pensamiento o de obra que demuestra a las claras la amplitud de registros de que consta el ser humano; tantos posee, que le es imposible decidirse por uno en concreto, prefiriendo seguir varios a la vez, a ser posible opuestos, para que del contraste surja una nueva luz o una nueva ristra de problemas, que siempre dan mucho juego para autocompadecerse. 2. Oposición entre lo dicho y lo hecho, o entre lo hecho hoy y  lo hecho ayer, o entre el deseo y la realidad, o entre lo que piensa uno de los miembros de la pareja con respecto al otro. Abunda mucho, por ser atributo humano, pero hay especímenes que obtienen cotas elevadas de tal condición. No doy ejemplos, están en la mente de todos.
CONVENIO: La etimología habla de “venir con”, pero transitar con alguien no presupone que lo haga a gusto, sino que tal vez efectúe una transacción que logre de los males, el menor, que suele ser el pan nuestro de cada día de los convenios, sobre todo desde el punto de vista del débil, que siempre queda del mismo lado o, lo que es lo mismo, del peor.
CONVENTO: Conjunto de dependencias en el que una comunidad no mixta practican el retiro, la holganza, la sublimación y la irrealidad, todo ello con simulación de meditación trascendente.
CONVERSACIÓN: Acción consistente en el intercambio —a menudo trivial o estéril— de palabras entre unos contertulios que pueden llegar a convertirse en tertulianos; no confundir con diálogo (v.), que todavía hay clases.
CONVERSIÓN: Proceso de renuncia a las ideas (en general, religiosas) que se tenían, a cambio de otras que puedan ofrecer de uno mejor imagen, nuevas e influyentes amistades, provechos materiales o políticos varios, perspectivas más excitantes, matrimonios más ventajosos, etc.
CONVIVENCIA: Transcurso de la vida realizado en común que sirve para alejar los fantasmas que agobian a quienes contraría la soledad; pero, en realidad, para lo que aprovecha es para comprobar en propia carne y sin intermediarios que el amor es una cosa, que la pasión es otra, que el día a día es un proceso altamente abrasivo, que el otro es otro y que uno es, siempre, lo más importante; y que, por supuesto, es el otro (o la otra) quien tiene la culpa, faltaría más.
COOPERATIVISMO: Grandilocuente idea que tiende a unir voluntades individuales en un proyecto común que puede ser económico, social o político. Es tal la desproporción entre lo proyectado y lo conseguido, que aún asombra que siga habiendo defensores de tal práctica. Lo que no sorprende es que quienes sean sigan siendo los mismos, es decir, los que de forma individual aún logran menos.
COPROFAGIA: Gusto por la ingesta habitual de excrementos, basura, etc. Como  todo hábito alimenticio excéntrico y estólido, proviene del mundo anglosajón, concretamente de Estados Unidos, donde lo denominaron, piadosamente, fast food. Como si la esencia de tal basura tuviera que ver con la rapidez y no con el contenido de tal recetario.
COPROLALIA: Uso frecuente y extemporáneo del taco lingüístico (taqueo), así como de las frases donde abunden las obscenidades y salidas de tono, con el fin infantil de llamar de algún modo la atención, habida cuenta de que aquellos a quienes aqueja este vicio no pueden llamarla por los medios ordinarios, es decir, saliendo en algún programa vespertino de televisión, donde la opinión (sic) de la calle pueda ser tenida en cuenta.

Del libro inédito Palabrerío canalla1999

viernes, 16 de marzo de 2018

PREFIERE EL MÓVIL, SÍ (INCREÍBLE, PERO CIERTO)


Pido disculpas de mano, por la baja calidad de la imagen. Se explica por su antigüedad. Está realizada con mi primera cámara digital, de cuando di el salto de lo analógico al píxel, allá por 2002, aunque la toma es del año siguiente. Su resolución es baja, su enfoque deficiente, su contraste flojo, su encuadre mejorable, etcétera. Impropia de este blog, desde luego. Pero la muestro por su carácter didáctico de algo que hoy no es sólo ley, sino plaga.

Si no se indica la fecha, tal vez podría parecer tomada ayer mismo, por eso quiero insistir en que pertenece al año 2003. En ella se ve a una pareja de adolescentes sentados en un banco, en una actitud reconocible y muy habitual hoy día, pero que entonces confieso que me sorprendió mucho. Los dos chicos, guapos y floridos, tienen ganas de estar juntos, pero como están a la luz del día y en un parque, a lo más que llegarían es a tener unos cuantos morreos, unas caricias más o menos cercanas a puntos clave, y a pillarse un calentón frustrante, pero revitalizador de sus púberes hormonas. Hasta ahí todo normal. Lo que disuena, lo que choca son los roles de cada uno de ellos. En primer lugar, la avidez con que la chica requiere al chico; no es que no pueda darse, claro, pero es menos habitual que la postura contraria, en la que el chico, urgido por sus deseos menos contenidos y avalados socialmente, pretende la cercanía de la chica, y ésta hace como que se resiste un poco, pero acaba cediendo a la iniciativa masculina. Esto, en primer lugar, pero no fue eso lo que me llevó a coger el zoom, encuadrarles y disparar varias tomas. Lo llamativo es que el chico, urgido por su teléfono móvil, atiende a éste mucho más que a ella. Lo evidencia su mirada, clavada en la pantalla; su cuerpo, retraído ante el avance de la chica; su mano derecha, sobre el cuerpo de ella, pero lánguida, sin toque ni caricia ni apretón. De modo que la chica quiere contacto, quiere beso, quiere tacto, pero el chico, huidizo, prefiere las novedades que el móvil le regala. En la mirada de ella se capta todo, lo que desea, y la frustración por no poder alcanzarlo. Eso, antes, nos chocaba. Ahora, por desgracia, no.

Hoy, en cafés, centros comerciales o parques, estamos hartos de ver parejas, grupos de adolescentes o jóvenes (incluso niños, a veces), cuyo contacto físico es mínimo, pero todos ellos se encuentran absortos en lo que sus respectivos móviles y redes sociales les van actualizando cada minuto. Lo hemos visto muchísimas veces. Pero no deja de asombrarme. Cuando realicé la foto que figura en esta entrada, me sorprendió por la novedad. Por desgracia, lo nuevo se ha hecho costumbre. Pese a todo, me sigue asombrando. Compruebo que también me entristece. A este paso, acabaremos dejando que todo en la vida pase por un aparato electrónico o, como en la película Her, enamorándonos de un sistema operativo. Un futuro muy excitante, desde luego. Una consecuencia más de la omnipresencia del objeto que rige hoy día nuestros destinos: el móvil. El nuevo dios.

Robado en Sta. Cruz de Tenerife (Tenerife, Comunidad Canaria, España)
Julio, 2003 ----- Konica Minolta dImage 5

jueves, 15 de marzo de 2018

APOLOGÍA DE LA MENTIRA (BIEN ENTENDIDA)

Mentir no es lo mismo que engañar. En la mentira  no hay correspondencia entre lo que se dice y lo que se piensa o siente, pero la intención es defensiva, exculpatoria, inconsciente a veces. En el engaño, sucede lo mismo, cierto, pero existe una intención consciente de que la otra persona crea algo que no es (o no existe, o es de otra manera) con un propósito egoísta, interesado o torticero. Toda mentira supone un beneficio (salvo en los casos de compulsión), pero en el engaño dicha ventaja es precisamente su fin último y casi único: aprovechar la ventaja que el embuste procura y beneficiarse de un modo que con la verdad no se daría.

La mentira es un atributo humano, por lo que tiene de consciente. Vale que algunos animales “mienten” con su apariencia camuflada, que tienden trampas a sus víctimas, que algunos primates superiores gastan "bromas" a sus congéneres, y que hasta incluso las plantas embaucan a los insectos para que polinicen otras plantas y puedan reproducirse. Pero somos los humanos los que hemos hecho de la mentira un atributo más nuestro que la inteligencia, la conciencia de la propia muerte o la invención de seres sobrenaturales creadores de todo.

La mentira es, como el arte, una impostura, una falsificación, una creación de la nada; por eso estamos tan imbuidos de ella. Más que homo sapiens, deberíamos llamarnos homo mendax, homo embustis, o algo así. Sería más propio. La inteligencia es clave, sí. Pero es la mentira lo que ha permitido la cultura de la convivencia. La hipocresía, tan denostada, es la madre de la coexistencia en común, vulgo civilización. Con sólo la verdad, no habríamos salido del paleolítico. La verdad sin tamiz es demoledora, desestructurante, venenosa, agresiva y disolvente. Es importantísimo no perderla de vista. Pero no estamos preparados para asumirla a tiempo completo: sólo de cuando en vez, y aun cuando tiene lugar, no nos deja siempre un buen sabor de boca. Por eso, porque no soportamos toda la verdad, existen las religiones, los estupefacientes, el arte, la literatura. Las drogas, en definitiva,

miércoles, 14 de marzo de 2018

SIESTA EN EL CASTILLO DEL LOIRA


A ver, el título puede que induzca a la maledicencia, pero ésa fue la realidad. Tal vez debamos contextualizarla, para poder comprender mejor su significado. Veamos.

Verano. Jardines del Chateau du Chenonceau, en la riviera del Loira. Uno de los castillos-palacio en las márgenes de este río, que dan justa fama al recorrido que muchos realizan conjuntamente o por partes. Es uno de los más bellos, sobre el agua, como un cortinaje que corta la corriente. Pero es julio. Sobre las cuatro de la tarde. Con un calor mediterráneo y extenuante. Con la digestión aplacando los ritmos. Con la sobrecarga de belleza inundando el cerebro. Con el cansancio acumulado de los días de viaje. Con poca sombra en los alrededores. Con mucho sueño acaparándolo todo. Y, de repente, se halla un trocito de sombra para albergar cabeza y cuerpo. Demasiado tentador. La dureza del lecho será lo de menos. El descanso reparador demostrará lo acertado de la elección. Pese a la postura. Pese a la falta de higiene. Pese a las miradas ajenas. Pese a todo.

Castillo de Chenonceau (Centre-Val-de-la-Loire, Francia)
Julio, 2012 ----- Panasonic Lumix G6 

martes, 13 de marzo de 2018

LA MEDIOCRIDAD DE LA ORATORIA ¿SIGNO DE SALUD DEMOCRÁTICA?

La oratoria política pasa por horas bajas. Y los parlamentarios, también. Apenas hay políticos de fuste. Hablo en general, no sólo de España, donde el nivel está bajo mínimos. Lo que antes se llamaba hablar, ahora se llama comunicar y se exige que se haga rápido. Perorar, por el contrario, es hablar largamente, sin prisa alguna, pero sin mover al auditorio del sitio. De esto, nuestros políticos actuales saben mucho más. De hecho, hoy se perora mucho. Hay muchos peroradores, que dicen muy poco, aunque ocupan mucho tiempo en los diferentes foros donde se manifiestan. Nuestros políticos hablan, si no les queda más remedio. Pero nuestros poderosos -banqueros, constructores, grandes empresarios- no lo hacen nunca. ¿Para qué hacerlo, si detentan el poder pero, al contrario que al político, no le gusta figurar, ni llamar la atención?

¿Quién gana hoy los debates? ¿Quienes indican las encuestas? ¿Quienes señalen determinados medios? Pero eso ¿les importa en realidad a los políticos? Amelia Valcárcel, en un artículo titulado “El lenguaje de la política” (Mercurio, Enero, 2017), apunta: “Si ello fuera posible, sería lo ideal ocupar el mayor tiempo disponible y no decir absolutamente nada. Esto se suele denominar con una metáfora ajustada: perfil bajo. Las democracias lo cultivan: es un hecho”. Parece una crítica. Y lo es. Sin embargo, la filósofa española prosigue con su análisis, diciendo que ese perfil es cosa de las democracias. Los totalitarismos, en cambio, sí usan y abusan de la oratoria, asociada a los medios de masas. Por eso, en la democracia se establece una escenificación de “perfil bajo”. Por ello, también, “podemos asistir [en las democracias] a cierta degradación del lenguaje político igualitario (...) Esta situación no es gloriosa, mas se corresponde con los tiempos pacíficos. Si por el contrario, viéramos concurrir la exaltación en la escena pública, ello avisaría de la deriva hacia marcos políticos menos estables”.

Y uno se queda algo mohíno ante tal reflexión. La paz aboca a la mediocridad insustancial. La exaltación palabrera, al riesgo de confrontación y de guerra. ¿De verdad no hay posibilidad de que haya verbos floridos, oratorias contundentes, inteligencias desbordantes, en un escenario pacífico, democrático? ¿De verdad? Me niego a aceptarlo. Aunque Amelia Valcárcel siga contando con mi admiración permanente.

lunes, 12 de marzo de 2018

AMOR ¿CONTRA NATURA?


He titulado esta imagen con la palabra “querencia”. Sí, como suena. Luego, pienso que habrá personas a quienes la asociación resultante les haga gracia. También, quienes no le vean sentido alguno. O les resulte indiferente. O les parezca de mal gusto. Respetables, todas las opciones, siempre que no se crucen insultos navajeros aprovechando la situación. Pero a quienes les parezca contra natura, inverosímil, inencajable, repugnante, y otros calificativos que huelgo mencionar, les recomendaría que hicieran un cursillo rápido de empatía, de esos que permiten vivir mejor sin juzgar a los demás, aprovechándose uno a sí mismo, dejando que los demás amen, quieran o sientan como les vengan en gana, siempre que no se metan directamente con quienes puedan observarles. Porque si nos ofende el amor bajo cualquiera de sus modalidades, es que en realidad carecemos de él, y si no lo poseemos, tal vez la envidia -y acaso la maldad- no se hallen lejos de arruinarnos la vida. Por esto, la necesidad de esas enseñanzas. Y, si tal cursillo no se hallare entre sus prioridades, apetencias o posibilidades económicas, existe una solución muy fácil y asequible, sin costo: mirar para otro lado, dejando hacer, dejando pasar. No estamos obligados a que nos guste cómo se aman los demás, pero sí lo estamos a permitir que cada uno ame y sea amado como sepa, quiera o pueda, siempre que se dé en un contexto de  legalidad razonable -no toda ley se fundamenta en la razón- y exista consentimiento mutuo de ambas partes. Y punto.

Inmediaciones de Isla Pancha, en Ribadeo (Lugo, Galicia, España)
Mayo, 2015 ----- Panasonic Lumix G6

domingo, 11 de marzo de 2018

DESMITIFICANDO A PICASSO

¿Qué pensarían ustedes si yo les dijera que Picasso es un mito sobrevalorado, a todas luces exagerado? ¿Y si lo acusara de tener una responsabilidad máxima en la degeneración de las artes plásticas que ha llevado al arte en nuestros días a las cotas máximas de estupidez, papanatismo, mercantilización y banalidad? ¿O que afirmara que su ansia de fama, dinero y posición le hizo comportarse de manera abyecta, miserable, con muchas personas (empezando por sus amantes, parejas, esposas), supeditándolo todo a ese objetivo capital en su vida? ¿E incluso que su legendaria capacidad prolífica para pintar cientos de cuadros en cualquier soporte produjo una obra que en sus tres cuartas partes es malísima, simples monigotes erigidos a categoría especial gracias a su firma, verdadero sello personal de identificación y de revalorización, una vez hubo puesto en marcha su marca personal, reconocible y cotizable (sin excepciones)? ¿Y si anotamos que en realidad es autor de una obra conjunta -muy extensa-, pero que jamás pintó esa Obra única, con mayúsculas, cuya trascendencia llegara por sí misma, y no como consecuencia de una asociación a elementos anejos (al escándalo, como las Demoiselles d’Avignon; o al oportunismo político antifascista, caso del Guernica)? ¿Eh, qué opinarían al respecto? Teniendo en cuenta que soy profesor, entre otras cosas, de Historia del Arte, ¿les cambiaría el concepto que tienen de mí?

Sería curioso realizar una encuesta. Aunque tal vez no hiciera falta, si les confesara que todas estas opiniones (y algunas más que omito) son las que pone en evidencia  El pintor, la última obra (ópera) del gran bufón del Reino: Albert Boadella, también presidente de la aún nonata Tabarnia. Este genial transgresor demuestra que tiene tiempo todavía para su pasión de siempre: el teatro, bien sea el tradicional, el irreverente, o el que se acompaña de recitativos, arias, coros y ballets, vulgo ópera. Sabiendo quién es el autor de semejantes ideas, tal vez su opinión de usted varíe, ¿verdad?. ¿Sí? ¿No? Con todo, bueno les sería conocer que mis opiniones no llegan a ser tan contundentes, tan brutalmente demoledoras del mito más gigantesco del arte del pasado siglo. Pero también deberían saber que tampoco están tan lejos de las del irreverente y polémico dramaturgo. No demasiado. Sólo un poquito.

sábado, 10 de marzo de 2018

ESCALERA DE CARACOL, MODELO DE VIDA



Qué mejor trasunto de lo que supone la vida, que esta escalera de caracol, de época barroca, donde el inicio parece confundirse con el final, donde las vueltas se entrelazan girando alrededor de un centro que, cuanto más se mira, más lejos parece hallarse. Eso sí, a diferentes alturas, y en un sentido tan ascendente como descendente, y sin que contemplemos una meta factible a corto o medio plazo. Así se nos muestra la vida. Claro que no acostumbra a hacerlo con una estética tan fascinante. Por desgracia.


Escalera del Museo do Pobo Galego, de Domingo de Andrade, Santiago de Compostela (La Coruña, Galicia, España)
Mayo, 2014 ----- Panasonic Lumix G6

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