viernes, 7 de abril de 2017

EL JUGADOR DE AJEDREZ


Está ahí, agazapado e inmóvil, aguardando. Todo él embadurnado de negro y purpurina, en una mezcla que quién sabe cuánto tardará en ponerse, y cuánto en quitarse, cuando acaba su jornada. A veces, se expone en medio de la plaza, pero otros momentos, está justo detrás de una esquina, y te lo encuentras por lo general, de golpe, sin haberlo previsto. La sorpresa es inmediata.

Siempre brotan las preguntas, en tropel. ¿Sabrá jugar al ajedrez? ¿Será bueno? ¿Habrá elegido esa representación porque un día jugaba, se hartó de perder, y buscó una salida dramatizada a su problema personal? ¿O fue todo fruto del azar? ¿Tal vez una apuesta con alguien? Hay muchos mimos, pero ¿un ajedrecista? Las posibilidades de movimiento que también tiene, una vez depositada la moneda, son limitadas. Entonces, ¿por qué? Tal vez el sentimiento de que no hay juego más bello, o la idea de que utilizar un tablero y unas piezas ordenadamente dispuestas lo diferencia de sus demás compañeros, o que, en efecto, es un gran maestro “pasado de rosca”, que optó por camuflarse del mundo de este modo, sin despertar sospechas y disponer así de su querido instrumental siempre a la vista, pero sin la obligación de tener que ejercitarse de continuo.

De todas las posibilidades que pude intuir, me quedé con esta última. Me pareció la más reconstruible, si bien no la más probable. Aun así, aposté fuerte por ella, entreviendo la historia de su plan. “Sé quién eres”, le dije. Al principio, ni se movió de su pétrea posición. Luego, le fui contando todo lo que había deducido, y también lo que me fui inventando. Ni pestañeó. Al final, apelé a su orgullo. “Te reto a que demuestres quién eres. Cuando termines aquí, podrías jugar una partida conmigo”. Habló por primera vez muy serio, aunque sin alterar su posición ni sus ojos cerrados. “De acuerdo”. Y me dio la dirección de un bar. A la hora convenida, nos encontramos sin saludo previo. A los lados sólo agua y cerveza negra. No había reloj, pero dio igual. Tardó 16 movimientos en darme un mate que ni siquiera pude intuir para poder abandonar y evitar la humillación de la derrota. Al pronunciar la palabra “mate”, se levantó y se fue. En los quince o veinte minutos que duró el encuentro, no me dirigió la mirada en ningún instante.

Mimo ajedrecista en Génova (Liguria, Italia)

Julio, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

No hay comentarios:

AVISO A VISITANTES

Todas las imágenes (salvo excepciones indicadas) y los textos que las acompañan son propiedad del autor de esta bitácora. Su uso está permitido, siempre que se cite la fuente y la finalidad no sea comercial
Si alguien se reconociera en alguna fotografía y no deseara verse en una imagen que puede ver cualquiera, puede contactar conmigo (fredarron@gmail.com), y será retirada sin problema ninguno.