martes, 25 de abril de 2017

NO SIEMPRE PENSANDO MAL SE ACIERTA


Siempre que veo una escena como ésta, y teniendo en cuenta mi ocupación docente, miro en derredor a ver si localizo a los padres del interfecto, para llamar la atención a los mismos, si procede, y continuar con mi estudio de campo sobre el olvido paterno de las labores de educadores cívicos, e incorporar su caso al de tantos como vemos hoy día. Sin embargo, por más que miré, no localicé a nadie que pudieran ser sus cuidadores.
La verdad es que se trataba de una plaza pública muy concurrida, en plena Semana Santa, a punto de iniciarse una procesión, y aquello era un guirigay donde cada uno estaba donde estaba, y los demás, allá penas. Pero tras mi enfado inicial, me llamó la atención la porfía del chaval por escalar la peana de la estatua de Prim, a la que no le encontraba sentido salvo el de la hazaña publicitaria personal frente a sus colegas. Además de considerar la posibilidad de que la criatura se descalabrara, quedaba el hecho de que la gola superior de dicho basamento, le haría más difícil llegar más arriba. Pero el chico insistía e insistía. Como siempre que veo algo llamativo, me pongo la cámara delante de la cara, y tiro del zoom para ver más detalles. Así, comprobé el ímprobo esfuerzo -y el cuidado- con que procuraba asirse a los bordes metálicos, combinándolos con el borde de piedra de la banda superior. Pero no entendía que prosiguiera con su insistencia, porque quedaba claro que no iba a poder subir mucho más allá.
No obstante, al final, en un último esfuerzo, el chico logró colocar mejor el pie, y encaramarse lo suficiente como para meter la mano detrás de la tiara del escudo y sacar de allí con un manotazo hábil ¡una pelota! Fue entonces cuando comprendí el interés del pequeño que desde abajo seguía con tanto interés las evoluciones del que acabó revelándose como su hermano del alma, que arriesgó un esguince o un desarreglo mayor por conseguir rescatar el divertimento del hermano. Ni que decir tiene que toda la tensión acumulada se me esfumó de inmediato y que, para expiar mis malos pensamientos iniciales, prometiera dar cuenta de mi desacierto, poniendo bien claro quién había sido el héroe del episodio y quién el prejuicioso pesimista.
En la Plaza Prim, en Reus (Tarragona, Cataluña, España)
Abril, 2017 ----- Nikon, D500

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