Todos conocíamos el diálogo que a diario se traían el agua de la cascada y las columnas del templo edificado en sus inmediaciones. Cuando construyeron dicho edificio a su lado, la cascada se sintió muy contenta, pues pensó que ya no se encontraría sola en su permanente caída. Pero su sorpresa fue creciente cuando comprobó que la altanería de aquellas columnas rígidas, estilizadas e imponentes, o no le dirigían la palabra desde su silencio granítico, o bien recibían las pullas de quien se considera superior. Así, las columnas aducían su superioridad en todos los niveles: belleza, construcción racional, resistencia, estatismo, solidez, y otros argumentos por el estilo. Las aguas de la cascada sólo podían replicar con el murmullo constante de sus aguas cayendo de continuo, consciente de no poder replicar tales ideas. Todos conocíamos el silencio humillado que emanaba del sonido de las aguas de aquella cascada. Todos sabíamos qué quería decir la cascada con su perenne borboteo.
Cuando sobrevino el terremoto, dos tercios de las columnas yacían en el suelo, fragmentadas por la violencia del temblor. La cascada también fue removida de su sitio, y desde entonces vierte sus aguas unos metros más al oeste. No notamos, en cambio, que su expresión hubiera variado apenas. Curiosamente, esa sinfonía de salpicaduras tenía ahora otro tono, y todos sabemos qué nos está diciendo la cascada con su inagotable discurso.
Cuando sobrevino el terremoto, dos tercios de las columnas yacían en el suelo, fragmentadas por la violencia del temblor. La cascada también fue removida de su sitio, y desde entonces vierte sus aguas unos metros más al oeste. No notamos, en cambio, que su expresión hubiera variado apenas. Curiosamente, esa sinfonía de salpicaduras tenía ahora otro tono, y todos sabemos qué nos está diciendo la cascada con su inagotable discurso.
4 comentarios:
Qué columnas mas altaneras,con lo bonito que seria para ellas poder aprovechar ese murmullo del agua al caer, las relajaria y podrian soportar mejor el peso que sostienen.
Al final, algunas están por los suelos y la cascada un poco desplazada y si se lo propone en su lenta caida puede ir desgastandolas poco a poco hasta derribarlas. M.T.
Por muy estilizadas, rígidas e imponentes que fueran las columnas, les faltaba algo que tenía la cascada, y que ellas jamás disfrutarían, la voz del murmullo del agua!
Besines:)
Magnífica metáfora sobre la soberbia, magnífica.
Das palabra a cada cosa por muy inanimada que sea, eso es lo que hace este blog especial.
Un beso! Excelente texto.
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