viernes, 11 de mayo de 2018

EL CASO DE FERNANDO ALONSO

Nunca me han gustado de verdad los deportes de grupo. El motivo no es igual que el que me hizo despreciar los juegos de azar, pero en esencia se trata de lo mismo: no me gusta depender. En un caso, del azar; en el otro, de los demás compañeros. Soy un individualista, ya lo sé. Tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Como todo. Pero a mí me compensan más las ventajas. De ahí que mi deporte/juego supremo sea el ajedrez. Pero ésa es otra historia.

Venía lo anterior a cuento de que Fernando Alonso acaba de ganar, después de muchos años, una carrera. Esto, que hace tiempo no constituía una noticia, ahora sí, después del calvario personal, escudería tras escudería, de los últimos años. Aceptando que el automovilismo sea un deporte, el caso del piloto asturiano demuestra bien a las claras que se trata de uno cuya dependencia de la tecnología y del trabajo en equipo es máxima. Por tanto, no contaría entre mis gustos o intereses. No obstante, he de confesar que durante unos años seguí sus evoluciones, circuito a circuito, campeonato a campeonato. La razón es que su caso, para mí, fue un ejemplo. De lo extraordinario. Y de la estupidez.

Nunca fui adepto, ya digo, al automovilismo. Pero me gustan mucho las peripecias personales de los deportistas, y de hecho las utilizo mucho en clase, para explicar conceptos éticos, psicológicos, vitales, etc. Y la de este ambicioso muchacho hizo mis delicias durante algunos años. Para resumir, lo que yo solía poner como ejemplo a mis alumnos era cómo unas cualidades extraordinarias (del tipo de Miguel Induráin en ciclismo, Rafa Nadal en tenis o Javier Fernández en patinaje sobre hielo), podían desarrollarse hasta lo máximo, ayudado por una ambición sin límites y una capacidad de sacrificio fuera de lo corriente. De hecho, sin existir en nuestro país tradición previa (como les pasó a Ángel Nieto en motociclismo o a Carolina Marín en badminton), Fernando Alonso logró no uno, sino dos campeonatos del mundo en una disciplina gobernada desde siempre por escuderías británicas, italianas o alemanas. Y en un equipo francés; estupendo, sí, pero no el mejor de esos años (ni a nivel técnico ni presupuestario). Resultaba admirable. Y, sí, lo fue.

Sin embargo, dos campeonatos mundiales, en situación de inferioridad técnica y presupuestara, compensadas por sus excepcionales capacidades para la conducción, no le quitaron el hambre de gloria. Quiso, pues, dar el salto a una escudería grande, desde donde asaltar el Olimpo para siempre, y desbancar a los grandes que en ese mundo habían sido. Fue una decisión legítima. Y hasta valiente. Pero fue una decisión estúpida. Porque lo que funciona, no se cambia. Y él se marchó cuando todo funcionaba a las mil maravillas. El calvario -impensable para nadie, es verdad- que ha sufrido este piloto sólo él lo sabe, pero también es verdad que todo partió de una muy mala decisión inicial. Por lo visto, ganar dos campeonatos del mundo con Renault (pájaro en mano), para él no tenía comparación alguna con la posibilidad de ganarlo con McLaren o Ferrari (ciento volando).

El hecho de que ahora, con un buen coche, un buen equipo y sus magníficas dotes de conducción intactas, haya obtenido un triunfo de nuevo, mueve a pensar que su perseverancia y su elevada autoestima no resultaron dañadas en el transcurso. También nos induce a plantearnos ucronías sobre lo que habría sido su trayectoria de haber tenido mejores condiciones a su servicio. Pero todo, todo, partió de una mala decisión, de la que es probable que con su carácter no se arrepienta nunca, pero que fue el origen de todo lo que vino después.

miércoles, 9 de mayo de 2018

A MÍ ME NACIERON AQUÍ


El monasterio se refleja en el agua caída la noche anterior. Las cúpulas invierten su gravedad y sus agujas apuntan hacia nosotros, amenazantes, acusadoras. El granito, reinante por doquier, nos señala Galicia como la zona donde se halla este grandioso recinto, que además de monacal, tiene funciones docentes y también litúrgicas. Se encuentra en una localidad que hace bastantes años fue importante nudo ferroviario del norte de España, pues en ella se dividían las vías provenientes de Madrid y la Meseta, en dos ramales: uno hacia La Coruña y Ferrol, y otro hacia Pontevedra y Vigo. En esta zona no llueve tanto como en otras partes más próximas al océano Atlántico, pero aun así lo hace con cierta asiduidad, como nos muestran esos charcos que nos reflejan la realidad al revés.

Esta imagen no es más que una excusa para deciros que a mí me nacieron en esta localidad de la provincia de Lugo. Y que si fue aquí, cabe señalar enseguida que podría haber sido en cualquier lugar de la península, pues mi padre trabajaba en una empresa que suministraba material a RENFE, y lo mismo podría haber nacido en Galapagar, que en Vitigudino o Palafrugell. Que fuera en esa ciudad concreta, fue producto de la casualidad. Como les pasa a la mayoría, que les traen al mundo donde cuadra, y no donde se elige. Por eso -entre otras muchas razones- deploro cualquier nacionalismo, lo cual no quiere decir que no respete amores por el terruño patrio. Que yo no los tenga, no significa que los demás no puedan sentirlos. Ahora, los nacionalismos, no; y cada vez más vómito me provocan. Que alguien atribuya más valor a su persona por haber sido traído al mundo en un lugar concreto, es una estupidez -cuando no una canallada- que ni me digno a discutir siquiera. Que alguien desprecie a los demás, por no haber tenido esa suerte, merece idéntica opinión de mi parte. Pero era una excusa, ya digo. El recinto se llama Colegio de Nuestra Señora de la Antigua. La ciudad, Monforte de Lemos.

Monforte de Lemos (Lugo, Galicia, España)
Diciembre, 2010 ----- Nikon D300

LA IMPRESIONANTE "PATRIA", DE FERNANDO ARAMBURU

Nunca me gustaron las modas. Ya desde pequeño, tuve reticencia a que se me marcara desde fuera lo que tenía que llevar puesto, la música que tenía que escuchar, el aparato que instalar, la película que ver, el libro que leer. No es que no incurriera nunca en ello. Humano soy, pero yo nunca me caractericé por “ir a la moda” en casi ningún aspecto. Siempre tardaba en hacerme con aquella prenda, con aquel disco, atender a aquel director, considerar a tal autor. Cuando pasaban las modas, llegaba yo. Más o menos. Ha habido quien me tachó de “clásico”. No les faltaba razón. Siempre me gustó apostar sobre seguro. Quizá porque no me gustó nunca perder el tiempo probando. Prefería acceder a las cosas cuando ya hubieran demostrado su utilidad, su calidad, su necesidad. Por eso, he leído tarde Patria, de Fernando Aramburu. Mi ejemplar muestra en su portada la etiqueta de 26ª edición, camino de su medio millón de ejemplares vendidos. Que se dice pronto.

Había leído dos libros de relatos suyos. Me gustaron bastante, sobre todo Los peces de la amargura. Pero no lograron que lo elevara a autor de referencia, ni a incluirlo en mis imprescindibles. En cambio, ahora, en el mínimo lapso de seis días, he devorado Patria. Lo he hecho a un ritmo frenético, para lo que en mí es habitual, que no leo novelas largas y leer más de una hora seguida me da problemas de espalda. No va a revolucionar la Historia de la Literatura española (pese a los premios recibidos, ni siquiera la vasca. Pero este guipuzcoano trasplantado a Alemania ha creado desde su lejana atalaya una obra espléndida.

Y lo es por varios motivos. En primer lugar, por la valentía de abordar el conflicto social del País Vasco con una objetividad que habrá escocido a unos y a otros. Es una de las primeras cosas que llama la atención. Hay buenos, y hay malos. Hay víctimas e indiferentes, y hay agresores y verdugos. Pero si unos muestran rasgos de mezquindad, los otros albergan también sentimientos nobles y generosos. De modo que ninguno de los nueve personajes principales es absolutamente bueno, ni tampoco pasaría por monstruo en ningún escaparate.

En segundo lugar, porque la división estructural de la novela, en pequeños capítulos de tres o cuatro páginas, que a veces prosiguen en el siguiente y otras son una isla que comunica con otras partes, consigue que la lectura sea muy ágil, que te arrastre hacia adelante sin notarse siquiera. En tercer lugar, porque los registros lingüísticos empleados dan un amplio panorama de cómo piensa la sociedad teniendo en cuenta que el lenguaje es un protagonista más en el conflicto vasco. Se usan palabras vascas, pero no con profusión, sino las suficientes para no resultar ni cargante ni impostado. También llama la atención el empleo de varias expresiones coloquiales, que se dejan incompletas, pero cuyo sentido se capta a la perfección. El esfuerzo en el manejo de la lengua castellana para intentar desenvolverse en todos los ámbitos en que se desarrolla la acción, es más que notable, porque -he ahí lo bueno- apenas se nota el trabajo de pulido, que de seguro habrá sido intenso.

Y en último lugar, porque los treinta años, grosso modo, por los que discurren estos personajes -con múltiples idas y venidas en el tiempo- nos muestran la esencia de lo que ha constituido el conflicto vasco en su realidad más cruda. Una realidad trufada de muertes, ideales, segregacionismo, odios, rencores, racismos, venganzas, exclusivismos, malentendidos, utopías, y sobre todo dolor por todas partes. Esos personajes se nos aparecen atormentados, doloridos, equivocados, tozudos, alimentando odios que se traspasan a la siguiente generación, pero también en su cotidiana complejidad de maridos, esposas, padres, madres, hijos, hijas, con sus divorcios, sus amores, sus sociedades gastronómicas. Y por encima de todos, ondeando sin disolverse: el omnipresente miedo. El mismo que dominó una una sociedad enferma, enquistada, encerrada en sí misma, donde los unos bregan hacia los otros, y los otros actúan contra esos unos, aunque por diferentes razones. Todos han salido perdiendo en ese conflicto. Y quien no quiera verlo, es que no tiene ojos o sensatez para captarlo. Aunque, eso sí, unos perdieron mucho más.

Patria me ha dicho muy pocas cosas que no supiera, tras más de medio siglo de noticias, acciones, palabras y opiniones en los que todos hemos llegado a hacernos una idea, más o menos sesgada de lo que ha supuesto el nocivo impacto del nacionalismo llevado a sus más suicidas e irracionales consecuencias, la más llamativa y conocida de las cuales ha sido el terrorismo de ETA. No he aprendido mucho. Pero el modo en que me lo ha expuesto me ha parecido soberbio.

martes, 8 de mayo de 2018

EL HOMBRE QUE REZABA


Este hombre entró solo en la catedral de Albi. No portaba maletín, ni libros, ni bolsa alguna. Pese a no ser el momento adecuado, pues el recinto estaba lleno de turistas arrobados por la exuberancia interior del templo, este hombre llegó, se sentó, inclinó la cabeza, y se puso a rezar. O eso parecía. También podía estar pensando, o meditando. Pero resultaba claro que no había entrado allí para contemplar bóvedas o esculturas. Estuvo así un buen rato. Yo, mientras recorría las naves y hurgaba el interior de las capillas, le vigilaba cada poco.

De pronto, frente al altar se colocaron dos filas de críos, que ocuparon dos escalones en el presbiterio. Frente a ellos, un hombre de barba, algo entrado en carnes, los alineaba con paciencia. Sus manos se movían rápidas, mientras intentaba que la voz no se escuchara más allá de unos pocos metros a su alrededor. Cuando los chicos estuvieron listos, dejó una carpeta sobre un asiento, levantó los brazos y miró hacia un lado: localicé a un clérigo que se encontraba sentado ante el teclado del órgano. A una señal de su cabeza, las notas del Ave Verum Corpus de Mozart comenzaron a desgranarse por el espacio. Las voces blancas siguieron obedientes los dictados del organista y de su director de coro. Fueron unos minutos deliciosos, que nos dejaron a todos pasmados. En ese lapso de tiempo dejé de estar pendiente del hombre que rezaba, o pensaba, o meditaba. Cuando volví a reparar en su presencia, me encontraba a pocos metros por detrás de él. Parecía abstraído, relajado, y su cabeza miraba a los niños con gran concentración. Fue cuando tomé esta imagen. Pero seguí caminando hacia adelante, hasta ponerme a su altura. Pude entonces mirar su cara. Humedecida por las lágrimas, que brillaban al contraluz de las vidrieras. Sonreía con una dulzura contagiosa.

Robado en la catedral de Albi (Tarn, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 1995 ----- Nikon F601

lunes, 7 de mayo de 2018

HOY CUMPLO AÑOS

Cuando a alguno de mis alumnos se le ocurre -bien en broma, bien en serio- aludir a lo viejo que soy, siempre le respondo del mismo modo. Le digo que “viejo, sí, por suerte”. A continuación, surge la pregunta que yo espero: “¿cómo que por suerte?”.  Y luego, desarrollo el breve argumento, que suele dejarles patidifusos, al menos unos instantes. Les digo: “Sí, por suerte. Porque si ahora tuviera lugar un terremoto o una inundación aquí en Asturias, y por desgracia muriéramos los dos, yo habría vivido muchos años, y tú sólo unos pocos”. Y aprovechando su desconcierto inicial, continúo. “Claro, porque yo he vivido más de 50 años, con mis alegrías (muchas más) y mis penas (muchas menos), he conocido muchas personas, paisajes, ciudades, literatos, artistas. Pero ¿tú? ¿Cuánto te ha dado tiempo a conocer?”. Por supuesto, se lo digo sin acritud, y siguiendo un guión que me conozco bien, pues lo escenifico todos los cursos alguna vez. Y siempre con una sonrisa cómplice, pícara e inclusiva... salvo en un caso que tuve hace años, que insistió algo más de lo habitual, y con desvergüenza inaceptable en un ternasco de la ESO, que reprimí como procedía y que no retomaré ahora, por su excepcionalidad.

Viene esto a cuento de que hoy cumplo años. En concreto, 55. Creo que es un número bonito. O al menos a mí me lo parece. Siempre que podamos atribuirle belleza a algo abstracto y matemático a la vez. Pero, sí, me parece uno de esos números a los que señalamos “redondez”. Otro año más, puntualmente, cada 7 de mayo. 

La edad es algo a lo que le damos por lo general demasiadas vueltas. Como tema de conversación, es imbatible, sin dejar de ser estéril; es uno de los más recurrentes, sin que se llegue a ninguna conclusión, como no sean las más tópicas. Lo que resulta más difícil es asumirla, comprender que tenemos un tiempo limitado y que por fortuna desconocemos su final. Ningún animal lo conoce, pero nosotros tenemos el inconveniente de que sabemos que hay un final. Es eso lo que más angustia la existencia. A mí, en cambio, me la alivia. La inmortalidad es la tortura más dolorosa que se le podría infligir a alguien. Y como no albergo idea alguna de trascendencia, tomo de la mano a los estoicos para aceptar mi condición humana sin desgarro ni exigencia infundada. Bebo también de los epicúreos para hacer del placer (en su más amplia acepción) el bien supremo, y aprovechar cada momento como si fuera el último. Claro que también se me entreveran las ideas de los escépticos creyendo que todo cuanto sé se basa sólo en mi experiencia subjetiva y que, por descontado, mis conocimientos podrían constituir un monumental mausoleo de errores. Me dará lo mismo: para cuando llegue el momento, espero estar lo suficientemente sereno como para que el terror no me invada ni me induzca a caer en incoherencias trascendentes o decisiones miedosas propias de ese momento final.

Aún aguardo la crisis de los 30, la de los 40 y la de los 50, que no se presentaron a la tópica cita. Por tanto, imagino que, conociéndome, no hayan querido gastar energía en balde, y que no hagan acto de presencia a estas alturas. Perderían el tiempo de manera miserable. Justo lo que yo intento no hacer cada día.

domingo, 6 de mayo de 2018

PARA IMAGINAR LA MÚSICA


Unas manos ante un piano, inmovilizadas por el artificio de la cámara, no nos indican la naturaleza del sonido que están produciendo al pulsar las teclas. A pesar de la lenta velocidad de obturación, al imprimir una suerte de movimiento difuso a la mano derecha, que parece llevar la iniciativa, no escuchamos nada. Debemos imaginar. 

Así, dependiendo de la naturaleza emocional del momento, podremos imaginar el texto abstracto que el pianista interpretaba entonces. Tal vez una alegre danza húngara de Brahms, puede que un triste nocturno de Chopin, un contrastado concierto de Beethoven, o un fragmento metafísico de Satie. O, también, puestos a imaginar ¿por qué no?, unas escalas jazzísticas basadas libremente en Bach, unos arpegios de soul norteamericano, o una interpretación para teclado de algún éxito contemporáneo de la guitarra de Carlos Santana.

Pero si la imaginación falla o nos resulta esquiva, también podemos recurrir al recuerdo personal, o al deseo íntimo. De tal modo, podremos escuchar lo que queramos. Sólo tenemos que concentrarnos en la imagen, cerrar los ojos a continuación, et voilà, brotará en nuestro interior el fragmento elegido. Y en color, además, para mayor deleite.

Manos de Francis García (Madrid, España)
Julio, 1995 ----- Nikon F601

sábado, 5 de mayo de 2018

TRAS EL DESAYUNO, ESTE SÁBADO

Ya los árboles del parque lucen sus hojas que me impiden contemplarlo a voluntad. El verde se impone cubierto del azul sorpresivo, iniciático. Las gaviotas y las urracas desayunan cada una como puede, encontrando, capturando, robando. Por la calle, nadie todavía (es demasiado pronto). Ni una gota de viento. Todo en calma. Todo por suceder. Todos los libros del mundo a mi disposición, aunque sólo pueda leer dos o tres a la vez. Todas las fotografías de mi archivo personal, solicitando mi atención. Dos o tres montañas de suplementos atrasados me recuerdan mi desidia. Algunos exámenes todavía por descifrar me indican a lo que dedico casi un tercio de mi existencia. El edificio, en absoluto silencio. Sólo se oye el zumbido monótono del ordenador, donde escaneo negativos antiguos. En la cadena, coloco un compacto con la obra más conocida de Vivaldi, aún no sé por qué. El salón se inunda de música descriptiva y de arpegios muchas veces escuchados. La imaginación se excita. Tecleo un relato corto. Tras una hora de zascandileo informático, me levanto. Como una manzana. Miro desde la terraza. Me hago algunas preguntas que no tienen respuesta individual. Pienso en lo que haría si no estuviese aquí. Pienso en lo que haría hoy si no estuviese solo. Pienso en lo que estarán haciendo aquellos que más quiero. Pienso en lo que tal vez suceda la semana pasada. Pienso. Regreso al salón, y ahora el sofá lector toma el relevo para acoger mi cuerpo. Conversaciones de una periodista argentina con veintiséis personalidades de las letras, las artes... Me imagino asistiendo desde un lado de la habitación a esas charlas, entreveradas de silencios. Me sonrío, de nuevo, fascinado ante la magia que procura un libro. Y continúo.

(Así comenzaba este sábado, hace unas horas. Tras el desayuno, tras las abluciones, tras el periódico del día.)

viernes, 4 de mayo de 2018

CUANDO NO HACE CALOR EN SEVILLA


A nadie se le oculta que la lluvia en Sevilla es una maravilla, pero cuando en esta ciudad luce el sol (lo que sucede la mayor parte del año) y no hace un calor inhumano (lo que puede suceder en invierno y en algunos días de primavera o de otoño), la maravilla se multiplica, porque la pureza de esos cielos intensos aliada con un patrimonio arquitectónico extraordinario, puede generar sensaciones deliciosas, como en pocos lugares se logra alcanzar.

Yo, por mis particulares aversiones ante los calores excesivos, voy conociendo el sur y el Mediterráneo, a base de vacaciones navideñas y en algunos casos semanasenteras. Por el verano, no se me ocurriría acercarme a estos lugares, pues podría morir en el intento, como casi ocurre un año que fui a Cádiz en julio. Pero 2018 comenzó sevillano, y con tiempo espléndido. Y así, el sur se va viniendo al norte, poco a poco, en forma de recuerdos, en forma de fotos, y con algunas palabras escritas tiempo después.

Plaza de España (Sevilla, Andalucía, España)
Enero, 2018 ----- Nikon D500

jueves, 3 de mayo de 2018

ASCO, HORROR, HARTAZGO

La silla vacía entre Cospedal y Soraya. La disolución forzosa de ETA, en modo propagandístico. La salida de la cárcel de un violador confeso, sin reinsertar. Los muertos por atentados terroristas de estos días. La tranquilidad de un juez que vota de un modo particular. La muerte de un pequeño, desconectado de la máquina que le unía a la imposible esperanza. La desvergüenza y el cinismo de que hacen gala cualquier político ante un micrófono, sea del partido que sea. Las disputas cainitas en cada uno de esas agrupaciones, por mantenerse en el poder. La isla de plástico que se acumula en el Índico. La confusión entre abuso sexual y violación que plantea la ley, o sus intérpretes, los jueces. La hostilidad europea hacia los refugiados de la guerra en Siria. El embrutecimiento de la mayoría por la ingesta masiva de deportes televisivos o series banales. La necesidad de escribir cualquier cosa para rellenar un espacio en un periódico. La pertinacia del serial catalán, sin visos de solución de ningún tipo. Las risas pueriles de los dos mandatarios coreanos jugando de la mano sobre una línea fronteriza. La muerte de quien más defendió la muerte digna en España. El hartazgo, el horror, el asco.

miércoles, 2 de mayo de 2018

EL CREPÚSCULO COMO REMEDIO


A veces, cuando todo en el día ha ido mal, cuando la desesperanza cunde, cuando hasta las conversaciones con los libros fallan, cuando la vergüenza por cuanto nos rodea nos impide respirar, cuando todo se adivina negro, cuando hasta el amor se antoja lejano (o en decadencia, o inexistente); a veces (sólo a veces) el crepúsculo acude en nuestra ayuda y nos permite redimir la existencia con una amalgama de colores que parece dispuesta para nuestro deleite, en exclusiva. Y a veces (es posible) respirar de nuevo, en la ilusión de que al día siguiente (quizá) todo cambie, todo sea diferente, y vivir no sea una carga insoportable. A veces.

Atardecer desde la playa de Riazor, en La Coruña (Galicia, España)
Septiembre, 2015 ----- iPhone 6 Plus

martes, 1 de mayo de 2018

LARGA CARTA AL JUEZ (MICRORRELATO)

Se acabó suicidando, sí. Pero desde que comenzó a escribir la larga carta al juez, hasta el día en que la terminó, pasaron muchas jornadas de escritura, de correcciones, de modificación del plan inicial, de nueva elección del tipo de letra, de compra del balduque y el lacre, de más correcciones, de introducción de nuevos temas y personajes, de correcciones infinitas y reduplicativas, etc. La causa de su suicidio tenía que ver con sus impotencias literarias. Publicada al poco por una editorial oportunista, la larga carta al juez se convirtió ese otoño en la obra más vendida, y traducida enseguida a más de una docena de lenguas. Pero se acabó suicidando, sí. Al final. Al principio.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

jueves, 26 de abril de 2018

LA EMOCIÓN DE ACCEDER A GRECIA, EN ITALIA


Cuando uno idealiza algo que aún no ha conocido por sí mismo en persona, siente que el momento en que se produzca el conocimiento real será algo muy delicado. Entrarán en juego demasiadas imágenes previas vistas en muchos medios, muchas sensaciones contradictorias, deseos postergados, exageraciones inevitables producidas por la admiración rendida y prolongada por los años, miedos ante la posible decepción, sublimados por el ansia tanto tiempo aplazada. Entran en juego muchas pulsiones diversas, cada una de las cuales juega a favor o en contra. Y sólo la realidad le sacará a uno de dudas sobre lo que ocurrirá ante el inevitable encuentro.

Al acceder al Valle dei Templi de Agrigento, en Italia, lo primero que se puede ver, a mano izquierda, sobre el promontorio más elevado del yacimiento, es el Templo de Hera (o de Juno, si se quiere). Se trata de un templo dóríco hexástilo, muy completo en su planta, pero del que aun así sólo se yerguen unas pocas columnas enteras con algún resto parcial de entablamento. No es la belleza más fascinante del arte griego, ni su piedra desprende los destellos más luminosos. Con todo, fue sentir su proximidad, y comprobar que, en efecto, al fin me hallaba en Grecia pese a hallarme en Italia, para que me desbordara la emoción por mis ojos, y llorase en silencio, agradecido al fin de poder contemplar los restos de lo que dos milenios y medio atrás, unos denodados colonos de Rodas construyeron con la fe más sincera y la mejor y más depurada de sus técnicas. 

Templo de Hera, en Agrigento (Sicilia, Italia)
Abril, 2018 ----- Nikon D500

miércoles, 25 de abril de 2018

LAS PREGUNTAS DE GREGORY STOCK (17)

Pregunta 45

Alguien muy cercano a usted está sufriendo, paralizado, y morirá en el lapso de un mes. Le ruega que usted le dé veneno para poder morir. ¿Se lo daría? ¿y se tratara de su padre?


Categóricamente y a priori, sí. Una vez en medio de tales circunstancias, ¿quién sabe cómo actuaría? Estoy completamente a favor de la eutanasia activa y pasiva, sea con mi padre, con mi madre o con quien fuera, con mayor énfasis si se trata de alguien a quien se quiere. Pero la experiencia de la vida me ha enseñado que una cosa es lo que se piensa en la teoría a lo que uno puede ejecutar en la práctica. De todas formas, el pequeño lapso de un mes acaso me retuviera la mano a la hora de practicar una muerte de la que a efectos penales yo sería el único responsable. Otra cosa sería si ese sufrimiento no tuviese visos de terminarse a corto o medio plazo.

Pd/ Los textos que responden a las cuestiones formuladas en El libro de las preguntas de Gregory Stock, fueron creados entre 1998 y 1999

martes, 24 de abril de 2018

A LA ENTRADA DEL JUZGADO


En Burdeos, en verano, con un nublado bochornoso impropio de la estación, tres niñas aguardan a la puerta del Ayuntamiento, impacientes. Como van vestidas de gala, impropias de su edad, y teniendo en cuenta que es sábado, lo más probable es que se trate de una boda. Seguramente, son las damas de honor de algún enlace que se va a producir en breve. Pero pasan los minutos, y sus rostros serios de desasosiego no auguran nada bueno. Parece que la situación, que debiera ser de alegría, se torna con lentitud en ansiedad. Las caras bien lo demuestran.

Al final, parece que llega la comitiva. Un coche, muy engalanado, con el padrino y la novia. Nos sorprende que llegue ella antes que el novio, que no se halla. Las caras de preocupación se nos contagian a quienes presenciamos la escena desde fuera. Tras largo rato, llega el novio, andando, bien vestido, aunque sudoroso, de la mano de quien parece su madre (o su futura suegra), que parece arrastrarle en su camino hacia adelante. Al final, se encuentran todos en la entrada del recinto. Las caras largas y las miradas que se cruzan no dejan lugar a dudas sobre los reproches que se lanzan. Las niñas no pueden reprimir su cansancio, y explotan. “Ya te vale... Ya nos advirtió mamá que no tenía nada claro que vinieras”, le espeta la mayor. “Jo, papá, dijiste que serías puntual”, suelta la mediana. “¿Me pongo a tu lado, papi?”, pregunta amorosamente la pequeña.

Robado en Burdeos (Gironde, Nueva Aquitania, Francia)
Julio, 2010 ----- Nikon D300

lunes, 23 de abril de 2018

LA INUTILIDAD DE LOS COMUNICADOS DE ETA

¿Pueden los fanáticos pedir perdón? Naturalmente que sí. ¿Resultarán creíbles sus disculpas? Es muy improbable que así sea. Por definición, el fanático y el psicópata comparten una carencia esencial: la falta de empatía; no son capaces ni de prever con anterioridad el dolor de la víctima, ni de valorar a posteriori el sufrimiento de sus allegados, que con frecuencia resulta imposible de asimilar.

Con todo, es posible que acumulando gestos positivos, insistiendo en el cambio de actitud, modificando la trayectoria vital de los asesinos, articulando algún tipo de reparaciones a las víctimas, con insistencia -y con tiempo-, se acabe pasando página, y dando paso a otra etapa, en la que la convivencia asfixiante dé paso a la convivencia difícil, y ésta a la tolerante por obligación.

El anuncio de ETA de su disolución para el mes de mayo suena al narcisismo más soberbio y petulante. Y su mensaje pidiendo perdón resulta poco creíble, tanto desde el tono, como porque se incardina en el mensaje de la disolución antedicho, que suena más a campaña de autopropaganda que a otra cosa. ETA parece no irse nunca de forma definitiva. Treguas, rupturas de la misma, derrota policial, cese de la violencia, entrega de armas, anuncio de disolución. Si de verdad se hubiera querido que fuera creíble todo este proceso, se habría hecho de un modo uniforme y conjunto mucho antes. Ahora, derrotada por completo la banda terrorista, todos estos mensajes ya dan igual. Resultan tan creíbles como si, encarcelado Donald Trump por sus desaguisados políticos, y privado en prisión de su móvil, declarara que ya no va a emitir más tuits groseros, incendiarios e improcedentes. Claro, no podría hacerlo. El caso de ETA es el mismo. Y aunque aún brote algún chispazo aislado -como en el denigrante episodio de Alsasua- ya no puede hacer el daño que hizo. Ha sido derrotada por el estado de Derecho. A estas alturas, el modo en que anuncian su disolución y sus tardías y parciales disculpas se nos dan una higa. Quiere decirse que nos importa un carajo lo que nos cuenten. Son gestos, sí, pero de cara a su propia galería.

domingo, 22 de abril de 2018

LA MENTIRA NECESARIA DE LAS FLORES PRIMAVERALES


Las flores y la primavera suelen ir a la par. No en todas las especies, por supuesto, pero sí en la mayoría. Contemplar las variaciones cromáticas que se nos muestran en los campos es una señal de que la vida resurge, de que seguimos vivos, tras la muerte aparente del invierno. Todo revive, sí. Las flores nos engañan de ese modo, mostrándonos sus mejores galas. Pero es porque ellas son nuevas, recién nacidas. Nosotros, no. Nosotros somos otra estación más viejos. Pero todo el mundo sabe que a los viejos nos gustan las mentiras. Y al ser humano -en general- también-. Bienvenidas sean, pues las mentiras que nos impulsan a proseguir.

En un jardín de Mojácar (Almería, Andalucía, España)
Marzo, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

viernes, 20 de abril de 2018

MI PALABRERÍO CANALLA (33)

COQUETERÍA: Arte de parecer mejor de lo que uno es ante otro/a, con vistas a la consecución de algún fin, logrado el cual se adopta una postura más acorde a la realidad, lo cual suele desilusionar mucho, obviamente.
CORÁN: Biblia mahometana, que al contrario que la judeo-cristiana, no es anónima (se la dictó Alá a Mahoma, pero éste no tuvo tiempo o ganas de escribirla) ni es un conjunto de libros (sólo es uno). En cuanto a su utilidad, posibilidades múltiples de interpretación y utilidad justificativa de cualquier atrocidad, suelen andar a la par, sin que los siglos de diferencia entre la redacción de la una y del otro parezca haber servido de mucho desde el punto de vista práctico.
CORNUDO: 1. Animal no humano provisto de un conjunto de cuernos que le sirven de tocado estético, de defensa, o como símbolo de poder. 2. Animal humano que porta social e imaginariamente una cornamenta, producto de la infidelidad de su cónyuge o pareja actual; no le sirven más que de oprobio y como motivo para que los demás lo escarnezcan con gran mofa y befa.
CORTESÍA: Amabilidad en el trato que no supone más que la puesta en práctica de la hipocresía (v.) aplicada al ámbito social; eso sí, ahorra un gran número de conflictos, pero a cambio de fomentar las iras de feministas, orgullosos y otros puristas.
CORRUPCIÓN: Conducta inexcusable para ser admitido en determinados círculos elevados de la política, las finanzas, la abogacía, el funcionariado, la empresa, la religión. No sé si me queda alguno...
CORTES: 1. Parlamento español, de antigua y modélica creación original, que tomó ese nombre de la cantidad de desplantes que los reyes les fueron haciendo a lo largo de los siglos. 2. Si se hacen con la manga, a la altura del codo, suponen gesto de desahogo y ofensa contra alguien, al cual se manda (simbólicamente, claro) a que le practiquen una sodomía sin vaselina, esto es, dolorosa y sangrante.
COSA: Cualquier cosa puede ser una cosa. De ahí que su cotización como vocablo esté muy capitidisminuida.
COSMOS: Antes, era lo opuesto al caos; hoy, después de Einstein y de saber lo que se cuece un poco más allá de donde nos alcanzaba la vista, ya no es algo que quede tan claro. Pero como la palabra es bonita, eso sí, pues se conserva, y todos tan amigos.
COSTUMBRES: Repeticiones mecánicas regulares de algunos conjuntos de acciones que cuentan con el refrendo social correspondiente; produce, según el talante del sujeto, tranquilidad liberadora de preocupaciones o un consistente e inquiridor desasosiego, dependiendo de que quien las experimente se deje llevar o, por el contrario, piense.
COTIDIANIDAD: Rutina diaria asumida que ha cauterizado cualquier asomo de autocrítica constructiva y que se prorroga in aeternum sin solución de continuidad.

Del libro inédito Palabrerío canalla1999

jueves, 19 de abril de 2018

LA LECTURA DE ANTONIO MACHADO


El profesor de francés sale del instituto, algo cansado. La edad no pasa en balde, y los recuerdos lo mortifican aún. La imagen de su amada, muerta en plena juventud, todavía le atormenta y lo llena de remordimientos. La lectura es su único consuelo. Las clases le agradan, pero leer es lo único que le mantiene vivo, porque alimenta su necesidad de escribir. Y así, arrellanado sobre el banco, el poeta sevillano, peregrino por las resecas tierras de España, de intensos cielos, lee versos parnasianos y simbolistas, que le traen imágenes de antaño. En Baeza, tierra caliente, de acento más próximo a su forma de hablar, se recompone de infortunios y pesares. Bulle en su interior la materia lávica de la que brotará su próximo libro. Solitario y estoico, Antonio Machado lee, recompone sus jirones, mientras aguarda la llegada del siguiente verso, para que él pueda continuar también.


Escultura de Antonio Machado en Baeza (Jaén, Andalucía, España)
Marzo, 2016 ----- Nikon D300

miércoles, 18 de abril de 2018

¡POR FIN ALGUIEN DEFIENDE A WOODY ALLEN!

La inquina de los mediocres es uno de los males de este mundo. Basta que alguien encuentre un resquicio en la vida privada de algún artista, cineasta, escritor, modisto, o cualquiera que tenga que ver con alguna faceta del Arte (e incluso del deporte), sea la que sea, para que intenten colarse de inmediato para juzgar (y condenar), tachar (sin recomponer), descalificar (sin probar), invalidar y reprobar (sin alternativa posible). Lo que mueve a quienes así actúan es la insoportable conciencia de la escasa validez propia frente a quien vale más en una faceta clave. Es la mala baba de quien nunca hará nada construyendo algo (sea lo que sea). Es la venganza -impulsiva o consciente, tanto da- de quien no puede admitir que alguien sea más, tenga más, cree más y enriquezca el mundo que nos ha tocado vivir con algo que antes no existía. Es decir, es el malestar por el bien ajeno: la envidia, en definitiva. Todos esos mediocres (de ambos sexos, por supuesto) son apologetas pertinaces de la envidia, el más estúpido de los llamados pecados capitales, porque no aporta nada bueno para el sujeto que lo lleva a cabo, y sí mucho mal para quien sea objeto de ella.

Viene esto a cuento, referido a la violentísima campaña que lleva sufriendo de forma directa Woody Allen en los últimos meses, por parte de quienes formaron parte de su entorno artístico directo: léase actores, actrices, guionistas, que reniegan de él con una actitud tan lamentable, que me ha producido grima, asco y mucha ira, he de confesar. Y lo traigo a colación hoy porque por fin (¡por fin!) una persona cabal ha dicho públicamente algo en su favor. Que tampoco es una apología que trascienda como la de Sócrates, ni una pieza literaria de alto fuste. Es sólo (¡sólo!) que alguien -Javier Bardem- ha dicho algo con el sentido común de quien es inteligente, agradecido y libre de prejuicios. Sin querer traspasar la presunción de inocencia que cualquier persona merece, el actor español ha venido a decir que la situación de esta persona es la misma que cuando hace unos años rodó con él una película (horrorosa, sí, pero eso no viene al caso). Es decir, que de las acusaciones que han vertido hacia él una de sus hijas directamente, e indirectamente su ex-mujer, no hay más que hace unos años. No se ha podido probar nada, y por tanto Woody Allen sigue siendo el que era: o sea, uno de los genios del cine del siglo XX, que debería haberse retirado hace años, más que nada, por envejecer con cierta dignidad.

Y si algún día lo juzgan y resulta condenado, no seré yo quien pida clemencia para él, antes al contrario: querría que, aunque viejecito, cumpliera íntegra su pena, porque pocas cosas hay más rastreras y deplorables que cualquier daño que se inflija a un menor, máxime si hay abuso sexual de por medio. Pero si eso llegare a suceder, tal situación no me impediría lo más mínimo volver a ver las veces que me apeteciera Manhattan, Delitos y faltas La rosa púrpura de El Cairo. Del mismo modo que sigo estremeciéndome ante los cuadros de Caravaggio, culpable de más de una muerte, o ante los esclavos de Miguel Ángel, cuya soberbia y mal genio no cabrían en una catedral, o ante las turbadoras e inquietantes imágenes que produjo el genio de una de las personas más insoportables  y mercantilistas que recuerdo: Salvador Dalí. Porque, como bien dice Vargas Llosa en una reciente entrevista, si no separamos la Ética del Arte (él hablaba de literatos, pero es igual), la expresión artística “no sólo quedaría muy diezmada, es que desaparecería... No tendría razón de ser”.

martes, 17 de abril de 2018

EL PUNTO DE VISTA DEL ENCUADRE


Hace unos meses, cuando uno pasaba cerca del pantano de Barrios de Luna, la desolación o la belleza acudían a uno, dependiendo de en qué aspecto se incidiera más. Yo procuro inclinarme por la segunda, siempre que sea posible, siempre que pese a todos los indicios brote el verde y la vida desde la tierra calcinada y muerta. Así lo vi yo en octubre del año pasado. Sólo hay que variar el punto de vista a la hora de encuadrar.

Fresno en las riberas resecas del Pantano de Barrios de Luna (León, Castilla y León, España)
Octubre, 2017 ----- Nikon D500

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