lunes, 11 de abril de 2016

LA APARENTE INGENUIDAD DEL ROMÁNICO


Durante mucho tiempo, fui más de gótico que de románico. Es, pienso, lo más habitual. El arte gótico toca de primera mano más la zona sensible de quien observa. Es más directo. Actúa sin intermediarios y busca la línea de flotación del paseante del fiel, del curioso. Incide en el sentimiento. Quiere realzar la mirada hacia lo alto, encaminar los ojos hacia el sendero correcto, hacia Dios. Para ello, no repara en embelecos, en alturas, en perspectivas. Cuenta, además, en su objetivo, con una recuperación de la forma greco-latina, diluida temporalmente a lo largo de los siglos oscuros de la Alta Edad Media: las figuras góticas nos parecen más humanas, más reales, más creíbles. Y todo ello, lo ofrece inundado de un color celestial, bañado por la luz de las vidrieras. Hasta los más ignorantes prorrumpen en exclamaciones cuando se topan con una buena catedral gótica y todos los componentes que la sustentan. Si a ello añadimos haber vivido muchos años en una ciudad donde se halla uno de los ejemplos señeros de dicho estilo, ya, ¿para qué incidir más?

El románico, no cabe duda, es otra cosa. De primera mano, el románico es un arte que aparenta torpeza, prisa, favor por lo práctico. Al observar sus tímpanos o sus capiteles, la desproporción nos arroja a los ojos el marchamo de lo inacabado, de los vagidos de quien aún no sabe crear belleza naturalista. Además, sus templos son oscuros, fortificados en muros gruesos con pocas aberturas a la luz. Sus edificios mueven a la oración, al aislamiento del mundo, al acceso a la eternidad por otras vías que no sean la imitación de este valle de lágrimas, de donde hay que salir cuanto antes, pues desmerece en todo a la eternidad prometida. Si no se profundiza, las historias que nos cuentan sus relieves y sus narraciones en piedra, parecen chapucillas de quien aún no ha madurado lo suficiente, como los dibujos de los niños, que nos producen orgullo de padres, pero que sabemos que son sólo torpes pasos que terminarán por conducir a la maravilla que el gótico y el renacimiento prometen y muestran sin arrobo. 

Pero, con los años, el románico se va imponiendo. Si se le dedica tiempo y algo de estudio, uno empieza a comprender que tales prisas, que tales adecuaciones al marco, que tales desproporciones, todo ello, no son más que manifestaciones de otro panorama filosófico de vida. A los hombres del románico no les interesaba la realidad: ella sólo era la excusa. Les interesaba únicamente el mensaje, que quedara bien claro aquello de lo que se pretendía imbuir al fiel o al curioso. La aparente ingenuidad infantil queda diluida cuando nos damos cuenta de la homogeneidad, de la coherencia de sus escultores, quienes van progresando en la recuperación de la forma, pero sin renunciar a sus prioridades: la claridad de la prédica, la rápida identificación de los personajes, la salvadora simbología de su narrativa pétrea.

Tómese como ejemplo este capitel. En él sólo dos figuras. Un hombre, y una bestia que aquél toma por la boca con la intención -imaginamos- de abrírsela por completo y evitar su mordisco fatal. Sólo dos figuras. A cambio, contemplemos el detalle de las mismas, sus atributos, y el marco arquitectónico que las encuadra. (Éste, si se fija uno, no deja de ser un capitel compuesto, cuyas volutas se pueden observar de forma simétrica, así como dos hojas de acanto esquematizadas, como restos de un orden considerado pagano, pero referencia de todo lo que le sucedió). Fijémonos después en los rizos de la barba de este hombre, en los de la melena del león. Delicadísimos, ¿verdad? Pero, ¿ya sabemos que es un león? Quien lo esculpió no debió haber visto muchos, es cierto; o ninguno. Sabía que era un felino con melena en el cuello, y que era grande y fuerte. Lo sabía por las Escrituras y otros libros que los describían. Sus garras no dejan de llamarnos la atención, así como sus dientes, bien notorios. De modo que muestra tamaño, melena, garras, dientes. Queda bien claro que es un animal poderoso. Pero ¿y el hombre? Sus músculos no parecen gran cosa. Su altura, tampoco. No parece muy fuerte. Pero ¿y su melena? Centremos la mirada en su cabello. Lo muestra muy largo, recogido con cintas para evitar que su volumen se desparrame, y en movimiento (a lo que también contribuye la capa). Ésa será la seña de identidad de este personaje, su pelo, que es la conexión con su dios. Y ahora ya sabemos que ese personaje es Sansón, que está desquijarando al león (trasunto del Hércules greco-latino, y su león de Nemea), prueba absoluta de una fuerza cuyo origen es divino. Pero eso ya lo sabía cualquiera que en la Edad Media contemplara dicho capitel.  Sabía que la fuerza necesaria para derrotar a un león le viene de que es un hombre de fe, conectado a Dios con su pelo. No necesitaba más claves. Daba lo mismo que la escena no hubiera sucedido con dichos ropajes o que el animal no fuera muy verosímil. El mensaje ya estaba emitido y, adecuadamente descodificado, había sido recibido. Y ésa es la magia del románico: que pese a que el mensaje es la prioridad, aún le queda tiempo al artista para conmovernos con la disposición de sus elementos, si le dedicamos un poco de tiempo, y si sabemos -y queremos- mirar.

Capitel del Monasterio de Aguilar de Campoo, Museo Arqueológico Nacional, Madrid
Enero, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

domingo, 10 de abril de 2016

NUEVO PROYECTO TESTIMONIAL

Hoy empecé a leer un libro que merqué por gula e inercia estas vacaciones (titulado El monje que vendió su Ferrari). Es una pura filfa, pero ya decía Cervantes que no hay libro tan malo del que no se pueda sacar algo bueno, y en este caso acertó. Cuando iba por la página 30, o así, se mencionan los hitos de la vida del personaje principal. Y en ese momento, algo hace click en mi interior, y me digo: ahí tengo yo un filón para el blog. Podría contar cuáles han sido los hitos de mi existencia. Pero para eso hay que listarlos, saber cuáles son, reflexionar sobre ellos y tratar de exponerlos de un modo que permita hacer comprensible (si es que eso se puede dar). 

Confieso haber imaginado que serían diez o doce momentos clave a lo largo de mi cincuentena larga. Pero, no. Aún no acabé la lista, y ya van más de 30. O sea, que hay unos cuantos más hechos, instantes o personas, sin los que no se entendería ni mi devenir ni mi esencia actual. De modo que una vida da para muchos escalones estructurales, cuyo rectilíneo o tortuoso recorrido la explica o justifica.

Es posible que de algunos no acabe escribiendo, por referirse a personas concretas, o por ser episodios íntimos de los que nadie salvo yo debe ser depositario. Pero el asunto está en que de la mayoría sí me apetece rememorarlos, destriparlos, relatarlos, exponerlos. Tal vez me halle en un momento en que la vida me va “pidiendo” memorias, sin que tenga intención alguna de escribirlas. O tal vez busque crear un reguero de “migas para el bosque” para cuando -¿quién sabe?- no encuentre mi camino de vuelta a casa.

Se podrá saber que me refiero a esto, porque a la serie también le he puesto un título, como cabría imaginarse: “Hitos de mi escalera”, que precederá a un número consecutivo. Dicho título no lo incluirá, para que no pareciera más largo y también por resultar cacofónico, pero se entiende que la escalera es de ascenso, no de bajada, aunque algún escalón muestre algunas melladuras o desconchones serios.

sábado, 9 de abril de 2016

CAMPANADAS ACUSADORAS


En la noche cerrada, mientras todos caminan por sus respectivos sueños, el reloj de la iglesia despierta cada cuarto de hora a las almas insomnes que nos hallamos alrededor. Su espacio anaranjado por los faroles de la calle se yergue como el centro de un mundo cerrado, que domina con naturalidad, que nadie discute. Las aves y los perros duermen y las campanadas secas, profundas, vibrantes, no les preocupan, pues las han incorporado a su rutina nocturna. Pero a quienes tienen problemas en conciliar el sueño, sí. A quienes tienen problemas de conciencia, también, así como a quienes se arrepienten de algo grave, o anhelan algo con gran fervor. Yo estoy entre ellos. Soy insomne, soy un traidor, acabo de matar a alguien, espero inútilmente la absolución.

Iglesia de San Nicolás de Bari, en Molinaseca (León, Castilla y León, España)
Diciembre, 2005 ----- Nikon d100

jueves, 7 de abril de 2016

INUTILIDAD DEL SACRIFICIO

Los sacrificios más inútiles son aquellos que transportan palabras y las reúnen como si fuesen notas de música que se rompen entre desgarros. Por eso, cuando elijo, sacrifico siempre alguna de esas palabras en bien de un pretendido ritmo, de una subjetiva eufonía, de una intensidad creciente. Sólo así puedo contemplar la verdadera realidad: cómo cada construcción se alza sobre un muladar fonético, sobre una previa destrucción. Y aun así, permanecer impávido ante la falta de acomodo en el ensamblaje de las piezas, tomando cabizbajo el camino tan hollado de la rotura, del desgarro, a la par que me empecino en preservar esas migajas. Y, de igual manera, puedo antever otro final, como el inicio, tan excitante e inseguro, tan dilatado, estéril  y abierto como un lago de arena verde.

Del libro inédito Prosas tristes, arias profanadas. 1998

miércoles, 6 de abril de 2016

BELLEZA EN LA RUTINA


El hombre piensa: Bueno, aquí estamos de nuevo, con el sol de todos los veranos, como ayer mismo, como anteayer, con distinta gente, iguales gradas llenas, la misma expectación, iguales caras de asombro, idéntica tarifa incluida en el paquete, la misma locución inicial, igual expectación y tensión previas, con la teatral citación hacia el animal, la misma sincronizada reacción, el mismo vuelo, la misma suavidad de desplazamiento, igual precisión, mi brazo sosteniéndolo, yendo a su encuentro; sin posibilidad de fallo. De nuevo, todo igual, todo lo mismo. Mañana, idéntico horario con los correspondientes descansos, el bocadillo con cerveza fría, la conversación en la garita del parque, la crítica que no pasa de eso, la risa forzada, el hartazgo, la sirena, la vuelta al tajo. Mierda de vida.

El buitre piensa: Me gustaría elevarme con una de esas corrientes calientes hasta uno o dos kilómetros, darme una vuelta por ahí arriba, a ver si veo algo fresco, algo rico, algo grande; algo más grande, muy grande, que me dure mucho rato. Pero, claro, aparece éste con su carnecita rica, bien troceada, siempre puntual, que cuando hace el gesto acordado, yo no me lo pienso, y en vez de salir volando hacia arriba, bajo enseguida guiado por ese olor tan penetrante, y recojo lo que me da con mucha gana, porque es carne fácil, y a él se le ve tan contento, pobre, es tan bueno con nosotros, que ¿cómo dejarle solo sin nada que hacer cada día?

El fotógrafo no piensa. Siente un estremecimiento de perfección acompasando la suavidad del viento cálido atravesado por unas alas enormes que no hacen ruido. Congela con sus ojos el momento. Y dispara.

Robado en el castillo de Chauvigny (Vienne, Poitou-Charentes, Francia)
Julio, 2012 ----- Nikon d90

martes, 5 de abril de 2016

FRASES SOBRE EL ESTUDIO

Seguro que todos tenemos una idea personal de lo que supone estudiar, tanto por su faceta positiva, como por la negativa, que ambas resultan muy notables sin duda ninguna. Pero, además de ese concepto, basado en la propia experiencia, sería bueno que contáramos con el apoyo de otras autoridades que contribuyeran a aquilatar o perfilar su significado. Es tan fácil como acudir a un diccionario de citas, buscar la palabra y comprobar que antes que uno, muchos otros más cualificados trataron la cuestión, y encima dejaron constancia de ella.

Así, Jean Guitton nos recuerda que el estudiante es “un título que sólo se pierde en la tumba”. Yo cambiaría la expresión “se pierde” por “debería perder”. Bernardo de Claraval, en cambio, nos avisa de que “el que se educa a sí mismo, bien podría tener a un tonto como maestro”, por lo que el autodidactismo no se hallaría entre sus preferencias; sin embargo, todos hemos tenido docentes que eran más tontos que uno, y aun así se arrogaban el título de tales. La Rochefoucauld, pragmático él, recomienda que “es más necesario estudiar a los hombres que a los libros”, y acaso lo sea, pero me da que ese procedimiento es muy lento y muy localista y de resultados (más) fragmentarios. Claro que para algunos, como Montesquieu, representó “el remedio soberano contra el hastío de la vida”, de modo que su utilidad sublimadora queda bien demostrada si se conoce bien sus Ensayos. Aunque también hay quien piensa que “necesitamos estar aprendiendo siempre para aprender finalmente a morir” (Marie von Ebner-Eschenbach), cuando todo el mundo sabe que a morir no se aprende; se experimenta, eso sí, y ése es el último eslabón de conocimiento que tendremos en nuestra existencia. Claro que, si se tiene una idea más trascendente, como Mircea Eliade, se puede uno preguntar: “¿Qué es la capacidad de aprender, sino un aspecto de la eternidad?” 

En lo que a mí respecta, debo decir que nunca me he cansado de aprender, y que el estudio forma parte de mi existencia como si de una segunda piel dispusiera. Y la prueba definitiva de esta afirmación es que cuando me preguntan cómo me gustaría morir, yo respondo con sencillez rotunda: “sin dolor y muy consciente”. Al decir esto todos, se sorprenden mucho y preguntan el porqué. Sin dudar, siempre respondo: “será mi último acto de conocimiento: saber de qué forma se muere uno”.

lunes, 4 de abril de 2016

PLÁTICAS DE COFRADES NEÓFITOS


—Pues como te lo digo, así, tó serio, se lo dije: Pepa, esto no puede seguir así.
—Y ella entonces...
—Ella es muy flamenca, ya me la conoces, pero bueno soy yo; además, lo de las camisas, ya es de juzgao de guardia
— (...)
—Pues no me dice el otro día que si las quiero bien planchás, las vaya a coger al Cortinglé.
—¿Las había llevado ella antes?
—¿Qué antes, ni antes? Venía a decir que si las quería bien planchás, las fuera a comprar, ¿tú te crees semejante cuajo...?
—¿O sea, que...?
—Eso mismo. Está mú mal ahora, mú mal. Lo de la menopausia... puffff, fatal, fatal, si hasta la vecina Tere se lo ha dicho, que le ha recomendao no sé qué estropágenos.
—Estrógenos.
—Lo que sea, pero es que no hay quien la aguante, y además, no soporta la semanasanta; ella, que me  la ligué un domingo'resurrección.
—Pues nadie...
—Sí, ya; nadie lo diría, pero lo digo yo, que pa’eso la conozco como si la hubiera parido, qué jodía...
— (...)
—Y qué calor hace, ¿no? Ya podían hacer estos cucuruchos con ventilación por algún lao, coño. Que entre la capa y los quinqués estos de la vela, ya chorreo.
—Bueno, pero entonces no habría penitencia.
—Pero ¡qué penitencia, ni niño muerto! ¿Tú vienes aquí por la penitencia? Anda, tira pa’lante, que llegamos tarde, que estás arreglao, tú.
—Pero ¿qué hora es?
—No sé, pero segurito que vamos tarde.
—Experiencia no tenemos, desde luego.
—¿En llegar tarde?
—No, hombre, en procesionar. 
—Ah, sí; eso sí. Las primeras veces son siempre igual, un escozor y una jodienda. 
—¿Y estás seguro que era esta procesión del jueves, la nuestra?
—Bueno, claro. 
—Pero es que esta tarde salen cuatro.
—Bueno, pero la nuestra es la que es, sale de lógica.
—¿Qué lógica?
—No sé; anda, camina, que llegamos tarde.
—Pero si igual no es esta procesión...Ya sé. Mejor preguntamos a esas mujeres de ahí delante.
—Sí, mejor, porque si por un casual no es, la Pepa me capa.
—Pero ¿no odiaba la Semana Santa?
—Sí, bueno. Pero le hacía mucha ilusión verme de nazareno, hacer penitencia y presinarme...
—Procesionar, hombre. 
—Sí, eso.

Robado en Úbeda (Jaén, Andalucía, España)
Marzo, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

domingo, 3 de abril de 2016

LA BELLEZA DE UN GESTO (DEL RIVAL)

Acabo de ver la reproducción del programa libre que Javier Fernández (el patinador sobre hielo,  no el político) realizó en el City Garden de Boston esta semana, y que por su perfección mereció la puntuación necesaria para proclamarse de nuevo campeón del mundo de su sacrificada y poco popular especialidad. La gesta tiene más valor, si se tiene en cuenta que quien estaba previsto que lograra dicho título fuera el japonés Yuzuru Hanyu, el cual le sacaba 12 puntos de ventaja, lo cual se considera mucho en este tipo de calificaciones. Lo acabo de ver, insisto. Me ha maravillado. Es imponente su soltura, su saber estar, su simpatía. De sus habilidades técnicas, ya, ni hablo: son excepcionales. Pero de todo, de todo lo que vi, incluida la emoción que la espera del resultado destilaron las imágenes, me impresionó más un gesto, casi fugaz, ocurrido al final, cuando ya se sabía el resultado final. Lo que más me dejó atónito fue la imagen de Yuzuru Hanyu, enfocado por la cámara y él, al verlo, hizo inclinó el cuerpo e hizo el gesto con las manos de adoración a la musulmana que ahora tanto se ve por ahí, como diciendo: tú eres Dios, y yo me rindo incondicionalmente a tu poder omnímodo. Eso fue lo más llamativo para mí, lo más excepcional, lo más increíble. La magnífica remontada, la gesta deportiva que nos ha deparado esta semana, el brillante espectáculo de un cuerpo deslizarse sobre dos cuchillas sobre hielo con la misma facilidad que nosotros caminamos por las aceras, todo ello, sólo me parecen fruslerías en comparación con ese gesto.

jueves, 31 de marzo de 2016

LA SOLEDAD EN TU AUSENCIA


Querido Armando. Qué diferente es todo cuando tú no estás. La soledad... ay, la soledad. ¡Qué te voy a contar a ti! Sólo el parque me permite escribir a gusto. En casa... no me concentro. Es un cambio radical. Sólo hace una semana que te fuiste, pero en realidad parece que fuera toda la vida. Y es que no has debido dejarme sola, Armando. Si hubieras pensado un poco, comprenderías que si me quedaba sin tu compañía, podría pensar, y cuando yo pienso... Claro, una... En fin, Armando. Espero que tu madre se recupere y que viva muchos años. Así de ese modo podrá cuidar bien de ti, dado que es la única que sabe y quiere hacerlo. Yo ya no lo haré más, porque no merece(s) la pena. Y es que esta soledad... no veas lo bien que sienta. Todo el tiempo para mí, para hacer lo que quiero, para acostarme a la hora que quiero, para comer lo que quiero y para fumar todos los paquetes que me dé la gana. Y libros. Y series. Y cafés con Micaela, lo que nos hemos reído. De todo, sí, aunque también de ti. No veas lo que le gustaron ciertas intimidades. Yo creo que casi le da algo, se quedaba sin aliento. Es tan simpática... Con este tiempo, he podido pensar, y en cuanto yo me pongo a pensar... Ya te imaginas. Sí, no te mentía al principio. En casa, no me concentraba para escribirte. Me parecía que perdía tiempo de todo el que estaba disfrutando de tu alejamiento temporal, de la música que me gusta, del silencio, de la ausencia de gritos y discusiones. ¡Qué días, Armando, qué delicia! Me alegro de que no hayas podido verme cómo gozaba mientras tú atendías a tu familia. Si me hubieras visto, no habrías podido soportar tanta sonrisa iluminando mi boca, tanto bienestar enmarcando mi silueta, y habrías gritado, ironizado, insultado, calumniado, y si tuvieras algo de vino dentro, quién sabe, hasta me habrías zurrado otra vez. Y, no, no, no te mentí nada al principio. La soledad de estos días es lo mejor que me ha pasado en estos últimos años. Así que pienso proseguir por este camino. El de estar sola, el de pensar, el de hacer lo que me gusta a mí. Solo eso. No vuelvas. No estaré. No me busques. Mejor, mira: muérete.

Robado en Parque de Toulouse (Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2013 ----- Nikon, d300

lunes, 28 de marzo de 2016

MI PALABRERÍO CANALLA (5)

ADULACIÓN: Alabanza exagerada y persistente hacia aquella persona de quien se pretenden prebendas, posición, puestos, dinero, conversación, tabaco, sexo, matrimonio.
ADULAR: Habilidad que consiste en hallar un punto flaco en alguien (todos lo  poseemos y con su pulsación nos sentimos artificial y momentáneamente menos miserables), con objeto de fomentar la vanidad del adulado o de la adulada, y beneficiarse de las posibilidades que se derivarán del estado de ánimo mucho más favorable del adulado o de la adulada.
AEROFAGIA: Patología de quienes no se contentan con respirar aire, sino que lo toman como la sustancia nutricia esencial, y les da por deglutirlo de un modo espasmódico, lo cual, superado cierto nivel de capacidad del aparato digestivo, produce efectos sonoros y odoríficos muy jocosos, pero que denotan zafiedad y escasa compostura, e incluso en ocasiones un deplorable modo de llamar desesperadamente la atención.
AFASIA: Postura de aquellos inteligentes a quienes les es dado comprender que hablar no sirve para nada más que para enredar las cosas y los sentimientos (y para decir tonterías, claro), y se obstinan en no pronunciar palabra, para justificar lo cual aducen un desorden cerebral de origen misterioso aún no descubierto, pero que da resultado, se lo podemos jurar.
AFECTACIÓN: Fallo estrepitoso en la representación teatral o actuación (v.) que todo humano debe desempeñar de continuo, por la que se le notan sus verdaderas carencias y pretensiones.
AFICIÓN: Gusto continuado, consistente y apasionado por algún tipo de actividad que lo aparta a uno del contacto con la monotonía externa a cambio de integrar de una forma razonable otra monotonía, ésta de carácter interno. Los más esnobs (léase imbéciles culturales) suelen denominarla hobby.
AFILIACIÓN: Trámite legal que las asociaciones de talante rebañego (de preferencia, sindicatos o partidos políticos) exigen a quien desea ingresar en sus filas; supone la periodicidad de unos pagos, algunas obligaciones administrativas, y por tan módico precio se adquiere la capacitación para poder pensar y actuar con arreglo a lo que piensan y actúan los demás miembros sin tener que esforzarse en pensar o actuar por sí mismo/a, que siempre agota en exceso. Sin perjuicio de otros medrajes y prebendas.
AFONÍA: Ausencia de voz, que no de habla ni de cosas que decir, que permite una relajación en las costumbres comunicativas y un replanteamiento sobre el uso que damos a dicho instrumento; por desgracia, la mayoría, una vez restablecida la afección, olvida tales reflexiones, y se dedica a usarla sin tener en cuenta cómo, ni con quién, ni sobre qué.
AFORISMOS: tonterías concisas que pasan por brillanteces.
AFRANCESADOS: Conjunto de hispanos bienintencionados y patriotas, pero pésimos políticos y nefastos psicólogos, que creyeron que enarbolando la sinceridad y el apoyo a Napoleón, España se modernizaría, sin contar con que el pueblo prefirió seguir equivocándose por sí mismo unas cuantas décadas más, sin necesidad de ayudas extranjeras para tal tarea.

Del libro inédito Palabrerío canalla, 1999

sábado, 26 de marzo de 2016

OTRA HIPÓTESIS DE INTERPRETACIÓN


Indudablemente, es otra forma de verlo. Antes de descartar esta osada conjetura y de empezar a acordarse de la madre de Nietzsche, convendría pensarlo bien. Sólo lo suficiente como para que nos quedara muy claro que la frase es incorrecta. Aunque si la pensamos lo suficiente, igual no nos lo parece tanto...

Pintada en Úbeda (Jaén, Andalucía, España)
Marzo, 2016 ---- Panasonic Lumix G6

jueves, 24 de marzo de 2016

OBSESIONES. TEMÁTICA PERSONAL (II)

Creo que si me afano tanto en leer, recopilar, analizar, introvertirme, es porque pienso que si algún día logro escribir algo que merezca la pena será una sola obra. Tan sólo una. No me quedarán fuerzas para más. Por eso el tiempo no produce sensaciones de agobio evidentes en mi persona. Tengo la conciencia de que lo haré y eso me impulsa con la suficiente energía.

Pero será una única obra, quizá grande, quizá enorme, quizá buena.

Allí me apropiaré de una forma sincrética que aúne lo mejor de mi expresión escrita: la carta y el diario, pero también el cuento, pues he escrito algunos que me parecen buenos y que me siguen gustando.

Los temas serán, como siempre, mis obsesiones, como es lógico, o sea que el argumento sería yo mismo, o el de otra persona que fuera yo o ejerciera de mí.

Apunte de 17 de marzo de 1995

martes, 22 de marzo de 2016

JUGANDO AL AJEDREZ EN EL RASTRO DE ¿DÓNDE?



Si se tratara de una prueba de agudeza visual, alguien bien viajado o medianamente culto detectaría al fondo el logotipo del suburbano londinense, por lo que la pista sería suficiente para determinar el dónde. Por aquilatar más ese “dónde”, nos podríamos fijar en la hilera de puestecillos de ropa de la derecha, y como los dos protagonistas utilizan una furgoneta, sabremos que nos hallamos en uno de los múltiples rastros de ropa que coexisten en la capital británica. El cuándo podría adivinarse con facilidad por las prendas de abrigo que se aprecian, sobre todo el gorro ruso del vejete más próximo a cámara, por lo que seguro que se tratará de algún mes frío, probablemente invierno; aunque tratándose de Londres deberíamos añadir un “valga la redundancia”. Luego, podríamos reparar en que la escena principal resulta inusual para nuestras costumbres. Dos hombres entrados en años -sobre todo uno- que probablemente sean ropavejeros que atienden los puestos que tienen al lado, entretienen la espera de negocios jugando al ajedrez. ¡Al ajedrez! Y no de cualquier manera, parece. Apréciense los gestos de los dos combatientes. No está mirando uno para otro lado, mientras el que ha de jugar piensa, no. Ambos se hallan embebidos en la contienda, con gesto sesudo, reflexivo, con los labios trasluciendo al exterior la expresión de su cerebro maquinando combinaciones y posibilidades. Son gestos adustos. La partida bien lo vale. El combate es serio, y aunque el escenario parezca improvisado, da la impresión de que no es la primera vez que se levanta. Tres cajas que al inicio y al final del día contendrán ropa, que pueden servir de mesa. El suelo de la furgoneta vale de asiento de uno de ellos, mientras que el otro se contenta con una silleta baja. Es suficiente para la guerra. Para el juego. Para el arte, acaso, si su calidad así lo admitiese. Todo parece encajar en la serenidad de la escena. Pero si esto fuera un ejercicio de agudeza visual y no reparáramos en el logotipo del metro de Londres, ¿diríamos que nos hallaríamos en un rastro español? Categóricamente, no. Y no creo que hiciera falta dar ninguna explicación más.

Robado en rastro de Londres (Gran Bretaña)
Enero, 2008 ----- Nikon d100

lunes, 21 de marzo de 2016

FASCINACIÓN POR "BLACK MIRROR"

Estoy impactado con Black mirror. Se trata de una serie británica reciente sobre distopías recreadas en un futuro bien próximo, no sé si por fortuna o por desgracia. Lo que nos plantean sus episodios independientes son diversos futuribles asociados al uso, abuso de las nuevas tecnologías, y a sus consecuencias siempre inesperadas. Lo que muestran, sin embargo, es tremendo: te desencaja, te vapulea por dentro, te hace preguntas durísimas que inicialmente quedan sin respuesta. Las dejas rumiando dentro. Pero no maduran lo suficiente. Porque no eres suficientemente maduro. ¿Quién lo es? ¿Hemos usado lo bastante estos aparatos que ahora nos facilitan y nos complican la vida a partes iguales en apariencia? ¿Somos conscientes del mundo que estamos creando entre todos? ¿Lo hemos sido alguna vez? ¿Supieron los hititas lo que iban a generar con su novedoso armamento de hierro? ¿Sabemos hoy lo que internet y la telefonía móvil, aunados podrán desarrollar en un corto plazo, habida cuenta de lo ya transformado en la vida social, económica y política del planeta? ¿Reconocemos nuestra impericia para poder prever las consecuencias de algo que en apariencia es un avance? ¿Un avance es necesariamente un recorrido hacia adelante, o admite recovecos, parones, recorridos sinuosos de replanteamiento, frenazos? No lo sé, claro. Demasiadas preguntas. Y, sin embargo, hay quien ya tiene bastante con la realidad. Y cree que las series no deben hacer pensar. Todo lo más, entretener. Pero yo no soy de ésos. Soy de los que gustan de entretenerme pensando, de los que piensan mientras se entretienen, de los que pueden pensar sin entretenerse necesariamente. De los que piensan, vaya. Aunque no llegue más que a conclusiones personales y válidas sólo para mí, aunque no siempre. Pero me gusta que me hagan pensar y cuestionarme lo que ya sé, para pensar de nuevo. Por eso me gusta Black mirror. Perdón. Quería decir que me fascina Black mirror.

domingo, 20 de marzo de 2016

LA SEGUNDA ISABEL



Nada tuvo que ver con la primera, desde luego. Ni coincidieron en la época, ni en protagonismo, ni en la opinión que sus súbditos tuvieron de ellas. salvo que su acceso al poder fue precedido de una guerra civil, todo lo demás separa a las dos únicas reinas que han llevado ese nombre en nuestro país. 

Isabel II ha sido tratada con acritud por la historiografía, por la literatura, por la opinión popular. Lo que se ha dicho de ella sobre su parcialidad regia, sus aireados escándalos, su furor uterino, su falta de inteligencia política, su miopía social, su físico orondo y progresivamente grotesco, todo ello ha sido exhibido sin pudor durante casi dos siglos, y apenas hay quien discrepe. Lo cierto es que ella misma se lo ganó a pulso.

Sin embargo, mucho de cuanto ocupó su vida le vino impuesto, y su ascendencia difícilmente pudo haber sido peor, con un padre que ocupa uno de los más altos puestos en la lista de reyes nefastos de nuestra ya complicada historia, y con una madre que dedicó mucho más tiempo a satisfacer sus apetencias personales, que a la educación y cuidado personal de su hija. Añadamos que la torturada España ve morir a su padre cuando ella no tenía aún 3 años; que para que se cumpliera el testamento que la designaba única heredera, sería preciso ganar una guerra, cuyos vencedores, en su momento tomarán esa fuerza adquirida en la contienda como prenda con que seducir a la joven reina. Sumemos que adelantan su mayoría de edad a los 13, porque su precocidad física atraía a políticos cercanos, alguno con aviesas intenciones, y porque una tercera regencia consecutiva sería algo excesivo, asunto que acabó decidiendo el adelanto de su condición de reina. Insistamos además en que su matrimonio se decide desde instancias gubernamentales, con un primo suyo, conocido homosexual, de pluma legendaria, que usaba -según propia y amarga confesión- más puntillas y encajes que ella misma. Si todos estos antecedentes no fueran suficientes, la lascivia incontinente que desarrolló,añadió una guinda que coronaría un pastel, que a ojos populares y no tan populares, ya era particularmente agrio.

De modo que sí, los hechos son los hechos. Pero una adecuada explicación airea mucho el asunto, porque aunque explicar no justifique, sí permite un juicio menos severo del que habitualmente nos tienen acostumbrados los historiadores, caricaturistas, escritores y demás. Además, al lado de su despótico, cobarde, abyecto y cruel padre, ella no fue más que una mujer de su tiempo a la que le tocó un papel para el que no servía y que ejerció con muy escasa pericia.

Isabel II con su heredero, el futuro Alfonso XII, en los Jardines del Palacio de Pedralbes (Barcelona, Cataluña, España)
Abril, 2006 ----- Nikon, d100

sábado, 19 de marzo de 2016

AISLADO DEL MUNDO LITERARIO

Una pregunta de enunciado simple. ¿Qué tiene que ver la mayoría de las editoriales con la Literatura? La respuesta también es simple, pero aterradora.

Cuando uno contempla lo que la editorial Alfaguara ha trapicheado hasta arrebatarle los derechos del reciente premio Nobel (el conocidísimo húngaro Imre Kertész) a la editorial que hasta la fecha lo publicaba en España, El Acantilado, cuando uno ve cómo esas maniobras terminan como acaban siempre estas cosas en el mundo de los negocios, uno piensa que es eso, exactamente eso: puro negocio. Y que lo demás, son bobadas de antaño. Uno piensa que es un romántico empedernido, o que está loco, o que las cosas no encajan en sus lugares de origen, o que el origen ha sido modificado de forma y por eso las cosas no encajan en dichos orificios. En el fondo, uno sigue pensando lo mismo: qué bendición no participar en eso que todos llaman mundo literario. Me parece preferible estar aislado de ese mundo y descubrir el propio, que aún está por explorar en sus nueve décimas partes. Descubrirlo, colonizarlo, habitarlo, hacerlo un hogar confortable donde poder vivir con coherencia. Y pidiendo no vivir lo suficiente como para haberlo cartografiado por entero.

Del Diario digital, inédito, 2003; entrada del 6 de enero

viernes, 18 de marzo de 2016

RESPLANDORES MATUTINOS


Cuando salgo de viaje, lamento muchas veces no madrugar más. Poder vislumbrar las primeras luces del día, sus turbulencias evanescentes, sus gamas de gris azulado violáceo, que adquieren temperatura de color, y pronto se transforman en menos de una hora en una cascada de tonos cálidos. Sin embargo, a veces las circunstancias son benévolas y le aguardan a uno en sus horarios matutinos. Así, una mañana de octubre, en Illa Pancha, al lado de Ribadeo, el cielo rebosaba de estratos de tonalidades diferentes, y sólo el manchón blanco del sol deslucía el conjunto, aunque fuera su intenso resplandor quien dotara de realidad a las múltiples vetas que la vista ofrecía. Capturar ese panorama fue un placer. Pero mayor fue haberlo contemplado.

Mirador de Illa Pancha, en Ribadeo (Lugo, Galicia, España)
Octubre, 2015 ----- Panasonic Lumix G6

jueves, 17 de marzo de 2016

LA CONTINUIDAD EN ESCRIBIR

Lo único que en ocasiones me anima a seguir escribiendo es leer algún fragmento mío anterior, no importa de cuándo ni qué lejanía ofrezca en el tiempo (puede ser reciente o antiguo, eso da igual) que me estremezca y me cuestione la pregunta que tantas veces me asalta: "¿pero fui yo quien escribió esto?". O, también, musitar inconscientemente, envidiosamente, admirativo y odiador a un tiempo: "ojalá hubiera escrito yo este párrafo, esta página, esta línea, esta frase". Y caer luego en la cuenta, sorprendido y repleto del rubor que precede al orgullo, de que aquellas palabras fueron concebidas por mi mente y escritas por mi mano, magníficas ambas en ese instante mágico y atípico. Aunque, por mejor decir, no concluyo pensando que son mi mente o mi mano actuales, sino las de antaño, que fueron y confluyeron de ese modo tan sorprendentemente bello e inusual.

Del Diario Digital, inédito, 2001 (entrada de 19 de febrero)

miércoles, 16 de marzo de 2016

EL AGUA SALVÍFICA DE LA FUENTE



En ocasiones, el milagro se produce en medio de la barahúnda de vorágines ruidosas, olfativas, molestas. A veces, es tan sencillo como desconectar en medio de todo, y dejar que el rumor de una fuente se erija como directora de las sensaciones que nuestro cuerpo alberga. Una fuente, con su monodia monocorde y monótona, puede obrar el prodigio. El de la desconexión, el del traslado a otro momento, al mismo lugar pero hace tiempo, a otra realidad real o inventada que nos saque del marasmo del presente. El agua, omnipresente en el planeta. Tan maltratada, tan poco entendida. Tan habitual que nos desaparece de la vista, de tan común como nos resulta. Tan necesaria y tan diferente de todo cuanto somos. Tan rumorosa, tan conectiva, tan vivificante. Tan llena de magia, tan llena de vida.

Fuente del claustro de la Catedral de Barcelona (Cataluña, España)
Enero, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

martes, 15 de marzo de 2016

EL MEJOR ELOGIO PARA UN PROFESOR


Una mala organización de los espacios y de las personas ha motivado que hoy tuviera en clase a alumnos que no son los míos, concretamente a la otra mitad de la clase, a quien imparte la misma asignatura que yo, pero en inglés, otra compañera. Pues bien, una actividad tutorial ineludible impidió la clase prevista, dado que dos grupo distintos están unidos por su pertenencia o no al Programa de Enseñanza Bilingüe. El caso es que me vi en la circunstancia de tener que elegir entre reubicar a doce alumnos, llamando a alguien de guardia, o integrarlos en mi clase con los restantes. Opté por esto último. Pero antes de comenzar, los dividí como llevo haciendo las dos últimas semanas, en cuatro filas no próximas entre sí. A continuación, eso sí, indiqué a los alumnos “nuevos” que no tenían obligación de atenderme, puesto que el tema que nos ocupa ahora (la Prehistoria) ya lo habían dado hace meses. Les autoricé a realizar otras tareas cualesquiera, siempre que me dejaran dar clase, y no molestaran. Aceptaron el envite, y varios sacaron cuadernos y libros para hacer otros deberes. Pero fue abrir la presentación de diapositivas, y el atractivo del tema más la verborragia del docente que tenían delante, fueron obrando el milagro. Poco a poco las otras tareas quedaron arrumbadas en las mochilas. Las caras atentas se alinearon con las de mis alumnos habituales. Y paulatina y tímidamente fueron surgiendo también preguntas entre los no habituales. Fue una clase normal, completamente normal (de las que surgen cuando se dan los requisitos necesarios, no de las que suceden todos los días, entiéndaseme). Yo disfruté mucho dándola. No sé si ellos la disfrutarían también. Pero se podría pensar que sí, pues cuando tocó el timbre, nos sorprendimos la mayoría. “¿Ya? Qué rápido, ¿no?”, dijo una de las alumnas “desconocidas”. Me sonreí abiertamente. Le pregunté su nombre. Me lo dijo. Luego, con el más calculado de mis histrionismos, le di las gracias, inclinándome como si fuera un actor saludando desde el proscenio. Su mirada de desconcierto, me transmitió la impresión de no estar entendiendo nada. Le expliqué. Le dije que le daba las gracias porque su espontánea reacción supone el más sincero elogio que puede recibir un profesor. Siguió mirándome, desconcertada. No sé si acabaría entendiendo lo que le dije. Me dio igual. Yo hoy comí mucho más feliz que ayer. Y de la beatífica siesta, ya ni hablo.

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