Ayer
vi esta imagen en mi página de Facebook. No sé quién la compartía, pero eso no
viene al caso. Cada vez me dan más tal que por allí las fórmulas de la
felicidad condensadas en frasecillas digeribles por toda la familia; no puedo
evitarlo. Lo curioso es que nada más echarle la vista encima, me pareció una gran
gilipollez; eso sí, dividida en siete escalones. Luego, con más detenimiento, verifiqué
que en efecto era una única gilipollez, pero fragmentada en siete porciones.
Primera porción de gilipollez: “La única persona a la que eres capaz de cambiar es a ti misma”.
Falso. Hacemos cambiar, y mucho, a los demás que nos rodean. Es una interacción
continua. Otra cosa (que es lo que omite la brevedad de la frase) es que no
cambien cuando nosotros queremos. Pero cambiamos a los demás, vaya que
sí. Y menos mal. Aunque también, menos bien.
Segunda porción de gilipollez: “Haz las paces con tu pasado”. Podría haber sido peor, y que
hubiera pedido una rendición incondicional. Sólo pide paces. Pero ni siquiera
eso parece decente. Al pasado hay que asumirlo, aunque se siga en guerra con
él, aunque no se justifique nada del mismo.
Tercera porción de gilipollez: “Piensa en las cosas que te hacen feliz, y hazlas”. Otra tontería
de dimensión descomunal. Es como la frase de Agustín de Hipona: "Ama, y haz lo
que quieras". Como si fuera tan sencillo. El mundo está ahí, rodeándolo todo. Y
por lo general, suele impedirnos muchas de las cosas que nos gustan o que nos
harían felices, siquiera sea por un instante. Otra cosa es que se pudiera
imaginarlas, y ya. Pero, no. Según esto, se hacen, y ya está. Plan de autoayuda
de karaoke, o de postal, o de tontería.
Cuarta porción de gilipollez: “Lo importante no es llegar, sino lo que aprendes por el camino”.
Falso. Pregúntenle a quienes han llegado a una final de lo que fuera, y la han
perdido. O a quienes intentaron llegar a una cumbre de la altura que fuera, y
que repetidamente se les resistiera. O a quienes opositaron cuatro veces, y en
ninguna lograron su plaza. O a quienes intentaron ser padres biológicos una y
otra vez, sin lograrlo. Lo importante es llegar, ¡vaya que sí! Para, a
continuación, crear otra meta a donde dirigirse, y así sucesivamente hasta palmarla.
Quinta porción de gilipollez: “Eres el 100 % de tu felicidad. Tú y nadie más”. Completamente
falso, y una regla que, de creerse a pies juntillas, puede hacer un daño
irreversible a los crédulos. Ojalá fuera así (aunque si así fuera, aún los
habría tan lerdos como para no conseguirlo jamás). Los demás interactúan con
nosotros e influyen lo suyo (a veces, incluso para bien). Pero por lo general condicionan,
evitan, lastran, aconsejan, maltratan, influyen, opinan, desfavorecen, hieren,
asesinan. Cuéntesele esa milonga a los millones de niños esclavos del mundo, a
los millones de refugiados de nuestros tiempos, a las víctimas de cualquier
guerra, atentado o crimen (y a sus
familiares); a ver qué opinan al respecto.
Sexta porción de gilipollez: “No te compares con nadie. Cada
persona es única”. Tontería y falsedad. La falsedad es bien notoria, salvo a
nivel genético vía ADN. Por lo demás, los etotipos y variedades de
comportamiento son numerables y no tantos como para que no quepan en
los manuales de psicología o psiquiatría, donde están tipificados. Somos
demasiado parecidos entre sí, para nuestra desgracia, y para nuestra suerte.
Por lo que respecta a la tontería, casi no admite ni el comentario. Por
supuesto que hay que compararse con alguien. Si no, ¿cómo se crecería? El
problema es elegir bien los sujetos dignos de nuestra comparación, porque si
son tan altos que nunca podremos alcanzarlos ni de lejos, nos frustrarán, y si
son tan bajos que enseguida los dejamos atrás, acabaremos despreciándolos y
lamentando su magisterio anterior.
Séptima y última porción de gilipollez: “Sonríe. Es gratis”.
El imperativo aquí pega muy mal. La sonrisa debe brotar de forma natural, no
porque la psicóloga de turno lo imponga o sólo lo sugiera. Sonreír será gratis
(aunque no siempre, porque a veces pagamos para hacerlo, pero si no surge de la
espontaneidad más íntima, no será más creíble que una impostura de telediario
de los últimos diez años.
Así que MENOS GILIPOLLECES, Y MÁS SENTIDO COMÚN, que parece
seguir siendo el menos común de los sentidos.