miércoles, 10 de agosto de 2016

LASITUD ESTIVAL



Es tiempo de verano (curiosamente, suena mejor en inglés; una excepción, claro). Ahora es cuando la lasitud se impone, cuando los momentos se recrean con morosidad y memoria, cuando se tiende a dormir más de lo indicado, a olvidar más de la cuenta, a dejar que todo transcurra sin preguntar demasiado por las causas, sin tener mucho en cuenta las consecuencias. Tiempo de siestas, de faunos, de notas pesadas que se repiten en nuestros oídos, vía nuestra memoria. Es tiempo de dejadez y de abulia, de siestas infinitas, de cuerpos abiertos y anhelantes, de dilaciones consentidas, de viajes a territorios imaginados en otoño, en invierno, en primavera. Tiempo de frustraciones ante las expectativas creadas, de hallazgos impensados, de amores fugaces, de comidas pesadas y sobremesas eternas y espirituosas.
La fotografía nos muestra una joven desnuda que sueña o que se despereza, que tal vez se esté despertando o tal vez esté recuperando la consciencia, o que tal vez se disponga a sumergirse en lo más profundo, o puede que ansíe desaparecer. Muestra su cuerpo sin pudor, porque no es consciente de que la miramos. No sabe dónde está, aunque sí que puede reconocer el espacio que la circunda, que es siempre el mismo, siempre que ella no sueñe o fantasee, como hace, acaso, ahora. Su cuerpo nos señala el camino abierto, nos mueve a imitarla, a adormecerse, a soñar…

"El reposo", de Alfred Jean Boucher, en el Musée de Beaux Arts de Pau (Pyrénées Athlantiques, Aquitania, Francia)  
Julio, 2011 ----- Nikon d300


martes, 9 de agosto de 2016

LA SERPIENTE DE LA VANIDAD

Yo mismo podría decir que la vanidad entra en el cuerpo al igual que las serpientes en los campos de minas, arrastrándose y tanteando con sus vientres secos el palpitar incierto de una tierra asesina. Yo mismo lo podría decir, pero también, a continuación, apostillar que tengo muy bien enseñado a mi hato de ofidios, y en cuanto detectan una granada subterránea dejo que se suiciden por contacto, porque la vanidad no es más que un espejo deformante que sólo vale para uno mismo, que es el único con quien se puede ejercitar. Sin tomarla demasiado al pie de la letra, porque entonces el engaño sería aún mayor.

Del diario 
Palimpsesto del dubio y la aoristia (Entrada del 12 de Diciembre de 1995)

lunes, 8 de agosto de 2016

LA NIEBLA OCULTA MEJOR LA HUIDA



Es de madrugada. Apenas ha amanecido, y una intensa niebla lo cubre todo. Pero eso al pescador no le importa,; es más, casi lo agradece. Porque él va a pescar por otras razones, que no vienen al caso, aunque se podrían resumir en una sola palabra: huida (y la niebla favorece las huidas). Allí, lo que menos hace es pescar. Sí coloca con cuidado el cebo vivo en el anzuelo, sí arroja el sedal lo más largo que el plomo le permite, sí clava la caña en su lugar de siempre. Pero ahí lo deja todo a lo largo de la mañana. Su móvil, un libro bien encuadernado, un cuaderno negro sin rayas y una pluma cada día distinta y con una tinta diferente. No necesita más. No necesita música, radio, conversación o compañía. A lo largo de las horas, va alternando sus tareas. Revisa correos, la prensa, las revistas a las que está suscrito, algún mensaje suelto. Fundamentalmente, lee. A cada ratito, levanta la vista y piensa. No sabemos en qué, pero algunas veces, deja el libro al lado, y coge el cuaderno, donde escribe notas con lentitud. Tampoco conoceremos el destino de esas palabras, pero el rictus de su boca se relaja y se vuelve más amable, aunque sólo sea visto desde fuera. Retoma el libro y esta vez el transcurso es más largo. Cuando lo cierra, se queda mirando a lo alto de la caña, como si esperase un movimiento delator. Pero no busca eso, (de hecho, a veces pican y él hace como que no lo ve). En realidad, mira el extremo de la caña, como si fuera una mira telescópica para enfocar la mirada hacia quién sabe qué mundo lejano donde, tal vez, quisiera encontrarse. Sabe que no es posible, pero a menudo fantasea con ello. Por lo pronto, él se llega cada amanecer hasta el río, donde sabe que el silencio es infinito. La mañana lo irá envolviendo con sus horas pausadas, y hoy la niebla envuelve a la mañana. También le envuelven los recuerdos y algún proyecto que tiene entre manos. No necesita más.

Orilla del río en Peyrehorade (Landas, Aquitania, Francia)
Julio, 2016 ----- iPhone 6 Plus

domingo, 7 de agosto de 2016

RECIÉN SALIDO (MICRORRELATO)

Acabo de salir. No entiendo nada. Hay demasiado ruido. El sol no es tan brillante como esperaba. La gente corre demasiado. Los coches son más largos, resplandecen. Hay escaparates por todos lados. Las calles son más anchas. Las personas no me miran, aunque yo miro a las personas.  La mayoría sólo merecen un vistazo. Pero con algunas lo hago fijamente. Sigo sin entender demasiadas preguntas. En realidad, sigo sin entender por qué me vienen tantas preguntas. Por qué esa sensación de picazón en la lengua, después de insultar por lo bajo a ese guardia urbano. Por qué esa hinchazón en la entrepierna, sin venir a cuento. Por qué llevo todo el rato mirando escotes sin parar. Por qué sólo hablo conmigo mismo. Por qué no he pronunciado una sola palabra a nadie desde que me soltaron. No sé de qué sirven tantas preguntas si no consigo una sola respuesta. No sé por qué estoy pensando todo el rato, si lo único que me apetece ahora es comer hasta hartarme, y luego dormir una gran siesta, y luego follar hasta reventar y que no me reconociera ni a mí mismo. Pero pienso, y mientras lo hago, sólo puedo mirar cuanto me rodea y a quienes pasan a mi lado, sin reparar en mí. Pensar y mirar. Eso es lo que llevo haciendo los últimos once años, vigilado desde cerca por doctores y enfermeras. Es lo mismo. No entiendo nada. Sigo sin comprender la necesidad de que me echaran. Aquí hago lo mismo: pensar, mirar, y seguir triste. Y encima nadie me habla. Y aunque yo quisiera gritar bien alto, no sabría bien qué acabaría diciendo. Habría sido mejor que me dejaran quedarme, que me prorrogaran la estancia. Allí estaría igual de mal, pero dentro había responsables de que anduviera sin rumbo. Aquí, no; aquí estoy yo solo. Y mucho me temo que vaya a cometer cualquier locura.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

sábado, 6 de agosto de 2016

LA BICHA Y LA LEONA




La barbuda bicha observa a la feroz leona con cierta expresión de displicencia, de superioridad; también con cierta envidia. La edad le permite sentirse por encima de su compañera; es algo mayor. Las crearon para lo mismo, para servir de guardianas de tumbas de personajes relevantes. Pero la bicha deplora que su creador no le proporcionara una apariencia más agresiva, más acorde con su encargo. Por eso mira a la leona de reojo, envidiando sus mandíbulas, prestas al ataque de todo aquel que perturbe el sueño eterno de su protegido. Sabe que a pesar de ser más antigua, sus formas son más depuradas, más avanzadas, más próximas al oriente de donde viene la civilización y la riqueza. Pero no puede por menos que admirar la rigidez imperturbable de la leona, que no atiende más que a su tarea, sin recurrir a pensamientos que la distraigan. La bicha se siente superior en muchas cosas, pero se acompleja de continuo, y mira de soslayo a su compañera de sala, queriendo adivinar cuál será su verdadera fuerza, quién saldría vencedora en un eventual combate, quién de las dos lograría de verdad cumplir el cometido para el que fueron esculpidas. La bicha mira a la leona. Pero la leona no la mira nunca. La leona está ensimismada en su posición. Sus poderosos dientes no dejan lugar a duda. Pero la bicha sí que duda. Por eso la mira, y la envidia vuelve a brotar como cada día, cuando la sala del museo enciende las luces, y su compañía forzada y su posición respectiva las obliga a sus quehaceres reconvertidos.

La Leona de Baena (ByN) y la Bicha de Balazote, en el Museo Arqueológico Nacional (Madrid, España)
Enero, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

viernes, 5 de agosto de 2016

MI PALABRERÍO CANALLA (7)

AGORAFOBIA: Forma curiosa de terror hacia los lugares abiertos, quizá porque no se pueda soportar la claridad, la extensión de horizontes, el sol, la naturaleza, la soledad, etc. o la pequeñez de uno frente a todo.
AGORERO: Vocablo que se aplica tanto al que asegura adivinar por señales zoomorfas y/o meteorológicas (vulgo agüeros), como a todos los que creen en tales mandangas.
AGRADECER: Asegurar un favor futuro bajo la apariencia de un pago en moneda de dignidad.
AGRADECIMIENTO: Entrega de una pequeña humillación por parte de quien agradece al agradecido, sin la cual ambos se sentirían peor o hacer sentir incómodo a ambos: el agradecido, por no haber rentabilizado su acción, y quien duda en efectuarla, por no saber si será suficiente para contar otra vez con la persona que lo ayudó.
AGRAFIA: Incapacidad para expresar por escrito lo poco que se albergue en la mollera, que aqueja sobre todo a estudiantes de secundaria y padres en general; la causa no suele ser un desorden cerebral, como sugiere piadosamente el DRAE, sino la más pura y dura indolencia, efecto de una idea muy actual de desprecio hacia todo lo que tenga que ver con letras.
AGRESIÓN: Forma de comunicación un tanto pedestre y anticuada, pero muy eficaz, de que uno es uno y los demás no, conque ojo al parche; entre animales no humanos, se suele llamar marcar el territorio, aunque a éstos aún se le puede predecir dicho comportamiento.
AGRESIVIDAD: Comportamiento habitual de quien es infeliz por causas diversas, pero con grandes posibilidades de tener que ver con la realización personal, la asunción de su propia personalidad, el trabajo, el sexo, la mujer, el marido, los hijos...
AGUINALDO: Forma alternativa y ritual de distribución de la riqueza en la época navideña. Es tan entrañable como molesto y tan ridículo como inevitable.
AIRE: Sustancia gaseosa de composición heterogénea, cuya gran abundancia es la causa de que los seres humanos cometamos tantas estupideces: por regla general, cuando nos falta nos volvemos más amables, más colaboradores, menos agresivos, más propicios, más entrañables, más cariñosos, más suplicantes.
AJEDREZ: Juego simbólico y sublimador en el que los dos contendientes buscan matarse de un modo cerebral y no muscular, aunque no por ello menos enconado.

Del libro inédito Palabrerío canalla, 1999

jueves, 4 de agosto de 2016

ADVERTENCIA EN LO ALTO DEL PUERTO




Nunca fui persona muy dotada físicamente, pero hace muchos años, practiqué mucho deporte, sobre todo frontenis, footing y ciclismo. En realidad, nunca era nada serio, sino el modo en que los jóvenes queman testosterona, subliman carencias y procuran cultivar el cuerpo, ya que la mente, a esos años no brilla por sus hallazgos precisamente. Las cosas cambian y, con el tiempo, el único deporte que he llegado a practicar hoy son la caminata ligera y el ajedrez; y no por este orden de frecuencia.
Por eso, para compensar, todos los veranos, cuando paso a Francia, me gusta subir algunas cotas de las llamadas míticas. De esas que hemos visto tantas veces ser escaladas con una máquina rudimentaria llamada bicicleta. Y sí, habrá hoy muchos avances en los materiales y en los diseños, pero los desniveles están ahí y las rampas que el hombre ha construido para salvarlas, también. Y solo cuando se ven en persona, cuesta creer que esos hombres puedan subirlas a veces con la velocidad que le imprimen a algunos ascensos. Dopados, o no dopados, que ésa es otra. Pero hay que verlo en directo para sorprenderse, se quiera, se crea, o no.
Este año, tocaron los altos de La Colombière y Des Aravis. Justamente, los que subieron (y bajaron) los participantes del Tour de este año en su etapa vigésima, la penúltima de esta ronda. Sólo que cuando lo hicimos nosotros, motorizados y no en bicicleta, por supuesto, ya había pasado todo el barullo previo, y sólo había un buen puñado de esforzados anónimos intentando emular ­–ellos sí- a los grandes héroes de esta especialidad.
Fue en la cumbre de La Colombière, de “sólo” 1613 m. sobre el nivel del mar, donde hallé la imagen de arriba. En lo alto de los puertos míticos suele haber algunas esculturas, hitos, imágenes, carteles, que los identifican y que sirven para que muchos se hagan fotografías a su lado, corroborando así su estancia en las cimas. Pero a mí me llamó la atención el hecho de que la figura del ciclista estuviera al lado de una cruz, como si sirviera de premonición o aviso ante lo que cabría esperar nada más iniciar el descenso de dicha cota. Me recordó las cruces de Punta Roncudo, en la Costa da Morte, que también he mostrado aquí. Pero allí las cruces conmemoraban, honraban, lloraban a los muertos del pasado. Aquí parecían advertir de las desgracias del futuro. Después de tomar la foto y estirar un poco las piernas, iniciamos el descenso. Pero con mucho, mucho más cuidado que a la subida.
Alto de La Colombière (Rhône-Alpes, Haute Savoie, Francia)
Julio, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

miércoles, 3 de agosto de 2016

LOST IN TRASLATION

Acabo de ver por cuarta vez Lost in traslation. No la vi queriendo verla. Es decir, la vi porque estaba probando canales, después de hablar un buen rato por teléfono. Había empezado ya, habrían pasado diez o doce minutos, pero dio igual, porque me sé el argumento de memoria. Además, no tiene demasiado argumento: es mínimo (así hace juego con el escenario japonés donde se desarrolla la acción). No la vi queriendo verla, insisto; pero después de algunos minutos, dejé que la cadencia maravillosa de esta inusual película me arrastrara hasta su fin.

La primera vez que la vi fue en el cine. Venía avalada por la directora, Sofia Coppola, cuyos anteriores filmes fueron muy de mi agrado. Y los dos protagonistas también tiraban lo suyo. Pero recuerdo que salí del cine muy decepcionado. Átono, más bien. Me quedé un poco como el perrillo que oye cómo alguien cerca está comiendo, se acerca a ver si cae algo, pero nada recibe, y ha de darse la vuelta, aunque cada cuatro pasos vuelva la cabeza, a ver si la situación cambia de una vez a su favor. Igual. No me pareció una estafa, pero me pareció que podría haber gastado el dinero en otro rato más placentero.

La siguiente vez ya fue en DVD, aprovechando una oferta que la incluía con otra película muy querida para mí. Esa vez quise probar antes de regalarla, como hago con algunas que compro y no me gustan. Probé, y esa vez sí comencé a captar la esencia de esta magnífica cinta. La tercera vez, algún año después, fue también por el mismo medio, intentando que alguien más la pudiese paladear de un modo parecido a como yo la había disfrutado ya la segunda vez. No logré mi objetivo, pero la película se introdujo más en mi cerebro, grabándome para siempre algún diálogo más y determinados planos, inolvidables ya para mí.

Hoy, de forma inesperada, ese mundo aparentemente banal, bullicioso, extraño, distinto, del Japón de nuestros días, ha vuelto a servir de marco para esa historia sencilla y triste, pero hermosísima, de dos personas disímiles, que conectan de un modo mágico y progresivo, a través de una soledad que la propia ciudad japonesa fomenta. Las miradas, los silencios, las sonrisas, lo que no se dicen, lo que no se tocan, lo que no se besan: todo se erige como una comunicación en apariencia trastocada, en apariencia insuficiente, pero que construye una realidad magnífica, que se puede ir palpando con cada gesto, en cada secuencia, de forma creciente.

Impagables, los papeles de Bill Murray, contenido y creíble como nunca, de Scarlett Johansson, frágil y adorable, a quien con sólo el brillo de sus labios le basta para sugerir mundos inexplorados e infinitos. Mostrando lo imposible al alcance de la mano, sabiendo que sigue siendo imposible, aunque esté tan cerca, pero que puede dejar una impronta imborrable para siempre, gracias a uno de los abrazos y de los besos más hermosos jamás filmados. Con todo ello ante mis ojos ¿cómo no iba a dejarme llevar?

martes, 2 de agosto de 2016

APOTEOSIS DEL AGUA


Uno llega a la sala donde se hallan las diferentes peceras de las medusas, y siempre nota algo diferente: silencio y luz tenue. En un acuario es común que la presencia de niños y de gente de toda condición promueva el barullo y cierto caos, inadmisibles en otro tipo de museos. Sin embargo, cuando se llega a mirar a las medusas, pareciera que algo nos cambia dentro, nos refugia en el yo interior, las contemplamos y quedamos como hipnotizados, hasta el punto de que es el recinto más silencioso, oscuro y atípico de un acuario. 

Cuando se para uno a pensar que el 96 % de estos animales es agua, que desarrollan su vida en un medio acuático, y que esa transparencia que muestran les da una fisonomía más líquida aún, no da crédito al admirar la belleza de sus movimientos espasmódicos, que proceden de una coreografía instintiva, pero que no obsta para que su lentitud convulsa y dependiente nos parezca el más majestuoso de los ballets.

El agua las arrastra, el agua las alimenta, el agua es su hábitat; ellas mismas son agua. Todo resulta una apoteosis del agua. A través del agua salada, de la luz azul que transparenta sus hermosas intimidades. Y del silencio y la luz tenue como marco para poder observar durante un largo rato sus evoluciones, que atrapan la atención de un modo tan incomprensible como inevitable.

Ejemplar de Filloriza, en el Acuario de Génova (Liguria, Italia)
Julio, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

lunes, 1 de agosto de 2016

REGRESO, CONTINUACIÓN

Exhausto como siempre, tras mi largo viaje vacacional del verano, regreso a este espacio, dispuesto a proseguir el plan inicial de este año, que incluía una entrada diaria, idea que he venido cumpliendo con rigor casi exacto desde que a comienzos del nuevo año me sacudiera un tanto la galbana mental que me venía aquejando los últimos tiempos.

Y siempre que regreso, tras no pocas vivencias en un mes en un régimen atípico (el autocaravanismo es algo especial, distinto), recuerdo la frase que mi madre siempre me decía, entre satisfecha porque hubiera regresado sin percance e incapaz de comprender por qué hacía lo que habitualmente hago: “Hijo, si vienes tan cansado de viajar, ¿por qué no lo haces a algún sitio más cerca?”. Es ya un rito entre nosotros que ella se escandalice por mis viajes al extranjero en esa “casa rodante” y que yo justifique los porqués, explicándole que si bien llego muy cansado físicamente, me encuentro fenomenal habiendo recargado mis baterías de muchas de las cosas que más me gustan, y de las que luego vivo y bebo.

Mi madre tampoco comprende por qué vamos siempre a Francia (éste es el 9º año consecutivo, ya), “habiendo tantos sitios a los que ir, sobre todo en España”. Cuando le digo que el país vecino es mayor que el nuestro, y que sólo conocemos una parte minúscula del mismo, no lo pasa a creer. Este año, incluso, quedó algo más mohína de lo habitual, porque aunque Francia es obligado paso de ida y de vuelta, el destino principal fue Italia, concretamente la parte noroeste. Pero a eso mi madre le da lo mismo: la cosa es que Italia ¡está más lejos!... “y ¿qué necesidad tenéis de hacer tantos kilómetros, hijos míos, con la de cosas que están pasando?”. Este año, además, vio justificados sus temores, porque como es bien sabido, este mes de julio los atentados terroristas en Europa fueron noticia recurrente. De ese modo, cada vez que llamaba a casa, respiraba aliviada por no haber sido víctimas de la sinrazón, pero de igual modo se sentía respaldada para sentirse igualmente militante con sus recomendaciones de “no viajar tanto ni a sitios tan extraños y peligrosos”.

Mi madre no va a comprender nunca lo que jamás pudo comprender. Pero no es algo que se le pueda censurar, ya que hay asuntos que cada uno puede asimilar, y otros definitivamente no, y con la edad las cosas no mejoran, sino que se consolidan las ideas aunque los tiempos y las circunstancias cambien. Por eso, ella dice lo que dice, yo opongo mi parte, y el juego se prorroga año a año. Pero lo importante es que ella está contenta porque yo ya estoy en casa y yo igual de feliz por haberme ido y también por haber regresado, cansado y pletórico, y eso es lo verdaderamente importante.

Y quede así este apunte ligero y banal como noticia de mi feliz retorno, pero también como amenaza irrenunciable de que esta bitácora prosigue su andadura y su plan. Con más fotografías y más palabras, comme il faut.

martes, 28 de junio de 2016

ALGUNAS COSAS LLAMATIVAS, SIN IMPORTANCIA



En esta imagen hay varias cosas que llaman la atención. Pero para centrarnos, debemos saber que este edificio exento, edificado hace ya varios años, se erigió para centralizar las cuestiones administrativas de la Junta de Castilla y León en la ciudad de León. Se lo denominó “el edificio inteligente de la Junta”, en relación con ciertas modernidades y seguridades que en su momento tuvo dicha construcción; (al pueblo le faltó tiempo para cambiarle el sobrenombre por “el edificio intelitonto”, pero eso ya es otra cuestión). Sabido esto, vayamos con las cosas llamativas.

La primera es que en el edificio no parece que prime la altura, sino la horizontalidad, como queriendo abogar por la igualdad isocefálica, tan en boga en la época socialista en que se edificó. La segunda es que el edificio cuenta con un porche poligonal algo extraño y poco clásico, pero es que estamos hablando de arquitectura contemporánea, donde lo que prima es llamar la atención y no tanto la utilidad, la cual, honestamente hablando, no se le ve por ningún lado; aunque tampoco molesta en exceso, ésa es la verdad. La tercera es que parece que hay más vidrio que piedra, como queriendo ser un guiño para transmitir la idea de transparencia administrativa; sin embargo, si se acerca uno, se comprobará que se trata de cristales tintados, y que no se ve ni torta; y la sobriedad vacía que se ve dentro, tampoco es que llame a entrar. La cuarta es que, edificado en un extenso solar (las Eras de Renueva) sin un solo árbol a la vista, se ha querido dar un toque vegetal instalando unos árboles modelo bonsai embutidos en unas jardineras a todas luces insuficientes para albergar algo con cierta vida. La quinta es que ya falta la mitad de los árboles plantados, quién sabe si arrancados con violencia vandálica, secos por indiferencia o suicidados ellos mismos, deprimidos por la cercanía de tanto papel burocrático, que es en lo que acaban los árboles en general. La sexta es que, delante del edificio, hay aparcada una descomunal limusina, que se ofrece sin rubor alguno, cuyos propietarios ¿quién sabe qué conexiones tendrán con los políticos que allí laboran ? Y por último la séptima... ¡ah, la séptima! ¿Se han fijado ustedes en la maravilla de ese cielo heterogéneo de estratos discontinuos? 

Edificio de Usos Múltiples de la Junta de Castilla y León (León, Castilla y León, España)
Agosto, 2012 ----- Panasonic Lumix G6

lunes, 27 de junio de 2016

LO MALO DE SER DEMÓCRATA

Ser demócrata es muy duro. Supone una serie de experiencias que en ocasiones son terribles. Por ejemplo, comprobar que las prácticas mafiosas, corruptas y deshonestas triunfan en unas elecciones generales sobre otras posibilidades a las que habría que dejar la oportunidad de mejorar lo existente. O verificar de nuevo que la incultura, la falta de garra, la inacción, el tancredismo y los amiguismos tienen mucho predicamento entre la mayoría de ciudadanos votantes (de los otros, no se sabe, porque rechazan el sistema, con todos los riesgos que ello implica). O verse sorprendidos porque un referéndum que en apariencia era una huida hacia adelante de un partido en apuros (para nada era una urgencia que demandara la sociedad), se convierte en un salto atrás que van a pagar muchos millones de personas, no sólo de ese país, sino de sus antiguos socios. O comprobar que la excelencia está lejos de ser considerada mayoritariamente en ningún lado, y que la impunidad escarba un poquito cada día en el muro de la resistencia de un sistema que es tan débil o tan fuerte como lo sean las sociedades que lo sostienen. Ser demócrata es muy duro, ya se dijo. Y en momentos como éste a uno le apetecería mucho dejar de serlo. Mucho. El problema es que abdicar de la democracia no deja más alternativa que la dictadura. Y eso, siempre, siempre, es peor. Mucho peor.

sábado, 25 de junio de 2016

LA CONTRADICCIÓN DE LOS HUMANOS


No los mismos hombres, pero sí la misma civilización que llegó a esculpir bajorrelieves como éste, llegó a perfeccionar tanto la crueldad propagandística en el arte de la guerra, que fue temida en todo el Oriente medio. Los asirios legaron algunas de los relieves (en alabastro o caliza blanda) más imperecederas de la antigüedad, inmortalizando sus cacerías, los dioses a los que adoraban, los animales que admiraban, los genios que les protegían. A su vez, propagaron por toda Mesopotamia la idea de que eran un ejército no sólo invencible, sino que sometía a las poblaciones a vejaciones y torturas de un sadismo inimaginable hasta entonces, y lo llevaron a cabo de forma sistemática con acciones que cuentan las crónicas de varios pueblos, en lenguas diferentes, coincidentes en sus narraciones. El pueblo que se humillaba ante sus dioses, a quienes erigía templos en lo alto de ziggurats gigantescos, que admiraba a belleza extrema de las musculaturas mejor torneadas en la piedra, capaz de conmoverse por el dolor que sufre una leona con el espinazo atravesado por una flecha, podía exterminar de seguido a toda una población recién sometida, y crear una pirámide con sus cabezas decapitadas, dejando unos pocos supervivientes para que contaran lo sucedido, y el miedo se extendiera, y la sumisión llegara sin menor derramamiento de sangre. La contradicción del ser humano, la ambivalencia de nuestra especie, capaz de lo mejor, de lo peor, y de una extensísima gama de matices intermedios, a cual más llamativo o incomprensible.

Bajorrelieve neo-asirio de un mushen-apkallu o pájaro-apkallu. Dios protector. Palacio Real de Nimrud. Siglo IX a.c. Kalhu (Irak) Museo Británico (Londres, Reino Unido)
Enero, 2008 ----- Nikon d100


viernes, 24 de junio de 2016

BREXIT, (AL FINAL) SÍ. ¡QUÉ BIEN! ¡QUÉ MAL!

El Reino Unido ha votado en referéndum que quiere salir de la Unión Europea.
¡Genial! Great!
¡Dios santo! Oh, my God!
Qué estupendo, que por fin puedan tener un rinconcito propio desde el que seguir pensando que son los mejores del mundo en todo.
Qué terrible, que hayan sido tan inconscientes como para no poder prever las múltiples consecuencias que ese gesto va a conllevar.
Qué maravilloso, que de una vez dejemos de escuchar los continuos lamentos sobre lo que Europa les roba y no les renta.
Qué tremendo, que den la espalda al único proyecto europeo que ha traído paz y concordia a Europa en siglos de agitada y violenta confrontación entre naciones.
Qué bueno, que por fin sean ellos los separados y no los europeos, como reza su dicho: “Niebla en el canal: el continente, aislado”.
Qué triste, que las cuestiones más esgrimidas a la hora de optar por la decisión tomada hayan sido la xenofobia y el egoísmo económico.
Qué delicioso va a ser que los “diferentes”, los que se unieron “casi a la fuerza”, los que se arrogaban de que “estamos en Europa, pero no somos Europa” ya no nos marearán con sus continuas exigencias que cada vez se parecían más a un chantaje institucional.
Qué amedrentadoras resultarán las peticiones de referéndums en otros países que albergan dudas semejantes, pero no se atrevieron a dar el primer paso.
Qué estimulante será seguir construyendo Europa (caso de que el efecto contagio no lo lleve todo al traste) sin su principal rémora.
Qué penosas resultan las declaraciones de quienes celebran la victoria del Brexit, tan parecidas a las de los partidos xenófobos y ultranacionalistas de otros países.
Qué esperanzador parece el futuro, cuando se comprueba que lo que piensa un pueblo tiene consecuencias reales en la política y la economía (aunque yerre).
Qué deprimente será pensar en Europa sin uno de sus principales pueblos, sin una de sus principales economías, sin una de sus principales culturas.
Qué regeneradora resulta la idea de que votar tiene resultados prácticos, y no se queda todo en papel mojado, como en otros lugares.
Qué amargura supone imaginar que todo lo logrado hasta ahora gracias a la unión que logra la fuerza se pueda diluir en unas décadas o tan sólo unos años.
Qué triunfo de los sentimientos, del complejo de superioridad, de la paranoia excluyente.
Qué derrota de la razón, del sentido común, de lo que nos enseña la Historia.
¡Qué bien!
¡Qué mal!

jueves, 23 de junio de 2016

AJENOS A TODO


Los amantes se abrazan con fuerza al borde del acantilado. No les importa que sea una de las zonas españolas en las que con más violencia se muestra la naturaleza, que no pocas veces acaba con las vidas de quienes osan interponerse en su discurrir: las cruces que se hallan a su lado así lo quieren recordar, atestiguando naufragios, dolor y muerte. Pero los amantes son ajenos a todo eso. El amor (o el deseo, que no queda claro en la imagen) lo puede todo, o al menos esa impresión arroja contemplar los dos cuerpos anudados por los brazos de ambos, que hacen imposible que quepa nada entre sus pechos. Ni la niebla que acecha, bajando, ni el oleaje que no se percibe en la imagen, pero que rugía algo más abajo, ni la llovizna que comenzaba a humedecerlo todo con suavidad persistente. Los amantes sienten sin contacto con el entorno. Son autónomos en sus vivencias. Perfectos, el uno para el otro, en sus circunstancias, ajenos, enamorados, inconscientes, felices.

En Punta Roncudo (La Coruña, Galicia, España)
Agosto, 2011 ----- Nikon, d300

miércoles, 22 de junio de 2016

DORMIR POCO SIN INSOMNIO

Duermo pocas horas. Pero no padezco de insomnio alguno. Duermo poco por propia iniciativa, porque el día se me queda corto. Necesito más horas, y dormir me parece, como a Descartes, Nietzsche, Hemingway y tantos más, una pérdida de tiempo. Sé que no lo es, pero a mí sí me lo parece. Sé que no lo es, porque también sé que el sueño es un proceso generalizado en los seres cordados, esencial en la regeneración neuronal, clave en el asentamiento de los conocimientos y las emociones. Pero también sé que me parece que pierdo el tiempo porque me impide realizar otras actividades que me procuran gran placer. Y aquí vendría la advertencia de alguien que me señalaría: “pero ¿y los sueños? ¿no te resultan gratificantes?” . Y yo contestaría que sí, que seguramente sí, porque me consta que los tengo. Pero el problema es que no puedo recordarlos, o al menos no recuerdo la inmensa mayoría de ellos, ni los buenos, ni los regulares, ni los malos, ni las pesadillas, suponiendo que haya habido, que no me constan, vamos. Así que dormir ¿para qué? Pues para descansar el cuerpo. Y yo para eso, con cuatro o cinco horas voy que (me) chuto. Eso sí, si pudiera recordar los sueños, no me importaría dormir más. Sería uno de los deseos que le pediría al genio de la lámpara. Sería maravilloso. Mis escritos ampliarían su temática, sus argumentos, sus fantasías. Mi humor combinaría más registros aún, si cabe. Mis conversaciones tendrían un contrapunto inconsciente -acaso loco- del que habitualmente carecen. Mis recuerdos incorporarían elementos no sucedidos a su elenco temático. Todo yo cambiaría. A mejor, seguramente. Pero no se da el caso. Por ello, y mientras la prescripción facultativa no venga a joderlo todo, de momento seguiré durmiendo poco y produciendo y (divirtiéndome) más.

martes, 21 de junio de 2016

LOS CLAUSTROS Y SUS LECTURAS


Este claustro no es de los más bellos que albergo en la memoria. Pero cuando volví a ver la foto, me trajo recuerdos de otros que sí lo son y donde también, como en este caso, leí algunas líneas de algunos poetas de silencios silábicos y estremecidas pausas con que aliñar la soledad y la meditación. Ahora, así, con rapidez, se suceden fugazmente ante los ojos memoriosos unos cuantos franceses, varios españoles y alguno que otro portugués. En ellos, el librito acompañaba la bolsa de fotos y ninguno de ellos se entendía sin el compañero. Se complementaban de la manera más simbiótica posible. Y algunas imágenes que capturé no se entenderían sin las palabras leídas en voz baja, pero audible, de algunos autores a quienes quise homenajear en mis visitas. Particularmente emotivas fueron las lecturas de Pessoa en los Jerónimos, de Julio Llamazares en Santillana del Mar, de Caballero Bonald en Silos o de Yourcenar en Moissac. Escandir sus versos o su prosa poética en semejantes escenarios ha sido una más de las felicidades que me han procurado la combinación de arte y literatura, sin que ninguna se resienta; antes al contrario, amparándose una en la otra, me han hecho alcanzar alturas inimaginadas. Sea así por muchos años, por muchas veces, por muchos versos, en muchos claustros.

Claustro de la catedral de Palencia (Castilla y León, España)
Marzo, 2011 ----- Nikon, d300

lunes, 20 de junio de 2016

DE OPOSICIONES

Mis compañeros están de oposiciones. Tres, en concreto, sólo de mi departamento. También tengo algún amigo, hijos de amigos, aquí, allá... Es algo frecuente y habitual, pero que en los últimos tiempos había dejado de serlo. Y había muchas ganas de que volvieran. Resulta curioso cómo se puede anhelar una tortura semejante. La explicación viene después. Después de obtener la plaza, naturalmente.

Quien ha pasado por ello, lo sabe bien. Es un sistema alienante en grado sumo, y tremendamente falseador de la realidad. Pero, pese a todo, cada tanto tiempo sigue habiendo oposiciones. Debe ser que no se ha encontrado un sistema menos malo que permita seleccionar a una pequeña porción de una gran cantidad de aspirantes. Y en ésas seguimos.

Este curso, como cada vez que se convocan, he estado a punto de ser miembro de tribunal. Por fortuna, me he vuelto a salvar del trago. En otras dos ocasiones, fui suplente, pero al constituirse la mesa, ya no fue necesario mi concurso, de modo que me libré. Me he librado siempre hasta ahora. Pero cada vez que hay un proceso selectivo, pienso en lo que haría, si me tocara hacer lo que más deploro de mi profesión: juzgar. 

¿Qué haría yo en semejantes circunstancias? Pues nada diferente a lo que pretendo cada día en clase. Ser educado, ser exigente, ser duro, ser objetivo: en definitiva, intentar ser justo. Lo primero, lo consigo casi siempre. Lo segundo y lo tercero, también, aunque la edad reblandezca mediante la experiencia ciertas decisiones, avaladas por un relativismo cultivado durante 26 años. Lo cuarto sería lo máximo  en una oposición, donde la asepsia sería lo más recomendable para enfrentar el  punto final. Pero lo último, ¿cómo lograrlo? Nunca se sabe cuándo se acierta. Y en una oposición, tampoco.

Quienes decidieron hace años que yo estaba capacitado, no tenían ni idea de lo poco que había preparado la prueba. No obstante, algo debieron ver, porque yo no conocía a nadie en aquel tribunal madrileño. En mi caso, pienso que acertaron. Pero, ¿y los compañeros inútiles, prevaricadores, holgazanes, débiles, jetas, etc. que he tenido y tengo? No son más de un 10 %, es cierto. Pero ¿cómo lograron engañar a sus jueces? Esa es una duda que algunas veces me acaba asaltando. Y en momentos como éste enlazo la pregunta anterior con esta otra: si yo fuera miembro de tribunal, ¿podría acabar eligiendo a quien no lo mereciera? La respuesta, me temo, debería ser que sí. Y eso hace que me agazape aún más, esperando que todo pase. Como ahora, que está pasando, pero sobre mí, sin afectarme directamente.

domingo, 19 de junio de 2016

CON CARÁMBANOS HABRÁ DE SER


El tiempo es maravilloso. Tras la ventisca, las montañas lucen blancas y brillantes. El frío no es un obstáculo. Al contrario, un acicate. El sol invita a todos a desperezarse y a colapsar los remontes, como han decidido ese fin de semana. Yo, en cambio, tengo otros planes porque estos días trabajo. Como había calculado, los carámbanos tienen un tamaño considerable. A casi dos mil metros de altitud, y con esa helada, era de prever.  Cuando he abierto la ventana, comprobé su estructura. Rompí algunos, los sopesé, verifiqué la longitud y lo puntiagudos que habían quedado. Son perfectos. Por eso, cogí la cámara, para inmortalizar la composición. Luego, dispondré de poco tiempo, y tal vez me olvide. Al fondo, el valle. En primer plano, los chupiteles que brillan, incitantes. Sólo he hecho una docena de tomas, pero es más que suficiente. Enseguida se oye ruido en el apartamento de al lado. Ya se levantaron. Pronto, la mujer y los cuatro niños bajarán a desayunar. El hombre se quedará revisando en el ordenador las últimas cotizaciones de su empresa. Sólo me resta escoger los dos o tres más afilados, llamar a la puerta y clavárselos por sorpresa en el pecho. Morirá de inmediato. Luego, sólo agua mezclada con la sangre. Una curiosa coincidencia bíblica, por encargo expreso. Mi clienta es muy religiosa, también. Del Opus, creo.  Y aunque no le administrarán la extremaunción ante mortem, la mujer me aseguró que el funeral lo oficiará el arzobispo, nada menos.

Carámbanos, con la estación de Valgrande-Pajares al fondo (Asturias, España)
Febrero, 2010 ----- Nikon d300

sábado, 18 de junio de 2016

ÚNICO GOL (MICRORRELATO)

La jugada dejó boquiabierto al estadio. En el primer lance del juego, tras el pitido inicial, arrebató el balón a un centrocampista, se lo pegó a sus botas, y ya no lo soltó. Ante la sucesión de jugadores del equipo local, que tenía delante, fue driblando y superando con velocidad a uno tras otro. Apenas tuvo oposición, dada su velocidad y lo habilidoso de sus acciones. El estadio no rugía, como en otras ocasiones; estaba estupefacto, mudo. En pocos segundos, llegó a la línea frontal del área y ya sólo un defensa le cerraba el paso. Éste lo miró con estupor mientras esperaba quieto el avance de quien tan bien guiaba el balón, a quien en teoría debía detener como fuera. No obstante, un punto de sorpresa y de incredulidad apareció en sus ojos, tras un segundo que fue muy largo. El veloz driblador se detuvo un instante, miró al defensa y sus miradas se encontraron. Mientras los ojos se cruzaban, un toque por sorpresa con el exterior del empeine impulsó la pelota hacia el lado derecho, dejando al defensa en su sitio, mientras la excelencia de la acción le ofrecía la contemplación completa de los tres palos, donde el portero parecía entregado a su suerte. Cuando el chut salió de su bota, el balón describió una leve parábola que dejó clavado al guardameta, que sólo pudo contemplar cómo la bola traspasaba su portería. El estadio había enmudecido desde el primer instante, por la sorpresa. Todo había sucedido dentro del primer minuto de juego. Y entonces sólo se oyó una voz, una sola. Un grito estentóreo que se escuchó hasta en el rincón más alejado del terreno de juego. El grito de gol, largo, gutural, tremendo, que aquel árbitro elevó a los cielos mientras recorría el perímetro del campo con el puño levantado hacia las gradas, celebrando radiante e ilusionado lo que tantas veces había entrevisto, lo que siempre había ansiado conseguir y que nunca, nunca antes, se había atrevido a realizar.

Del libro inédito Crueldades necesarias, 2005

jueves, 16 de junio de 2016

LA GOTA Y LA FLOR


La gran gota se erige en el centro como la protagonista absoluta del encuadre. Se siente el centro de la mirada. Es la más grande de una gran familia, la más brillante. Aunque el colorido de la flor donde descansa la apabulla un tanto, el brillo es su arma. Destella fulgente. Y es de una perfección esférica que la flor jamás alcanzará. En su fuero interno, hasta la desprecia. La flor, en cambio, se sabe mate. Se sabe inmóvil, aunque a merced de los elementos. Pero sabe esperar. No tiene prisa alguna. Sólo ha de aguardar un par de horas. Con el sol, la gota desaparecerá, evaporando su esfericidad, su brillo, su reflejo perfecto. Puras pavesas de un fuego húmedo que sólo existió en su arrogante imaginación.

Macro de hoja de orquídea
Febrero 2013 ----- Nikon d300

miércoles, 15 de junio de 2016

COMO SIEMPRE, COMO ENTONCES (MICRORRELATO)

Como siempre, saltó de la cama en un impulso. Iba a llegar tarde al trabajo otra vez. Se afeitó con premura, se vistió, salió de casa, arrancó el motor. Con la prisa en el cuerpo, en la memoria. Como le ocurría cada día. En el atasco habitual, una mujer llamó su atención. Conducía un coche azul. Las miradas se encontraron. Se reconocieron. Él no pronunció palabra alguna. Ella tampoco mostró intención de establecer contacto. Ni un gesto siquiera. Ninguno de los dos hizo nada. Sólo mirar, recordar. Como siempre, como entonces. Nada había cambiado en todo ese tiempo. Ni los ademanes, ni los deseos. Ni la forma de mirar o de aguardar la iniciativa del otro. Ni los orgullos, ni los rencores. Ninguno bajó los ojos. Ninguno de los dos se movió apenas. Se hallaban muy tensos. Como al acecho el uno del otro. Al final, el semáforo les ofreció una salida impuesta. La liberación para ambos. De nuevo, otra coincidencia divergente. Arrancaron en direcciones opuestas. Como entonces.

Del libro inédito Crueldades necesarias, 2005

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