martes, 16 de octubre de 2018

EL ALMA VIVA DE LOS EGIPCIOS


Los egipcios tenían una concepción del alma que difería mucho de la que, por influencia judeocristiana, estamos acostumbrados a tener. Ellos creían que existía un alma, sí, pero para que perdurara tras la muerte del cuerpo al que iba asociada, era preciso que éste se conservara, y no se pudriera. La unión de alma y cuerpo egipcia es conmovedora, pero es lo que motiva que tras el fallecimiento de la persona, si se deseaba que el alma la sobreviviera, era preciso momificar el cuerpo.

Sin embargo, cuando uno observa los sarcófagos conservados (cuyo número no es testimonial, por fortuna), llega a pensar que no era necesario conservar el cuerpo de forma artificial: que con la vívida expresión de esos rostros tallados en la madera, el granito o la arenisca, ya podría alcanzar para que el alma egipcia, tan dada a supersticiones y a creencias religiosas, alcanzara la eternidad

Contemplemos este detalle del sarcófago de Merit, la mujer del arquitecto Kha a quien éste, en prueba de su profundo amor, le cedió ese sarcófago preparado para él (por haber muerto ella antes). Si después de mirarlo bien, y tras esos ojos de azabache brillante circundados de lapislázuli no captamos alma alguna, podremos sospechar entonces que acaso seamos nosotros quienes no alberguemos una en nuestro interior.

Sarcófago de Merit, en el Museo Egipcio de Turín (Piamonte, Italia)
Julio, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

sábado, 13 de octubre de 2018

PALABRERÍA

"En un principio era el Verbo, al final, el bla-bla-bla" (Stanislaw Jercy Lec, Los pensamientos despeinados)

"No hay que decirlo siempre todo, porque sería una tontería; pero, lo que se dice, debe ser tal como se piensa; de lo contrario, es mala intención" (Michel de Montaigne, Ensayos)

"El secreto de aburrir es contarlo todo" (Voltaire, Discurso en verso sobre el hombre)

"En este mundo, cuando un hombre tiene algo que decir, lo difícil no es hacérselo decir, sino impedir que lo diga demasiadas veces" (George Bernard Shaw, César y Cleopatra)

"Entre los hombres, las cosas de las que más se habla son por lo general de las menos conocidas" (Denis Diderot,  Indagaciones filosóficas sobre el origen y la naturaleza de lo bello)

"Toda esa palabrería de los hombres no constituye ni una sola palabra verdadera; la soporto para poder gozar del silencio que la atraviesa" (Martin Buber, Encuentros)

"La excesiva riqueza de vocabulario suele encubrir pobreza de pensamiento" (Enrique Larreta)

"Entre dos palabras, hay que elegir la menor" (Paul Valéry,  Tal cual)

"Las palabras son la droga más poderosa utilizada por la humanidad" (Rudyard Kypling, discurso)

"El que mucho fabla no se puede guardar que no yerre" (Alfonso X, Las siete partidas)

"El mucho fablar face envilescer las palabras" (Alfonso X, Las siete partidas)

viernes, 12 de octubre de 2018

COSTA DE GRANITO ROSA


La costa bretona es muy recortada y muy castigada por los embates del mar. En ella, hay muchas zonas diferenciadas entre sí. Una de las más conocidas es la denominada "Costa de granito rosa". Es, como la costa gallega, una zona donde predomina esta roca plutónica, pero lo que configura su colorido predominantemente cálido es la mayor proporción de feldespato, sobre la mica y el cuarzo, minerales componentes del granito, como se sabe.

La erosión que se lleva a cabo sobre los bloques graníticos de esta parte norteña de la Bretaña francesa es espectacular, y se pueden observar formas muy llamativas tanto en acantilados como en partes más llanas y playeras. Es una zona hermosísima que, si se puede, conviene visitar. Si no se puede, siempre cabe la posibilidad de allegarse a muchos puntos de la costa gallega (zona de la península de El Grove -Pontevedra- o de Burela -Lugo-, por ejemplo), donde se hallan formaciones parecidas, con colorido muy parecido, pero con menos fama, menos promoción turística y menos políticos detrás otorgándole publicidad.

Trégastel (Côtes-d'Armor, Bretaña, Francia)
Julio, 2015 ----- Nikon d300

miércoles, 10 de octubre de 2018

LAS PREGUNTAS DE GREGORY STOCK (19)

Pregunta 52

¿Por qué cosa de su vida está más agradecido?


Por muchas, pero seguro que de lo que más ha sido la generosidad de tiempo y de palabra que me regaló mi abuelo los primeros años de mi vida. Creo, con toda honestidad, que de no haber vivido con él yo no habría sido lo que soy, ni habría desarrollado tanto determinadas cualidades que acaso se hallaran en forma potencial, pero que de no haber sido estimuladas de manera conveniente, no habrían podido dar los frutos necesarios. La dedicación que aquel hombre entregado a mí por completo, las lecturas de cuentos, el aprendizaje de mis primeras operaciones matemáticas, el aguante que un niño pequeño supone, sus obleas y barquillos al regresar de sus paseos por el parque S. Francisco, su labor mediadora y hasta defensora de castigos maternos más que merecidos por mi parte, y sobre todo, la labor constante de diálogo, de pregunta-respuesta que todo niño precisa pero que no siempre obtiene como debiera, todo ello fue la clave de que cuando yo acudiera por primera vez a un aula, en preescolar, en Los Pilares, ya dejara asombrada a la profesora y a mis compañeros, logrando la admiración de la primera y el desprecio y el odio de los segundos, ya casi in aeternum. Todo ello, originaría que cuando ya en La Bañeza yo principiara mis estudios de la EGB, mi nivel estuviera muy por encima del de mis compañeros, propiciara el replanteamiento de los profesores sobre mi caso y la decisión de pasarme al curso siguiente, previo examen que superé con notable. Desde siempre yo sería el chico que iba un curso adelantado, lo cual condicionaría -para bien y para mal- mis compañías, mi comportamiento, mi forma de enfrentar el mundo, mi estrategia de crecimiento físico y mis ideas más profundas; todo, en definitiva, deriva de aquel hombre sencillo, que marcó mi vida para siempre. Coincidimos en el tiempo apenas cuatro años. Los más importantes, sin duda.

Pd/ Los textos que responden a las cuestiones formuladas en El libro de las preguntas de Gregory Stock, fueron creados entre 1998 y 1999

martes, 9 de octubre de 2018

ETERNO DEBATE SOBRE LOS ZOOLÓGICOS


Este ñu no pasta por la sabana africana. Sus cascos no se desplazan sobre frescos pastos de altas hierbas, ni está iniciando la descomunal migración que les ha hecho famosos en los documentales sobre fauna salvaje. Este ñu se encuentra en uno de los zoológicos más afamados de Francia, el de La Palmyre. Uno de los que, según consultas, mejor trata a los animales. Lo que no impide que este animal se vea reducido a un recinto de no más allá de unos 300 m2.

Se halla en dicho parque zoológico, para que personas como yo puedan contemplar de una forma directa ejemplares vivos de su especie. Su captura hace unos años, probablemente cuando era sólo una cría, sólo habrá servido para que miles de personas que jamás podremos verlos en su hábitat natural, adquiramos ese conocimiento, esa experiencia, y hasta logremos algunas imágenes que otorguen recuerdo a lo vivido. Es un objetivo lúdico y didáctico, que muchos objetan, pues aducen que dichos objetivos se subordinan al económico, y también afirma que envilece a la raza humana, la única que captura otros animales con el fin de exhibirlos.

Comprendo los dos argumentos. Incluso los asumo. Puedo defenderlos uno detrás de otro, sin que me tiemble la voz. No me parece contradictorio. Ambos tienen razón. Pero son razones diferentes, contrapuestas, inencontrables. Seguiré, por tanto, yendo a parques zoológicos. Seguiré disfrutando de cuanto me ofrecen. Seguiré haciendo fotos. Seguiré aprendiendo. Seguiré maldiciendo también el maltrato que muchas veces se aprecia en los ejemplares a la vista. También, que el único modo que se nos haya ocurrido a los humanos para poder ver de cerca estos animales sea secuestrarlos, alejarlos de su residencia habitual, encerrarlos en los mismos recintos hasta que mueran.

Parque zoológico de La Palmyre (Charente Maritime, Nueva Aquitania, Francia)
Julio, 2015 ----- Nikon D300

lunes, 8 de octubre de 2018

EL NIÑO YA SE PASÓ (MICRORRELATO)

Lo del niño ya sobrepasó todos los límites. Cada uno de nosotros ha aguantado lo suyo, pero lo de la otra semana superó todo lo tolerable. Su hermana aún pretendió defenderlo, pero el caso es que su madre a punto estuvo de ahogarse en el pozo, mientras él se partía de risa apoyado en el borde. De modo que lo cogí de un brazo y comencé una azotaina que a mí se me antojó larguísima, pero que él encajó sin inmutarse. De hecho, terminé yo más cansado en mi brazo derecho que él con su trasero enrojecido. Sin derramar una lágrima, se fue a su cuarto con actitud insolente y despreciativa. A la mañana siguiente, su hermana amaneció con una gran “pe” sobre su pecho, dibujada a punta de navaja. La cama estaba toda perdida de sangre. Pero no nos despertaron sus gritos (aún no sabemos cómo logró hacerlo sin que ella se despertara). Nos despertaron sus aullidos bestiales, proferidos desde la azotea de la casa. En un rapto de lucidez irreflexiva, decidí eliminarlo para siempre. Pero aun así, fallé, y el maléfico engendro tuvo la osadía de grabarlo todo en su móvil. La denuncia por malos tratos ya está en los juzgados. Esperamos en breve la llegada de la policía judicial para que me detenga. Yo iré a la cárcel. Seguro. Pero no lo doy por mal empleado. La criatura acabará en algún centro de acogida. Será el único modo de librarnos de él.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

sábado, 6 de octubre de 2018

CHULERÍA DE LOS ENANOS ANTE EL GIGANTE ARTIFICIAL


Mientras hurgaba entre mis carpetas para elegir la "foto del día", recalé en esta curiosa imagen captada en Galicia hace algunos años. De inmediato, me vino a la cabeza un título: "Escoltando al Hermano Mayor". Pero enseguida caí en la cuenta de que las gaviotas no podrían tener como pariente a un helicóptero, cuya dinámica de vuelo no se basa en los mismos principios básicos que ellas (otra cosa sería si la aeronave fuese un avión; entonces, sí). La idea de la escolta me seguía pareciendo atractiva, pero aun así, mi afán de veracidad acostumbra a dirigirme en la dirección correcta, y acabé por desestimarlo.

Mientras contemplaba la disposición de las figuras, me percaté de que acaso no "escoltaran", sino que las gaviotas huyeran, asustadas por el traqueteo incomprensible de motores y aspas, y ahí sí que mi mentalidad cartesiana asentía más satisfecha. Luego, di en pensar que, conociendo a estas aves, tan acostumbradas a los humanos, con los que compiten a la hora de obtener alimentos y a los que roban siempre que pueden, lo más probable es que miedo no hubiera ninguno. Más bien al contrario.

De modo que al final me decanté por pensar que estos bichos bellísimos, que tan poco me gustan cuando no están volando, estarían "exhibiéndose" con cabriolas, giros, picados y otras evoluciones, frente al Hermano Mayor, que, sí, será más grande, duro y resistente a los golpes, pero que es muy torpe en sus evoluciones, y cuya aparición en este mundo aún es muy reciente como para competir con ellas, que llevan varios millones de años surcando los cielos y aprendiendo de forma natural lo que más las caracteriza y más nos maravilla de su especie: su magnífico vuelo. Más tranquilo, pues, el título final ya brotó solo.

Playa de Doniños (La Coruña, Galicia, España)
Diciembre, 2014 ----- Panasonic Lumix G6

viernes, 5 de octubre de 2018

LA UTILIDAD DE LA ÉTICA, SEGÚN ADELA CORTINA


Acabo de leer un libro estupendo de una de mis autoras preferidas, Adela Cortina, titulado ¿Para qué sirve realmente…? La ética, publicado en Paidós en 2013, pero que ya va por la 8ª reimpresión. En él, la famosa catedrática expone lo mejor de sus ideas, haciendo un especial esfuerzo por hacernos entender por qué debemos ser más éticos para vivir mejor. Lo hace a través de 9 capítulos relativamente breves, al término de los cuales tiene la deferencia de condensar en muy pocas líneas la utilidad comentada en dicho capítulo. Lo que yo haré a continuación es copiar literalmente esas nueve justificaciones, con la improbable pero ilusionante expectativa de que a alguien le entraran ganas de leerse el libro después. Ahí van:
  1. [La ética sirve] Para abaratar costes en dinero y sufrimiento en todo aquello que depende de nosotros e invertirlo en lo que vale la pena, sabiendo priorizar
  2. Para intentar forjarse un buen carácter que aumenta la probabilidad de ser felices y justos, al ayudar a estimar los mejores valores y optar por ellos
  3. Para recordar que los seres humanos necesitamos ser cuidados para sobrevivir y que estamos hechos para cuidad de los cercanos, pero también para recordar que tenemos la capacidad de llegar hasta los lejanos, creando vecindarios nuevos. Para eso hace falta no sólo poder, sino también querer hacerlo
  4. Para recordar que es más prudente cooperar que buscar el máximo beneficio individual, caiga quien caiga, buscar aliados más que enemigos. Y que esto vale para las personas, para las organizaciones, para los pueblos y los países. Que el apoyo mutuo es más inteligente que intentar desalojar a los presuntos competidores en la lucha por la vida. Generar enemigos es suicida
  5. Para ser protagonista de la propia vida, autora del guión de la propia biografía, para construir con otros la vida compartida, sin permitir que nos la hagan. Para realizar un sueño, el de una sociedad sin dominación en que todos podamos mirarnos a los ojos sin tener que bajarlos para conseguir lo que es nuestro derecho.
  6. Para aprender a degustar lo que es valioso por sí mismo, para escuchar el vínculo con todos aquellos que son dignos de respeto y compasión
  7. Para no confundir “democracia” con “mediocridad”, lo que supondría el mejor camino para asegurar el rotundo fracaso de cualquier sociedad que se pretenda democrática; y para que una educación alérgica a la exclusión no multiplique el número de mediocres, sino que cultive y universalice la excelencia
  8. Para ayudar a construir una democracia más auténtica, que sea gobierno efectivo del pueblo
  9. Para aprender a apostar por una vida feliz, por una vida buena, que integra como un sobreentendido las exigencias de la justicia y abre el camino a la esperanza

 De nada.

jueves, 4 de octubre de 2018

FIN DE JORNADA


El día termina, las sombras se alargan, los negros predominan. El sol decae y las nubes enmarcan la escena, mientras el reflejo lo duplica todo. Otra jornada más que echar sobre los hombros cansados. Es hora de pensar en dormir.

Crepúsculo en Peyrehorade (Landas, Aquitania, Francia)
Julio, 2015 ----- Panasonic Lumix G6

miércoles, 3 de octubre de 2018

MI PALABRERÍO CANALLA (37)

DARWINISMO: Doctrina biológica que estatuyó como una realidad absoluta algo que todo ser vivo (y, por extensión, el ser humano) había experimentado desde los orígenes más ancestrales: que los más fuertes son los que sobreviven y, por ende, los que procrean, por lo que cada vez las especies son más fuertes, más brutas, de suerte que la más bruta de todas ellas acabará con todas las demás, a poquito que se le deje tiempo suficiente.
DEBER: Aquello que se ha de realizar perentoriamente, bien porque nos lo exijan los demás —injustamente, claro—, bien porque nos lo impongamos nosotros —amorosa y voluntariamente; innecesario es recordarlo—.
DEBILIDAD: Conjunto de carencias físicas o mentales cuyo bagaje supone tener una extraordinaria probabilidad de que los demás lo manejen a uno y, por consiguiente, de ser profundamente infeliz. De todos modos, hay madres (y algún padre) que logran elevar esas carencias a un modo particular de dominio mezclándola con la conciencia de autoculpabilidad ajena e insuflándola con sutileza en los demás.
DECÁLOGO: Lista de diez consejos que, como todos los consejos, no ha sido solicitada, pero que nace siempre con una naturaleza de agobiante urgencia y de apremio concluyente, a más de una sospechosa obligatoriedad.
DECENCIA: Cumplimiento recatado y escrupuloso de las normas socio-pudorosas establecidas en cada momento y con vigencia variable, de lo que se deduce que las personas más interesantes desde casi todos los puntos de vista han sido siempre grandes indecentes, que son criticados y castigados hasta que el número de los mismos impone dialécticamente una nueva decencia, y vuelta a empezar.
DEFECTO: Toda aquella característica que impide la perfección. Fastidia una enormidad a los que hacen de ésta el motivo esencial de sus vidas. Por el contrario, encanta a quienes consideran que los defectos (de los demás) son campos donde poder aplicar sus conocimientos y lograr un objetivo en la vida dedicándose a modificarlos, a eliminarlos, sin caer en la cuenta del tamaño despropósito que ello comporta.
DEFRAUDAR: Aprovechar el egoísmo propio en su faceta fiscal.
DEICIDA: Todo aquel que se atreve a aparentar que ha matado a Dios y a proseguir su osadía, narrándolo con lujo de detalles. Quienes así se conducen suelen ser buenos literatos, con imaginación poderosa, aunque suelen suscitar rechazo entre sus semejantes, que no acaban de creer sus historias y mucho menos que un mortal pueda matar a un ser inmortal; aunque no exista.
DEICIDIO: Asesinato de Dios o de un conjunto de dioses; puede realizarse con violencia verbal, con justificaciones racionales, con diatribas diversas, etc.; pero como más eficaz resulta por el daño producido, es con la indiferencia más absoluta, aderezada con unas gotas de hilaridad despreciativa.
DELEITE: Gusto extremo con que se paladea aquello que nos produce placer. Es muy perseguido por aquellos que no son capaces de lograrlo, bien por considerar dichas sensaciones como valores pecaminosos, bien por incapacidades propias, lo cual viene a ser lo mismo.

Del libro inédito Palabrerío canalla1999

martes, 2 de octubre de 2018

AMO EL OTOÑO


Aún falta para que el color del otoño amarillee las hojas de los árboles, todavía verdes por estas latitudes más húmedas. Pero la estación, con la lentitud que la caracteriza, irá esmaltándolo todo con una pátina de frío nocturno y lluvia diurna, alternándola con algunos días de calor redivivo, que nos harán cobrar la ilusión de que el verano aún no se ha ido del todo. Pero por más que lo deseemos, y a pesar de los vaivenes de los cambios climáticos, la estación avanzará y nos cubrirá por completo.

Si hago caso a lo que escucho en diferentes momentos, la estación otoñal a unos les gusta mucho, a otros les hastía en grado sumo, y a otros les deja por completo indiferentes. Yo, por mi parte, amo cada estación por lo que me aporta y lo que me quita. Y amo la estacionalidad climatológica y paisajística, por lo que de variación comporta, por el vigor que instila a la vida, y porque le otorga un atisbo de diferencia que ayuda a erradicar la impresión rutinaria de los días, propia de climatologías más uniformes.

Pero, además, amo el otoño por su colorido, por su mezcla de frío y calor, por la sensación de caída hacia una estación más dura, pero sin que se olviden los rigores de la precedente. Amo el otoño, porque coincide con el inicio del año en mi profesión docente, y es el arranque de un período donde las ilusiones de ellos se mezclan con las mías, y uno puede afirmar que mientras la ilusión perviva, seguiré agradeciendo a los númenes del universo que me paguen por hacer algo que me gusta. Amo el otoño, porque no soporto tanta luz después de unos meses, y porque la luminosa calidez de las auroras y los atardeceres de esta estación no tienen parangón con otras épocas del año. Amo el otoño, porque la complementariedad de los tonos cálidos y los azules se ensamblan de un modo hermosísimo, como intenté capturar en la imagen que da pie a estas líneas. Y amo también el otoño, porque me gusta variar, y la alternancia de subidas y bajadas de cada año me recuerda lo que son los vaivenes de la vida, que tiene mucho de estacional, aunque más de imprevisible, en lo bueno y en lo malo.

Hoces de Vegacervera (León, Castilla y León, España)
 Octubre, 2017 ----- Nikon D500

lunes, 1 de octubre de 2018

HACE FALTA TIEMPO PARA UN TIEMPO NUEVO, DISTINTO


Hay momentos en la vida que nos sumen en la extrañeza más absoluta, y de nada sirve todo cuanto sepamos, porque todo ese bagaje no ayuda a asimilar lo sucedido. Algunos de esos momentos son hermosos, epifánicos. Otros, tristes, desoladores. De ninguno de ellos salimos indemnes. Pero unos llevan más carga de profundidad que otros.

Hay una frase de una canción de Joan Manuel Serrat que yo he repetido mucho, y que acostumbro a sacar a la luz en circunstancias muy diversas. Dice que “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. Siempre supe que no era cierta, y no porque resultara fría e impactante, o por su tendencia a lo apodíctico, a lo que no se discute. Nunca fue cierta, al menos la primera parte. Porque sí que puede ser triste la verdad, muy triste. Y aunque no tenga remedio -eso sí que es cierto-, puede ser incomprensible, devastadora, insoportable.

Hablábamos de encajar lo que no se comprende. Siempre requiere tiempo, templanza, serenidad, inteligencia. Tal vez la desesperación, la rabia, la violencia, acaso la venganza directa, sean las reacciones más rápidas, viscerales y comprensibles; las entendemos bien; las comprendemos en los demás, e incluso en uno mismo. Pero no podemos quedarnos en ellas. Son, eso sí, las que nos preparan para la siguiente etapa.
Se necesita tiempo para asimilar lo que de ninguna manera esperas. Se sabe que el tiempo es un lenitivo excelente para convertir en rutina inerte el dolor más lacerante. Pero hay que dejarlo actuar. Se precisa paciencia para no dejarse invadir por la sensación más envolvente del dolor y de la tristeza perfectamente justificados. La serenidad y la templanza pueden contribuir a que el tránsito hacia la siguiente fase transcurra sin sobresaltos ni bruscas subidas o bajadas de ánimo. Pero no es fácil tenerlas a nuestro lado en estas circunstancias, que producen más instinto que intelecto. Y también se necesita la suficiente inteligencia (o filosofía vital) para comprender que las desgracias existen, que la mala fortuna existe, que el dolor nos acecha de continuo y que la muerte es el final de toda vida; para comprenderlo y aceptarlo, pues nada podemos contra ciertos embates de nuestra existencia.

Por tanto, necesito tiempo, paciencia, templanza y aplicar mis filosofías vitales, para encajar que mi madre acaba de morir hace unas semanas.

lunes, 2 de julio de 2018

ALLÍ ESTARÉ (MICRORRELATO)

Ella supo que todo había cambiado, cuando al pasar junto a él en cualquier momento, no podía evitar ruborizarse un tanto. Su madurez lograba, sin embargo, que la situación no resultara embarazosa para ninguno de lo dos, y un tema cualquiera podía hacer brotar una conversación bien traída. Pero las conversaciones en el trabajo no eran suficientes. Pensaba que sus compañeras eran conscientes de lo que pasaba y creía que lo comentaban entre risitas a sus espaldas. Además, le quedaba la sensación de que necesitaba más, de que verlo unos instantes a lo largo de las mañanas era algo que la mortificaba en mayor medida que el placer que sentía con su compañía. Una noche, sin haber podido preverlo siquiera, él le abrió un privado en la red de su correo. Al principio, reaccionó sorprendida. Opuso reparos porque creía que cualquiera podía estar contemplando lo que hacían, aunque en ese instante no pensó en su marido, que llevaba una existencia paralela y mansa. Él la tranquilizó, y le explicó las ventajas de una privacidad personalizada. Enseguida pudo comprobar que aquel reducto secreto era exclusivo de los dos, que allí ambos podían hablar, conocerse, reír, fantasear. Y desde aquel momento, siempre que uno de los dos entraba, llamaba al otro, que respondía con alborozo. En sus conversaciones, en cambio, nada podría haber sido utilizado como prueba de algo sospechoso, inmoral o deshonesto. Pero el ambiente adquiría temperatura progresiva, a cada frase tecleada velozmente, simulando una conversación que no se había dado nunca en el exterior. En una noche tardía, él dio un paso adelante y le dijo que la deseaba con tal intensidad, que sus fantasías sólo mostraban su cuerpo delgado, su ambiguo rostro, sus manos inexpresivas, con su voz grave de  fondo. Ella se quedó helada. Le encantó leer aquella frase, y aun la había deseado durante semanas, pero no estaba preparada para responderla. Por otro lado, su lado más femenino acusó el golpe de sentirse sólo deseada y no querida con la misma intensidad con que ella lo adoraba ya a esas alturas. Cerró el ordenador de golpe. Tuvo una taquicardia prolongada. No pudo pegar ojo. No sabía qué decir, qué responder a su requerimiento. En el trabajo, ambos simularon que nada había sucedido, pero algunas miradas interrogantes fueron lanzadas al aire sin que éste devolviera más que miradas bajas y un disimulo bien entrenado a lo largo de los años. A la noche él le pidió explicaciones por su marcha intempestiva, y ella se volvió a bloquear, sin poder contestar nada. Se abrió un vacío sin silencios, un vacío ágrafo que ambos interpretaron de modo distinto. El, más experto en asuntos de esa índole, soltó cuerda sin decir palabra. Ella se consumía pensando lo que él podía estar pensando de su inacción; también, valoraba los riesgos evidentes de una situación tan novedosa en su vida. El resultado es que respiraba con agitación, pero sus dedos no se movían ni pulsaba tecla alguna. Esa noche ella se fue a la cama llorando, y él algo molesto por la falta de reacción. Pero era una cuestión de tiempo. Pasó una semana en la que nada varió, a no ser la progresiva desazón de ella cuando él estaba cerca. Esos días cuando abría el correo la atenazaba el miedo a que él le dijera algo más concreto, pero lo cierto es que se moría de ganas de que él diera algún paso. El, con paciencia experta y menos que perder, aguardó; y aunque la lucecita verde indicaba disponibilidad y conexión, no pronunció palabra alguna. Al décimo día desde la determinante conversación, ella lo saludó y le preguntó cómo estaba. El le respondió que se encontraba consumido de deseo por ella, pero que no quería molestarla si ella no lo correspondía. Ella suspiró frente a la pantalla. Después, le franqueó sus sentimientos reales, sin poder notar la sonrisa de él mientras leía su rendición. El aseguró comprenderla y sentirse encantado con lo que ella le acababa de contar, aunque no podía prometer reciprocidad sentimental. Ella se calló, azorada. Él lanzó la acometida final: “Quiero verte; hoy; en mi casa, a las seis”. Ella, tras unos segundos de angustiosa espera, marcó irreversiblemente su futuro tecleando las dos palabras que cambiarían su vida para siempre. 

Del libro inédito Micrólogos, 2012

domingo, 1 de julio de 2018

FRUTAS Y HORTALIZAS


En verano, el frescor de la fruta y de las hortalizas ligeras, se hacen los reyes de la mesa. El agua es lo que el cuerpo pide, por la mucha que perdemos. Las naranjas y los espárragos trigueros no son de esta época. Pero en el mundo globalizado de hoy día casi cualquier fruta y casi cualquier hortaliza están disponibles en cualquier época del año. Disfrutémoslas, pues. Con brillo, con aroma, con sabor, y con el mejor colorido posible.

Avilés (Asturias, Principado de Asturias, España)
Marzo, 2013 ----- Nikon D300

viernes, 29 de junio de 2018

MÁS DE RUIZ TABOADA

Más o menos hace un mes, publiqué una entrada, impactado por la intensa calidad de un autor que acababa de conocer en un libro de aforismos. Se trataba de Javier Ruiz Taboada, @ruiztaboada), y el libro se titulaba Se te tiene que ocurrir. Aforismos, Tuits y Citas a ciegas. Pues bien, lo he vuelto a hojear, y no me resisto (en estos días de mucho trabajo en que a uno se le ocurren pocas cosas que decir), a dejar que unas cuantas frases suyas nos seduzcan desde otro lugar fuera de su libro. Ahí van.


  1. La igualdad empieza por entender las diferencias
  2. Un no, puede dar mucho de sí
  3. Me da rabia saber todo lo que ignoro
  4. Cuanto más útil me creen para sus fines, más inútil me siento para mis principios
  5. Pensar a borbotones, hablar con cuentagotas
  6. Muchas personas preferirían tener un presente antes que un futuro
  7. Si quieres combatir la decepción, practica la desconfianza
  8. Creemos que hay que tenerlo todo, cuando lo importante es no temer nada
  9. Hay que leer libros, aunque solo sea por el qué dirán
  10. Una palabra encierra millones de imágenes
De nada.

jueves, 28 de junio de 2018

A LA SOMBRA DEL BORDÓN Y LA VIEIRA


El bordón y la vieira, el bastón y la concha, enmarcan el sosiego final del peregrino en la ciudad ansiada, una vez alcanzada la meta que se marcó al inicio del viaje. Santiago de Compostela acoge con gana a todos los visitantes, pero si se es peregrino se disfruta de una consideración especial. Resulta lógico. Santiago no habría sido nada sin los millones de visitantes que un día sintieron que debían realizar ese peregrinaje hasta unas reliquias (más que improbables). Es posible que ni existiera. De modo que cuando se pasea por esta bellísima ciudad del noroeste, los peregrinos son el pulso de sus calles, de sus comercios, por no hablar de su imponente catedral, prima donna del románico hispano, y uno de los referentes gallegos del barroco carente de excesos.

Se los encuentra por todos lados, y se muestran tal cual son, sin artificios de ningún tipo. Han viajado por buena parte de España (y algunos, de Europa) para llegar a un destino ansiado. La mayoría lo han hecho con un esfuerzo que al resto se nos antoja heroico, inexplicable, absurdo, innecesario: digno de admiración en cualquier caso. Su protagonismo no molesta, es una señal de identidad, algo sin lo que esta ciudad perdería su esencia más generatriz. Démosle el valor que merecen.

Santiago de Compostela (La Coruña, Galicia, España)
Mayo, 2014 ----- Panasonic Lumix G6

miércoles, 27 de junio de 2018

HITOS DE MI ESCALERA (29)

El año 1982 sería muy importante por muchas cosas. Sería el que peores notas sacara en mis estudios universitarios, incluido el único suspenso cosechado en mi vida para septiembre (hablaré de ello en otro Hitos). También visitaría por primera vez Madrid, acompañando a una revisión médica de mi padre, en el único y excepcional viaje que efectuamos solos él y yo en toda nuestra vida. A su vez, en medio de una efervescencia política que no he vuelto a sentir nunca, fue el año en que -responsable y virginal- me encargué de ver una respetable cantidad de mítines de diversos partidos políticos, que concurrían en unas elecciones que acabarían con la primera mayoría absoluta de un partido español (PSOE) en su exigua historia democrática. A mayores, pude leer con satisfacción inenarrable una carta que me enviaba la autoridad militar competente donde se me notificaba que quedaba excluido del servicio militar, en atención a mi cortedad de miras, digo de vista, vulgo miopía, abundosa, pertinaz y creciente (hasta los 25 años).

Pero para lo que quedaría en el recuerdo de mi memoria este año fue porque vi publicado por primera vez algo escrito por mí en un medio de comunicación. Vale que era una revistilla universitaria de poca monta; vale que, a más inri, era costeada por un sacerdote que se debatía entre la progresía en algunos aspectos y lo pre-conciliar en otros; vale que sólo fueron tres artículos en tres números respectivos; vale que la tipografía era espantosa, y que su concepción artesanal era poco menos que adolescente. Pero fue ¡la primera vez! que una persona que comienza a escribir ve en letras de molde lo que antes pasó por su bolígrafo y, después, pasó a limpio en su máquina de escribir. Y eso, como el primer beso, el primer coito, el primer hijo, el primer divorcio, o la primera inspección de Hacienda, no se olvida así como así.

La publicación se llamaba Encuentro universitario, y en ella se escribían poemas, relatos, artículos de opinión, y algún que otro sermón de su director, mecenas, patrocinador y censor (todo en uno), Maximino Arias Reyero. Por mediación de un compañero de facultad, que ya participaba allí, llegué a conocer a este señor, que me abrió las puertas de su revista en cuanto se enteró de que yo “escribía opinión”, porque “de eso siempre hace mucha falta, porque la gente critica mucho, pero lo escribe poco; aquí lo que más mandan son cuentos y poemas”. Muy contento con la perspectiva, le entregué el que sería el primero de los artículos que allí vi publicados. Se titulaba “Apatía o falta de responsabilidad”, y trataba del infame modo en que la mayoría de mis compañeros enfocaban sus estudios, lo que era un reflejo, por supuesto del infame modo en que los ciudadanos asumían sus responsabilidades políticas. En fin ¿qué queréis? 19 años, y toda la rabia del recién despechado en el alma. Pero a mí me supo a gloria. Y, petulante como era, contribuyó a engordar un ego que, tan carente de empatía como sobrado de autoestima, alcanzó un volumen considerable que cualquiera podría haber previsto producto de la burbuja especulativa, pero que yo di en interpretar de otra manera: esto es, que iba a ser el próximo rey del mambo que destronaría a Borges del trono que tan trabajosamente había ocupado tantos años. 

Por aquel entonces, también comencé a frecuentar tertulias literarias en algunos cafés de mi ciudad (El Quijote, Casa Benito) que tenían un poco de libros, otro tanto de justa literaria y un mucho de captación de prosélitos de cierto nivel, pues solían estar auspiciadas por miembros del Opus Dei, algunos de los cuales llegaron a ser buenos amigos míos, a pesar de no cejar nunca en su empeño de sacarme de mis contumacias. En dichas tertulias vi la posibilidad de afilar mi siempre acerada dialéctica, sobre todo porque los fanáticos son inasequibles al desaliento, y siempre entran al trapo. Hoy lo veo como un paso imprescindible para soltar ese lastre más adelante, pero entonces fue la única oportunidad de que alguien con inquietudes como yo pudiera hablar de tú a tú con otros tocados del ala de semejante calibre. Y con el premio añadido del hallazgo de algunas importantes personas, de cuya profunda amistad llegué a disfrutar bastantes años.

martes, 26 de junio de 2018

CASI TODO SE LLEVARON


Y porque no pudieron arramplar con más. La pericia a veces es incompatible con el tiempo disponible para la tarea. Los tiempos que corren son demasiado rápidos para ciertas tareas. Eso sí, la composición queda de lujo.

La Coruña (Galicia, España)
Agosto, 2015 ----- iPhone 6 Plus

lunes, 25 de junio de 2018

UNA FRACCIÓN DE SEGUNDO (MICRORRELATO)

Cuando se encontró frente al matón, se dio cuenta de que el momento clave de su vida había llegado por fin. Era él o el otro. No hubo tiempo para presentaciones. Ambos sabían quién era el otro. No hubo palabra alguna. Todo estaba previsto con antelación. Se colocaron, pues, frente a frente en la calle, mirándose torvamente. Con un movimiento lento, pero visible, fueron apartando cada uno de los dos sus abrigos, dejando al descubierto las pistolas en sus fundas. Acercaron sus manos al arma. Una última mirada fruncida precedió al duelo. Cuando el hombre desenfundó para ir a disparar, comprobó que la pistola no tenía balas, que era de plástico, que apenas pesaba y que los del espectáculo del oeste le habían gastado una muy mala pasada con el fin de que el público se riera con gana de lo que veía. “Pero esto no era lo previsto, creo”. Todo eso le dio tiempo a pensar en el lapso de tiempo en que la bala del cuatrero rufián se introducía por su pecho y salía limpiamente por la espalda, abriendo un orificio por donde se le escapó la vida en un instante. Mientras se desplomaba, aún tuvo tiempo de descubrir, aturdido, la gran cantidad de cosas que da tiempo a pensar mientras uno muere tan rápidamente.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

domingo, 24 de junio de 2018

HAY RELEVO, SIN DUDA


Llevo toda la vida viendo en las puertas de los servicios pintadas groseras, pícaras, procaces, analfabetas, pseudoartísticas, gráficas, numéricas, textuales, pornográficas. Y, ayer, en la puerta de un baño de instituto, me encuentro esto. ¡¡En un instituto!! No todo está perdido, por fortuna. De hecho, nunca lo está, a pesar del pesimismo de los viejos. Si no, aún estaríamos desarrollando modos y hábitos del Paleolítico. Bendita juventud, pues, que entre tanta estupidez de que hace gala, alberga también joyas descollantes que harán bueno -otra vez- el traspaso a la siguiente generación.

IES Aramo (Oviedo, Principado de Asturias, España)

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