jueves, 9 de agosto de 2012

LA ABSTRACCIÓN DE LO ABSTRACTO




Hay muchos a quienes no les gusta el arte abstracto. Por completo respetable. Sobre todo, si la frase “no me gusta el arte abstracto” ha pasado por una serie de filtros y experiencias que abocan a una decisión. Cuando ya no es tan respetable es cuando, por dejadez, inercia o ignorancia, al no reconocer nada de lo representado, volvemos la vista como si las obras de arte tuvieran la obligación contractual de representar la realidad de los sentidos. Si encima el título es numérico o aséptico, el rechazo puede ya resultar categórico, cuando no insultante. El problema es, únicamente, de tiempo, intención, decisión y paladar (léase sensibilidad). Del mismo modo que en un McDonald’s y en un restaurante tres estrellas Michelín ingerimos en ambos comida, el modo de degustarla no puede ser el mismo. Si urgidos por el momento, entramos en el primero, nos alimentaremos mal que bien en unos minutos y habremos cumplido de sobra. Pero si somos unos gourmets, y buscamos el deleite sensorial, en ese lugar sufriremos horrores, del mismo modo que si entramos en el segundo restaurante con prisa y el único objetivo de llenar el estómago.

Dicho esto, contemplemos la foto. Está realizada en el Centro Pompidou, en París, en una exposición temporal retrospectiva del pintor alemán Gerhard Richter. La persona que contempla el cuadro, de grandes dimensiones, es oriental, probablemente japonesa. Está de espaldas, y más o menos a la altura de la mitad del lienzo, que no sale entero, porque no es necesario. Éste muestra una serie de varias líneas finas horizontales de prácticamente todos los colores del espectro, más alguna vertical. No hay figuración. Sólo abstracción geométricamente distribuida. Sólo abstracción cromática. La espectadora estuvo delante de la obra no menos de diez minutos, lo que, en equivalencia para un museo, es haber estado viviendo allí muchos días. ¿En qué pensaba? ¿Sentía? ¿Recordaba? ¿Qué contemplaba exactamente? ¿Con qué relacionaba esas líneas? ¿En qué universo recaló? ¿En qué grado de relajación o excitación se hallaba su cuerpo? ¿Conectó con el espíritu que impulsó al pintor a ejecutar la obra? ¿Analizaba la técnica pictórica del autor? ¿Memorizaba la disposición de los colores buscando algún patrón o significado? O, sencillamente, ¿estaba calibrando un problema personal que la acuciaba y la paralizaba hasta ese extremo? Todas estas conjeturas albergan una probabilidad de éxito. Jamás conoceremos la verdad. Igual que, ante un cuadro abstracto conoceremos nada. Como esta mujer de espaldas ante la obra de Richter, lo único que podremos será dejarnos llevar por lo que a cada uno nos procure nuestro cerebro, que no es más que una amalgama de sensibilidad esencial, bagaje adquirido e intención positiva. Lo demás será sólo eso: conjeturas.

Robado en el Centro Pompidou (París, Francia). Exposición temporal de Gerhard Richter
Julio, 2012 ----- Panasonic Lumix G3

miércoles, 8 de agosto de 2012

RITMOS DE COLOR



La apariencia es sencilla: apenas un rectángulo oblicuo de piedra granítica, bordeado de un poco de tierra y algo de césped no demasiado homogéneo, todo ello desenfocado en proporciones diversas. Lo único enfocado es lo que capitaliza la mirada: cuatro barras de colores distintos. Cuatro colores que tampoco significan nada, son sólo el reflejo de algo que no vemos sobre una superficie mojada por la lluvia (lo que hace más gris el día, más suavizada la luz y más saturados los colores). Pero justamente porque no ofrecen significado alguno, la mirada recala más en ellos y en su sucesión rítmica. Porque los ritmos nos atraen, nos arroban a veces. Una explicación podría ser que toda repetición nos tranquiliza, que nos da la impresión de una serenidad salvífica mediante la eliminación de la sorpresa. Repitiendo la mirada muchas veces hacia lo que a su vez se repite muchas otras, creemos en un continuum que es irreal, pero tranquilizador. Relajémonos unos instantes: la lluvia y unos objetos de color desconocidos conspiran para darnos un destello de paz.

Reflejos en el suelo mojado en Ares (La Coruña, Galicia, España)
Mayo, 2008 ----- Nikon D300

martes, 7 de agosto de 2012

EL SILENCIO ABSTRACTO DE LOS CLAUSTROS




El tiempo, tras los terrores del año 1000, no era circular, sino cuadrado. En los claustros de los monasterios, de las abadías, de algunas catedrales, el tiempo adquiría la forma de una forma geométrica abstracta, recorrida a diario por sus religiosos caminantes. El paseo por el claustro, ayudado por la simetría rítmica de sus capiteles y por la sincera fe inicial de la mayoría, era un recorrido místico, trasunto del viaje que todo humano lleva a cabo en su vida. En las cuatro galerías del claustro, de un modo repetitivo, tenaz, absorbente, uno podía figurarse en otro mundo, o incluso en éste, aislados de todo, para una comunicación más intensa con su dios.

Hoy, en cambio, ese silencio ha dejado arrumbado a un lado, porque lo  que predomina es la horda de turistas que invade algunos de estos recintos que sorprendentemente han resistido los embates de las eras. Con todo, si uno posee cierta capacidad de recogimiento y abstracción, puede aislarse mentalmente de los demás, y dejar que la sucesión de columnillas y los motivos de esos capiteles que las coronan inyecten una dosis suave de tiempo pasado y belleza resistente que lo impulsen a uno a seguir creyendo. Creer, sí; pero no ya en dioses vengativos o generosos, sino en que el ser humano, pese a todas sus sevicias e incontinencias, ha sido capaz siempre, siempre, de hacer aparecer, donde antes no había sino pura materia, habitual podredumbre e instintos primarios sin domesticar, un instante al menos de sobrecogimiento inútil y de egoísta reflexión, que permitan seguir respirando, pese a todo.

Capiteles de la catedral románica de Saint Bertrand de Comminges (Alto Garona, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2009 ----- Nikon D 300

lunes, 6 de agosto de 2012

EL PERRITO INVÁLIDO



Observen bien la foto. Lo primero que se aprecia es algo trivial: un perro sentado encima de una silla de ruedas. Nada que llame la atención, en principio. Detrás, se adivina la chiquilla que, acaso, será hija de la persona impedida, y que cuida también del perrito. Su sonrisa nos tranquiliza. No parece haber anomalías. Hasta que reparamos en la lengua del perro. Podría parecer que hace calor, y que el animal jadea. Pero lo sorprendente es que la lengua sale por un lado de la boca, no de frente. Y eso ya nos hace sospechar. Por otro lado, a continuación, ya algo escamados, comparamos el respaldo de la silla de ruedas con el del perro, que es de una raza pequeña. El respaldo no parece diseñado para una persona, aunque sea de reducido tamaño. Y no; porque la silla de ruedas, convenientemente adaptada es para el perro, pues éste es el minusválido en realidad.

En el rato en que estuve pendiente de esta escena, tanto desde lo alto, como ya —más interesado— a su misma altura, no pude comprobar que el perro no se pudiera mover o corretear, pero sí que al animal le faltaba la parte derecha de su mandíbula, que es justo por donde se le descuelga la lengua, que parece hacernos burla. En el rato que este asunto me abstrajo, desentendiéndome de la fortaleza que había ido a visitar, pude notar que en verdad la silla era para él, y que era tratado con unos miramientos que para sí hubieran querido muchos ancianos. Lo gracioso fue que el perrito, cuando fue consciente de cuanto yo lo miraba (y fotografiaba), empezó a mover la cola a juego con la lengua, en una sincronía coreografiada que hizo que en breves instantes me muriera de la risa. Mi actitud parecía contrariar al perro, que a su vez movía más la lengua en un fallido intento de amedrentarme. Lo cual hacía que yo siguiera riendo tanto, que hasta las lágrimas se me saltaron. Después, me fui, con la tarde mucho más alegre que como había comenzado. A la noche, soñé con el perro y su silla de ruedas. En ese caso, yo era el impedido, y el perrito con la lengua ladeada me conducía entre grandes carcajadas hacia un precipicio. Y no, no me desperté antes de que lo hiciera.

Robado en Collioure (Pyrénées Orientals, Languedoc-Rosellón, Francia)
Julio, 2009 ----- Nikon D 300

domingo, 5 de agosto de 2012

AQUELLAS AULAS, AQUELLOS TIEMPOS



Si se fija uno en la imagen expuesta, hay dos cosas que no cuadran a quienes vivimos alguna vez en este tipo de aula. La primera es la luz. Es artificial, intensa, reveladora. Nada queda en penumbra ni en sombras. Todo queda a la vista. Porque el objetivo del lugar donde nos hallamos (el impresionante Museo Etnográfico de Grandas de Salime) es justo ése: mostrar, revelar, siquiera en parte, aquello que fue. Y es justo reconocer que se ve muy bien lo que nos quieren mostrar. Sin embargo, en aquellos tiempos, la luz que bañaba nuestras aulas era, sobre todo, natural (provenía de los amplios ventanales) y escasa (al menos, en los nortes donde uno creció). También de tono azulado, gris, macilento.


La segunda es la abundancia de mobiliario, de mapas, de láminas, de objetos didácticos diversos. El único lugar austero de ese aula idealizada son los pupitres, pero porque no pueden albergar prácticamente nada encima. Lo demás, nos habla de medios antiguos, pero mucho más numerosos de los que nuestra memoria alcanza a adivinar. Es, pues, otra mistificación propia de la intención museística, didáctica. En los tiempos en que yo era crío, dicha abundancia brillaba por su ausencia, sobre todo en el mundo rural, que fue el único que —escasamente, durante apenas un curso— yo llegué a verificar en persona. Es más, las carencias eran la nota común.


Con todo, el aroma que se siente cuando se entra en este aula recreada es reconocible de inmediato, porque los olores permanecen de forma indeleble en nuestro recuerdo, y las gomas, los papeles, los lápices, la madera y demás materiales, nos transportan  con facilidad a un mundo muy alejado del nuestro, del que sin embargo bebimos  y que nos sirvió para —mal que bien— llegar donde estamos ahora. Nos retrotraen también a los sonidos, a los rostros abrasados de tiempo y olvido, a los instantes hermosos y tristes que aguardan a todo niño en su devenir. Y esa inyección de nostalgia agradecida o agria, vivificante o mortecina, es el verdadero antídoto para  que no nos creamos más de lo que somos y el mejor estimulante para pensar que si entonces estuvimos peor y crecimos, ahora no va a ser menos.


Aula de la época de Franco, en el Museo Etnográfico de Grandas de Salime (Asturias, España)
Octubre 2009 ----- Nikon D 300

sábado, 4 de agosto de 2012

CARICIA SOLAR



El calor parece desprenderse de esa piel tumbada en la arena. Es la hora de mayor intensidad. A pocos metros, otra piel de plástico, desinflada y abandonada un tanto a su suerte, no cumple con su función de divertimento. No es necesario. Ahora procede dejarse mecer por la escasa brisa del mar, aliviar la mente de los problemas domésticos, convertir el pensamiento propio en la guarida indestructible donde el mundo no nos toca, recordar y, sobre todo, soñar todo lo bueno que deseemos y que alcancemos a imaginar. Será nuestro único rédito del verano. Pero si se hace bien, no será poco. Ya habrá tiempo de inflar el balón de nuevo.


Playa de América (Pontevedra)
Agosto 2009 ----- Nikon D 300

viernes, 3 de agosto de 2012

EL LLANTO DE LOS ÁRBOLES



Comentaba yo una vez en voz alta que el llanto era algo ajeno a los árboles, cuando mi pareja, sorprendida y divertida a la vez, me soltó: “¿y los sauces llorones?”. Hube de convenir, también sorprendido y divertido, que tenía razón, siquiera fuera enunciativa. Pero yo seguía poético o melancólico o simplemente caprichoso. Y, no sé por qué, lamentaba que los árboles no pudieran llorar. Ellos, que son de las formas vivas más antiguas y longevas del planeta, no habían desarrollado el llanto. Pero me equivocaba. Como si alguien me escuchara, los cielos se ennegrecieron y pronto comenzó a llover, no de un modo fuerte, pero sí constante y molesto, por ser verano. Poco rato después comprobé que los árboles sí lloran, pero necesitan de la ayuda de la lluvia para poder hacerlo.

Hoja de tilo, en la localidad de Saint Bertrand de Comminges (Haute Garonne, Midi-Pyrénées, Francia
Julio 2009 ----- Nikon D 300


jueves, 2 de agosto de 2012

MILNOVECIENTOSSESENTAYTRES




Cuando bajé al gimnasio, ya había acabado todo, y sólo quedaban los del hip-hop haciendo de las suyas. El chaval que estaba actuando no era ninguna lumbrera en clase, pero allá abajo era igual de indolente. Hasta los colegas le hacían chuflas a sus movimientos lentos y al desgaire. Por fin la música cesó. Se entregaron los premios a los mejores, y el asunto estaba a punto de disolverse, cuando vi su cazadora por detrás. 1963. Mi año de nacimiento. Me acerqué a él. Le pregunté de dónde la había sacado. Se sorprendió. Era de su padre, que la había pillado en Londres, porque también era el año en que había nacido y le había hecho ilusión encontrar una así. Le dije que su padre y yo éramos de la misma quinta. Su gesto inexpresivo me indujo a explicarle qué significaba esa coincidencia. Se sonrió. “Date la vuelta”, le dije, “que le voy a hacer una foto”. Obedeció, divertido. El gesto que le salió de forma natural, enmarcó su espalda de un modo muy propio.

Cazadora de un alumno de 2º de la ESO, del curso 2007-08
Junio 2008 ----- Nikon D 300

miércoles, 1 de agosto de 2012

CREACIÓN



Recala la mirada en un nacimiento que crece, cilíndrico y húmedo. Barro moldeable a voluntad de su hacedora, que dota de líneas, volumen y sentido a lo que sólo instantes antes era un amasijo verdoso, veteado e informe. Con la pausa de quien sabe que el tiempo es sólo lo que construyas con él, las manos hacen rotar, crecer, abrirse, surgir, ser. Los dedos, impregnados de la materia nutricia elemental, aún se diferencian poco de la obra, como en el relato del Génesis. Juntos, creadora, manos y vasija, en un todo que por unos instantes no admite la diferenciación.

Manos de una alfarera en la localidad de Bergerac (Dordoña, Aquitania, Francia)
Julio 2010 ----- Nikon D 300

REEDICIÓN (NUEVA TEMPORADA)

A veces hay que detenerse, para reequilibrar la marcha, que acaso no sea la que más satisfacciones íntimas nos depare. Cuando al menos no hay presión externa, todo se produce de una forma más suave, y las transiciones apenas se notan, porque brotan de un modo natural, casi necesario.

Esta bitácora se detuvo hace meses. No lo hizo por agotamiento de su creador, ni por falta de ideas, ni siquiera por problemas personales. Era una falta de trayectoria coherente. Y sin una ruta determinada, sólo se pueden dar tumbos. No me gusta esa sensación.

Absorbido cada vez más por el mundo de la imagen fija, no me fue quedando muy claro cuál sería la finalidad de este blog. Y proclamar —como se hizo a principios de año, en la ya habitual declaración de intenciones anual— que serviría para hacer lo que me diera la gana en él, no fue más que un bienintencionado error en alguien que, como yo, pese a ser muy libre de cara afuera, gusta de marcarse rumbos bien claros por los que transitar.

Había que buscar, pues, un cometido, una finalidad a este blog, que no requiriera una bidireccionalidad, feedback o pretensión alguna de influencia en los demás, ni obligación de reciprocidades diversas. Mi blog debe servir, antes que nada, a mi interés. Si éste conviene o favorece a alguien más, maravilloso. Pero los demás no son el objetivo. Lo difícil es encontrar ese objetivo, que no suponga una repetición de lo que ya cubre mi galería de Flickr.

La fotografía ha sido la elegida, al fin. No porque ya no escriba microrrelatos —al contrario—, sino por la desproporción cuantitativa entre ambas actividades y porque soy muy pudoroso con mi obra, y sólo me gusta publicar aquello que no me desmerece. El proceso de corrección y validación de mis cuentos no admite plazos marcados con regularidad, a no ser que ya dispusiera de ellos en su fase previa al visto bueno final, como sucedió con los publicados en anteriores temporadas.

Fotografía, pues. Pero no imágenes sin más. Para eso, ya está la galería de Flickr. La foto tendrá palabras que la delimiten, la estimulen, la comenten, la contradigan, la provoquen o, tan sólo, la ubiquen y la referencien. Va a ser así con cada una de ellas. Así, final o fatalmente, esta bitácora acabará haciendo honor a su verdadero título: “Fotografía y palabra”.

sábado, 14 de abril de 2012

INSPIRACIÓN EN EL SUPLEMENTO (MICROFICCIÓN)

(Cuando uno está con ganas de crear, cualquier atisbo puede hacer brotar la chispa de la que surja la deflagración con que se alimente todo proceso creativo. La lectura de un reportaje en un suplemento semanal reciente dio lugar a lo que sigue. El orden de lectura de ambos textos, el de origen y el relato, no influye en su valoración.)

EL ARTISTA SUPREMO

Niego la acusación, naturalmente. ¿Quiénes son ustedes para negar mi arte? Tal vez según sus leyes haya cometido alguna ilegalidad. Pero ¿sobre qué base? ¡Yo soy un artista! Nadie mejor que yo conoce a los pintores cuya obra estudié hasta agotar las referencias. Nadie mejor que yo sabe cómo eran sus trazos, los materiales que utilizaban, los paisajes que visitaron, las vivencias que les trastornaron, las técnicas que desarrollaron, las rivalidades enconadas que les hicieron evolucionar y, a algunos, caer. No he copiado cuadros de nadie. ¡Qué vulgaridad! Yo he creado obras nuevas con modos antiguos. Perfectas. Todas habrían podido ser firmadas por los autores en los que me he inspirado. Ningún crítico de arte, ningún especialista de museo ha detectado jamás fallo alguno en mis obras. Pero si hasta la viuda de Max Ernst dijo que una de las obras “reaparecidas” era el cuadro más hermoso que habría creado su marido. Siempre dije que, si aún vivieran, habría sido capaz de convencer a algunos de esos autores que una de mis obras era suya, olvidada tras muchos años de pérdida o desprendimiento voluntario. Pero, no. Yo no falsifico. ¡Creo! Pinto obras nuevas. Mi pericia es sobrenatural. Sin embargo, ¿habría reconocido el mundo mi habilidad? ¿Habría podido ganar el dinero que he ingresado en mis cuentas con mi propia pintura? No, no se me habría reconocido jamás. Por eso mi método consistió en inventar colecciones extraviadas, rescatadas de guerras o coleccionistas misántropos. Cuando veían las fotos preparadas para la ocasión, envejecidas artificialmente, donde figuraban mis obras colgadas en paredes sepia, las posibles dudas se disipaban de inmediato. Al mercado del arte habría que juzgar, no a mí. Me han pagado lo que pagan por obras infladas en el mercado. Los galeristas, los coleccionistas, los museos, necesitan más cuadros. Su propia necesidad y ambición los ha cegado. Yo sólo he aprovechado una fisura del sistema. Pero, por favor, ¿culpable yo? Soy un artista, no lo duden. El mejor, porque con la misma facilidad que pintaría un Derain, enmarcaría sin titubear un Léger, o cualquiera de los artistas de cuya creación hubiera alguna mínima duda sobre cuántas obras habría pintado. Yo soy el mejor artista, el más global. Mi obra debería estar en los mejores museos del mundo. No olviden mi nombre, señores: yo soy Wolfgang Beltracchi.

viernes, 23 de marzo de 2012

EL MÉTODO (GRONHÖLM)

La duda entre lo conocido y lo por conocer, a medida que uno envejece, se hace menos turbulenta, y la claridad se impone a la tiniebla, del mismo modo que el goce sobrepuja a la ansiedad. Me pasa a menudo con los libros; también, aunque en menor medida, con el cine.
Viene esto a cuento de que ayer, a la hora de mi película diaria, se estableció la duda entre si ver una película de nuevo cuño  (Moneyball, de Bennett Miller, el director de Truman Capote) o ver una más antigua y que ya había visto tres veces antes (El método, de Marcelo Piñeyro). En el caso de ayer, la duda tardó cuatro segundos y medio en resolverse a favor de esta última, porque yo en ese momento requería emociones fuertes, sin que hubiera tiros ni apocalipsis, y la primera las prometía, pero la segunda las aseguraba. De modo que vi otra vez El método.
La experiencia, no por repetida menos intensa, fue como un subidón de adrenalina pura. En un marco muy reducido, unos personajes perfectamente dibujados e individualizados, luchan con todas sus armas mentales y caracterológicas, en una lucha de la que sólo acabará venciendo uno: quien ocupará el puesto para el que una empresa ha convocado esa selección de personal. La anécdota puede consultarse en cualquier lado, no procede explayarla acá.
Pero qué trama, qué actores, qué alternancia de planos, qué guión, qué intensidad, qué crítica más feroz al capitalismo salvaje, qué sensación de novedad a pesar de conocer perfectamente lo que sucede. 
Con obras así, ¿quién se arriesga a que lo vayamos a ver nos defraude? He aquí la reflexión de un viejo.

martes, 20 de marzo de 2012

ARTE EN EL REFLEJO


Llovía bastante. A ratos de forma violenta. Luego paraba. Cuando llueve, las cámaras se vuelven trémulas y contagian sus miedos a sus dueños. Pero a veces hay que violentarlas, forzar su tendencia tradicional a minimizar los riesgos. Y es entonces cuando uno comprueba que hay mundos distintos, y que se pueden ver de otro modo, con otra mirada.
Aquel día vimos el Colegio de la Compañía de Monforte de Lemos, como no lo habíamos visto nunca. En el suelo, reflejado en los charcos de esa lluvia que tanto nos quería molestar y que tanto nos dio, al final.

martes, 13 de marzo de 2012

MIL ENTRADAS DE BLOG


Me he enterado de casualidad. Quizá porque el guarismo "cantó" mucho el otro día, después de la entrada de la luna. Qué curioso, me dije. Mil entradas. Habría sido más interesante, como querría Borges,  que el número hubiera sido más contundente, como "Mil entradas y una entrada", remedando las "Mil noches y una noche" de Burton. Pero yo soy más clásico. Y el número me impacta. Claro que como ésta es la entrada 1001, los dos quedaremos satisfechos. 

Decía que es una cifra que impacta. Y lo hace porque no se va buscando. Si lo hubiera hecho, la ansiedad por alcanzar la meta no me habría dejado vivir. En cambio, así, poco a poco, de forma constante, foto a foto, relato a relato, sin pensarlo demasiado, como si fuera un juego (aunque muy serio, que no admite desmayo), uno llega donde nunca pensó llegar.

Esto es lo más fascinante de los blogs. Y de la voluntad que debe conllevar, como es lógico. Porque abrir una bitácora, vulgo blog, lo puede hacer cualquiera. Mantenerlo con cierta regularidad es más costoso. Conservarlo varios años, complica su existencia. Alcanzar cifras sorprendentes es más inhabitual. La sensación de repetirse, las fallas de la voluntad, la impresión de que nadie lee, nadie contempla, nadie comenta, todo ello contribuye al cansancio, a la tentación de dejarlo todo y de dedicarse a tareas más gratas, más rentables, acaso más lúdicas. No ha sido mi caso, de momento.

En realidad, el blog surgió hace cuatro años por una causa práctica. No era capaz de aprender a manejar Photoshop, ese programa maravilloso y cabrón, que fue diseñado para prometer paraísos, a cambio de infiernos. Aprendía algo, y como no lo reforzara y prosiguiera practicándolo, se me olvidaba todo. De modo que probé a obligarme a algo, con la finalidad de generar una continuidad que me apretara las tuercas con el programa. Dio resultado, he de añadir.

Pocas cosas me han cambiado la vida tanto en los últimos años -y tan gratamente- como esta bitácora chiquita.

Fotografías y palabra. Es de lo único que sé algo. Por aquí seguirán los tiros...

domingo, 11 de marzo de 2012

LUNA LLENA

 

El otro día, al levantarme sobre las 7'15, vi refulgir frente a mi ventana una luna tan llena como incitante. El impulso de fotografiarla brotó de inmediato. Poner el trípode y montar la cámara con el objetivo, llevó sólo unos minutos, aunque iba con el tiempo algo justo. La verdad es que no es más que un objetivo de 500 mm catadióptrico, que sumado al sensor de la d300 se convierte en 750 mm de longitud focal. Pero quedó con una impresión de proximidad similar a como la sentimos algunas veces, tan lejos, tan cercana, tan influyente en todo y en muchos. Y así quedó. Convenientemente enmarcada, claro.

sábado, 10 de marzo de 2012

OJALÁ CREÁSEMOS MENOS, Y MEJOR

Steven Soderbergh ha sido noticia estos días pasados por haber afirmado que deja su oficio, que ha de reinventarse de nuevo, que ha de aniquilar todo cuanto ha creado, y volver a empezar. Soderbergh es, como se sabe,  director de cine ("Sexo, mentiras, cintas de vídeo", "Erin Brockovich", Ocean's eleven", "Traffic", "Che", y varias otras). Sorprende su afirmación, pero se comprende. Lo que se comprende menos es que la haga. Sorprende su sinceridad (o su deseo de llamar la atención, que nunca se sabe), su desgarro. No, en cambio, su agotamiento, admisible desde cualquier punto de vista, ya que tiene estrenada o a punto de hacerlo tres películas.

Admitamos a juicio la totalidad de sus afirmaciones. Está cansado. Siente que todo lo hecho no lo justifica. Puede que tenga que sacrificar cuanto ha llevado a cabo para reinventarse. Se retira en el momento de máxima actividad. Admitámoslo. ¿Por qué, pues, uno no acaba de creérselo del todo? Porque no suele ser común esa postura. La "droga" de la creación, o de lo que uno piensa que es creación, motiva la "recaída" de casi todos cuantos anuncian su abandono o su retirada. Sucede en todos los ámbitos, sean o no ligados a la creatividad: la música, el toreo, el cine, el arte, la política... A la inmensa mayoría de quienes anuncian que se van, los vemos regresar al poco, como corderillos, a la escena pública, intentando argumentos para explicar la vuelta al tajo: necesidad de dinero, ausencia de motivación, síndrome de abstinencia, necesidad de cubrir un hueco "vacío" desde su marcha, ofertas imposibles de rechazar, perentoriedad...

El resultado es la hipertrofia de libros, películas, canciones, obras de arte (o sucedáneos con dicho nombre). Sobra demasiado de todo ello. Sobra basura en cualquiera de los mundos que acabo de enumerar. Quizá si creásemos menos, corrigiéramos más y no dependiéramos tanto de la opinión ajena, acaso la creación se beneficiaría de una mayor autenticidad y una energía contagiosa, más propensa a la expansión.

Pd/ Sería bueno lanzar una hipótesis algo envenenada sobre cuánto tardará Soderbergh en asomar de nuevo por el mundo del celuloide. Yo no le doy más de dos o tres años.

domingo, 4 de marzo de 2012

EL PROBLEMA ES LA IMPUNIDAD

Desayuno los domingos con morosidad manifiesta. Lo hago habitualmente, pero los días festivos remoloneo más, y me detengo en detalles que la velocidad de la vida cotidiana impide realizar a diario. Me detengo, entonces, en una carta al director de un ejemplar de dominical -XL Semanal, nº 1270, muy reciente-. (Algún día alguien tendrá la idea de realizar una completa sociología de nuestro país, llevando a cabo un estudio serio de lo que pensamos, analizando en profundidad estas cartas que los ciudadanos de a pie mandan a los diarios, con la esperanza de ver publicadas alguna vez sus palabras, fruto de sus pensamientos. Pero me desvío.)

Apuntaba que una carta al director había llamado mi atención. En ella, se nos habla de alguien que es conductor de autobús escolar desde hace muchos años, que todos los días las vidas de unos 50 críos dependen de su pericia y su cumplimiento de las normas, y que su sueldo se cierra en 18.200 € anuales. A continuación, nos habla de una señora que dirige el departamento de cardiología de un importante hospital, con muchas vidas salvadas a sus espaldas, se nos recalca, que es recompensada con un salario de 38.000 € al año. Por último nos habla de un fulano cuya profesión es banquero de alta graduación, cuya gestión "ha dejado a centenares de personas sin vivienda, ha hecho que miles de empresas tenga que cerrar y  dejará próximamente sin trabajo a más de 700 personas". Nos refiere la preocupación de este hombre, porque el Gobierno acaba de limitar su salario a un máximo de 600.000 € anuales. El artículo compara las responsabilidades de los tres, y es concluido con una ironía, que busca una pequeña sonrisa que compense tales atropellos, pero que a mí se me resiste.

Pasemos por alto que el hecho de que sea relativamente fácil conducir un autobús (e incluso lograr el empleo) y de que el sueldo de la cardióloga sea incorrecto (es bastante superior). Centrémonos en las responsabilidades, y en las utilidades. No es verdad que la responsabilidad del conductor sea superior o inferior a la de la cardióloga, y la de éstos, mayores o menores que la del banquero. Todos formamos piezas de un engranaje, y todas las piezas son importantes, porque cuando dejan de funcionar, nos resentimos todos. Nadie duda de las utilidades de los dos primeros, aunque muchos ignorantes cuestionen la del tercero. Pero yo no defiendo a este compungido ejecutivo.

Lo que a mí me hace hervir la sangre es que mientras los dos primeros, con toda su responsabilidad a cuestas, si cometen errores (humanos y no dolosos, se entiende), tendrán que pagar por ello, aun no teniendo culpa directa, si el tercero comete desfalcos, desviaciones y tropelías diversas (obsérvese el diferente matiz inculpatorio), puede acabar impunemente limpio, a poquito que haya urdido bien su red de caída.

El problema no es cuánto gane cada cual, aunque resulte insultante que en esta época de globalización informativa, sepamos hasta cuánto se gastan en moqueros los famosos. El problema no es la diferencia abusiva entre pobres, medianos y ricos. El problema es que quienes son culpables de gestiones incorrectas, prevaricadoras, explotadoras, mentirosas y con ánimo de lucro personal, queden sin castigo proporcionado a sus delitos. Eso es lo que genera alarma social, desidia hacia lo político y desesperanza hacia el futuro.

miércoles, 29 de febrero de 2012

¿PIERDO EL TIEMPO O LO INVIERTO?



Resulta sorprendente, pero las crisis a lo largo de la historia han dado mucho material para imaginar y para crear. No se debe olvidar que uno de los siglos más aciagos de nuestro pasado español, el XVII, albergó a una pléyade de literatos, pintores y escultores de tan alto fuste, que fue denominada Edad de Oro.

Pero a mí me sorprende más el efecto que las crisis provocan en el intelecto de personas que por lo común no darían más palo al agua que el que se echa en el chiringuito correspondiente, mientras se escarban la dentadura con un mondadientes de largo recorrido. Lo arriba mostrado es un buen ejemplo de ello.

Ahora, lo que más atónito me tiene es que en los últimos tiempos quien esto escribe se pasa no menos de 15-25 minutos de reloj al día mirando tonterías o genialidades de éstas por la red, vía Facebook, enlace a enlace, comprobando que el tiempo se me pasa como si me lo fumara, y que acabo riéndome con unas ganas tales como si la vida me fuera en ello. 

O sea, que saco varias conclusiones

  • En época de crisis, la gente aumenta su inventiva
  • Ante esa gran inventiva, se incrementa la necesidad de compartirla con cualquiera
  • Ese cualquiera es tan cualquiera, que puedo llegar a ser yo, que apenas uso el feisbuc ése
  • Pierdo bastante tiempo todos los días. O lo invierto, no sé. Lo que está claro es que disfrutar, disfruto
  • ¡Qué raro yo, haciendo comentarios de este tipo en mi (serio) blog!
  • AQUÍ HAY ALGO QUE FALLA

lunes, 27 de febrero de 2012

¿POR QUÉ FOTOGRAFÍO LOS DETALLES?

Practico la fotografía porque me gusta la belleza de una forma visual, bien captándola, bien seleccionándola, bien creándola. Entre otros muchos temas, me gusta la macrofotografía, vulgo macro, por unas cuantas razones.

Podría comenzar diciendo que me fascina la Belleza -bajo cualquiera de sus expresiones- y ésta abunda por doquier; sólo hay que buscarla:  en lo grande, sí, pero también en lo diminuto, porque es lo que no estamos acostumbrados no sólo a mirar, sino a hacerlo con el suficiente detalle. 

Precisamente, los detalles son, muchas veces, trasuntos del todo, pero con una apariencia mucho más elegante, divertida, impactante o intensa.

De igual modo, cabría apuntar que me gustan algunas sorpresas, las que depara algo que estamos acostumbrados a ver de un modo habitual, desde determinada altura, o en un contexto concreto, cuando se lo mira desde muy cerca, y las perspectivas cambian y las relaciones entre los objetos y las formas se alteran.

Aquí añadiría que si me encanta contemplar algo que nunca había visto antes, aunque lo tuviera delante de mi mirada de continuo, la estética de la macrofotografía se adecua de un modo excelente a esa afición contemplativa y degustadora.

También, porque me entusiasma crear nuevas e impensadas relaciones entre las líneas, los contenidos, los colores y las texturas, vistos todos ellos con los ojos artificiales de unos aparatos (sobre todo, objetivo macro y tubos de extensión) que amplían y diversifican cuanto el ojo pueda captar.

Y en último término, porque creo que si se observa bien lo pequeño, tal vez podamos ver con otra mirada lo que parece grande, y valorarlo en su justa medida.

Y porque es difícil, ¡coño! Y a mí me gustan los retos que me obligan a crecer.

Pd/ En estas dirección1, dirección2 y dirección3 puedes mirar unas cuantas muestras de esta técnica en mi galería de FLICKR, según quieras Composiciones, Macro vegetal o Macro animal, respectivamente.
O, simplemente aquí, en este mismo blog, en la etiqueta MACROFOTOGRAFÍA

sábado, 25 de febrero de 2012

PERDER TIEMPO Y ENERGÍA

Perdemos demasiado tiempo intentando cambiar a quienes difícilmente lo harán a instancias nuestras (los demás),  e invertimos demasiada poca energía en transformar y asumir a quien más nos debería importar (nosotros mismos). ¡Qué de pérdidas! ¡Qué de frustraciones! Familiares, sobre todo.

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Si alguien se reconociera en alguna fotografía y no deseara verse en una imagen que puede ver cualquiera, puede contactar conmigo (fredarron@gmail.com), y será retirada sin problema ninguno.