lunes, 9 de abril de 2018

LA EMOCIÓN DE LA GRECIA ANTIGUA, EN SICILIA


Hacía muchos años que deseaba visitar Sicilia. Inconvenientes varios lo habían impedido, pero esta vez nada impidió que yo pudiera conocer Grecia de primera mano. Grecia, sí, porque esta isla por donde han pasado todos los pueblos importantes que han dominado el Mediterráneo, fue parte de la Hélade (lo que fue llamado junto con el sur de la península Itálica, la Magna Grecia), antes de pertenecer a otras civilizaciones, y terminar hoy formando parte del estado italiano.

Por fin pudo ser. Y no sólo no me defraudó, sino que colmó mis aspiraciones y las multiplicó. Uno de los puntos culminantes de estos días fue la visita al Valle dei templi de Agrigento, donde se muestran las ruinas de siete templos dóricos de la antigua ciudad de Acragante o Acragas. De ellos sólo quedan las plantas, perfectamente delimitadas, unas pocas columnas en pie sosteniendo algún dintel, y la acumulación de tambores, fustes y capiteles  derribados, ocupando los solares, sagrados antaño. Pero uno de esos templos logró resistir el paso del tiempo, de los hombres y de los seísmos, gracias a que fue utilizado como iglesia cristiana. Lo muestra la imagen en segundo término, al que se añadió en 2011 una escultura de Igor Mitoraj que le proporciona contexto y le insufla algo de vida.

Sólo reverencia y emoción se pueden sentir ante las obras de arte que más nos identifican, que más nuestras sentimos. En mi caso, una de ellas es el templo de la Concordia, en Agrigento, con Ícaro caído a sus pies. A pesar de la gente que visitaba el lugar, uno puede desembarazarse de los ruidos, los sonidos de las cámaras y los móviles y dedicarse a contemplar la armonía de las proporciones, la inclinación de los fustes, las ausencias que perfilan más el conjunto; e imaginar también lo que falta, e imaginar dicho templo también desprovisto de las paredes posteriores que le sobran. Sólo reverencia y emoción, ya digo, que recorrieron por instantes mi cuerpo cansado, pero agradecido a quienes tuvieron la osadía y la pericia para erigir obras de tal envergadura y perfección en lugares tan hermosos.

Por último, cuando ya el templo deja de impactar lo suficiente como para restaurar el aliento, agitado pero exultante, se repara en que a los pies del templo hay una figura contemporánea, que sin embargo conecta maravillosamente con aquel mundo antiguo que tanto nos subyuga todavía. Uno de los símbolos de aquella Hélade cuyas historias todavía hoy nos enseñan a vivir, Ícaro caído, reconvertido por Igor Mitoraj en escultura monumental (mide alrededor de 5 metros) nos ayuda a intensificar la sensación de que, en efecto, nos hallamos en la Grecia antigua, rodeados de religión que luego devino mitología, pero que aún hoy repasamos, agradecidos, para que nada de lo hallado por aquella civilización bendecida por los dioses se pierda irremisiblemente.

Templo de la Concordia, en Agrigento (Sicilia, Italia)
Abril, 2018 ----- Nikon D500

No hay comentarios:

AVISO A VISITANTES

Todas las imágenes (salvo excepciones indicadas) y los textos que las acompañan son propiedad del autor de esta bitácora. Su uso está permitido, siempre que se cite la fuente y la finalidad no sea comercial
Si alguien se reconociera en alguna fotografía y no deseara verse en una imagen que puede ver cualquiera, puede contactar conmigo (fredarron@gmail.com), y será retirada sin problema ninguno.