domingo, 9 de octubre de 2011

MICRORRELATO

ELLA, ELLA FUE

Sí, sí, se encargó mamá. Ella fue quien los mató, pero no conviene dramatizar. Al fin y al cabo se lo pedimos todos. Y conseguimos ser muy persuasivos, ya nos conoces. Es verdad que no quería, que de entrada se negó. Nos dijo que eso era algo de lo que se ha venido ocupando en el pasado, cuando era joven, y tenía mejor pulso, pero que ya no, y que no se sentía con ánimo. Pareció que no había manera, pero tío Alfonso la convenció. No sé cómo, pero ya sabes cómo es. Le susurró no sé qué al oído, y ella primero puso cara de asombro; luego sonrió con picardía, como cuando éramos niños, y en unas horas no sabíamos nada de ellos, ¿recuerdas? Y al final accedió a ser ella la protagonista, la que los matara antes de las cuatro de la tarde. Debió pensar que ciertas tradiciones no han de perderse nunca y, al fin y al cabo, el día de Nochebuena era la única fecha memorable para todos. Accedió, sí, aunque tuviera luego que limpiar las salpicaduras de sangre, las plumas desperdigadas y dedicar varias horas para que todo quedara impecable, listo para la cena. Más tarde, mamá se puso a la tarea. Primero, el encargo, el deber. Luego, la tradición, la fiesta. De enviar el cuerpo con el correspondiente mensaje, nos encargaríamos nosotros, como de costumbre. Volvió a demostrar su gran pericia. Siempre ha sido la mejor, y a pesar de los años, esas cosas no se olvidan. Los de la banda rival, seguro que tampoco.
Del libro Micrólogos

miércoles, 5 de octubre de 2011

domingo, 2 de octubre de 2011

MICRORRELATO

SORPRESAS

Demasiadas sorpresas seguidas, has de admitirlo. No he podido entender esa capacidad de análisis, después de tantos meses. Llegar a decirme “lo más claro que recuerdo es la imagen de tus ojos cuando estaban muy cerquita de los míos”, o “descubrí un ser completamente desconocido a todo lo que yo sabía de ti”, después de tu mutismo habitual, ha supuesto una prueba de fuerza para la que no estaba preparado, he de admitirlo. Pero lo que más desconcierto me produjo, fueron las notas dulces: “lo que a mí me transmitía esa mirada con ojos sonrientes era una especie de dulzura extrema, como de un ser incluso ingenuo, como si en el fondo fueras un niño tremendamente tierno, alguien a quien dan unas tremendas ganas de dar besos y besos y salvarle”. Parecías otra, cambiada quién sabe por qué razón o extraño conjuro, alguien muy distinto al ser casi ausente que muestras cuando actúas con normalidad, y que tanto me convenía. Pero ¡decirle eso a un asesino profesional! !Descubrir su secreto más profundo! Qué bien lo has entendido todo. Qué bien has desenterrado mi máscara. Seguro que también habrás adivinado la sorpresa que te he reservado, a continuación.
Del libro Micrólogos

miércoles, 28 de septiembre de 2011

PARA VER MÁS CERCA, MÁS LEJOS


domingo, 25 de septiembre de 2011

MICRORRELATO


POR TODO LO QUE FUE 

Y no lo olvides nunca, no des marcha atrás, no desfallezcas. Acaso tengas recuerdos, y los sentimientos broten de forma traicionera. Es probable que vuelvan de nuevo a tu mente aquellos tiempos de cielo azul coronando las montañas; la casa de piedra y pizarra donde fuimos acogidos tras nuestro exilio en Francia; el olor a la comida recién hecha que envolvía cada habitación y a ti te hizo adorar para siempre los huevos fritos con pan de escanda; las conversaciones alrededor de la lumbre en aquella cocina estrecha y renegrida, dando cuenta de los sufrimientos de la guerra, ella los suyos, nosotros los propios, pero también haciendo planes para vivir, para mejorar. Sí, seguro que en el último momento  tienes la tentación de ceder al pasado, a lo que entonces fue nuestra vida cotidiana, a la tradición de la familia. Por eso te lo recuerdo, una vez más. No cedas, no desfallezcas, no digas “no puedo hacerlo”. Actúa, termina lo acordado: pon fin a sus días sin vida. Ella no merece morir de esa manera. Ahora que sólo es un cuerpo, la abuela debe irse como la señora que siempre fue.
Del libro Micrólogos

miércoles, 21 de septiembre de 2011

LECHE FLUVIAL

domingo, 18 de septiembre de 2011

MICRORRELATO

EXIMENTE

Su ansia de venganza contra el colegio de curas databa de mucho tiempo atrás, pero cobró realidad aquella tarde, cuando, rojo de ira, se lanzó a arengar a sus compañeros, los cuales quedaron muy impresionados por sus razones y sus palabras. Cuando concluyó su discurso, se decidió a dar un paso más. Tomó una piedra de un parterre cercano, y tras sopesarla un par de veces, la arrojó contra el rosetón de la portada sur, produciéndole un boquete notable. A continuación, los demás, inflamados por sus palabras y animados por su gesto, comenzaron a hacer lo propio. En pocos minutos, no quedaba una ventana intacta en aquella iglesia, famosa por sus conjuntos vitrales. Los religiosos llamaron a las fuerzas del orden que, pese a la desbandada, todavía  pudieron alcanzar a varios. El protagonista, en cambio, se presentó sin resistencia alguna ante los guardias, que lo detuvieron en el acto, acusado de ser el cabecilla e instigador de los desmanes. Al ser interrogado, sorprendió a todos declarándose por completo inocente de los hechos que se le imputaban. Como a continuación se le mostraran las imágenes de las cámaras de seguridad donde se mostraban sus acciones, él adujo que ahí tenían la prueba definitiva, ya que en esas cintas se podría verificar que él había tirado la primera piedra, y por tanto se hallaba eximido de toda culpa, como tanto le repitieran en otro tiempo.
Del libro Micrólogos

miércoles, 14 de septiembre de 2011

MÚLTIPLES FACETAS DE RETRATO


domingo, 11 de septiembre de 2011

MICRORRELATO

EL NIÑO YA NO ESTÁ

El niño se tapa la cara y los ojos con las manos. “Ya no estoy”, piensa. Pero nota que nadie le hace caso, que todos siguen a lo suyo, y que hay un silencio que lo remueve todo. Abre los dedos, y a través de ellos ve a su familia con unos cuantos amigos, pero casi nadie habla. Sólo gestos que no comprende. Es muy pequeño, y no comprende, pero él no lo sabe todavía. Sólo lo intenta de nuevo. Entonces se tapa con mucho aspaviento, colocándose en medio de la sala al lado de las flores. Con la cara tapada, ahora no sólo lo piensa: también lo dice en voz alta: “¡Ya no estoooy!”, pero nadie le presta la menor atención, y el niño se empieza a preocupar, porque él sabe que cuando se tapa la cara, desaparece, y los demás no pueden verle, pero sí oírle. Por eso no entiende nada, y menos que su madre esté en medio de un sofá tendida, como muerta, aunque su tía y su padre la están abanicando y diciéndole cosas, pese a que lo hagan llorosos y compungidos. Justo como empieza a estar él, porque se siente solo, desamparado, ya que nadie le hace caso. Al final, repara en que dos mujeres entran al salón y la más joven le dice al papá muy cerca de su cara: “Ya está dentro; ahora lo sacan”. Cuando éste se levanta, la madre también se incorpora, y al darse cuenta de la situación, estalla en un llanto desgarrado que al niño le parece inabarcable, excesivo. “Mi cielo, mi ángel querido. ¿Por qué, por qué? ¿Por qué ya no estás?”. El niño sonríe un poco y se tapa y se destapa alternativamente los ojos, como siguiendo el juego que parece retornar a las reglas de costumbre. Pero nada es ya como antes. Sin embargo, tardará todavía un tiempo hasta que se dé cuenta de ello, pues la madre no podrá verlo, ni lo encontrará a su lado, ni volverá nunca a acariciarlo, a mimarlo, porque el niño ya no está con ellos. Porque el niño desapareció ya para siempre.
Del libro Micrólogos

miércoles, 7 de septiembre de 2011

ALCÁZAR NOCTURNO, DE DÍA


domingo, 4 de septiembre de 2011

MICRORRELATO

PICADILLOS

La agotadora tarea del despiece le había dejado exhausto y sudoroso. Notó también que se le había despertado bruscamente el apetito, y decidió que la ocasión bien merecía un homenaje. Dejó los cuerpos restantes desparramados por el suelo, troceados y deshechos, aunque alguien con mentalidad sensible y objetiva habría detectado un calculado orden en la disposición, como de cuadro abstracto, matérico, de tonos cálidos, suaves, sobre fondo rojo intenso. Una ducha relajó su ansiedad y aclaró sus dudas. Terminó de acicalarse y se dirigió a un restaurante cercano, famoso por sus carnes a la parrilla. Pidió una ración grande de picadillo fresco bien adobado. Cuando lo probó, asintió con un gesto admirativo, pero en voz baja musitó para sí, seguro de sí mismo: “el que he hecho yo es mucho mejor, más intenso, más inusual, más artístico, ¿dónde va a parar?”. Nadie lo escuchó. Ni siquiera el camarero. Nadie pudo, por tanto, ni confirmar ni replicarle. A cambio, cuando terminó el banquete, pudo proseguir su tarea en la soledad más creativa, cercana a la impunidad.
Del libro Micrólogos

domingo, 21 de agosto de 2011

MICRORRELATO

SOBRIO APOCALIPSIS

Yo lo había sospechado desde siempre, y lo digo sin deseo de presunción: pero el último día nada fue como habíamos leído, como nos habían enseñado. El día del Juicio Final, no cayeron sobre el mundo toda suerte de desastres o cataclismos, ni los humanos que sobre sus caballos recorrieran las cuatro direcciones propagando todos los se enzarzaron en una guerra última. Tampoco hubo cordero alguno que rompiera los siete sellos, ni trompetas que hendieran el aire con horrísono estruendo, ni jinetes  males, ni ángeles que formaran legiones con que acorralar y conducir a los encausados, ni balanzas, ni arcángeles, ni juicio, ni nada. Aquel día, sólo una voz se escuchó en lo alto; audible, eso sí, para todos, pero sin que su fuerza resultara algo fuera de lo común. Era de madrugada, y se oyeron sólo dos palabras, que a cada cual sonaron en su idioma propio: ≪Hala; arriba≫. Tan sólo eso. Después, como impelidos por una orden imposible de desobedecer, todos los muertos recobraron su corporeidad y todo se llenó de pútridos vapores. Cada cual parecía saber dónde dirigirse, y en poco tiempo —poco más de un mes— cada humano recaló en la estancia que correspondía a sus méritos, acordados con anterioridad, por lo que se ve. Después, la nada lo invadió todo, y el firmamento desapareció como en el pasado brotó de la nada; todo fue espíritu en continuidad. Pero yo siempre lo había sospechado, ya lo dije: Juan, el discípulo predilecto, el amado del Maestro, se deleitó toda su vida con alucinógenos, y jamás pudo dejarlos. Y en Patmos, ya viejo, mucho menos, como al final se ha podido comprobar.
Del libro Micrólogos

miércoles, 17 de agosto de 2011

NO HAY JUBILACIÓN


domingo, 14 de agosto de 2011

MICRORRELATO

COSA DE ARAÑAS

Aquel niño no dejaba de insistir con las arañas. Desde que las conociera en un libro de ciencias, en el colegio, a todo el mundo asediaba para que le contara cosas sobre ellas, le regalara libros con fotografías o le recomendara lugares en la red para visitar. Poseído de una fiebre sin control, comprobó que a los pocos meses lo sabía casi todo sobre ellas. Pero un día reparó en que desconocía la procedencia de ese nombre que tanto le había cambiado las apetencias. Se enteró por fin de que provenía de una experta tejedora griega, llamada Aracne, cuya delicadeza en el arte del bordado sobre tela y tapicería era sólo comparable a su soberbia; y tanta fue, en efecto, que pretendió que la hermosura de su labor y la pericia de su arte aventajarían incluso a Atenea. Siguió indagando, y comprobó que la diosa accedió al desafío y que éste tuvo lugar en la casa de la tejedora, donde la diosa de la inteligencia y de la guerra fue vencida por la calidad artesana de su oponente mortal. Al chico le molestó mucho, en cambio, que Atenea no pudiera soportar la derrota, y que, despechada, golpeara a su rival y destrozara su telar. La conclusión de la historia, con su trágico final y la reparadora metamorfosis lo dejaron estupefacto.

—Pero, ¿quién se creía esa diosa que era? Hoy, Spiderman la habría fulminado por completo —sentenció, muy resuelto.
Del libro Micrólogos

miércoles, 10 de agosto de 2011

PANORÁMICA EN LOS PIRINEOS


En este caso, convendría verla en un tamaño mayor, pinchando en ella

domingo, 7 de agosto de 2011

MICRORRELATO

LA HISTORIA DE TU VIDA

Cuando empecé a elaborar la historia de tu vida, no imaginé que tuviera tanto éxito, que se venderían tantos libros; al fin y al cabo, ni tú eras famosa, ni yo tan conocido como lo soy ahora; todavía no me lo puedo explicar del todo, aunque tal vez tenga que ver con el morbo de los años que pasaron entre que desapareciste y que encontraran tu cuerpo; o que los forenses llevaran a cabo aquella investigación tan minuciosa, tan aireada por la prensa, entusiasmada con nuevas técnicas químicas que nadie podía prever hace tiempo, como no fuera en alguna serie de televisión; ni siquiera yo mismo, que me precio de calculador y metódico. Cuando empecé a elaborar la historia de tu vida sabía que el último capítulo sería el más difícil y también el más revelador, así que no lo escribí, razón por la cual conservé el manuscrito mucho tiempo inacabado. Mientras duró la investigación, mi propio texto de biógrafo, que ofrecí como ayuda desinteresada, no les aclaró gran cosa. Sin embargo, otros procedimientos más profesionales acabarían revelando con sorprendente precisión detalles que sólo yo podía haber imaginado. Desde el momento en que me comunicaron que lo sabían todo, pude escribir ya sin tapujos el capítulo final. Me dio tiempo suficiente antes del juicio, que fue sorprendentemente rápido, previsible e inapelable. Con la historia de tu vida, he obtenido mi mayor éxito como escritor. No sé si los próximos años me alcanzarán a resolver tal paradoja.
Del libro Micrólogos

miércoles, 3 de agosto de 2011

TIOVIVO

domingo, 26 de junio de 2011

MICRORRELATO

SOMNUS INTERRUPTUS

Cuando alcanzó a dormirse, todos los microrrelatos que había leído en su vida pasaron por su mente en riguroso orden alfabético (autores), uno detrás de otro, sin omitir ninguno, palabra por palabra, con exactitud absoluta. Tal sucesión de historias lo desveló por completo, y ya no fue capaz de recuperar el sueño nunca más. Pero tampoco pudo dejar de ver recreados en su mente los diferentes argumentos, que pasaban por él a velocidad de vértigo. Cuando dicha sucesión concluyó a los veintiún días, quince horas y diez minutos, falleció —según llegó a trascender— a consecuencia de un fallo multiorgánico severo. A la nueva disfunción neuronal descubierta para la comunidad científica, acabaron bautizándola con su propio nombre. De tal modo, todavía pudo alcanzar la celebridad que siempre había anhelado. Eso sí, a posteriori, y sin efecto retroactivo alguno.
Del libro Micrólogos

miércoles, 15 de junio de 2011

SOMBRA DE NUBE, AL CONTRALUZ

domingo, 12 de junio de 2011

MICRORRELATO

DE AQUELLO A ESTO

Hoy la volví a ver. Había cambiado. Estaba más fea. Los años, sin duda. El uniforme, también. Las largas horas de rutinaria tarea, tras la caja. La monotonía de tantas caras sin rostro, mercancías, dinero que no le pertenece ni lo hará nunca. La reconocí enseguida, mientras aguardaba mi turno. Tamara. Uno de los verbos más floridos que mi carrera docente recuerda. Algunos de los exámenes más perfectos que he podido saborear, salieron de sus manos menudas con uñas que entonces aún se mordía. Y ahora, doce años después, su figura ligeramente encorvada, ahí, tras los paneles, colocando los códigos tras el lector óptico. Sin mirar a los clientes. Devolviendo puntualmente el cambio. Agradeciendo de forma mecánica al acabar. Saludándome con el protocolo, al proseguir. Sin mirarme, como con todos. Pasando mis compras y metiendo cada producto en las bolsas de plástico. La miro, con intención, pero ella sigue, sin darse cuenta. Cuando queda un último alimento sobre la cinta, coloco mi mano sobre la bolsa, impidiendo su acción. Ella me mira, de repente. Sin expresión. Sorprendida por el gesto. Mi mirada la interroga, con una leve sonrisa. Ella, durante un instante, duda. Sigue impasible, sugiriendo en silencio que la deje proseguir. De súbito, sus ojos se abren. Me reconoce. Su cuerpo parece encoger. Con rapidez, enrojece. Por mimetismo, creo que yo también, aunque con menor intensidad. Ella baja los ojos. Y no volverá a levantarlos. Tampoco cambiará de color. Levanto mi mano de la bolsa de naranjas. Finaliza la compra. Una cantidad, una tarjeta, una operación y una firma. Mis ojos no se han separado de su rostro en estos minutos. Ella cierra la caja. La cinta echa de nuevo a andar. Gracias, buenos días.
Del libro Micrólogos

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