domingo, 11 de junio de 2017

ENIGMA CON TRES ELEMENTOS



Cuando tomé esta imagen, lo hice como tantas veces, por el mero encuadre que formaban la puerta, la niña y el perro. Cuando la revisé, capté que lo que esos tres elementos me inspiraban era misterio y perplejidad, aunque, si bien se mira, no hay relación entre ellos. El perro mira de frente, quieto y sin nerviosismo aparente, sin que sepamos bien qué atrapa su atención. Parece ajeno a su dueña, amarrado como está con la correa, que se pierde en el interior de la vivienda. ¿Aguardará con paciencia infinita el inicio del paseo matinal? ¿Habrá divisado otro animal que ponga en entredicho su territorio; acaso una pareja potencial? ¿O bien su hastío habrá rebosado los límites de lo que podría ser una rebelión puntual y bien ladrada? No lo sabemos. Sólo captamos su estoica espera, bien asentada sobre sus cuartos traseros. Por su parte, la puerta ejerce de línea divisoria entre dos mundos que se nos muestran desconocidos e inquietantes. La niña, en cambio, no aparece sino de forma parcial, sólo nos la sugiere, porque su cabeza, vuelta hacia el zaguán, parece mirar o aguardar algo. ¿Acaso la llegada del papá o la mamá que acompañen en el paseo? ¿Quizá está oliendo el aroma a magdalenas que acaba de hornear la abuela? ¿Tal vez una discusión conyugal que está retrasando la salida, y contrae su rostro en un amago de llanto? No sabemos nada. Intuimos (¡qué remedio!). No indagamos (no podemos hacerlo). Imaginamos (no queda otra). Y con eso damos un paso adelante que nos hace contemplar la escena de forma conjunta. Pero el significado posible cambia a cada centímetro que nos movamos. Aunque también puede ser que uno posea demasiada imaginación y disponga de demasiado tiempo libre, en comparación con el resto de los mortales. Todo puede ser. Y no lo sabremos nunca.

En Llanes (Asturias, España)
Octubre, 2016 ----- Nikon D500

sábado, 10 de junio de 2017

DOS GITANOS MODÉLICOS

Los periódicos locales siempre me parecieron una mandanga, en general, y algunos especialmente en particular. Hoy, donde viven mis padres, mientras caminaba cerca de la universidad, encontré un ejemplar en el suelo del Diario de León. Me sigue pareciendo la mandanga de siempre. Pero una noticia destacada en la parte superior me lo redime unos instantes, porque me alegra el día de un modo inesperado. La noticia reza así, antes de remitir a las páginas interiores: “El primer gitano de matrícula de honor. José García es alumno del IES García Bellido”. Y, sin poderlo evitar, me viene a la memoria de inmediato una alumna mía de hace diez años, Olga Heredia Montoya, que en 2007 obtuvo un premio de una fundación asturiana por haber concluido el bachillerato, y por su esfuerzo personal.

Hablamos de una trayectoria contra corriente. En ambos casos, contra una cultura que no se integra en lo esencial, seamos claros (ellos dirán que los discriminamos nosotros, pero yo llevo dando clase a gitanos muchos años, me llevo muy bien con ellos, y sé de lo que hablo). En ambos casos, tendrán que haber sorteado tantas burlas, tantas presiones, tantas tentaciones de abandonar. Y, sin embargo, ambos, con la inestimable e imprescindible ayuda de sus padres (sin los que nada de eso habría sido posible), habrán sorteado vientos, mareas, tempestades, tornados y huracanes, para lograr sacar adelante sus sueños. Es tan admirable y tan atípico lo que ambos lograron que es muy difícil de comunicar. En un caso, el de mi alumna, porque lo consigue a pesar de ser mujer. Y el “a pesar de” no hace falta que lo explique, a poco que se sepa algo del machismo de la cultura gitana. En el caso del chico, porque ha sido la única matrícula de honor en 2º de Bachillerato en un instituto en el que todos sus compañeros son payos. Ambos quisieron, ambos pudieron, ambos lo lograron. Vaya desde aquí mi enhorabuena más entusiasta y mi felicitación más gigantesca. Son un ejemplo maravilloso de espejo en el que todos deberíamos mirarnos de cuando en vez.

jueves, 8 de junio de 2017

LA INHUMANIDAD MONOTEÍSTA (TOMADA AL PIE DE LA LETRA)


La mejor prueba de que la religión judía y la cristiana son absolutamente inhumanas e inasumibles no es única, sino doble. La primera, ya valdría para invalidar todo lo demás. Reside en su primer mandamiento, válido para ambas religiones, pues la segunda brota de la primera. Dicha prescripción reza así: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”. Es decir que el primer requisito para ser un buen judío o un buen cristiano es que el amor a Dios lo sobrepuje todo, incluidos todos los seres queridos. Colocándolo en primer lugar, quienes idearon esta religión tenían muy clara la sumisión que pretendían. Todo lo demás sobra, si nos atenemos al pie de la letra de este mandamiento. Entenderemos, pues, que nadie (con la excepción de los fanáticos descerebrados) podrá cumplirla sensu stricto al completo: nadie ama más a Dios -por muy religioso que se sea- que a sus padres, a sus hijos, a sus tierras, a sus animales. A no ser, claro, que se sea un fanático maximalista, de los que vemos muchos en los últimos tiempos; si bien de otra religión, la musulmana, que también es monoteísta (¡qué casualidad!).


Decía al principio que la prueba era doble, pero en realidad son muchísimas. Esta que presento a continuación sería una de ellas. Desde que el cristianismo tuvo un carácter oficial, lejos ya de las persecuciones, proyectó sus ideas, sus valores de un modo didáctico, en forma de esculturas y pinturas. Uno de los temas más recurrentes a lo largo de la historia del arte cristiano es el episodio en el que Dios pone a prueba a un hombre, para verificar si su fe está a la altura de las expectativas creadas. A tal efecto, le ordena realizar un sacrificio humano, en la figura de su propio hijo. Pese a su dolor, íntimo e inenarrable, acata la orden y se dispone a hacerlo, es decir, a descargar la cuchillada que acabaría con el chico. En el último momento, Dios lo libera de tal responsabilidad, pues su fe ha quedado probada. Es la conocida historia del sacrificio de Isaac  -no consumado-, a manos de su padre Abraham. Conviene hacer notar que como Dios es omnisciente, dicha prueba sobraba, pues ya sabría de la calidad fidedigna del creyente; y como Dios es omnipotente, no cabe que perdiera el tiempo en esas tonterías probatorias. ¿Por qué, pues, la abundancia de este tema en la iconografía cristiana? Porque el episodio es uno de los que con más contundencia muestra lo que hay que hacer para cumplir con el primer mandamiento: Dios, por encima de un hijo. Seguro que algún caso se ha dado en la historia de la humanidad, pero el porcentaje no superará las milésimas por ciento -los fanáticos referidos-. Entonces, ¿queda probada la inhumanidad de estas religiones, la imposibilidad de asumirlas a nivel global? Y si queda probada, quienes las siguen y son considerados buenos judíos o buenos cristianos ¿sólo la seguirán parcialmente? Y si la siguen parcialmente (quienes la sigan), ¿obtendrán post mortem sólo un premio parcial? Son preguntas, sólo preguntas.

Portada del Cordero, en la Basílica de S. Isidoro (León, Castilla y León, España)
Diciembre, 2007 ----- Nikon D100

miércoles, 7 de junio de 2017

HEINE DESTRUYE SUS MEMORIAS

Me encanta, antes de entrar en la materia pulposa de un libro, leerme la introducción, si la tuviere. Lo hago no con afán de intentar entender con datos apriorísticos la obra en sí, sino por un motivo más morboso y utilitarista: abundar en los datos biográficos de su autor o autora. De esa rebusca siempre encuentro alguna carnaza que aprisionar entre mis neuronas hambrientas, algún elemento que aprehender como posible referencia emuladora o, como en esta ocasión, sorpresas que de tan fuertes me impulsan a plasmarlas aquí por escrito, para que no haya lugar a pérdida o tergiversación.

Leo una introducción a un librito que me tentó por la mañana. Un autor desconocido y virgen para mí: Heinrich Heine, pero que según parece es una de las glorias de la lengua alemana. Se titula Memorias del señor Schnabelewopski. De entre los tópicos y cosas interesantes, algo me noquea. Los abultados volúmenes de Memorias que llevaba escritos son destruidos por el propio Heine, al recibir la visita de su primo, hijo de su principal valedor económico, el tío Salomon, que acaba de morir. Aquél le ruega que no publique nada contra su familia. La introducción no aclara más en este punto que "Heine destruye las Memorias". Y luego, que "Arrepentido de haber destruido sus Memorias, empieza a escribirlas de nuevo, y entrega el manuscrito a su amigo y abogado..."

¿No es como para quedar atónito, sin respiración? A mayor abundamiento, cabe destacar el hecho de que este corrosivo y comprometido escritor había comenzado su redacción a edad temprana, desde muy principios de su tercera década, o sea, con veintipocos años. ¿No es sorprendente? De una forma doble. Por un lado, el hecho de escribir unas memorias siendo tan joven, lo que fuerza a suponer que serían el equivalente a un diario. Por otro, que una labor tan íntima e ingente se volatilice de inmediato, y encima por injerencias externas. Puedo comprenderlo todo, al fin y al cabo yo estudié Historia, pero no puedo sino lamentarlo; ni su destrucción, ni la falta de anticipación que no es capaz de prever que en algún momento de su futuro inmediato se acabaría arrepintiendo, como resultaba bien fácil predecir. Ahora bien, reescribirlas de nuevo -y dárselas a un abogado para que las custodie, y evitar de ese modo otra tentación destructora- ¿no presenta un tinte sobrehumano, titánico, que uno se resiste a creer? ¡Qué espíritu el de quien tal hiciera! Heinrich Heine, gloria de las letras alemanas.

En el diario inédito Instantes intestinos e inconstantes, entrada de 18 de julio de 1997

martes, 6 de junio de 2017

BELLOS Y TONTOS (TEMPORALMENTE, QUEREMOS IMAGINAR)


Uno puede ser joven, guapo, encantador, y comportarse como un perfecto imbécil. Las causas pueden ser variadas: estar en grupo y tener-que-cumplir-un-papel-concreto, estar borracho o drogado, ser en realidad un perfecto imbécil, verse obligado por convencionalismos de costumbres sociales, o también hallarse bajo los influjos endorfínicos y dopantes del amor . Este es el caso que nos ocupa hoy.

Los dos chicos eran jóvenes, con un tipo estupendo, bellos cada uno en su nivel, y parecían encantadores (esto, a una distancia de 15 ó 20 metros, que luego ya se sabe que las cercanías lo enturbian todo con el mayor detalle disponible). Se hallaban en Toulouse, Francia, en uno de los parques más grandes de la ciudad, siendo objeto del tradicional reportaje fotográfico de boda que llevaban a cabo dos profesionales, que no salen en la escena por motivos obvios. Porque los protagonistas son ellos. Ellos en su belleza, en su desinhibición, en su estupidez temporal. Inducidos por el fotógrafo, y sin mostrar vergüenza alguna ni sentido del ridículo de ningún tipo, pasearon de la mano, se miraron, se besaron, se hicieron carantoñas y posaron ante la cámara de variadas formas, en algún caso inverosímiles, forzadas y ridículas. Pero nada de eso afectaba a la felicidad de la pareja, que aceptaron con ovina sumisión cuanto les marcaba el retratista.


Como yo andaba por allí en ese momento, coincidimos durante un rato, y aproveché para dejar constancia gráfica de lo que digo. Lo hice desde la distancia que permite un zoom 70-300 mm, pero si me hubiera acercado más, seguro que tampoco se habrían percatado de mi presencia (al menos, ellos dos). He de comentar, no obstante, que por prudencia autocensora, he omitido otras tomas bastante más indicativas de la tontería del instante. Con todo, seguro que nos podemos hacer una idea bastante aproximada de lo que cuento. Sobre todo, porque todos -o casi- hemos hecho el imbécil de semejante forma alguna vez. O más de una, en los peores casos.

Toulouse, Parque Grand Rond (Haute Garonne, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2011 ----- Nikon, D300

lunes, 5 de junio de 2017

LÁGRIMAS FINALES (MICRORRELATO)

Durante apenas un instante, alzó la vista al cielo. Buscó en su memoria una oración de sus tiempos mozos. No pudo recordar ninguna, pero murmuró algunas palabras. Mientras lo hacía, culebreó por su cuerpo la sensación del llanto, que trató de contener, poseído de una incontenible vergüenza. Pero aun así, a pesar del ímprobo esfuerzo por mirar al frente con orgullo, sin un pestañeo, al final dos lágrimas recorrieron sus mejillas. Se derramaron un segundo antes del estampido seco, casi uniforme, de la descarga del pelotón. Su último pensamiento fue el deseo de que nadie las hubiera visto. Inexplicablemente, le fue concedido. La tierra del patio amortajó su rostro al caer.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

domingo, 4 de junio de 2017

LA ASOMBROSA MODERNIDAD DEL PERICH


Hace años, yo adoraba al Perich. Se trataba de un dibujante barcelonés, cuyas viñetas tenían la rara cualidad de decir (como los grandes) mucho con pocos rasgos, pocas palabras, poca cantidad. En clases de Ética y de Tutoría he trabajado muchísimo su obra. Una tarde de febrero, cuando volvía desde Asturias a León, en uno de mis habituales viajes para ver a mis padres, la radio difundió la noticia: había muerto el Perich. Sin saber por qué, se me saltaron las lágrimas mientras conducía. Hube de parar en un área cercana. Moría muy joven. Moría con la misma edad que yo acabo de cumplir hace un mes: 54. Creo que es pronto para morir; aun en 1995, que fue el año en que sucedió lo que estoy contando. Y creo, por añadidura, que es pronto para que los genios mueran. Él lo fue en lo suyo, por eso me dolió tanto su desaparición.

Hace años, yo adoraba al Perich. Hoy, he vuelto a él, porque en un artículo que estaba leyendo se le mencionaba. Al acabar, cogí uno de sus libros, y me puse a mirar sus viñetas tremendas de intuición, claridad, contundencia y coraje. Me sorprendió la modernidad de todo cuanto decía. Me chocó comprobar que si colocáramos viñetas de entonces en noticias de hoy, no habrían perdido ni un ápice de actualidad, ni un gramo de su intensa calidad. Ved, si no, este ejemplo extraído de Google imágenes -cómo no-. Y captad su extraordinaria capacidad de penetración, que llega hasta el punto de la sutileza de la coma, que da todo el sentido a la pancarta que exhibe el peticionario.

Hoy, al leer algunos datos de su biografía, he descubierto la curiosa coincidencia entre los años con que muere y los que yo tengo ahora mismo, que he vuelto a releer su obra. He aprendido además que fue el traductor de los cómics franceses de Pilote (Astérix, El teniente Blueberry y Aquiles Talón), lo que lo enaltece más aún en mis altares personales. ¡Cómo no imaginar cuanto nos privó su muerte! Hace años, yo adoraba al Perich. Hoy, le adoro más aún. ¡Cómo no añorarle! 

sábado, 3 de junio de 2017

MI PALABRERÍO CANALLA (21)

BURGUÉS/A: Preclaro/a vividor/a que ha penetrado en lo más profundo del alma  humana y habiéndose dado cuenta de cómo estaba el patio, decidió dejar de hacer el primo y apuntarse al lado de los que cortan el bacalao, o por mejor decir, los que sacan tajada. No sé si me explico con suficiencia.
BURLA: Broma jocosa con tintes de crueldad que busca ridiculizar algo de alguien o a alguien con algo. De cualquiera de las dos formas, lo que está muy claro es que ejercita la selección natural de las especies a las mil maravillas, como mandan los cánones y ya descubriera el patriarca Job. O, no sé, a lo mejor no fue Job, sino otro. En fin, ¿qué más da?
CÁBALA: Conjunto de teorías de ingenuidad rayana en lo inefable. Pretendían lograr el conocimiento de Dios a través del estudio de las manifestaciones escritas sobre dicho ser, e incluso, obtener su poder pronunciando su nombre mágico. En el fondo, lo que les hubiera gustado a los cabalistas hubiera sido ser califas en lugar del califa. Y con eso se explica todo.
CABALLO: Noble animal de elegancia soberbia (hasta defecar lo hace con gesto fino y en formas agrupadas). Pese a que algún literato sabio los elevó a la máxima categoría civilizadora onomatopeyizando su nombre, tuvo la mala suerte de que el depredador de depredadores se fijase en él; su tradicional debilidad de carácter logró que se tragaran las promesas de aquél. El resto de la domesticación es historia conocida.
CABEZA: Si es de alfiler, podremos decir que es pequeña; si es de ajo, maloliente; si de puente, innecesaria; si de turco, propiciatoria; si de chorlito, pues ya se sabe; si no se levanta, es que chungo, chungo; si se pierde, malo, malo; y si se tiene a pájaros, pues... ¿por dónde andaba?
CABEZA RAPADA: Espécimen de humano que gusta de pelarse el cuero cabelludo al cero con la pretensión de mostrar el cerebro que tiene, cuya atrofia le produce complejos, y también por su escaso uso, concentrado en enviar a los músculos órdenes poco discriminadas de agresión gratuita, y en preocuparse por el lustre de los cadenajes que portan y que simulan el brillo personal del que se sienten tan huérfanos.
CACIQUE: Personaje dominador de un territorio, a veces simpaticón, de ideología política mudable y pragmática, prevaricador, generador de clientelismos utilitaristas, usuario de derechos de pernada y otras suculencias, que desarrollaba en la zona bajo su poder, en la cual mandaba más que el papa en Roma, con lo que ya queda dicho casi todo.
CACIQUISMO: Forma de subvertir y amañar el funcionamiento de las elecciones en la España de la Restauración alfonsina, gracias a un engrasado y rentable mecanismo de transmisión que arrancaba del gobierno, pasaba por el gobernador civil de la provincia y se ramificaba a los distintos caciques (v.) de la misma. No se gastaba apenas en recuentos y se ahorraba muchísimo tiempo. Requería una alternancia pactada entre dos partidos, mucho analfabetismo y un carácter ovino, masoquista y aquiescente a prueba de comparación con el ruso, o con el polaco, si me apuran.
CAFÉ: Bebida estimulante de extraordinario sabor (si se la edulcora) que quienes no requieren de estímulos pueden añadirle otras bebidas espiritosas quemadas levemente para formar el carajillo, que es la bebida más equilibrada y excelsa que existe, porque lo que un ingrediente activa, lo aplaca el otro, y viceversa.
CALABOZO: Residencia lúgubre y reducida, pensada para retirar de la circulación a quienes no son bien vistos, bien por el sistema o por quien manda en él, que para el caso es lo mismo; hasta que se crearon, la condición de los presos era realmente escalofriante a más de breve (las mazmorras eran muchísimo peores); en comparación, con aquéllas, los calabozos son jauja; y es que el ser humano necesita un techo donde poder cobijarse, independientemente de su condición y merecimientos...

Del libro inédito Palabrerío canalla, 1999

viernes, 2 de junio de 2017

EL PESO DE LA VANIDAD


Esta imagen muestra parte de la fachada de la casa natal de un poeta en su localidad natal, Arévalo, en la provincia de Ávila. Del estado desvencijado de la misma no cabe apuntar nada (y eso que se encuentra en plena Plaza del Real grande y concurrida, pues en ella se ubica el Ayuntamiento), pues habla por sí misma. La lápida es una muestra de lo que llamamos orgullo local. Tiene su lógica, aunque se base en los sentimientos. Un señor nace en un sitio, tiene alguna relevancia en un momento, y los que nacen en el mismo lugar se creen -ingenuidad, obliga- que participan algo de sus capacidades y que sus logros les afectan directamente a ellos. Es una estupidez, claro; un absurdo. Pero uno lo entiende y tampoco hace gala de crueldad militante, como hizo el Périch -q.e.p.d.- (en una viñeta memorable decía no entender por qué en una localidad de 3.000 habitantes se ufanaran del éxito de uno ellos, pero no se condolieran del fracaso o la mediocridad de los 2.999 restantes). Por supuesto, a este poeta y dramaturgo no lo recuerda nadie, ni siquiera en su pueblo, pero parece que en el momento de la colocación de ese texto -1930- sí; aunque también pudo suceder que se beneficiara de la necesidad municipal de insuflar orgullo patrio en un momento concreto (las palabras “gloria” e “insigne” así lo indican).


Esto viene a cuento del tema de la vanidad, que me ha sobrevenido hoy, mientras iniciaba la última entrega del diario de José Luis García Martín, El arte de quedarse solo. En la p. 30, dice: “Me gusta tomarme a broma mi vanidad, una de las pocas cosas que tengo en común con el resto del mundo. De sobra sé que la regla general es que a un escritor, después de muerto, le harán todavía menos caso que cuando estaba vivo. Pero toda regla tiene sus excepciones. Y yo confío en ser una de ellas. Aunque si me equivoco, tampoco pasa nada. No me voy a enterar”. A Martín le va a pasar como al vate arevalense, sólo que él, lúcido en su paradoja del sí-pero-no-aunque-igual-sí, sabe que, en realidad será que no. Triste destino, en fin, para la inmensa mayoría de los escritores que en el mundo han sido, son y seguiremos siendo.

En Arévalo (Ávila, Castilla y León, España)
Abril, 2011 ----- Nikon D300

jueves, 1 de junio de 2017

HER, O EL AMOR AL SISTEMA OPERATIVO

He vuelto a ver Her, la película de Spike Jonze, en la que el personaje de Joaquin Phoenix se enamora de un nuevo sistema operativo (OS), que adquiere propiedades humanas y tiene capacidad de evolución, tanto intelectual como emocional. Cuando la vi en el cine, me pareció igualmente buena, pero se me aparecía más como un episodio largo de la excelente serie británica Black mirror, donde se nos dibuja un panorama sombrío sobre la influencia e importancia que las nuevas tecnologías van acaparando en nuestras vidas. Pero ahora, viéndola en el televisor, con la posibilidad de parar la reproducción, retroceder, analizar ciertas frases, estudiar mejor los gestos, y calibrar con más detalle las emociones del protagonista humano (pero también las muy logradas inflexiones de voz de la “protagonista” femenina -con la sensual voz de Scarlett Johansson-), con todo eso, digo, los matices han agigantado lo que se nos plantea en esta no tan novedosa cinta.
Por un lado, no es un simple capricho que Theodor se enamore de una voz (ni siquiera de una voz, puesto que se trata de un programa informático avanzado), sino que lo que en él surge es verdadero amor. Con todas sus fases. Desconcierto inicial, pensamiento constante hacia el objeto amado (aquí no cabría la palabra “sujeto”), sobreexcitación progresiva, deseo físico, alegría generalizada, placer inmenso; amor, en definitiva. Máxime si, como se puede apreciar, es correspondido. No es un capricho. Es amor verdadero. Otra cuestión es por qué este hombre sensible, culto, delicado, con una sociabilidad aceptable, acaba enamorándose de un sistema operativo, tras una serie de fracasos sentimentales, incluido el de su matrimonio. Pero de que se trata de amor no cabe duda.
Por otro, lo que contemplamos en la película es la evolución de ese amor, desde la sorpresa inicial, el progresivo crecimiento de los sentimientos y del bienestar, hasta la posterior ruptura. Es un esquema clásico, sin paliativos. Lo que nos descoloca, al menos en los inicios, es que se enamore no de un congénere, sino de un programa de software.
Y esto puede darse porque dicho programa piensa y siente como una persona, aun no siéndolo. Pero pese a ello, no le preocupa al protagonista convertirla en objeto de sus atenciones, de su tiempo, incluso de sus deseos. La razón es sencilla: el ser humano sólo necesita interactuar a nivel comunicativo. Lo de los cuerpos es necesario, sí, pero relativo. La prueba la tenemos en el éxito de las redes sociales, de los programas de chat, de las compras por la red, donde el contacto social no es presencial, no es físico, pero la comunicación se da. Y si se produce el contacto comunicativo, lo demás se da por añadidura. O no se da, pero compensa de sobra la alternativa. Y la alternativa es terrorífica: es la soledad más atroz.
De modo que me he sentido profundamente conmovido por este personaje, cuya soledad y monotonía vital son tan lacerantes, que se siente impulsado a una experiencia única, a la que no vemos, sin embargo, como algo lejano o imposible. Me he sentido muy próximo a su peripecia y he comprendido todas y cada una de sus reacciones. Y por un par de horas, yo también he sido Theodore Twombly.

miércoles, 31 de mayo de 2017

HUYENDO DE LA QUEMA


El motorista huye de la zona que arde. Atrás, el fuego casi lo alcanza. Por fortuna, su moto es veloz, y él es capaz. Se dirige hacia la zona tranquila, donde las llamas no lo perjudiquen. La velocidad es su arma. La rapidez, la única táctica viable: si se queda, muere; si llega al lugar al que se dirige, se salva. Lo malo es que no puede mirar atrás, ni paladear tranquilamente ese espectáculo. Se ha demorado en exceso. Porque tras el trabajo, realizado con minuciosa exactitud, a punto ha estado de verse afectado por las llamas que él ha iniciado por encargo. Sólo que es un trabajo que se adecua a la perfección con su placer visual ante el fuego. Es un pirómano hedonista, que a veces aparca la sensatez, dominado por la estética inasible de ese fuego que ha marcado toda su existencia. Sigue adelante, sin mirar atrás, pues ha de llegar a esa loma desde donde podrá ver cómo su obra se expande sin control. Una vez allí, si logra despegarse de la sensación intensa de placer, grabará un vídeo, tomará unas fotos, pues tras el disfrute, querrá reeditarlo en el recuerdo. Esa será la causa de su desgracia, cuando sea denunciado, cuando capturen su móvil, cuando accedan a su material multimedia. Para entonces, sólo le quedará la memoria, siempre frágil, para inyectarse un sucedáneo, allí donde ya no podrá acceder en mucho tiempo a su droga fetiche.

Motorista en el Paseo de Gràcia (Barcelona, Cataluña, España)
Enero, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

martes, 30 de mayo de 2017

CÓLERA REACTIVA, SALVADORA (MICRORRELATO)

Soy cristiano, soy generoso, soy solidario. Todos los meses entrego limosnas varias, he apadrinado dos niños en África y tres en Asia, soy socio preferente de dos organizaciones no gubernamentales que operan allá. Soy moderadamente feliz.

Hoy me he enterado de que esas organizaciones no entregaron mi dinero en los lugares señalados. Ni una sola realizó la labor para que la que creíamos que servían. Sólo sirvió para engordar sus cuentas corrientes, que fueron saqueadas por sus dirigentes. Me encuentro profundamente indignado.

Al llegar a casa, mi hija quiso que le ayudara a hacer los deberes. La aparté de un empujón que la hizo caer sobre el sofá. Se echó a llorar. Mi mujer me increpó y me dijo cosas terribles. Acallé sus gritos de un solo bofetón. Me siento relajadamente aliviado. Después de todo, el día no acabará tan mal.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

lunes, 29 de mayo de 2017

LA MALA PRENSA DE CALATRAVA


No entiendo la polémica sobre el arquitecto Santiago Calatrava. Se puede ser un artista fascinante, y a la vez un pesetero infame (Picasso lo fue también). Se puede ser un inventor de nuevas fuerzas, y a la vez mala persona (Edison, mismamente). Se puede ser un arquitecto innovador en las formas, y a la vez estar apegado al poder más abyecto, de quien beber de continuo (Bernini, por poner un caso). Se puede de igual modo crear un estilo absolutamente personal, admirado en todo el mundo, y luego tirar de esa plantilla y repetir el esquema ad infinitum (Saramago, por proximidad geográfica). Y también dominar todas las artes plásticas, ser considerado un genio renacentista, y al tiempo cometer errores técnicos de bulto (Leonardo, como ejemplo preclaro). Así que menos argumentos éticos contra la estética. Ambas van por caminos diferentes. Vamos, que se puede ser un genio y un cabrón (de hecho, dicha asociación abunda). Pero ambas valoraciones no deberían mezclarse o colocarse en el mismo plano. Quien al criticar las obras en su estética, anteponga cuestiones morales o sus propios y diversos prejuicios, no tiene ni idea de lo que es el Arte.

Auditorio de Sta. Cruz de Tenerife (Tenerife, Canarias, España)
Julio, 2003 ----- Minolta dIMAGE 5


sábado, 27 de mayo de 2017

LAS PREGUNTAS DE GREGORY STOCK (9)

Pregunta 12 

A usted se le otorga el poder de matar a la gente con sólo pensar en su muerte y repetir dos veces la palabra “adiós”. Las personas tendrían una muerte natural y nadie sospecharía de usted. ¿Hay alguna situación en la cual utilizaría ese poder?

Pues sí, y con cierta abundancia de veces, siempre que no me supusiera perder demasiado el tiempo; vamos, que no querría ejercer de dios justiciero, o así. Aunque matizo. ¿Hay gente que merece la muerte? No sé si la muerte, pero sí la desaparición (o el traslado a otro planeta, sin coste alguno, porque si lo comportara sería como las cárceles, que son muy costosas). Y ello tanto por sus desmanes, insociabilidad, crueldad, irrecuperabilidad —dictadores asesinos, psicópatas, criminales de alta graduación—, como por soportar un sufrimiento extremo estéril, no productivo —enfermedades terminales—, como por provocar un cambio terrible en las vidas de quienes los acogerían —fetos no deseados que no se sabe cómo quitarse uno de en medio—. Del mismo modo, lo utilizaría contra los enemigos que pudieran atentar contra mi vida o mi forma de vivir, si los tuviere, que en mi caso no existen (de momento). Pero, sí, lo emplearía. Aunque cabría apuntar que el hecho de que me decidiese a responder no tiene que ver con la apostilla que recuerda que morirían “de muerte natural”, sino la impunidad y el sentido de justicia y de bienestar parciales de determinadas personas. En el caso primero, si no fuese de muerte natural, sino terrible y entre convulsiones dolorosas y prolongadas, tampoco me plantearía problemas morales, la verdad.

Pd/ Los textos que responden a las cuestiones formuladas en El libro de las preguntas de Gregory Stock, fueron creados entre 1998 y 1999

viernes, 26 de mayo de 2017

LA BUENA VIDA ¿CARA?


Nos hace reír, pero este mensaje encierra una falacia fundamental. Tanto, que mucha gente la cree a pies juntillas. Y es la base de la que beben todas las actividades que tienen que ver con el juego. Nos hace reír, y el mensaje nos parece simpático y amable, pero la carga de profundidad que implica es demoledora para cualquiera, si no sólo la acepta, sino que la pone en práctica.

La buena vida puede ser cara, o barata, o un intermedio de ambas. La buena vida, superadas las necesidades elementales o básicas, depende de cuáles sean nuestras metas, nuestros gustos, nuestro carácter. El concepto bueno no es objetivo, que es lo que pretende trasladar esa frase. El es el mismo fin de las campañas publicitarias del tipo "no tenemos sueños baratos". El concepto de "calidad de vida" es por completo sujeto a la subjetividad de quien lo comente. Y tan buena vida es la que se lleva un ricachón feliz (pues si no es feliz, no tiene buena vida), como un monje shaolin en su monasterio (siempre que sea feliz, pues si no, tampoco valdría la frase). No es verdad lo que apunta la frase. Pero a muchos les encanta creerlo, y seguir sus dictados, como meta última. Cuando se percaten del error, para la mayoría ya será demasiado tarde. No digan que no avisamos con tiempo. Aunque, bien pensado, ¿a mí qué más me da? 

En un comercio de Córdoba (Andalucía, España)
Diciembre, 2016 ----- Nikon D500

jueves, 25 de mayo de 2017

TODOS INTERRUMPEN -IDEA PARA UN CUADRO- (MICRORRELATO)

El pintor suspira de nuevo. Nada que hacer. Es imposible dar tres pinceladas seguidas. Su estudio parece un salón por donde cualquiera pasa, mira, se queda, se marcha, habla, llama, murmura. La luz de tres ventanas divide el espacio, pero al pintor casi no le da tiempo a pensar en compartimentarlo a su gusto. Su prioridad es que no haya ruido, porque su cuadro mitológico requiere tiempo, pero la infanta y sus doncellas toman su estudio, y se colocan en el centro. Todo son gestos y reverencias, pero la niña no se mueve. A los lados, un pasillo por donde atraviesa todo el mundo: guardadamas, aposentador, enanos, una monja... hasta el mastín real vino a colocarse bajo la ventana, y formar parte del conjunto. Todos hablan, y aunque no gritan, la imaginación del pintor no se concentra. Menos todavía, cuando los reyes llegan también, y contemplan el alborotado estudio. Parecen alegres, orgullosos de su hija, de que la vida cotidiana en el alcázar dé un respiro a las tribulaciones que el imperio les procura los últimos años. El pintor debe hacer una reverencia, que los monarcas agradecen con un movimiento leve de cabeza. Pero resulta claro que hoy no podrá continuar con su obra. De pronto, sin embargo, le asalta un chispazo luminoso, la imagen de un lienzo grande que retrate esa misma escena anodina y caótica, a la que dotará de estructura, orden y luz, con un espejo que multiplicará el espacio, con una pincelada suelta que abocete los rasgos... No espera lograr con ese cuadro fama y fortuna, pero haberlo imaginado le pone de repente muy contento; tanto, que se imagina ennoblecido por fin, tratando de igual a igual a los petimetres cortesanos que sólo creen que es un artesano más. Son sólo ensoñaciones, se dice. Ensoñaciones que no se concretarán jamás, insiste, justificándose. Pero por un instante ha apartado de su cabeza la falta de silencio y el poco respeto en que se tiene su labor. Y al final le asoma una sonrisa leve, como adivinando la escena final, donde incluirá un nuevo protagonista inesperado. 

Del libro inédito Micrólogos, 2012

miércoles, 24 de mayo de 2017

RAYO DE LUZ PROVIDENCIAL


A veces basta un rayo de luz que se abre paso entre las nubes, que pase por un lucernario de simple uralita, para que lo que antes era una nave llena de miles de objetos de procedencia indeterminada y sin sustancia, dispuestos al albur de su llegada, se convierta en un museo de antigüedades con una iluminación digna de la mejor casa de diseño. Es sólo un instante, claro. Pero hay que estar ahí para verlo, para entenderlo, para captar la imagen. Todo se reduce a presencia, sensibilidad y entendimiento. Sólo a eso. ¡Casi nada!

Rastrillo en un pueblo cerca de Auch (Gers, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

martes, 23 de mayo de 2017

HITOS DE MI ESCALERA (19)

La conclusión de 2º de BUP -15 años, recién cumplidos- supuso el final de mi vida académica desastrosa en el instituto, y de la sensación tan desagradable de estar tan perdido en un aula. No volví nunca a cosechar notas tan malas. Pero todo pasa, y al acabar ese curso había que optar por un 3º de “letras” o de “ciencias”. Y ése fue el comienzo de la maravilla. Comenzar el curso sólo con letras y sin números fue para mí algo tan gozoso que, pese a que mi cabeza aún daba bandazos por mi timidez y por los efectos propios de la adolescencia, estaba tan feliz con asignaturas que me importaban, que las dificultades inherentes a ellas me afectaron más bien poco. Porque dificultades hubo, sobre todo en griego y en francés. Pero ¿qué suponían, en comparación con las habidas en física y en matemáticas? Nada, absolutamente nada. Ahora, la literatura, la historia, el arte, la lengua, crearían para mí el edificio donde me alojaría ya para siempre. Letras puras, se decía entonces. Literatura, latín y griego. A pesar de la inepcia de la profesora de griego, del férreo marcaje de la profesora de francés, y de la prorrogada dureza del profesor del latín (el mismo cuyo episodio narré más arriba), el 3º de BUP supuso un paseo militar en comparación con los dos cursos precedentes. Encarrilaba mi vida académica y mis gustos se acomodaban a las exigencias.

Pero ese curso tendría también unas consecuencias imprevistas, aunque positivas, en el ámbito del pensamiento. En aquélla, la religión era obligatoria (ya ha sido relatado mi progresivo alejamiento de la religión católica y, sobre todo, de su institución dirigente, la Iglesia). Pero ese curso, mi apartamiento iba a hallar una justificación teórica. Y sería de tal calibre, que pasaría del simple rechazo a la furibunda militancia anticatólica. Lo sorprendente no vino porque no la fuera a hallar en algún momento, sino por dónde la encontré: nada menos que ¡en el propio libro de religión! El cura que nos daba la materia -don Víctor- era un desastre como docente, aquejado de una halitosis excluyente, pero era buena persona. Nada que ver con los agresivos córvidos de cursos anteriores. Si aquel cura llega a saber que el mismo libro de ECIR que teníamos como oficial (“El cristiano en el mundo de hoy”, de Millet, Corbín y Comes) influiría en mí como lo hizo, le hubiera dado un auténtico pasmo. El caso es que en el programa oficial venía una relación de pensadores ateos, que habían hecho críticas más o menos violentas contra la religión católica. Y en las reseñas de dichos autores fue donde bebí con avidez, porque lo que habían escrito era el fundamento teórico que yo necesitaba para justificar lo que había ido pensando y sintiendo por mi cuenta. De ese modo tan curioso accedí a resúmenes de la ideología de personajes clave en mi vida posterior como Karl Marx, Miguel de Unamuno, Friedrich Nietzsche, Albert Camus o Jean-Paul Sartre. Aquellos capitulitos fueron la puerta de acceso a mundos que había buscado sin saberlo. Fueron la antesala a lecturas ya personalizadas de cuanto dichos pensadores ofrecieron. Quienes crearon ese currículum no cayeron en la cuenta de que, pretendiendo adoctrinar, estarían ofreciendo el alimento “corruptor” que mayor daño podría hacer a la institución que representaban. Para mí fue un maná, al que nunca podré estar suficientemente agradecido. Aquellos febriles subrayados -que hoy he repasado, pues conservo aquel libro, capital en mi vida- fueron las vías que me adentraron en una senda que hoy aún transito, feliz y contento, pero sobre todo, con la justificación teórica que el asunto requería.

lunes, 22 de mayo de 2017

PRISAS POR EL ATAJO


No sabemos cuál es. Desconocemos el camino con el que compara. No podemos opinar. Esto no es una pintada, sino que se halla en una pared -desconchada sí-, pero las letras son azulejos con cada una de ellas individualizada. El autor de este mensaje (o autora, quién sabe) tiene claro que ha logrado una forma de llegar antes. Tampoco sabemos a dónde. Ni el origen del recorrido, ni su destino final. Presumimos, también, la alegría que le embarga. Porque si no hubiera alborozo, tampoco cabría interés alguno en comunicarlo. Ese ahorro en tiempo es, según su creador, una buena noticia. Y tan permanente, que hasta considera perentorio proclamarlo sin pudor, y de un modo duradero. Aunque la pared donde se ubique no hable bien de la propiedad, ni de su limpieza, ni de lo estable de su estructura. Pero ahí queda. En cualquier caso, el atajo se asocia a ahorro de tiempo y de esfuerzo a la hora de llegar a algún punto o momento concretos. Y es aquí cuando, uno puede torcer el gesto, desaprobando esas prisas porque, rememorando, se nos aparece de nuevo el Principito, diciéndonos que él, si dispusiera de cinco minutos más, los ocuparía caminando tranquilamente hasta una fuente. Sin atajos, ni ahorros, ni prisas.

En Córdoba (Andalucía, España)
Diciembre, 2016 ----- Nikon D500

sábado, 20 de mayo de 2017

EL EDITOR DE LIBROS Y EL ESCRITOR (CONFRONTACIÓN)

La película El editor de libros, de Michael Grandage (2016), es una obra digna, pero no es demasiado singular. Con tres actores magníficos, su ritmo es cansino, y su guión no destaca por nada especial. Sin embargo, trata una temática que me atrapa siempre, y posee dos o tres escenas de gran intensidad dramática. Por eso sólo, a mí ya me pareció provechoso el rato ante el televisor.

La historia que muestra recorre la especial relación, a partir de 1928, entre el gran escritor norteamericano Thomas Wolfe, y su editor, Maxwell Perkins, el hombre que confió en él, captó su talento y pulió su estilo, descomunal e incontinente, hasta ceñirlo a parámetros “humanos”. Se centra en la profunda amistad que fue surgiendo entre ambos, pero también en la lucha del editor por recortar los miles de páginas del escritor, que aun de lírica incuestionable, y calidad reconocible, eran obras no editables tal como salían de la imparable pluma de Wolfe. También abordará el daño que se hace a quienes comparten vida con cada uno de ellos. Dos mujeres que verán alteradas sus vidas por la confluencia de los dos hombres, que priorizan su tarea hasta aparcar todo lo demás; aunque lo restrinja a una trama secundaria.

En un momento de la parte final, cuando el escritor se rebela ante la continuada intervención del editor, que a sus ojos cobra carácter de clara intromisión, Colin Firth, que interpreta maravillosamente a este último, hace una declaración inusual, por lo sincera. Confiesa que la pesadilla de cualquier editor es justo esa por la que están discutiendo: no saber si en realidad ese pulido o los recortes mejoran la obra literaria; no saber nunca si no sería mejor dejarla como está; porque no hay seguridad de nada, jamás se tiene la receta del éxito y sólo se puede probar de una manera, sin posibilidad de volver atrás para buscar otra opción.

Y, sí, ésa es la duda de siempre, sea la literatura, el cine, el arte; incluso un aula. ¿Quiénes son los editores, los productores, los galeristas, incluso los profesores, para ahormar la creatividad, para reconducirla a escalas humanas, mensurables? Los creadores son humanos, desde luego, pero la desmesura es uno de sus atributos habituales. Al que hay que añadir la soberbia propia de todo artista, que impide la autocrítica, aun cuando haya más necesidad de ella; por ello precisan siempre de alguien que aconseje, sugiera (y acaso imponga) un criterio menos solipsista. ¿Siempre? Yo no lo tengo nada claro. Por una parte, sí. Pero por otra, ¿nos imaginamos a un galerista diciéndole a Picasso que esa perspectiva múltiple resultaba poco agradable a la vista y que era mejor que la “reconsiderara”? ¿O rogándole un editor a Henry Miller que suprimiera tanto sexo de sus novelas? ¿O a Andrei Tarkovski que redujese el metraje de su enorme pero lentísima Stalker? ¿O a un papa que le urgiera a Miguel Ángel para que agilizara el ritmo de sus trabajos en la Capilla Sixtina? Lo cierto es que sí, que nos lo podemos imaginar sin problemas, porque, de hecho, todos y cada uno de esos episodios tuvo lugar. Pero esos artistas, y ahí radica la diferencia, no admitieron cortapisa alguna ante sus respectivas locuras maravillosas.

viernes, 19 de mayo de 2017

LA PUREZA DE LA LUZ DEL CÍSTER


Hay un momento de transición en la cultura europea, en las postrimerías del siglo XII, que supera las estrecheces del románico, pero sucede antes de que amanezca el cromatismo ascensional del gótico, al que prefigura. Se trata del movimiento cisterciense, proveniente de la localidad francesa de Citeaux, y al calor de las enseñanzas regeneradoras de Bernardo de Claraval.

Era un movimiento que buscaba esencias, purezas, retornos. Seguían la misma regla de Benito de Nursia, que profesaban los benedictinos. Pero surgieron contra los excesos que se habían realizado en su nombre. Los cistercienses buscaron el origen de la misma y censuraron todo cuanto la perturbara. Anhelaron la pobreza extrema, el aislamiento absoluto, la ausencia de distracciones que distrajeran el objetivo supremo de la alabanza a Dios y a su comunión postrera con él. Los benedictinos, a sus ojos, eran unos pervertidos que habían transformado el ascetismo inicial en goce y molicie en muchos sentidos, incluido el estético.


Y contra esa molicie reaccionaron también en sus edificios. En ellos, las formas se elevaron con el objetivo de albergar sólo lo necesario para que Dios y los monjes se unieran con un lazo irrompible: la luz. Todo lo que perturbase esa unión, debía ser eliminado. Todo cuanto la fomente, tendría prioridad. Así, la decoración de las abadías y monasterios cistercienses desaparecerá, pues despistaría al monje de sus obligaciones o le distraería de su objetivo último. Sólo las estructuras deben mostrarse a las claras. Nervios, columnas, muros, bóvedas. Nada más. E inundándolo todo, la luz blanca, sólo tamizada por las vetas translúcidas del alabastro. Gracias a los progresos en el arte arquitectónico, que aligerarán las bóvedas, conseguirán ventanales más amplios. Pero no los decorarán con color alguno, para que la blancura de la luz lo inunde todo, y los envuelva como haría Jesús cuando declaraba que él era “la luz, la verdad y la vida”. En esa idea construirían, sin sospechar que sus descubrimientos en altura prefigurarían otro estilo que daría al traste con esa filosofía de blanca pureza que ellos defendían. El gótico que el propio Císter contribuyó a crear acabaría siendo, con sus enormes dimensiones, sus alturas soberbias, su cromatismo omnipresente, lo que medio siglo después termine con la idea ascética original de Bernardo de Claraval . Con todo, la solidez de sus estructuras arquitectónicas nos permite todavía, siglos después, contemplar y admirar parte de la magna tarea en que se empeñaron.

Cabecera del Monasterio de Cañas -s. XIII- (La Rioja, España)
Abril, 2017 ----- Nikon D500

jueves, 18 de mayo de 2017

MI PALABRERÍO CANALLA (20)

BROMEAR: Jugar con la anfibología de las palabras, de la semántica, de los sentimientos, lo cual es actividad muy saludable para quien tiene una visión optimista de la vida; para el pesimista o el amargao no es más que diversión canalla o baladí.
BRONCORRAGIA: Vocablo específico que se aplica a la expulsión de sangre  procedente de los pulmones y bronquios, como si se pudiese despilfarrar. Ya se sabe que la gente no se suele enterar de la verdadera utilidad de los órganos. Pues bien, al broncorrágico le da por sangrar por dentro y por el lugar por donde debería estar respirando. Y es que los hay que por destacar alcanzan cotas de excentricidad supremas.
BRONTOFOBIA: Pánico irracional a la descarga atmosférica de electricidad a la  tierra, vulgo tormenta. Cuando digo pánico entiéndase en sentido literal; y cuando digo irracional, se quiere decir que quien lo sufre carece de la suficiente razón como para tamizar el fenómeno por una vía explicativa que pudiera calmar tales miedos o al menos no dar tanto la lata.
BRUJA: Mujer comedora de niños y otras sustancias repugnantes, de las que dan buena cuenta en sus festines. Suelen ser feas, viejas y verrugosas, por lo que dan un tipo perfecto para convertirse en personajes de cuento, lo que ha ocurrido con profusión. Otras veces, las menos, son bellas y seductoras, con lo cual lo del comer se puede aplicar con ellas; comiéndoselas uno, vaya.
BRUJERÍA: Conjunto de conocimientos, ritos o prácticas de quienes se llaman brujos o brujas con la impunidad y las ventajas que confiere el no poseer carné ni título alguno que les pudiese acreditar cierta respetabilidad oficial.
BRUJO: Variante masculina de la bruja, pero más inclinado hacia la medicina alternativa, con conexiones con el naturismo animista, y tal. De modo paradójico, se hallan más predispuestos hacia cuestiones estéticas y coquetuelas que sus homónimas femeninas.
BRUTALIDAD: Como la bestialidad, pero aplicado a los brutos, con todos los respetos para los verdaderos brutos, los cuadrúpedos irracionales, se entiende.
BUDISMO: Curiosa religión (sí, otra más) que no se sabe si es o no una religión o qué, por aquello de que no reconoce culto a dios alguno y por un conjunto de especificidades que resultan extrañas a ojos occidentales, más acostumbrados a imponerse de formas más expeditivas y no tan contemplativas o introspectivas.
BUFÓN: Espejo humano bajito y deforme que escenifica con gran precisión la naturaleza de los bípedos implumes, sus contradicciones, sus miserias.
BURDEL: Negocio cuyos servicios antes podían hacer surgir obras literarias maestras y hoy lo único que producen es lo de siempre, o sea, purgaciones, vacío y desolación con máscara de placer, sólo que ahora ya no es natural sino plastificada, vía tarjeta, VISA, Master Card, Diner’s Club, 6000; en fin, casi todas las habituales. Y, claro, no es lo mismo.

Del libro inédito Palabrerío canalla, 1999

miércoles, 17 de mayo de 2017

ESENCIA DE LA CREACIÓN ARTÍSTICA



"Todo hombre crea sin saberlo, como respira. Pero el artista se siente crear. Su acto implica a todo su ser. Su dolor bienamado lo fortalece."

Uno de los frontispicios del Palais Chaillot (París, Île-de-France, Francia)
Julio, 2012 ----- Nikon D300

martes, 16 de mayo de 2017

LA RAREZA DE SALVADOR SOBRAL

Baste decir que a mí lo de Eurovisión me la trae al pairo, se me da una higa, me importa un carajo, o me la rempampinfla -valga la expresión-, para que quede bien sentado que si escribo del asunto es porque ha sucedido algo inesperado, con lo que nadie contaba, y que permite albergar cierta esperanza de que no todo está perdido, y que, de cuando en vez la belleza y la calidad minoritarias triunfan sobre la zafiedad y el espectáculo circense mediático en lo que se ha convertido casi todo. Añádase también que no vi la “gala” en directo, sino sólo la actuación del ganador, de resultas de las noticias que vi al día siguiente.

Lo que había pasado era que en un concurso donde el desparrame generalizado y progresivo ha generado engendros de penoso recuerdo, un joven portugués de nombre Salvador Sobral, se había propuesto ganarlo desde las esencias y al modo salmonero, con toda la corriente en contra. El tipo, convengamos en ello, es muy raro. Al parecer, padece varios problemas físicos y acudió al certamen enfermo y recién operado. Su vestimenta, que según parece intenta ocultar todo su cuerpo, va sobretallada y es de corte anticuado. A mayores, canta solo, sin gran parafernalia instrumental. Y en portugués, es decir, la lengua del país por el que participa, en plena vena anglófona homogeneizadora y repelente. Y sin coreografías extraterrestres. Y sin gorilas ni guitarras de juguete. Y sin aparentar otro sexo. Convengamos, el tipo es raro; muy raro. Pero a esto habría que añadir que Portugal nunca había ganado el festival, y que de hecho le sugirieron adaptar la canción que presentó para acomodarse mejor a la mierda sonora que triunfa en dicho consurso. Pero, no. El tipo, con todo en contra -todo-, dice que no, y que lo haría como de hecho se pudo ver. Sorprende que los fulanos de su país no lo rechazaran como habrían hecho en todos los demás países. Pero, el caso es que apostó por lo que él es. Y, sorprendentemente, la belleza de esa canción maravillosa (con ecos de fado y bossa nova y guiños muy reconocibles para quienes entienden de música), la extraordinaria y plástica voz que posee, y el sentimiento que emana de esa combinación, deja estupefacto a quien posea algo de sensibilidad. Lo que me ha sorprendido es que esa epidemia de sensibilidad haya brotado precisamente ahí, en el festival musical más hortera y esquizofrénico que se ve por estos pagos (excluyo Estados Unidos del conjunto, por motivos obvios). Me gustaría pensar, como algunos comentaristas, que esto es un punto de inflexión en el futuro del certamen, pero más bien creo que ha triunfado lo de siempre, la rareza, cuanto más rara mejor. Sólo que, esta vez, el raro era bueno, inclasificable y sobresaliente. Por desgracia, no dignifica al concurso, pero me ha proporcionado unos instantes de efímera esperanza y unos minutos de entusiasmo musical delicioso.

lunes, 15 de mayo de 2017

CONTRASTE DE PAISAJES


Frente a la majestuosa línea nevada que cierra el horizonte con cumbres que superan los 3.000 metros, con su orden interno, trabajado a lo largo de milenios, frente a todo ese recorrido de aristas abruptas y peligrosas, se contraponen con suavidad las hileras rectilíneas o ligeramente curvadas de los centenares de vides plantadas por los humanos  para extraer el jugo de las uvas a las tierras bajas y arcillosas. Difícilmente puede haber mayor contraste entre la naturaleza quebrada, imponente y salvaje, indomable y libre, y las tierras de cultivo, lineales, antropizadas, ordenadas y repetitivas. Y, pese a todo, ¡qué armonía emana de esa coexistencia milenaria!

El Monviso (Alpes Cocios), desde los viñedos de Barbaresco (Piamonte, Italia)
Julio, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

sábado, 13 de mayo de 2017

EL VOTO EN BLANCO DE JOSÉ SARAMAGO

Yo, desde poco después de 1986, y tras algunas traiciones del partido al que votaba entonces, he venido votando en blanco casi sin interrupción desde entonces a acá. Pero eso ahora no viene mucho al caso. Ya expliqué en otro momento, porqués, quiénes, cómos. Sin embargo, la lectura de una novela de José Saramago, me ha vuelto a sacar el tema del magín.

Se trata de Ensayo sobre la lucidez, que como ya sucediera con la anterior Ensayo sobre la ceguera, no tiene nada que ver con una estructura ensayística, sino que se trata de una novela. No se trata de una obra al uso, por cuanto el escritor portugués utiliza un sistema de diálogos incrustados en la narración, separados por comas y mayúsculas, muy particular que, pese a todo, no dificulta su lectura más que al neófito o al lector de best-sellers o premios planetas.

Hay muchas cosas de interesantes en esta obra, pero lo más sorprendente es el punto de partida inicial, el que da inicio a la trama: una hipótesis. ¿Qué sucedería cuando la capital de un país, en unas elecciones generales, vota en blanco mayoritariamente (algo más el 80 % de la población)? No desvelaré la trama, que me parece mucho más absorbente de lo que cabría esperar para los exiguos acontecimientos que se narran. Me quedo con la idea.

¿Qué supondría votar en blanco de forma masiva? En primer lugar, la evidencia de que ninguno de los candidatos cuenta con el aval de la inmensa mayoría de la ciudadanía. En segundo lugar, la conciencia de que el voto es útil, por cuanto mide la opinión política o ideológica de una población; y en el caso que nos ocupa, lo que vendría a decir es que ninguno de los candidatos resulta creíble en sus propuestas, además de quererse castigar al partido anterior, que resulta criticado con neta claridad, justo de la forma que más le duele a un político, o sea, no dejándole estar donde tan a gusto se halla. En tercer lugar, que no se cuestiona el sistema democrático, sino a aquellos que han hecho uso aprovechado, corrupto o personalista de él (al contrario de lo que la gente piensa, si se vota nulo o no se vota, parece que se haga lo mismo, pero no, porque ahí sí que se critica al sistema, o se pasa directamente de él. En cuarto lugar, que se puede hacer un corte de mangas masivo a los gobernantes, sin levantar la voz ni generar violencias.


Lo que los dirigentes políticos del país dedujeran a partir de los resultados obtenidos, dependería de varios factores. Teniendo en cuenta la inteligencia y el sentido común de la mayoría de ellos, no sería de extrañar que sucediera como en la novela, donde se intenta buscar la conspiración que ha producido tal resultado, y se establezca el estado de excepción, o de sitio. Pero, sólo por ver lo que sucedería en la realidad, bien valdría probar la experiencia. Por el momento, nos debemos conformar con leer la ficción que ha imaginado el escritor portugués. Y, después, extraer oportunas reflexiones que nos demuestren que después de haber leído el libro somos distintos de como éramos antes de comenzarlo. 

viernes, 12 de mayo de 2017

BELLAS TONTERÍAS, O TONTADAS CON BELLEZA


A mí esto... ¿qué queréis? Me parece una mandanga, seamos sinceros. No le veo pericia técnica ni estructura, ni tampoco una idea que sobresalga. Pero, como con todo lo abstracto, intento abstraerme de todo lo demás y procuro dejarme llevar. Y, si me dejo llevar, sí, entonces me gusta la composición de colores, el puntillismo puntual, la mezcla cromática según uno se aleja... en fin, todas esas cosas. Pero, de primera mano, la concepción de mandanga no se la quita nadie. Lo que pasa es que al final, me acaba gustando.

Exposición pictórica de alumnos en la Factoría Cultural de Avilés (Asturias, España)
Mayo, 2017 ----- Nikon D500

jueves, 11 de mayo de 2017

MIENTRAS TIENDE LA ROPA (MICRORRELATO)

En la terraza del ático, el niño aguarda. Sobre las 11 de cada sábado, la vecina del 2º, que huele tan rico, viene a mezclar su aroma con el de la fresca colada que sube en la cesta. El niño sabe de ella sólo unas pocas cosas: que vive en el piso de abajo, que es bajita, que se pasa el día cantándole a su bebé, que es muy guapa, y que siempre está contenta. Desde hace meses, la espía mientras tiende la ropa. Al principio, se sentía embobado ante su carita redonda y por los hoyitos que se le forman bajo los pómulos al sonreír: le parecía un ángel de dientes luminosos, que transmitía paz y alegría. Pero el niño se fija cada vez más en la carne desnuda que aflora con los calores de la nueva estación. Y no puede evitarlo. Se siente extraño, pero le gusta sentir la urgencia de mirarla. Por las noches piensa en ella. La recuerda, fantasea, la quisiera tener siempre cerca; acaso, acariciarla. Sabe que tiende la ropa más veces, pero siempre lo hace cuando está en la escuela, y esa situación le priva de poder verla otra vez. Hay días en que no consigue serenar su apetencia. Pero a medida que se acerca el fin de semana, se va tranquilizando cuando piensa en el sábado cada vez más próximo, en que ella subirá a la terraza con su cesta de ropa limpia, a tenderla en unas cuerdas que le quedan un poco altas, por lo que tiene que ponerse de puntillas, y entonces se le estira la falda del vestido, y se le ven un poco más los muslos, e incluso puede pasar que, en las partes más altas de la cuerda deba estirarse un poquito más, y, desde su escondrijo, alcance a ver su carne más rosada silueteada por esa prenda blanca que dibuja curvas asimétricas, y que cuando pudo contemplarla hace poco más de un mes, creyó haber hallado el paraíso, de tanto goce extraño y nuevo como sintió. Poco antes de que ella suba, el niño ha recordado abstraído de todo aquel momento revelador. Hasta llegó a temblar de emoción mientras tensaba a conciencia todas y cada una de las ocho cuerdas del tendal.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

lunes, 8 de mayo de 2017

GILIPOLLECES EN PORCIONES




Ayer vi esta imagen en mi página de Facebook. No sé quién la compartía, pero eso no viene al caso. Cada vez me dan más tal que por allí las fórmulas de la felicidad condensadas en frasecillas digeribles por toda la familia; no puedo evitarlo. Lo curioso es que nada más echarle la vista encima, me pareció una gran gilipollez; eso sí, dividida en siete escalones. Luego, con más detenimiento, verifiqué que en efecto era una única gilipollez, pero fragmentada en siete porciones.
Primera porción de gilipollez: “La única persona a la que eres capaz de cambiar es a ti misma”. Falso. Hacemos cambiar, y mucho, a los demás que nos rodean. Es una interacción continua. Otra cosa (que es lo que omite la brevedad de la frase) es que no cambien cuando nosotros queremos. Pero cambiamos a los demás, vaya que sí. Y menos mal. Aunque también, menos bien.
Segunda porción de gilipollez: “Haz las paces con tu pasado”. Podría haber sido peor, y que hubiera pedido una rendición incondicional. Sólo pide paces. Pero ni siquiera eso parece decente. Al pasado hay que asumirlo, aunque se siga en guerra con él, aunque no se justifique nada del mismo.
Tercera porción de gilipollez: “Piensa en las cosas que te hacen feliz, y hazlas”. Otra tontería de dimensión descomunal. Es como la frase de Agustín de Hipona: "Ama, y haz lo que quieras". Como si fuera tan sencillo. El mundo está ahí, rodeándolo todo. Y por lo general, suele impedirnos muchas de las cosas que nos gustan o que nos harían felices, siquiera sea por un instante. Otra cosa es que se pudiera imaginarlas, y ya. Pero, no. Según esto, se hacen, y ya está. Plan de autoayuda de karaoke, o de postal, o de tontería.
Cuarta porción de gilipollez: “Lo importante no es llegar, sino lo que aprendes por el camino”. Falso. Pregúntenle a quienes han llegado a una final de lo que fuera, y la han perdido. O a quienes intentaron llegar a una cumbre de la altura que fuera, y que repetidamente se les resistiera. O a quienes opositaron cuatro veces, y en ninguna lograron su plaza. O a quienes intentaron ser padres biológicos una y otra vez, sin lograrlo. Lo importante es llegar, ¡vaya que sí! Para, a continuación, crear otra meta a donde dirigirse, y así sucesivamente hasta palmarla.
Quinta porción de gilipollez: “Eres el 100 % de tu felicidad. Tú y nadie más”. Completamente falso, y una regla que, de creerse a pies juntillas, puede hacer un daño irreversible a los crédulos. Ojalá fuera así (aunque si así fuera, aún los habría tan lerdos como para no conseguirlo jamás). Los demás interactúan con nosotros e influyen lo suyo (a veces, incluso para bien). Pero por lo general condicionan, evitan, lastran, aconsejan, maltratan, influyen, opinan, desfavorecen, hieren, asesinan. Cuéntesele esa milonga a los millones de niños esclavos del mundo, a los millones de refugiados de nuestros tiempos, a las víctimas de cualquier guerra, atentado o crimen (y  a sus familiares); a ver qué opinan al respecto.
Sexta porción de gilipollez: “No te compares con nadie. Cada persona es única”. Tontería y falsedad. La falsedad es bien notoria, salvo a nivel genético vía ADN. Por lo demás, los etotipos y variedades de comportamiento son numerables y no tantos como para que no quepan en los manuales de psicología o psiquiatría, donde están tipificados. Somos demasiado parecidos entre sí, para nuestra desgracia, y para nuestra suerte. Por lo que respecta a la tontería, casi no admite ni el comentario. Por supuesto que hay que compararse con alguien. Si no, ¿cómo se crecería? El problema es elegir bien los sujetos dignos de nuestra comparación, porque si son tan altos que nunca podremos alcanzarlos ni de lejos, nos frustrarán, y si son tan bajos que enseguida los dejamos atrás, acabaremos despreciándolos y lamentando su magisterio anterior.
Séptima y última porción de gilipollez: “Sonríe. Es gratis”. El imperativo aquí pega muy mal. La sonrisa debe brotar de forma natural, no porque la psicóloga de turno lo imponga o sólo lo sugiera. Sonreír será gratis (aunque no siempre, porque a veces pagamos para hacerlo, pero si no surge de la espontaneidad más íntima, no será más creíble que una impostura de telediario de los últimos diez años.
Así que MENOS GILIPOLLECES, Y MÁS SENTIDO COMÚN, que parece seguir siendo el menos común de los sentidos.

sábado, 6 de mayo de 2017

EL PODER REAL DE LAS PALABRAS

A menudo nos inclinamos más por las imágenes y los hechos, que por las palabras. Los múltiples dichos que mencionan tal superioridad se podrían resumir en dos: “una imagen vale más que mil palabras” y “obras son amores, y no buenas razones”. En principio, las dos frases parecen correctas, sobre todo la segunda. Pero no son del todo exactas. La palabra es muy importante, mucho más de lo que se cree. De hecho, pronunciar algunas de forma irresponsable o hiriente, puede tener unas consecuencias que determinados actos no generarían. Las palabras dicen mucho de lo que pensamos, y ese arcano, que desconocemos en los demás, nos da pistas sobre lo que realmente piensan los otros, y si es una ofensa grave, lo que se derive de ellas puede ser más grave que un puñetazo o una agresión física.

El problema parte de que pronunciamos muchas, a veces demasiadas. He leído por ahí que un ser humano normal pronuncia una media de 70.000 palabras al día. No sé de dónde pueden sacar tales estadísticas, que acostumbran a dejarme atónito o turulato, cuando no las dos cosas al tiempo. Pero suponiendo la veracidad de dicha afirmación, el número es en verdad excesivo. Hablamos mucho, y solemos decir poco. Por eso, la palabra tiene hoy poco fundamento y poco prestigio. Más, si vemos que quienes la usan como herramienta básica de sus profesiones (léase políticos, periodistas, tertulianos) no suelen tener empacho alguno en emplearla de forma torticera, embustera, cuando no calumniadora.

Pero yo, que soy profesor, sé bien del poder de la palabra, de las palabras. Bien hilvanadas, consecuentes, entonadas, razonadas, pasionales, tienen más influencia en quienes me escuchan que cualquiera de las imágenes que les proyecto en el aula, o los hechos que les cuento en mis clases.

No sé quién dijo que las palabras eran también hechos. Los silencios, también lo son. De la equidistancia entre ambos, pienso que brota la serenidad de espíritu, acaso la sabiduría. Pero para eso hace falta saber hablar, cuando procede; y callar, cuando es preciso. Y no sólo eso. Hace falta tener algo (bueno) que decir, cuando se debe hablar. Y callar cuando es necesario, como indicaba. Pero también levantar la voz cuando las circunstancias lo requieren, cuando la injusticia o el hartazgo van preparando el cóctel que, de no conjurarse, puede derivar en hechos terribles, gravísimos, mucho más esta vez que todas las palabras juntas.

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