miércoles, 10 de febrero de 2016

MAZA Y PELOTA, ESPERANDO TURNO


La composición es sencilla: sobre el linóleo del polideportivo, cubierto de un tapete de competición, una maza y una pelota esperan a ser tomadas para su correspondiente exhibición. Se trata únicamente de una final regional. No es la final de los juegos olímpicos. Pero ¿qué más da? Uno ve esos elementos, y apenas se distinguen de juguetes de similares formas y características. Y si se mira la edad y las formas de las participantes, uno no andaría muy desencaminado. Sin embargo, qué diferencias implican. ¡Cuántas horas de entrenamiento! ¡Cuántas privaciones en la alimentación! ¡Cuántas reprimendas para encauzar posturas y ademanes! ¡Cuánto sacrificio físico y cuántas lesiones sucesivas! ¡Cuánto esfuerzo mental y cuánto llanto previo! Y todo, para que al final, de las dieciséis participantes, sólo tres encabecen una lista de mejores logros o de imperfecciones menos evidentes, o acaso de favoritismos sutiles. A la espera de que la justicia selectiva actúe, la injusticia habitual confía en que llegue su momento. Mientras, la maza y la pelota aguardan, impávidas, instrumentos objetivos de deseos inabarcables.

Final del Campeonato provincial de Gimnasia rítmica (Avilés, Asturias, España)
Abril, 2009 ----- Nikon, d300

martes, 9 de febrero de 2016

SEMPITERNO DESORDEN

Este desorden que me envuelve, soterrado y luminoso, ofrece a quien lo contemple la imagen veraz de mi propia impostura, que se aferra a ideas inmarcesibles, eternas, de la propia belleza y de los sentidos en su homérico combate contra el mundo y sus ensoñaciones diurnas.

Ese desorden recurrente, que aparece a intervalos, que supura la vehemencia exaltada de un personal juego de prioridades, habrá de generar otro yo al que espero, sin desearlo, que ascenderá por mi cuerpo hasta mis ojos con la calculada lentitud del intruso hasta que la vista me falle por fin y la oscuridad logre humillar lo que admiré del viento y del océano en su unión particular.

Entonces mi cuerpo —dirán los otros— tendrá motivos de temblor y mis ojos, como ahora, pretexto para el llanto.

Del libro inédito Prosas tristes, arias profanadas, 1998

lunes, 8 de febrero de 2016

LUGAR (QUE FUE) SAGRADO


Aunque a primera vista, esto parezca sólo piedra agujereada, no debemos engañarnos: esto fue un lugar sagrado. Parece que sus orígenes son confusos, por lo que se le podrán atribuir usos y fundaciones al gusto de los intereses que lo definan o . De ese modo, y según folletos al uso, esto habría sido primero una ermita de tipo rupestre, donde habría vivido un eremita, en tiempos altomedievales. Más adelante, habría sido transformada en una minúscula iglesia monástica, con un carácter salvífico y conmemorativo, a lo que contribuirían algunas reliquias bien elegidas al uso. Y a tal punto el ejemplo habría cundido, que habría quien habría deseado ser enterrado al lado, como corroboran las tumbas antropomorfas que se hallan a la entrada y en los laterales. Hoy, desproveída de intensidades sagradas (o incluso conservándolas), constituye una de las atracciones turísticas de Cervera de Pisuerga.

Iglesia rupestre de San Vicente (Cervera de Pisuerga, Palencia, Castilla y León, España)
Febrero, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

domingo, 7 de febrero de 2016

LA INSULTANTE ACUMULACIÓN DINERARIA DE LOS MILLONARIOS

Hay un par de cosas del capitalismo que nos llaman muchísimo la atención hoy día. No es, como apunta Arundathi Roy en su ensayo Espectros del capitalismo, que este sistema económico no tenga alma o que el dinero de las empresas no tenga nacionalidad, que también. Es la insaciable tendencia, no ya por lograr mayores beneficios, sino a la insensibilidad hacia las personas, sean sus propios empleados, sean sus potenciales consumidores, sean anónimos integrantes de la sociedad general. Eso, por un lado. Por otro, la inagotable búsqueda de cómo alcanzar más y más dinero. Son cosas que uno no entiende, porque es justo eso mismo lo que acabará con dicho sistema, a la corta o a la media, si las tendencias no se invierten (que no tienen pinta de hacerlo).

Cuando hace unos días se publicaron las terribles cifras que hablan de que unos pocos personajes atesoran más riquezas que estados enteros, que millones de personas, uno se pregunta los porqués. También: ¿para qué? ¿Qué buscan con tanto ahínco en la acumulación insultante de tales cantidades de dinero, que marean sólo viéndolas? ¿Es precisa tal ambición? ¿Les hace sentir mejor verse a la cabeza de los afortunados del mundo? ¿No sabrán hacer otra cosa, y por eso se dedican a hacer lo único que saben y pueden? Es lícito, desde luego. Las reglas sobre las que circulamos lo permiten, e incluso instan a ello. Pero, desde luego, no es legítimo. La desviación entre los que más tienen y los que menos, no es ya sólo insultante para cualquiera con cierta sensibilidad, sino que es el cáncer que terminará con ellos mismos, como en su momento las revoluciones liberales estallaron cuando la soberbia insensible de los estamentos privilegiados despreciaron todo aquello que no fuera ellos mismos. No es legítimo, afirmamos muchos. Con seguridad, tampoco será ético. Ni necesario, ni positivo, ni estimulante. Sólo será legal. Entonces, ¿a qué se espera para cambiar las leyes para que deje de serlo?

sábado, 6 de febrero de 2016

ADECUACIÓN CONTINENTE-CONTENIDO


Las formas curvas tienen algo de hipnosis en su construcción y en su modelado. Nos atraen de un modo que a veces no podemos explicar. Cuando dichas líneas proceden de esculturas lejanas que han sido trasladadas en bodegas oscuras desde otro continente, la sensación de misterio se redobla. Si, además, se alean con las del edificio que las alberga, el acoplamiento entre continente y contenido alcanza una coherencia máxima. El paso precedente al disfrute intenso. El paso posterior a un encuadre fotográfico de líneas rectas que encajen las curvas. El color hace el resto.

Obras del escultor mexicano Enrique Carbajal 'Sebastián', expuestas en el Centro Cultural Niemeyer de Avilés (Asturias, España)
Mayo, 2014 ----- Panasonic Lumix G6

viernes, 5 de febrero de 2016

LAS LECCIONES QUE NOS ENSEÑAN LAS PAREJAS

Antaño, cuando era más joven, tuve yo una novia a la que quise mucho y bien (dentro de mis posibilidades). La quería por muchas razones, pero una de ellas era que le encantaba aquello que a mí me encantaba. Bebía, como suele decirse, los vientos por mí. Son las cosas del amor. Pero, ya se sabe, el amor no es muy razonable que se diga, y provoca muchas veces malentedidos varios que a veces resultan más que graves. El caso es que viendo que ella iba entrando con facilidad por los mundos que a mí más me arrobaban, probé a enseñarle a jugar al ajedrez, por ver si además de los que habitualmente me retaban y con quienes lidiaba, lograba un proselitismo de tablero que bien me viniera o solaz grato nos procurara. A lo largo de los seis meses siguientes, yo no di crédito. ¡Qué entrega!, ¡qué esfuerzo! Con qué ganas se leyó las cartillas iniciales e incluso algún librito de iniciación que le regalé al efecto. Jugamos así muchas partidas en nuestros días de cerveza y tableros. Yo ganaba siempre, claro, pero aprovechaba para señalarle los errores de planteamiento estratégico, táctico o de concentración. Y parecía que la cosa progresaba. Yo sabía que no alcanzaría nunca el palmarés de Judit Polgar, pero como yo no era Garri Kasparov precisamente, la cosa se equilibraría con el tiempo. Hasta que un día dijo que no le apetecía jugar. Bueno, me dije yo, si es una cosa puntual... Pero como otros días yo insistiera y ella se resistió sin ceder un ápice, al final la cosa explotó. Y en medio del café que más frecuentábamos. Allí, entre lágrimas enormes y redondas, que recuerdo con una nitidez pasmosa, me dijo que odiaba el ajedrez, que le parecía un juego estúpido, que siempre le había aburrido mortalmente, y que no iba a jugar nunca más, por lo que daría igual que yo insistiera, porque la decisión estaba tomada. Yo me quedé estupefacto, como si me hubieran operado de cataratas: tan claro vi de pronto. Tardé semanas en asimilar aquella dosis de realismo nada mágico. Pero aprendí una gran lección.

Cuando conocí a mi pareja actual, a quien quiero muchísimo y bien (si se admiten mis ya legendarias limitaciones), ella no tenía ni idea de lo que era la fotografía, más allá de hacer unas cuantas fotos en cumpleaños o alguna celebración. Yo, ya de aquella había contraído hacía muchos años el virus de la imagen fija, y ya contaba con un equipo que empezaba a ser respetable. Le hice muchas fotos, las hacía en nuestros múltiples viajes, pero jamás -jamás- pretendí inculcarle ese sano vicio. No obstante, en una convalecencia de un período de baja, se hizo con la cámara que yo había dejado por haberme comprado un modelo superior. Eso fue en 2008. Hoy, hace mejores fotos que yo (al menos, en lo que a la fotografía gastronómica y de bodegón se refiere). Y así es como volví a aprender otra magnífica lección.

jueves, 4 de febrero de 2016

RECORRIENDO EL CAÑÓN


A lo largo del cañón, la caliza se yergue en las alturas, carcomida de tiempo y buitres, mientras desde el suelo la vida verde aspira hacia un cielo nada protector. El cielo lo cubre todo de un azul tan nítido que casi duele en la mirada. Es poco antes del mediodía, y el calor ya se siente en exceso, perlando de sudores los cuerpos que lo recorren. El sendero discurre al lado del río, mientras los farallones escoltan la marcha. No da tiempo a vivir tanto, mientras se camina a ratos en sombra, a ratos bajo un sol que desborda las previsiones. No se puede vivir tanto, si además la marcha aboca al recuerdo de la última vez que se pasó por estos parajes, cuando el viajero recorrió esta senda solo, al encuentro de quién sabe qué fantasma que ya se evaporó en su momento. Aun así, la costumbre se impone a la incertidumbre, y la cámara toma una imagen sencilla, donde cada elemento se halle en su lugar correcto, y se capte el delicado equilibrio entre colores y masas. Queda registrado el instante que el ojo ve. No, en cambio, el dolor del recuerdo. Tampoco, la alegría por hallarse en otra etapa más excitante, más diversa, menos monográfica, más vital.

Cañón del Río Lobos (Soria, Castilla y León, España)
Julio, 2006 ----- Minolta dIMAGE Z1


miércoles, 3 de febrero de 2016

“EXISTIMOS PORQUE ALGUIEN PIENSA EN NOSOTROS”

En la película Princesas, de Fernando León de Aranoa, la prostituta Caye, interpretada magistralmente por Candela Peña, le dice a la prostituta Zulema, interpretada por Micaela Nevárez, en un momento álgido de la trama: “Existimos porque alguien piensa en nosotros, y no al revés. No te olvides nunca”. 

Es una frase que impacta, no porque sea verdad, que lo es en buena medida, sino porque en su sencillez logra atrapar la atención sobre lo esencial: somos en la medida en que existimos por y para alguien. Porque si sólo somos para nosotros mismos, la existencia no es más que un transcurso finito y abocado a la soledad última sin la menor trascendencia. Al final, todos acabamos en la misma soledad disuelta en éter, cierto, pero podremos persistir un poco más de tiempo a través de la memoria, por algo que hicimos, por algo que creamos, por alguien que amamos. Ese recuerdo será una prolongación de nuestras vidas, y constituye lo único a lo que podemos aspirar quienes tenemos una idea materialista de la vida. Lo cual no es algo triste, como podría parecer a algunos; es sólo que esta verdad -personal, parcial, con minúscula-, como ya advirtiera Serrat, no tiene remedio.

martes, 2 de febrero de 2016

FUEGO EN LA FLOR


A veces, las flores capturan tanto calor del sol a lo largo de las semanas, que un día, sin que medie aviso previo, se produce un instante de esplendor, y por los pétalos se les escapa el fuego de la vida, que transmiten para que nuestros ojos se alimenten de él, y podamos darnos otro empujón más.

Macrofotografía de pétalos de girasol (Moissac, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2011 ----- Nikon, d300

lunes, 1 de febrero de 2016

¿Y LOS LIBROS SIN LEER?

¿Y qué decir de los libros sin leer? De esos ringleros llenos de libros maravillosos que aguardan que les pasemos la mano por el lomo para algo más que para admirarlos o hablar de ellos. Porque tantas veces dijimos que ya bastaba de tanta compra compulsiva, excitante, imposible de evitar. Pero seguimos haciéndolo, porque la zona de placer activada en nuestros cerebros enfermos era tan grande como el Mississippi en sus crecidas, porque nada es más sugerente que las posibilidades de conocimiento, belleza o diálogo que algunos libros prometen. Pero, sobre todo, porque es una droga intensa. No sé si tan dura como la del amor sin medida, como cantaba Carlos Goñi en “El roce de tu piel”. Pero es dura, dura, muy dura: de las que resulta inviable la desintoxicación, de las que disuelven la capacidad de autocontrol de que uno hace gala como azucarillos en el té blanco. De las que uno no sabe si asumir o permitir que nos condene para siempre. Aunque a estas alturas, uno ya sepa que en su fuero interno ya la ha asumido. Y que estamos condenados, como Sísifo, a incurrir una y otra vez en la dulce perdición, sin posibilidad alguna ni de redención ni de expiación de ninguna clase.

domingo, 31 de enero de 2016

AMOR A LA CULTURA PATRIA



Arévalo, provincia de Ávila. Por entre los muchos rincones bellos, preñados de ladrillo y mudéjar, una plaza. En ella, un edificio en ruinas. Nada novedoso, así en principio. Hasta que uno se acerca y puede ver, entre los escombros, aún sujeta al muro al que fue fijada, una placa conmemorativa de un vate paisano “gloria del teatro romántico, autor del insigne drama Don Francisco de Quevedo”. Qué ironía asociar el nombre de este “gran dramaturgo” al de otra luminaria dos siglos precedente. Pero qué destinos tan parejos. Al menos, en lo aparente. Esta es la casa donde dicen que nació este Eulogio Florentino Sanz. Si así tienen la casa natalicia, cómo sostendrán su legado, teniendo en cuenta que no es autor que fuera de sus fronteras comarcales campe con fuerza en listado alguno. Muros desvencijados, columnas rotas, techos caídos, persianas oblicuas por gravedad, óxido y cascotes por doquier. Eso es lo que contempla el atónito viajero, que no debiera estarlo tanto, sobre todo si lee la prensa y recuerda las disputas sobre residencias y obra escrita de autores como Vicente Aleixandre, Ángel González o Rafael Cansinos-Asséns, por poner sólo algún ejemplo reciente y escarnecedor. Es el consabido amor español (oficial y popular) por quienes crearon un patrimonio artístico con la más abundante de las herramientas con que se puede contar: la lengua castellana. La imagen está tomada en Arévalo, provincia de Ávila. Pura casualidad. Podría haberlo sido en cualquier rincón de este país nuestro tan volcado con la palabra.

Casa natal de Eulogio Florentino Sanz (Arévalo, Ávila, Castilla y León, España)
Abril, 2011 ----- Nikon d300

sábado, 30 de enero de 2016

UN REFERENTE PARA DIALOGAR Y PACTAR

Mal asunto, lo de negociar en este país. No sabemos. No tenemos experiencia. No hay referentes claros. Y los que existen, parecen no servir. En España, por tradición, tenemos más tendencia a imponer las ideas propias, que a pactarlas. No hay más que echar una ojeada somera a nuestra historia, bien triste y lamentable en tantos sentidos. La capacidad negociadora se limita a muy pocos casos, a muy pocos personajes dotados de tales artes. El resto, imposición: pronunciamientos personalistas, revoluciones descafeinadas, golpes de estado mesiánicos, asonadas cíclicas, guerras inciviles y posguerras de crueldad impune.

Con todo, tenemos un ejemplo reciente que ha sido de capital importancia en nuestro devenir, al que ahora se denuesta casi sin excepción, y que nos podría servir para calibrar fuerzas y tomar modelos con los que avanzar posición. Me refiero a cuanto se realizó en la Transición tras la muerte de Franco. En mi calidad de enseñante de la Historia, sigo sin saber por qué hay hoy este sospechoso olvido hacia el papel del rey Juan Carlos I y por qué parece haber una campaña orquestada para señalar más las imprecisiones y omisiones llevadas a cabo en esa transición que sus logros efectivos. Hasta lo que yo sé, lo que tuvo lugar entonces, no tiene parangón en nuestra historia. Con todos sus defectos, con todas sus flaquezas, con todas sus costuras a la vista, el sistema que se levantó con la Constitución de 1978 supuso el mayor ejemplo de diálogo que nuestros siglos vieron. No fue una constitución impuesta por unos contra otros, como las del XIX (con la excepción -relativa- de la 1876) o la anterior republicana (que si bien no fue exactamente impuesta, sí destilaba un rencor muy notable de unos contra otros; que fuera justificado, no invalida el argumento). Por contra en la constitución actual, tras intensísimas discusiones y debates, se realizó un encaje de bolillos de tal complejidad que sólo los muy avezados le pueden ver las puntadas. Pero de lo que no hay duda es de su probada utilidad como instrumento catalizador de nuestra modernidad más reciente.

Para crearse, hubieron de juntarse en la misma mesa epígonos del antiguo régimen franquista con comunistas de viejo  cuño, socialistas recién llegados y redefinidos con democristianos que creían perder el tren de unos tiempos que ya no eran suyos. Parecía imposible, no sólo por las diferencias de siempre, los rencores históricos, las desconfianzas mutuas, sino porque todo aquello tenía lugar en medio de una tensión que ahora los jóvenes no pueden entender bien, porque la mayor que han presenciado es el extravío de su móvil o el de su cargador cuando la batería reclama alimento. Aun así, se logró. Y la refrendó la casi totalidad de los españoles. Aquella constitución pudo convertirse así en la segunda más longeva de nuestra historia constitucional. Y, sí, hace falta reformarla con cierta urgencia, como todo edificio o vehículo de delicado diseño precisan mantenimiento para conservar su uso y adaptarse a las nuevas circunstancias. Pero entonces se dialogó, se pactó, se cedió. Y con ello, se lograron los años de mayor crecimiento y modernización que nuestro país recuerda en los últimos siglos.

Ahora, en cambio, cuando contemplo las actitudes mezquinas de nuestros líderes políticos actuales, temo que su enanismo de miras, su ausencia de perspectiva histórica, sus personalismos y sus incapacidades, hagan naufragar el barco que con tantas dificultades se botó hace poco más de 37 años.

viernes, 29 de enero de 2016

¿DÓNDE ESTÁ EL ALMA?



He aquí un buen ejemplo de lo que la fotografía puede hacer al seleccionar la realidad. La foto muestra una fachada de un edificio, unos soportales encima de un restaurante enfrente de uno de los mercados más famosos de Barcelona. A la derecha de lo que se observa en la imagen, pero ya fuera de cuadro, aparecía el resto del mensaje en otra tela blanca con idéntica tipografía: “ del Born”. Es decir, que lo que reivindicaba la pancarta era que el barrio del Born, con la nueva remodelación realizada en él, con el mercado y su conversión en zona museística-arqueológica, había perdido las esencias de lo que antaño tal vez mostrara. En cualquier caso, era una defensa de un pasado floreciente contraria a un presente modernizado o turistizado en exceso. Pero a mí ese mensaje me dejaba indiferente. Por lo menos, en ese contexto Y decidí recortarlo. La imagen resultante es la que el espectador tiene ante sí.

La pregunta planteada adquiere entonces una nueva dimensión. Ya no preguntamos por una esencia concreta de un barrio o de una época. Pasamos de lo particular a lo general. ¿Dónde está el alma? La pregunta es menos respondible, pero es más atractiva, da más juego. Cuando menos, a mis ojos, dado que puede dar lugar a una agradable conversación sobre los entresijos humanos que nos definen. O también, a una bastante bronca entre posturas maximalistas o fundamentalistas de por medio. He tenido de ambas. Aunque como yo no creo en alma alguna, pero albergo suficiente carga espiritual como para que no se me considere un bodoque materialista, me quedo con una respuesta más (o menos) científica, que el omnipresente y -ya- muy cargante Punset nos recuerda cada poco. O sea, que el alma está, caso de que esté, en el cerebro. Lo cual es un modo de sacudirse la pregunta, dejarla en el aire, no decir nada, y esperar a que alguien espabilado del tercer milenio intente la solución definitiva.

Fachada frente al Mercat del Born (Barcelona, Cataluña, España)
Enero, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

jueves, 28 de enero de 2016

RILKE INICIA EL PROCESO

Rilke me toma del brazo y me traspasa una inexplicable perturbación. Debajo, el abismo tras unas letras. Y el paisaje incompleto de un viaje hacia lo inalcanzado. Apenas nada más. Sólo sueño, y la memoria de su ejemplo, con paso seguro, fortalecido desde la duda y el peregrinaje eterno, digno. Sólo sueño y la memoria de la lectura, escribiendo ensimismado, y buscando y troceando aquel engarce sonoro tan perfecto como una pluma.

El sueño me ha arrancado de los mundos de los que huía. Desde una altura insospechada, todo es más grande e inexistente. Al bajar, la expresión de mi rostro impasible lamentaba el tiempo perdido en pensamientos acristalados por un perfume con deseos de gloria. Al llegar, sólo perturbación y el abismo tras unas letras. Como en un viaje absurdo e inmóvil, pero necesario.

Del libro inédito Prosas tristes, arias profanadas,1998

miércoles, 27 de enero de 2016

BUSCANDO LA ARAÑITA


En esta imagen, pasa como en la vida: por lo general nos dejamos impresionar por el brillo, pero lo importante está oculto, o se esconde en un primer vistazo. Es una imagen muy habitual en cualquier parque, jardín o bulevar. Después de la lluvia, sobre los setos, se aprecian las hojas mojadas, pero, si se va mirando con atención, a cada poco surge una constelación de gotitas que parecen suspendidas en el aire. Por lo común son gotitas (a veces son de rocío, no sólo lluvia reciente) que se adhieren a las finas telas de araña que, de otro modo, pasarían desapercibidas. En esto, el agua gasta una mala pasada a la araña, que quiere pasar inadvertida. Aun así, en un primer rastreo no se la localiza, pero está. Siempre está. Pero su inmovilidad y su capacidad de camuflaje obran a su favor y logran que no nos fijemos. A no ser que se tenga tiempo, ganas y una cierta práctica. Entonces sí, aparece. Diminuta, al acecho, aguardando. Sólo hay que tener paciencia. Ganas de ver y no sólo de mirar. Algo que hoy no abunda. Por eso no la vemos sino cuando ya es demasiado tarde. Por eso la realidad nos supera casi siempre.

Tela de araña en un arbusto en Argentat (Corrèze, Limousin, Francia)
Agosto, 2014 ----- Panasonic Lumix G6

martes, 26 de enero de 2016

IDEA PARA RELATO CORTO (1)

Trataría de mi encuentro con un mendigo de apariencia limpia y educada, que me pediría dinero para comer. Yo, como ese día no llevo prisa, quiero ponerle a prueba: le invito a comer lo que quiera, que yo le invito. Ante mi sorpresa, compruebo su alegría y su aceptación. Entramos a un bar con menú del día, y le pido uno para él. Yo me siento a su mesa, me tomo una cervecita y aprovecho para preguntarle por su vida, sus circunstancias, sus etcéteras. Él come con voracidad pero no sin educación, mientras me cuenta su peripecia vital que podría ser equis, perfectamente convincente y una de tantos dramas que hoy nos asolan. Bien. Yo considero perfectamente amortizada la inversión de la comida por todo lo que me cuenta, que podría utilizar con buen tino en mis relatos. Tanto es así, que  incluso al final le pago el billete para donde me dijo y, además, le doy 20 euros, ante los cuales su agradecimiento me parece de lo más sincero, tanto que me abruma. Pero yo me siento muy contento. Aquí podrían añadirse algunas reflexiones sobre mi egoísmo, mi insolidaridad pasada, mi arrepentimiento, etc. Promesas de contrición y de cambio. Decisión de contárselo a mi mejor amiga, que siempre me incriminaba mi actitud frente a los mendigos profesionales o incluso a los que vendían “Transeúntes” o “La farola”. La cito, y antes de que pueda contarle nada, me cuenta ella sus avatares últimos, su vida reciente. Yo le dejo contar, no tengo prisa. Pero cuando ya creo que me va a tocar a ti, me suelta un “A propósito, estarás contento, ¿no?”. Ante mi desconcierto, le pregunto con los ojos. “Sí, hombre. Tu teoría sobre que no hay mendigo bueno. Te habrás enterado de la detención de ese ladronzuelo que ha perfeccionado un nuevo método que ha revolucionado el mundillo de la delincuencia mezclando la mendicidad, el timo y la capacidad viajera”. Le respondo que no, lo cual es verdad absoluta, aunque un mal presentimiento ya me arrugará un poco la frente. “Pues es un señor [de procedencia X] a quien le encanta viajar, pero que, tras un problema con su empresa (una agencia de viajes), se dedica al timo usando una mendicidad muy creíble y unas dotes de actor muy notables para lograr comer, dormir, y viajar por todo el morro y, encima, no ser fácilmente localizable, pla, pla, pla, pla, pla. [La idea aquí es que no se cuente todo, sino sólo lo esencial, para que no mate todo el efecto final]. “Mi amiga seguía hablando, explicándome el caso, y yo de vez en cuando asentía para que viera que la seguía pero en mi interior una rojez vergonzosa me estaba enterrando por completo hasta asfixiarme. Tanto, que me levanté y me fui. Sin dar explicación alguna, por supuesto.”

Argumento de 22 de mayo de 1999

lunes, 25 de enero de 2016

NARCISO CONTEMPORÁNEO (EL HOMBRE DEL SELFIE PERFECTO)


En la era de los autorretratos con teléfono portátil (vulgo selfie de móvil), parece que nada nos sorprenda ya. Pero, sí, siempre hay alguien que nos hace fijar la mirada para confirmar que, en efecto, aquello que vemos es singular. Por ejemplo, el hombre de la imagen lo era, pues era alguien que buscaba la perfección en este tipo de imágenes.  Para ello, en primer lugar, se había provisto de un ego de dimensiones napoleónicas o como mínimo castristas. A continuación, se había atildado de forma tal que destacaba de la mayor parte de los turistas que infestábamos Barcelona estas navidades. Después, habría adquirido un aparato que hacía las veces de antena telescópica con autodisparador (vulgo palito de selfie) y a la par, de trípode. Provisto de todo ello, procedió en consecuencia para llevar a cabo la tarea para la que había dispuesto todas sus energías turísticas: el autorretrato perfecto. Así, todo aquel que circulara en ese momento por la Plaza Real pudo contemplar durante al menos veinte minutos las evoluciones de este solitario joven que, sin mirar a la concurrencia y profundamente concentrado, se dedicó a probar diferentes posturas, calibrar los mejores contrastes, modificar encuadres y paralajes y criticar sus propias gestualidades, hasta, al fin, poder dar por bueno el resultado final. Esto tendría lugar un buen rato más tarde de que fuera tomada este robado. Mientras abandonábamos la plaza, no pude por menos que hacerme una reflexión hipotética: si allí hacía lo que pudimos ver, ¿qué sería capaz de hacer este hombre en su propia casa, con tiempo, con espacio, con equipo?

Robado en la Plaza Real (Barcelona, Cataluña, España)
Enero, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

domingo, 24 de enero de 2016

HACE AÑOS, EN PARÍS, SENTADO EN UN BANCO

Como siempre, curo mis males físicos, mi malestar corporal, con algunas reflexiones que no son tales, al borde de un papel que se me antoja estrecho y que no reflejará sino parte mal remedada de lo que ocurre.

Estoy en las inmediaciones del centro G. Pompidou. Después de haber pasado toda la noche hablando sin parar con Óscar, mi compañero de habitación, mi cuerpo exhala quejidos tenues que reclaman atención después de casi 4 días de continuo ajetreo. Ahora el cansancio se cuela por entre las rendijas que mis pasos dejan sobre París, la bienamada.

Y, sin embargo, estoy lejos de sentir pena u otro sentimiento negativo. Como siempre, mi querido espíritu de la soledad voluntaria viene en ayuda de un cuerpo y de un pensamiento que no hallan motivos suficientes como para reposar del incansable, insufrible peso de las caminatas en busca de la huida de no sé bien qué y tampoco se me alcanza a perfilar hacia dónde.

Aquí donde todo circula al ritmo de unas cosas veloces que sería preciso ver a toda prisa o con suma calma, me detengo ahora, en esta tarde, para escribir al ritmo que me imponga el deseo. Suave, cadentemente.

Al lado, se ha sentado alguien que reparte sonrisas de una forma gratuita, y que en realidad se está riendo por dentro de los que en principio son los burladores de su exótica e inusual indumentaria de lana andina. Absortos ambos en la tarea de llevar a cabo bien nuestro trabajo, ahora no nos damos cuenta de que mucha gente nos mira, de que estamos en un banco público en el que no se hacen demasiadas cosas normales. El teje con su lana tricolor algo parecido a un gorro y, de cuando en cuando, comenta su faena con un amigo, esboza una sonrisa franca y toca un poco su caramillo del que no salen más que las mismas notas con que empezó hace rato.

Parece complacerse con las miradas de los demás y las sonrisas bienintencionadas de algunos -los más- y las malintencionadas de otros. Por mi parte, sigo escribiendo y observando. Pero poco a poco, y ante mi sorpresa, el ánimo se me aquieta, me relajo y el cielo se abre de luces y azules. Ahora también sonrío.

De mi Diario Personal (entrada del 28 de abril de 1989), inédito 


         

sábado, 23 de enero de 2016

REMANSO DE PAZ ESTIVAL


Cercanías de Conques (Aveyron, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2011 ----- Nikon d300

viernes, 22 de enero de 2016

HÉROES QUE ACABAN EXASPERÁNDOME (POR REACCIÓN)

Hoy iba a hablar de la reciente muerte de Michel Tournier, esta semana. De sus declaraciones poco antes de su fallecimiento, de lo que me sorprendieron y de lo que opino sobre ellas. Pero hoy,  recalo antes de cenar en un programa de televisión donde se habla de héroes. No trataba, claro, de los de Marvel o de personajes de películas muy taquilleras. No. El programa retrataba los casos de personas profesionales muy diversas y sin conexión entre ellos, salvo por un punto: decidieron no callarse cuando detectaron irregularidades graves en la gestión de sus ayuntamientos, juntas u otros organismos públicos. Todos ellos fueron injuriados, perseguidos, amenazados. Todos ellos perdieron sus empleos, a pesar de ser empleados públicos no dependientes en teoría de opiniones de cargos públicos. Todos ellos han visto cómo sus vidas se trastocaban hasta el extremo de que algunos hubieron de trasladar sus lugares de residencia. Todos aguantan el tirón frente a la cámara y hablan con una claridad pasmosa, excepto uno que en un punto concreto se derrumba y acaba llorando. Todos hacen gala de una dignidad admirable. La mayoría está en paro o con empleos muy por debajo de su cualificación profesional. Casi todos sus compañeros les hicieron el vacío, argumentando temores sobre perder empleos, dado que, argumentaban, con la dignidad no se come. Se sintieron solos, y, pese a todo, acabaron denunciando y todos ellos lograron que aquellos chanchullos fueran juzgados que se procesara a quienes acusaron. Algunos fueron condenados a penas menores, otros salieron de rositas. Pero a todos los denunciantes su postura les ha salido demasiado cara. La indignación y la impotencia que me genera ver eso me trastoca todos los planes. También evapora la opinión que había generado en los últimos tiempos, tras leer un libro de Miguel Ángel Revilla (Este país merece la pena) y otro del Gran Wyoming (No estamos solos). En ellos se hace un homenaje a muchos protagonistas anónimos que resisten, que llevan a cabo acciones, que se asocian, que protestan, que se mueven. Pero no, hoy no creo en eso. Hoy todo me parece un excremento húmedo, putrefacto e imperecedero. Y si además recuerdo los resultados de las últimas elecciones acabo pensando que no, que este país no vale  la pena, que no me extraña que demos grima a otros pueblos, que no son capaces de entender que la corrupción no sea ya una cuestión coyuntural, sino una esencia estructural que corre por nuestras venas. Y puedo concluir, además, que nos merecemos cuanto nos sodomicen una y otra vez, hasta el fin de los tiempos. Y lo siento: no admito argumentaciones en contra. Por lo menos, hoy.

AVISO A VISITANTES

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