jueves, 8 de mayo de 2014

¿CUMPLEAÑOS POR CUMPLIR AÑOS?


Cada vez que la Tierra da una vuelta alrededor del sol, coincidiendo con el mismo día que nacimos, celebramos el hecho con toda suerte de felicitaciones, parabienes, deseos de lo mejor, comilonas, regalos, agradecimientos, compras, etcétera. Excelente. Si todo eso nos produce placer, sea. Pero, en realidad, ¿por qué? ¿Porque se haya cumplido una circunvolución astral? ¿Porque hemos sobrevivido un año más en este valle de lágrimas? ¿Porque nos merecemos algún homenaje cada cierto tiempo que hemos establecido en un año? ¿Porque es conveniente renovar lazos con determinadas personas? ¿Porque nos agrada que quienes no se acuerdan nunca de nosotros lo hagan en ese día? ¿Porque lo hace todo el mundo, y no queremos parecer raros (o desagradecidos, que es peor)? ¿Porque cada cierto tiempo hay que renovar los proyectos y hacer balance, al modo en que se realiza en Nochevieja? No sabría responder con exactitud.


Pero este año he cumplido 51. La cifra no es baladí, pero tampoco tiene una estética que haga subir la bilirrubina. Cuando el año pasado cumplí 50, pensé que iba a tener una trascendencia. No sabía cuál. Sólo pensaba que tendría una; cualquiera. Incluso elaboré una lista de 50 tareas que llevar a cabo en los 50 (de la que sólo cumplí 16; ahí es nada). Esperaba una trascendencia, insisto, la que fuera. Sin embargo, no fue como esperaba. No llegó ninguna. Todo siguió igual, lo mismo que había sucedido cuando cumplí 30 y cuando hice lo propio con los 40. Porque en realidad, a mí cumplir años siempre me gustó o, en el peor de los casos, me dio igual hacerlo: seguía adelante, y no me detenía demasiado a mirar atrás; estaba muy ocupado haciendo algo como para detenerme a analizar mi edad o mi encaje en la misma. Curiosamente, al haber cumplido 51, este año me dio por pensar. Unas horas sólo, eso sí, porque aunque pensar me gusta, hacerlo sobre determinadas estupideces me parece poco práctico. Además, ha coincidido con la lectura -absolutamente azarosa, no programada- de un libro de Vicente Verdú, Señoras y señores. Impresiones desde los cincuenta, donde se trata de este tema en plan ensayístico profundo, pero ameno como en él es habitual; lo cual me ha quitado las ganas de pensar en la trascendencia de estos 51, amparado en las sonrisas que este autor me regala y en la emoción que quien mejor me quiere me procuró ayer con una foto tempranera en la distancia, que equivalió al mayor de los abrazos y al más cítrico de los besos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es como escucharte un ratito.
Me gusta leerte. PMM

Anónimo dijo...

Casualmente entré en tu blog y he leido algunas de las cosas que escribes, qué alegría saber que estás bien.
Abrazo. Luis

Eduardo Arias dijo...

Gracias, Luis. Imagino que seas el Luis de Oviedo. Si es así, un abrazo fuerte por el reencuuentro virtual

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