martes, 26 de marzo de 2019

BIBLIÓMANO, NO BIBLIÓFILO


Desde pequeño, me enamoré de los libros, y establecí con ellos un idilio que, salvo alguna jugada del destino, habrá sido el más duradero de mi existencia. Sin embargo, nunca fui bibliófilo. Los libros me parecieron objetos preciosos, acariciables y aspirables, dignos de toda mi admiración y respeto, pero el olor a viejo sólo me sentaba bien cuando las estanterías o la habitación eran de otro, nunca las mías. He podido admirar la belleza de las ediciones antiguas, su artesanía de encuadernaciones, tejuelos y ex-libris. Pero jamás me sentí cómodo con un libro antiguo o simplemente viejo en las manos. Me parecía que hollaba territorio sagrado, más propio a la adoración que a su uso y disfrute. Y para mí los libros han sido siempre un instrumento, un medio, muy pocas veces un fin.

De igual modo, salvo algún pequeño período de mi adolescencia -muy pequeño, y más referido a la música que a la literatura-, nunca incurrí en la mitomanía. Desconozco los éxtasis que se pueden obtener de hacer largas colas para que un autor te firme un libro con un convencionalismo y una sonrisa de agradecimiento estándar. No tengo, por ese motivo, libros firmados en mi biblioteca. Con la excepción, claro es, de las obras de mis amigos, con quienes me unía un vínculo afectivo que dotaba esas palabras de significado real, las fijaba a un determinado contexto y generaba suficientes dosis de recuerdo o nostalgia, cuando se las volvía a leer.

Y, pese a todo, cuando en los rastros o almonedas veo un montón de libros cuyas encuadernaciones estimulan un tanto la vista, no dejo de acercarme a ellos, y dejarme impregnar unos instantes de su olor, de sus vidas acumuladas, las propias y las de los propietarios que les traspasaron algo de las suyas también. Mis manos recorren sus lomos y su piel acaricia por un momento la mía. Mas no compro nunca ninguno. Sí suelo, en cambio, fotografiarlos si entreveo alguna composición que merezca la pena. No incorporan dichas imágenes el delicioso olor de sus años, pero al menos la vista se consuela con algo de recuerdo de un momento hermoso.

De modo que no. Nunca fui bibliófilo. Todo lo más, llegué a ser bibliómano (o bibliófago, si se admite la metáfora). Eso sí, de dicha enfermedad o alienación me confieso voluntariamente portador, transmisor y contumaz.

Rastro en Saint-Céré (Lot, Midi-Pyrénées, Francia)
Agosto, 2014 ----- Panasonic Lumix G6

lunes, 25 de marzo de 2019

MI PALABRERÍO CANALLA (44)

DISTINTO/A: 1. Abstracción (forma de ser, capacidades, modo de vida, apariencia física...) a la que todos aspiran, pero que sólo unos pocos alcanzan. 2. Aquella persona singular que se ha dado cuenta de que el cerebro se podía exprimir más de lo que hace la inmensa mayoría y, ¡hete aquí que funciona! A mayores, suele ser también quien a dicho "exprimido" cerebral, añade arrojo, voluntad y resiliencia. Casi nada, vamos. Como para no ser distintos los que lo somos...
DOMINGO: Día tonto, día maravilloso, día de descanso, día de trabajo, día periodístico, día familiar, día exhibicionista, día ficticio.
DONCELLA: 1. Término fino para definir a la joven que sirve en las casas finas, a la señora y a la familia femenina de un modo, y al señor y al hijo mayor, de otro. 2. Niña, adolescente o mujer que no ha probado todavía los efectos (devastadores o deliciosos) de la penetración de un pene natural en el más dilatable de sus orificios receptores.
DORMIR: Forma horizontal de perder el tiempo a la par que se recuperan energías para perder el tiempo de forma vertical y gastar las energías en actividades mayoritariamente banales o tan sólo necesarias.
DRAMA: Malestar habitual de cualquier ser humano que no deviene tragedia, pero no por falta de ingredientes, sino por solidez del súper-ego o por pudor ancestral o por indolencia recurrente.
DROGA: Toda aquella sustancia o actividad que transforma la penosa realidad en que uno se encuentra en algo mejor, diferente o simplemente soportable.
DUDA: Incertidumbre ante cualquier decisión que se deba tomar y que si se hace habitual se puede convertir en zozobra permanente o áncora existencial. También es el motor básico de la ciencia, del conocimiento, de la sabiduría...
DUELO: 1. Enfrentamiento armado de dos dogmáticos aquejados de honor hipertrofiado; posee una componente ritual muy teatralizada y un sentido escrupuloso de la legalidad y de la trascendencia, que se solventa con la presencia de testigos. 2. Obligación indumentaria temporal de pesar por la muerte de algún ser más o menos próximo, obligada por las costumbres sociales de cada comunidad. La componente de simulación que dicha práctica comporta es variable, pero nunca escasa.

Del libro inédito Palabrerío canalla1999

jueves, 21 de marzo de 2019

EL RENIEGAS


Que sí, Eufrasia, que sí, te pongas como te pongas, y digas lo que digas, esta vida es una mierda, coño, si lo sabré yo, que llevo años y años notándolo, y diciéndotelo además, pero tú, nada, oídos sordos, y mira que te lo tengo dicho, vete al otorrino, Eufrasia, que no te me enteras de nada, y si no te enteras de lo que te digo yo, qué te vas a enterar de lo que pasa por ahí... Pero no lo dudes, no, insisto, todo es una mierda: yo soy viejo, y casi no me puedo mover, tú, gorda y fea, que lo eres un rato, hija, los niños del parque no dejan de chillar y de decir tacos, nuestra hija ya no nos escribe, por culpa de su marido, claro, a ver por qué si no, la pensión casi no nos llega, y tú te enrollas cada día más en el supermercado, y no digamos nada cuando vas a la peluquería, y además los maricones se pueden casar y hasta tener hijos, y lo del divorcio y lo del aborto... qué bárbaro, si ya sólo les queda que los perros y los canarios puedan heredar, y la leche está muy cara, y la gasolina, ni te cuento, ya, ya sé que no tenemos coche, pero es igual, que yo sé muy bien que todo va a peor, si ya lo dice en la COPE ese ángel que lleva la santidad hasta en el apellido, y para más, van y ganan otra vez los comunistas ésos, que no hay quien los saque de ahí, Diosssss. ¡Qué mierda de vida, coño, qué mierda todo!

Robado en Avilés (Asturias, España)
Junio, 2006 ----- Nikon D100

miércoles, 20 de marzo de 2019

EL GATITO EN EL ÁRBOL (MICRORRELATO)

La niña lloraba desconsolada, y me acerqué a ver qué le ocurría. No decía nada, pero ante mi insistencia, me dirigió la mirada con los ojos muy húmedos y me señaló el árbol que estaba justo enfrente. Miré, pero no vi nada. “Mi gato”, me dijo. “Arriba”. No entendí, al principio. “Se quedó arriba, y no baja”. Comprendí. Decidí ayudarla. Aunque nunca fui buen trepador, el árbol tenía fácil el acceso. A mitad de recorrido, no aparecía por ningún lado. Subí más, y fue arriba del todo cuando lo localicé al fin. Pendía de una cuerda que rodeaba su cabeza, y una raja abierta le recorría todo el vientre, por el que se escapaban sus vísceras. Me sobrecogí. Estiré las manos para cogerlo. La delgada rama cedió. Mientras caía, antes de romperme el cuello, llegué a ver que la niña ya no lloraba. Sonreía. Era una sonrisa tierna. Me parece.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

lunes, 18 de marzo de 2019

APRENDIZAJE DE CAZADOR


Al gatito le comunicaron que la leche se había acabado, que no podía seguir mamando de su madre, que debía empezar a conseguir su propia comida mediante la caza. El gatito rezongó y durante una mañana entera estuvo acosando a cuantos familiares encontró, e incluso a varios amigos y a los padres de éstos. Pero no hubo caso: el siguiente paso de su evolución había comenzado, y no había vuelta atrás. Y la evidencia más acuciante le sonaba en las tripas cada pocos minutos: tenía un hambre muy ruidosa, muy insistente, dolorosa incluso. Por eso, viendo que nadie subvenía sus necesidades alimenticias más básicas, se decidió a probar. Merodeando por el claustro donde su familia tenía su residencia más habitual, encontró el cadáver de una cría de ratón. Estaba limpia, y era reciente. La olisqueó repetidamente, e intentó comprender por qué aquella masa de carne tan asquerosa podía ser aquello de lo que tendría que comer el resto de su vida. Pero estas filosofías se le iban perfilando a medida que los retortijones de su estómago le indicaban que el hambre ya empezaba a ser insoportable. Probó a olerlo y a lamerlo a la vez, pero nada: aquello no le gustaba nada. Hasta que se imaginó que aquella carroña diminuta estaba viva. Eso fue determinante. Saltó sobre ella, la zarandeó, la manoteó, la desplazó durante un buen rato. El ejercicio de la tarea, el hambre atrasada y la excitación de un instinto todavía en sus comienzos, tuvieron sus frutos. Así, al poco, se decidió a hincarle el diente a aquella carne. Su saliva reaccionó de modo distinto a como cuando le daban leche. Pero ahora comprobó que haber peleado con aquella presa (y haberla vencido) le había gustado muchísimo. Le mordió la cabeza, luego el cuerpo, y por último se la tragó por entero. El sabor todavía no le satisfizo, pero el hambre quedó saciada. Y su instinto cazador se mostró por primera vez. Nunca más volvería a pasar tanta hambre como aquel día. Sin embargo, el postre aún estaría por llegar. Cuando localizó a su madre, la asaltó por detrás, se amorró al pezón que le pertenecía y succionó durante un buen rato. La madre le dejó hacerlo, orgullosa y satisfecha. El ciclo de iniciación a la caza había comenzado.

Madrigal de las Altas Torres (Ávila, Castilla y León, España)
Julio, 2004 ----- Nikon D100

sábado, 16 de marzo de 2019

LA DOBLE CARA DEL TIEMPO

Estar ligado al tiempo no me molesta. Es parte de la carga que debemos llevar siempre en nuestro recorrido. Pero sí es cansador tener que enseñarlo. Caigo en la cuenta, casi por primera vez, de que yo enseño el tiempo a mis alumnos. De que el tema que más me fascina también es el mismo que ocupa esa faceta que me alimenta y que resulta mucho menos grata que tomar al tiempo como fin en sí mismo. Pero, en última instancia, tampoco me agobia en exceso. Simplemente, me sorprende que algo que inunda todo mi ser tenga a su vez algo negativo pululando en su esencia, en su sustancia más recóndita. Es esa doblez ambigua que sumerge todo en un caleidoscópico juego bifronte con una cara que sonríe y otra que frunce la expresión, como aquel Jano que tanto me sorprendió descubrir en Roma, hace ya tiempo.

Palimpsesto del dubio y la aoristia (Diario inédito; entrada de 8 de Enero de 1996)

viernes, 15 de marzo de 2019

REFLEXIONES ANTE EL DURO TRABAJO


Las posibilidades son varias, a elegir con tranquilidad, que prisa no hay, ni nadie que nos la meta. A saber:

A) "Qué solessito máh rico que hassse. Y tóa esa hente entrando, y ensussiando, y totar, pa'qué limpiá, si pa'lo que me pagan, y se va a enmierdá otra vess. Aquí me quéo, con este caliqueño, mientras pasa la mañana.

B) "Pero qu'hijos de puta, que no hace ni dos minutos que he barrido ahí mismo, y echando esa mierda al suelo. En cuanto acabe el cigarro, les voy a hacer limpiarlo con la lengua, a los muy guarros."

C) "Mmmmm. Aaaaahhh. Mmmmm. Joé, qué buena es esta maría del Hamid. Le tengo que pillar más porque mmmmmm, está de muerte, como la piba ésa que va ahí, diossss, cómo nos íbamos a poner los dos en mi queli".

D) "¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Me dejé abierta la llave del gas?"

Pero caben muchas más. Añada usted la suya, joven, si tiene lo que hay que tener.

Robado en la fachada de la National Gallery (Londres, Reino Unido)
Enero, 2008 ----- Nikon D100

jueves, 14 de marzo de 2019

LAS IDEAS FALSAS DE ROZITCHNER (4)

"PENSAR ES COMPLICARSE DEMASIADO"

¿Cuántas veces no habremos oído semejante disparate? Demasiadas. Es una de las falacias más repetidas por aquellos que "van de guay", que creen que la vida viene a uno, y que nos debe pleitesía. Aunque parte de una falsedad bien neta: no podemos dejar de pensar. El cerebro no para nunca, ni durmiendo. Pero, para unos cuantos "cerebros descerebrados" lo bueno es no pensar, pues esa acción complica todo, incluido lo sencillo y hasta lo simple.

No es una opción real: ser una persona es estar pensando todo el tiempo. Tenemos conciencia, y esa voz que albergamos nos aboca a hacerlo de continuo. El único modo para dejar de hacerlo es matarse, lo cual no es opción desdeñable para quien tal despropósito afirma. También hay quienes buscan alterar esa conciencia con sustancias que alteren tanto la percepción como el mismo pensamiento. Pero eso no logra en realidad hacer callar el pensamiento. Como mucho, se perciben cosas que antes no, aunque la verdad es que a la larga provoca que pensar sea más lento y difícil; no en vano las drogas son las principales causantes de la pérdida masiva de neuronas en la adolescencia, la juventud y la primera madurez. Pero con las drogas aún se logran algunos beneficios. Los más estúpidos lo intentan con alguna obsesión, por lo general tan estúpida como ellos mismos, que les procure estar todo el día pensando en algo que no tenga demasiada importancia, por lo general vacío, banal e improductivo.

Entendemos que haya ocasiones en que no querer pensar sea justificable. Por ejemplo, cuando uno está viviendo una situación muy angustiosa o difícil. Lo entendemos y lo justificamos, pero no lo admitimos. Pensar es lo único que nos sirve para salir del hoyo, estemos bien acompañados o inmersos en la mayor de las soledades. Pensar es lo único que nos diferencia de quienes sólo sobreviven porque han sido traídos a este mundo. Por tanto, no se trata de dejar de pensar. Se trata de entender qué es pensar y de aprender a hacerlo.

¡Casi nada! ¿Aprender a pensar? Pues sí. Ninguna tarea revierte tantos beneficios por tiempo empleado en su aprendizaje. Ninguna nos proporcionará mayor libertad de acción, anticipando peligros, males, y aprovechando las mejores oportunidades con cálculo, inteligencia y realismo. Pensar no sólo no trae mayor complicación (salvo que sea haga mal, o a destiempo, o fragmentariamente). Pensar bien aporta siempre soluciones, dado que la vida por defecto es muy compleja y nosotros solemos complicarla, precisamente cuando pensamos mal (o no pensamos). Pensar no es complicarse demasiado, es intentar lograr la cota de mayor humanidad que podamos llegar a alcanzar.

miércoles, 13 de marzo de 2019

HITOS DE MI ESCALERA (37)

Yo había leído desde siempre, o eso me gusta pensar. Pero hubo un momento en el que dos autores se erigieron como los mentores que encauzarían mi caótica y poco estructurada aventura literaria; algo así como dos faros pareados que me guiarían en mi transcurrir por el oscuro aunque fascinante mundo de las letras. Así, fue en el año 1985, cuando dos amigas muy queridas me hicieron trabar contacto con Marguerite Yourcenar primero, y con Jorge Luis Borges, después. 

Primero, fue un regalo por mi cumpleaños. Mi amiga Loli, uno de mis principales apoyos en Madrid, me trajo, primorosamente envuelto en papel de regalo, la edición en tapa dura de Memorias de Adriano, traducido por Julio Cortázar, en Edhasa. Tal era el predicamento que esa mujer ejercía sobre mí, que esa misma noche comencé su lectura, quedándome por completo anonadado ante la calidad de una prosa a la que no estaba acostumbrado en mis lecturas de teatro, filosofía, o novela existencialista. Sus palabras se me derramaban por dentro, mientras leía, y debía volver atrás a menudo para entender el significado, que se me escapaba por atender más a la musicalidad de dicho discurso. Comprendí de inmediato que una novela podía ser más poderosa que la realidad, que ésta puede ser la base sobre la que se asiente la mentira para que la ficción sea quien nos lleve de la mano para comprender y paladear el mundo. Y, sobre todo, que se puede ofrecer un contenido profundo a través de una forma exquisita (antes, yo casi todo lo cifraba en el contenido, tan concienciado política y socialmente estaba).

Apenas tres meses después, ya en plenas vacaciones de verano en León, sucedió el segundo deslumbramiento. Tuvo lugar en casa de mi amiga Marisol: para que no me aburriera mientras esperaba a que se vistiera y maquillara en el baño, me sentó en su estrecha cama y me alargó un libro en rústica de un tal Jorge Luis Borges, de quien aún no había leído nada, y me dijo que leyera un cuento titulado “Las ruinas circulares”. Pues bien, el impacto que tal relato me produjo es difícil de expresar. De mano, esa tarde ya no salimos de su casa hasta mucho más tarde, mientras su padre se partía de la risa, viéndonos seleccionar libros de aquel autor argentino tan famoso, mientras ella iba clasificándolos por importancia. Al día siguiente, por supuesto, fuir  rápidamente a comprar Ficciones, el libro donde se hallaba el cuento recomendado, y ya nada volvió a ser lo mismo.

Si con Yourcenar, me cogí de su mano para apreciar la Literatura de un modo mucho más completo y aprovechable, con Borges yo sentí el impulso creador de un modo irrenunciable, hasta hoy. Y así como quería leer a la autora belga todo el tiempo, a la vez ¡¡quería escribir como lo hacía el divino ciego!! Allí comenzó mi enfermedad escritora, aquejada desde los inicios de uno de los males que el propio Borges instila: es imposible no querer imitarle, pero es quimérico conseguirlo, pues es demasiado personal, demasiado específico; y, por último, ha de pasar un tiempo variable hasta que uno se harta de los fracasos continuos, abomina de querer hacerlo y emprende el propio camino.

Mi idea de la lectura, y, sobre todo, de la escritura, ya no volvió a ser la misma. Ya nada volvería a ser igual en mi relación con la Literatura. A partir de ese momento, comprendí que lo que escribiera no debía tender sólo a comunicar algo (contenido), sino que debería ir envuelto de un determinado modo (forma) que había que adivinar -y acertar- cada vez. A partir de ese verano, mi obsesión por escribir alcanzó cotas que jamás se repetirían en tiempos posteriores. Aunque en honor a la verdad he de alegar en mi defensa que aún hoy sigo infectado del virus que aquellos dos libros. Una prueba más de esto que digo es que uno de los cuadros que adornan mi salón es una lámina que contiene dos fotografías montadas por mí. Desde ella, me contemplan con indecible paciencia dos rostros provectos, serenos, intensos, estimuladores. Marguerite Yourcenar, Jorge Luis Borges. Ahí siguen y seguirán, mientras yo siga. O, más bien, viceversa.

martes, 12 de marzo de 2019

SOMBRA DE BUITRE



Cuando lo vieron llegar, los demás buitres notaron que aquello les era desconocido. Sus formas les eran familiares, pero sólo su contorno era visible a sus ojos y se podía ver a su través. Sus evoluciones mostraban una suavidad extrema y precisa, y su vuelo todavía se oía menos que los suyos. También notaron con asombro que no les tenía en cuenta a la hora de decidir la dirección de sus alas; su cabeza tampoco parecía mirarles. Volaba sin ninguna atadura y sin un plan que pudiera adivinarse. Para colmo, eran ellos quienes habían de apartarse con rapidez cuando sus trayectorias parecían que iban a encontrarse. El jefe del clan, enfurecido por la situación, reivindicó su jerarquía y tomó la iniciativa de deshacer el embrujo que los demás parecían haber estar sufriendo. Sin previo aviso, se fue de frente contra el intruso, cuya transparencia a todos admiraba. Su rabia se trocó en espanto, cuando comprobó que su ataque no tuvo consecuencia alguna, ya que su cuerpo atravesó al forastero limpiamente, sin que aquella forma modificara su trayectoria o su actitud. Lo intentó más veces, pero con idéntico resultado. Al final, se dio por vencido. Pero todos pudieron captar que la extraña forma seguía sin mirarlos y que a ratos se alejaba, a ratos reaparecía. Su presencia los acompañó de forma intermitente varios días. Una tarde, dejaron de verlo para siempre. Pero en el grupo ya nada volvió a ser lo mismo.

Montaje de buitres de las Hoces del río Duratón (Sepúlveda, Segovia, Castilla y León, España)
Abril, 2007 ----- Nikon D100

lunes, 11 de marzo de 2019

MI PALABRERÍO CANALLA (43)

DISFASIA: Como la afasia (v.), pero más de continuo y con desenlace fatal.
DISFRAZ: Conjunto de ropajes, afeites, máscaras y otros adminículos con que se simula una realidad que no es la realidad real, sino otra inventada que nos convenza más o que engañe mejor para poder actuar sin demasiada presión y llevar con regularidad impune el ascua a nuestra sardina. La época dorada para llevarlos sin ridículo social es el Carnaval (v.)
DISNEICO/A: Aquejado de disnea, o dificultad en respirar. Aunque hasta ahora eran los enamorados quienes más la padecían, el hecho de que cada vez haya menos enamoramientos puros, esto se ve compensado por la emisión creciente y poco reversible a corto plazo de miasmas industriales múltiples, que mantiene las estadísticas de disneicos en unos niveles estables.
DISPÉPSICO/A: Ser aquejado/a de dispepsia, es decir de digestiones difíciles, por haber ingerido más alimento del necesario o más televisión de la precisa o más lecturas recomendadas de las meramente imprescindibles. Sus efectos tienen que ver con gases, borborigmos, acedías y con una mala leche del copón.
DISTANCIAMIENTO: El que se va experimentando con casi todo, con casi todos, menos con uno mismo; y contigo, chati, naturalmente.
DIVORCIO: Oportunidad de desenganche de una decisión errónea, precipitada y hormonal, que permita la posibilidad de volver a errar con menor precipitación y un pleno espíritu masoquista, ahora ya plenamente desarrollado.
DOGMÁTICO: Aquel que, no sólo se haya muy satisfecho con haber contraído la Verdad, sino que rechaza la razón como emético sin ofrecer explicación de ningún tipo.
DOLOR: Sensación habitual de aquellos seres humanos que no se liberan a través de cualquiera de las muchas drogas que a tal efecto se han ido creando.
DOMESTICAR: Acostumbrar (a los animales con los animales humanos; y a éstos entre sí) a la convivencia; o sea, como quien dice, casi nada. Su índice de fracaso es alto porque siempre se conserva la influencia reptiliana del arquicórtex, y cuando menos se lo espera uno, aparece la uña retráctil, el colmillo extensible.
DOMINAR: Ejercer dominio, manejo, mangoneo sobre las cosas, pero ante todo sobre la gente; el placer obtenido es inenarrable y mayor cuanto mayor es la cantidad dominada; eso sí, tiene el inconveniente de que genera adicción, por lo que las dosis han de aumentar gradualmente, lo cual hace subir los riesgos de muerte prematura.

Del libro inédito Palabrerío canalla1999

miércoles, 6 de marzo de 2019

¿QUÉ PIENSA MARÍA LA DE MAGDALA?



Este fragmento de pintura barroca se encuentra en el museo del Louvre, en París. Representa a María Magdalena, penitente, según la versión de Georges La Tour, pintor tenebrista francés, alumno aventajado del italiano Caravaggio (aunque lo fuera sólo en la distancia). Se trata de una obra sorprendente por cómo el autor trata la luz y por todos los interrogantes que plantea la actitud pensativa de la única protagonista del cuadro.

¿Qué piensa María Magdalena en esa postura? ¿A quién añora exactamente? ¿Qué espera de su vida, desaparecida ya la figura de su principal valedor? ¿Qué le sugiere la mecha del candil de aceite suspendida en el vaso? Su mano sobre la calavera, ¿le recuerda su segura muerte? ¿Tal vez rememore la Pasión y todo el calvario de su amado Jesús? ¿Acaso la luz sin más, o tal vez la Luz, aquella que el Maestro predicara? ¿Y es tristeza o melancolía lo que a sus ojos se asoma? ¿Es por ventura serenidad ante lo inevitable, o zozobra por el más inmediato porvenir? Son muchos los interrogantes que esa figura que nos hurta la mayor parte de su rostro. Muchas, también, las posibilidades que los pinceles de Georges La Tour nos brindan esos claroscuros naturalistas y extremos. Mucho, lo que debemos pararnos a pensar y admirar cuando, de nuevo, lo contemplemos arrobados en la pinacoteca del mayor museo del mundo.

Magdalena penitente (detalle) Museo del Louvre, París (Île-de-France, Francia)
Julio, 2012 ----- Panasonic Lumix G6

jueves, 28 de febrero de 2019

POCO A POCO, SUAVEMENTE

Poco a poco, suavemente, sin que se note, voy escribiendo renglones en los que me derramo sin la seguridad que pudiera reportarme un tranquilo transcurso lleno de logros y obras. Con lentitud, con paciencia, con ese impulso añadido, sin que se me oiga. Así soy, así me comporto. Como las yemas de los árboles, pacientes, hermosas e incuestionables. Así escribo, cada día o cada semana. Así trabajo, leo, corrijo, edito. Con la cadencia suave de quien no teme el proceso del tiempo, ni su desgaste. Con la inevitabilidad que siente el neurótico, el obsesivo, el loco.

En el diario Migas para el bosque, entrada de 15 de Mayo de 1998

miércoles, 27 de febrero de 2019

ANTAÑO, HOY, LOS DIOSES...



Antaño, los dioses se conformaban con ofrendas que los humanos les ofrecían con regularidad. Sabían que ambos mundos son incomunicables, aunque sí se puedan observar el uno al otro en determinadas circunstancias. Ellos decían que intervenían, y los creyentes miraban a otro lado, cuando se hablaba de las causas. La comodidad del pacto quedaba fuera de toda duda. Con el tiempo, el conocimiento aparentemente creciente, la sucesión de las civilizaciones, los avatares diversos de la especie, fueron evaporando las creencias en los dioses antiguos. Estos fueron quedando poco a poco arrumbados en los libros  clásicos, en la memoria de los mayores. La mayoría se retiraron a su medio natural, a su Arcadia, su Olimpo, su Elíseo... Algunos, más persistentes en la memoria, transigieron en ser imaginados en materias nobles, como el mármol, el alabastro, el bronce de aleación proporcionada. Otros, los menos, admitieron cualquier material, aun deleznable, con tal de proseguir presentes en el pensamiento de los hombres. A costa incluso de caricaturas horribles, distorsiones vergonzosas y herrumbres intolerables. Algunos, siguen todavía entre nosotros. Pese a todo. Pese a todos.

Joven sátiro (Parque del Muelle, Avilés, Asturias, España)
Abril, 2002 ----- Konica Minolta ZiMage

martes, 26 de febrero de 2019

LAS PREGUNTAS DE GREGORY STOCK (25)

Pregunta 65

Cuando usted cuenta una historia, ¿a menudo la exagera o la adorna? En este caso, ¿por qué?

Si se refiere a la narración oral, a menudo intento exagerarla o adornarla con aquellos ingredientes que a mí me parece que intentasen contrarrestar la escasa capacidad de contar que tengo. Lo haría también porque creo que la realidad sin más no tiene demasiado aliciente fuera de la habitual sorpresa a que nos somete la vida, y algunos elementos añadidos le proporcionarían mayor atractivo, siempre que la esencia de lo ocurrido no sufriese demasiado o reemplazase lo que había pasado realmente.

Si se refiere a la narración escrita, diría que casi siempre engalano o complico el relato de una historia que expongo bajo el formato de cuento. El motivo, pienso, debe tener que ver con que narrar una historia con la sencillez bajo la que se desarrollan la mayoría de las historias me parece una solemne pérdida de tiempo, y que para eso es mejor vivirlas que escribirlas. Pienso que el arte literario —como, en definitiva, cualquier arte— tiene como objeto contar historias, pero con el fin de que dichas historias susciten una emoción estética y no sólo el de saber una más de las anécdotas o conjuntos encadenados de hechos. Otra cosa es, claro, que lo consiga, pero el objetivo lo tengo muy claro, acaso en demasía.

Pd/ Los textos que responden a las cuestiones formuladas en El libro de las preguntas de Gregory Stock, fueron creados entre 1998 y 1999

lunes, 25 de febrero de 2019

LISTOS PÁJAROS BOBOS



¿Habéis visto? Nos llaman pájaros bobos -dijo el primero.
¿Qué dices? Eso son majaderías -terció el segundo.
—Chorradas. Todo el mundo sabe que somos pingüinos -acotó el tercero.
Además, sólo hay que mirarnos con cierto detalle para saber que no somos nada bobos -sentenció el cuarto.


Tras esa plática, los cuatro se sintieron muy fatigados y decidieron echarse a dormir un buen rato, sin hacer caso a nada más, y tanto y tan bien lo hicieron, que incluso casi se les pasa la hora del avituallamiento de la tarde, cuando más gente había.

—Ya están ahí todos. Ahora veréis -advirtió el cuarto.
—¿Qué veremos? -inquirió el primero.
—Que de bobos no tenemos nada, nada, más bien al contrario -reafirmó el tercero.
—Desde luego. Adoptemos, pues, una actitud individualista, seria, bien diferenciada -resolvió el segundo.

Así lo hicieron, y un instante después fue cuando el crío pelirrojo tiró la foto.

Zoo del Palacio de la Magdalena, en Santander (Cantabria, España)
Febrero, 2008 ----- Nikon D100

domingo, 24 de febrero de 2019

LA BANALIDAD EXPERIMENTAL: "ME ACUERDO" DE GEORGES PEREC

Bien, por fin, después de muchos años de espera, he leído los 480 apuntes del libro experimental de Georges Perec Me acuerdo (Je me souviens, en el original francés). Escrito por uno de los autores más emblemáticos de la literatura vanguardista del siglo XX, el famoso OuLiPo (Taller de Literatura Potencial), las expectativas que suscita son enormes para cuantos amamos lo que tenga que ver con la memoria, el pasado, el tiempo. Sin embargo, lo más suave que puedo decir ahora mismo, es que he perdido una hora y media de mi tiempo. No es demasiado inconveniente, claro, y además ya puedo opinar con conocimiento de causa. Pero me ha parecido una estupidez invertir ese rato en algo tan banal e inane salido de las manos de un autor famoso. Las conclusiones, tras su lectura del tirón, son frustrantes en grado máximo.

Como sabrán muchos, pues es obra conocida, trata de exponer por escrito de forma muy breve, casi telegramática, unos cuantos recuerdos de la etapa infantil y juvenil de este autor francés. El problema no es ése, pues una enumeración de recuerdos es algo que contamos y escuchamos todos los días. El problema es que sólo los enumera; eso sí, de un modo muy breve -¡menos mal!-. Es decir, que no interpreta ni saca conclusión alguna, ni toma el pasado como maestro, ni intenta explicar por qué le vienen esas imágenes o frases o personas a la cabeza, ni qué influencia han tenido en su vida. Nada: los expone, sin más, de forma directa, sin subordinadas, como quien lee la lista de la compra. Les pongo unos ejemplos muy breves: “Me acuerdo del café de Jean Robic, en la avenida de Maine”; “Me acuerdo de las guerras de almohadas”; “Me acuerdo de la paloma de Picasso, y de su retrato de Stalin”; “Me acuerdo de que en tercero me pasé más de quince días dibujando un mapa de la Roma antigua”. Y así, hasta 480, incluyendo varios cuya traducción resulta imposible por ser juegos de palabras de la lengua francesa. Como se puede ver, ninguna valoración se aprecia en ellos, frustrándose de ese modo poder saber su opinión sobre lo memorado. 

La famosa Me acuerdo, de Georges Perec, es tan solo una enumeración de flashes mentales, sin utilidad para nadie que no sea amante del OuLiPo, su familia o su club de fans. No sé la que le habrá supuesto al autor, además de para sacar otra obra extraña más de su magín, y ponerla en el mercado, al alcance de sus minoritarios lectores potenciales. Desde luego, la que le puede reportar al lector habitual es nula, más allá de la curiosidad coincidente que pueda tener un francés (la mayoría de sus recuerdos nada le dicen a un español, un alemán o un ruso, por ejemplo). En concreto, en mi caso no puedo decir que sea de “cero absoluto”, porque si estoy escribiendo esto, ya es un beneficio indirecto; además, me ha suscitado curiosidad por leer la obra del estadounidense Joe Brainard (que antes que él ideó el procedimiento, y en cuyo libro homónimo confesó Perec haberse inspirado), para comprobar si su planteamiento genésico el mismo que nos muestra el francés. Y también (¡qué narices!) porque me ha entrado gana a mí de crear mi propia serie de recuerdos breves (nada que ver con la extensión de los Hitos de mi escalera), pero donde después de cada uno de los apuntes venga algo que dé sentido a dicho recuerdo. Porque en mi diario yo puedo escribir lo que me dé la gana, lo más obsceno, monstruoso, o irrelevante; en él puedo escribir lo que desee. Pero cuando uno lo expone a ser leído por los demás... Si por ejemplo yo a mis lectores les cuento en mi blog que cuando hice la primera comunión me regalaron los 50 Juegos Reunidos Geyper, y no digo más que eso, ¿qué importancia tiene que yo lo cuente? Es una pura exhibición narcisista aún más inútil que el narcisismo puro. Ahora bien, si digo que dentro de esa caja de juegos había un ajedrez chiquito de piezas de plástico, y que ahí comenzó una historia de pasión por ese juego que hoy aún perdura casi 50 años después, eso sí -pienso- puede venirle bien a alguien además del autor mismo, que entenderá así parte de su presente, preguntándole con cautela a su pasado.

Pero esta vida nuestra es muy rara, porque, hurgando un poco sobre este particular, me entero de que hay una serie de personas que son amantes acérrimos de esta obra, de entre las cuales me llama la atención Juan Bonilla -escritor a quien admiro mucho, y que es una de mis referencias patrias en cuento y crítica literaria-, que ama esta obra de un modo tan obsesivo que colecciona ediciones del Me acuerdo de Perec en todos los idiomas que encuentra, aunque no los hable ni los entienda. Esto, yo, tampoco lo entiendo del todo. Pero, como decía El Gallo, ha de haber “gente pa’tó”.

Pd generosa/ El único apunte -el único- que me produjo interés -y risa- de todo el libro, lo transcribo a continuación, por lo excepcional: “Me acuerdo de que el día  después de la muerte de Gide, Mauriac recibió este telegrama: ‘El infierno no existe. Suéltate el pelo. Stop. Gide’.”

sábado, 23 de febrero de 2019

ÚLTIMA JORNADA DE PESCA




Mira, Manolo, yo no doy más de mí.
—Pero, mujer, y ahora, ¿qué pasa?
—Pasa, que ya me cansé.
—Y ahora ¿de qué te cansaste? Porque la semana pasada, fue de jugar al tute a dos bandas.
—Pues me cansé de venir a pescar contigo.
—Y eso, ¿desde cuándo?
—No me gustó nunca, hijo, nunca.
—Pues me entero ahora mismo. Parecía que venías con ganas.
—Era por darte gusto, pero siempre me aburrí como una osa. Y además, estoy cansada de todo lo restante.
—Pues mira cuándo me voy a enterar...
—Siempre hay un momento primero para todo.
—Claro, pero ya podías haberlo dicho antes. Habrías ahorrado disgustos
—Eso se dice muy fácil, pero a ti cualquiera te lleva la contraria, hijo.
—Ni que hubieras acabado en el hospital conmigo.
—Bueno, porque no fui a dar parte nunca, pero...
—Pero ¿qué?
—Nada, nada. Que me aburro, vamos, y que no vengo más. Te quedas con la caña y todo, y así pescas tú el doble.
—Pues tú verás lo que haces, porque yo en casa sola no te pienso dejar.
—Pues tú verás lo que haces, porque a estas alturas ya me da igual todo.
—Y con eso, ¿qué quieres decir?, a ver.
—Quiero decir, que ya me cansé, ya te digo. Y no sólo de pescar, sino de todo lo que tiene que ver contigo.
—Ya, y eso lo decides tú solita, ¿verdad?
—Pues claro.
—Pues no está nada claro. Y ya te estás yendo para casa, que cuando
 yo llegue ya aclararemos esto mismo y más cosas. Y con la cena puesta, que empiezo a tener gazuza.
—Faltaría más.
—Menos cachondeo, que la tenemos.
—La vamos a tener igual, así que...
—Que ¿qué?
—Que allí te espero, y que la tendremos; y gorda, te lo garantizo. (Y seguro que va a ser la última, de eso me encargo yo).
—Pues a lo mejor es la última que tenemos.
—Pues sí, mira, eso también lo pensé yo. Ya era hora de que coincidiéramos en algo. Aunque igual no, porque mi final seguro que es diferente al tuyo.
—Bueno, anda, tira pa'casa, que ya voy yo dentro de un poco.
—Sí, sí, no te demores, que las cosas en caliente, mejor. (No sabes lo caliente que estoy, pero no para la cama, sino para clavarte un hierro entre los ojos, animal)
—A ti te voy a calentar yo el morro todavía.
—Venga, en casa te aguardo; mientras, tendré todo a punto (la cena, la lumbre, la escopeta...).


Robado en Benicassim (Castellón, Comunidad Valenciana, España)
Julio, 2006 ----- Nikon D100

viernes, 22 de febrero de 2019

COSAS QUE ME FASCINAN (III)

  1. Comenzar a ver una serie nueva, una película nueva, una entrevista nueva, y sentir que me olvido de todo cuanto no se halle ante la pantalla porque me atrape hasta ese punto
  2. Entrar en una iglesia románica de peregrinación a una hora cercana al cierre, comprobar que no hay nadie, y que puedo pasearla, honrarla, paladearla, fotografiarla en absoluta soledad entre 15 minutos y media hora
  3. Comprobar los efectos que la orogenia tectónica produce en la corteza terrestre en algunos lugares como costas o montañas
  4. La verificación de que la relectura de una obra literaria clave en mi vida no sólo no desvanece los placeres pretéritos, sino que los incrementa, porque yo ya no soy la misma persona que la leyó entonces
  5. Comer en un restaurante donde el esmerado servicio, los novedosos y deliciosos platos, el maridaje de bodega y el entorno del lugar y sus vistas logren un ensamblaje perfecto, que perdurará para siempre en la memoria
  6. Hallar que entre las 50, 100, 500 o 1000 fotos que puedo realizar en un día tipo, hay una docena que me transporte al paraíso por originalidad, oportunidad, belleza y composición, y que permita aventurar una gozosa y exitosa edición
  7. Sorprenderme de un modo sincero y absoluto por algo escrito por mí o fotografiado por mí, comprender que es algo de calidad, y llamarme la atención que haya sido hecho por mí, pues ya no lo recordaba
  8. Comprobar que a pesar de los múltiples intentos por arrumbar la excelencia, todos los cursos encuentro unos pocos alumnos por los que merecería la pena vivir
  9. Ir de librerías, a la caza de alguna novedad no fichada; o bien hacer lo mismo por la red a la caza de algún libro interesante en las webs de libros viejos
  10. Jugar al ajedrez, de modo físico o -más comúnmente- de forma virtual por internet. Se trata del único juego al que le soy fiel a mi edad, teniendo en cuenta que aprendí a jugar con 8 años

Por si interesa ver las entradas primera y segunda de esta serie

miércoles, 20 de febrero de 2019

RENDICIÓN





Harto de su propia historia, de los rumores que su figura destilaba, del temor que suscitaba entre las gentes, de su poderío ancestral, de no encontrar jamás rivales a su altura; hastiado de la rutina temporal de los sacrificios de héroes y doncellas, de la monotonía geométrica de su residencia sin salida; avergonzado por los orígenes impuros de su nacimiento y convencido de la inutilidad de luchar contra su destino, el Minotauro, ya viejo y fatigado, cansado de prever con antelación todo cuanto pudiera sucederle, se despojó de su escasa vestimenta, relajó sus miembros y se dispuso a aguardar la violencia ambiciosa y embaucadora del héroe, que se adentraba ya en el quebrado recinto, y caminaba tan seguro de sí, como lo estaba él mismo del desenlace final.
Del libro inédito Micrólogos, 2012

Minotauro, en Jerez de la Frontera (Cádiz, Andalucía, España)
Julio, 2004 ----- Minolta dImage 5

martes, 19 de febrero de 2019

MI PALABRERÍO CANALLA (42)

DIGNIDAD: Equilibrio de fuerzas entre la opinión que poseemos de nosotros mismos y el trato que recibimos de los demás. El desequilibro hacia nosotros lo llaman prepotencia (los demás). El que se inclina hacia los demás, lo denominamos vejación (nosotros).
DILETANTE: Aquel que obtiene deleite con la comprobación de que los demás no disfrutan tanto de las cosas artísticas como él/ella y, además, se congratula ostentosamente de ello, que es lo que más fastidia precisamente a los demás.
DINERO: Codiciadísimo conjunto de objetos usado como instrumento de cambio. Es la principal causa de recurrencia a los atavismos más violentos entre los que se tienen por seres humanos.
DIOS: 1. Con mayúscula (aunque no se sabe bien por qué), ente de ficción cuyas andanzas y aventuras han tenido enorme éxito y mayoritario seguimiento desde el albor de los tiempos. De los libros que las han narrado se han tirado miles de ediciones en todos los idiomas, convirtiéndose en los best-seller de los best-sellers. 2. Con minúscula (aunque no sé bien por qué motivo), yo mismo; desde mi punto de vista, naturalmente.
DIPSOMANÍA: Afición contumaz e irredenta por la ingesta deleitosa de bebidas alcohólicas con el objeto de alcanzar un estado que sea distinto del que habitualmente se tiene sin beber. Como por lograrlo se arrostran vejaciones, despidos, desprecios, cirrosis, humillaciones y otros desatinos diversos, da la impresión de que, una de dos, o ese estado merece la pena, o el estado anterior es realmente penoso.
DISCÍPULO/A: Seguidor de alguien que piensa por sí mismo o de alguien que dice  hacerlo y convence a los demás de la veracidad de su aserto; por regla general, se trata de seres débiles, sin carácter propio, volubles, influenciables, dirigibles, explotables, humillables, sacrificables, etc. Aunque excepciones hay.
DISCURSO: Toda sucesión de palabras engranadas con algún fin, casi seguro lucrativo para quien lo pronuncia y horroroso para quien tiene la obligación de oírlo; pese a que siempre queda el nunca bien ponderado recurso de no escucharlo.
DISCUSIÓN: Monólogo pugilístico, inmovilista, sin concesiones, de resultado nulo.
DISECCIÓN: Acción de crear un rompecabezas con un cuerpo animal a base de escalpelo, aguante estomacal y ciertas dosis de morbo.
DISFAGIA: Imposibilidad para tragar, sobre todo políticos, charlatanes, famosos de couché, críticas literarias o cinematográficas de periódico, experimentos vanguardistas de museo reciente, divos mediáticos y otras chusmas contemporáneas.

Del libro inédito Palabrerío canalla1999

lunes, 18 de febrero de 2019

EL AMOR REPOSA DE SUS BATALLAS



Tras una noche muy inquieta, llena de sobresaltos, agresiones verbales y físicas, discusiones violentas y sexo liberador, los dos amantes habían aplazado sus hostilidades de forma temporal, y habían salido a dar un paseo. El sol brillante permitía una brisa ligera que impedía la formación de calima, por lo que el cielo resultaba de un azul cerúleo que invitaba a su admiración. Andando, llegaron a lo alto del paseo, sobre el mar. Habían cruzado pocas palabras, pero habían ido de la mano todo el tiempo. Cuando hubieron alcanzado la parte más alta del paseo, la brisa cesó, y el calor de la mañana se hizo el dueño de las sensaciones, haciéndolas muy agradables. Se sentaron en un banco. Contemplaron el mar, que no mostraba signo alguno de movimiento. El calorcillo en los cuerpos resultaba de lo más adormecedor, y ella acabó recostándose sobre las piernas de él, alargándose en el resto del banco. El no se echó, pero también sintió cómo le sobrevenía el sopor. Todo parecía en calma: no había gritos, no había insultos, no había reproches, ni tampoco golpes; en ese momento, ninguno de los dos se sentía frustrado. A su alrededor, sólo silencio y un día espléndido. Además, el cuerpo de su chica yacía sobre él, y parecía adormilada, acaso estuviera soñando. Le acarició el pelo. La quería, pero siempre había muchos peros. Habría que tomar decisiones; pero ¿cómo? y ¿cuándo? En ese momento, no parecía posible. En ese momento, no cabía más que sentir la caricia del sol en la espalda, y rogar que se levantara algo más de brisa para templar algo la temperatura, para retomar fuerzas ante el próximo asalto, de camino a casa. Entretanto, su amor restañaba sus heridas frente al mar.


Robado en Llanes (Asturias, España)
Mayo, 2003 ----- Minolta dImage 5

sábado, 16 de febrero de 2019

NECESIDAD DE LOS MITOS

Los mitos siempre han sido necesarios para poder soportar la realidad en todas sus dimensiones.  Los mitos generadores, presentes en todas las cosmogonías antiguas.  Los mitos que dan miedo, como los fantasmas, los vampiros, los zombies o el diablo. Los misteriosos, como los ovnis, las civilizaciones generadoras de los inicios (antes del comienzo de la Historia) o la infalibilidad del papa. Los esperanzadores, como la reencarnación, la vida eterna tras una vida pía, la viuda rica que se enamora de ti, la piedra filosofal, conseguir oros olímpicos con puntuación de 10,  un tesoro enterrado en el jardín, el grial, el mayor premio de la lotería, adelgazar sin dejar de comer, o que la tecnología nos consiga un futuro sin privación alguna.

Cada uno tenemos los nuestros, que no tienen que ser por obligación religiosos, ni deportivos, ni siquiera espirituales. Pueden ser de lo más carnal, de lo más inmediato, de lo más prosaico. El amor eterno o la pareja ideal; el progreso infinito en cualquier actividad; conseguir publicar una obra o colgar un cuadro en una exposición; evitar el dolor de nuestros hijos; conseguir dar las clases perfectas al grupo perfecto; llevarse bien con toda la familia o con todo el vecindario y caerle bien a todo el mundo; conseguir escribir la obra imperecerdera; erradicar el hambre del mundo; o la inmortalidad, por poner sólo algunos ejemplos.

Sin mitos, es difícil encajar los vaivenes de la vida, su insoportable mudabilidad, su sinsentido intrínseco que uno ha de llenar como mejor sepa, su impredecible e ingobernable transcurso. Y aun sabiendo que los mitos son zanahorias que nos colocamos ante los ojos para que nuestros cuerpos avancen; aun conociendo la falsedad de los mismos, solemos preferir las ventajas que nos ofrecen a los inconvenientes que generan. Preferimos una falsedad impulsora que una verdad dolorosa, inmovilizadora o paralizante

[Concluir, aunque queda poco] 

jueves, 14 de febrero de 2019

PENITENCIA







Así me gusta, hija mía, que seas obediente. Ya sabes que si no haces lo que te digo, tu salvación resultará muy difícil, por no decir imposible.
—Sí, padre.
—Veo que has venido a mí, pura, desnuda, libre de taras mundanas, como te ordené ayer, para proceder a tu limpieza general de pecados.
—Como Su Reverencia me mandó, padre.
—Bien, bien. Ése es el camino. El de la obediencia sin tasa, porque el Señor, que todo lo ve, no tolera distracciones de sus preceptos divinos.
—Eso creo, padre.
Tu cuerpo te delata, hija mía. ¡Cuánto vicio se atesora en él!
—Muy cierto, padre. Soy una gran pecadora.
—Pero eso no debe afligirte, pues Cristo perdonó a María Magdalena, que había pecado más de lo que hayas podido hacerlo tú.
—Sí, padre, mucho más.
—Con todo, Cristo permitió que ella, en agradecimiento, le agasajara con ungüentos y perfumes, ante la mirada asombrada de los discípulos.
—(...)
—Lo que quiero decir es que tú no debes ser menos, hija mía. Y que debes agasajarme en la medida que corresponda.
—¿Y cómo, padre? No tengo dinero para lujos caros con que obsequiarle.

No te preocupes por eso, y ven, hija, ven conmigo. En mi celda sabré yo darte acciones y tareas con que agradecerme el bien que por mi intercesión el Señor te va a conceder y yo, en calidad de su representante, te voy a administrar.
—¿Será como una penitencia, padre?
—Podríamos decir que sí, hija. Aunque de la penitencia por tus pecados hablaremos después, cuando hayamos terminado.

Grupo escultórico en San Millán de la Cogolla (La Rioja, España)
Agosto, 2005 ----- Nikon D100

miércoles, 13 de febrero de 2019

LAS PREGUNTAS DE GREGORY STOCK (24)

Pregunta 64

Usted y una persona a quien ama profundamente se hallan en habitaciones separadas; cada uno tiene un botón cerca. Saben que ambos morirán, a menos que uno de ustedes oprima su botón antes de que transcurran sesenta minutos. Más aún, el primero que oprima el botón salvará a la otra persona, pero morirá de inmediato. ¿Qué cree usted que haría?

Pues éste me parece un argumento excelente para un relato de tipo medio, de unas 8 ó 9 páginas, sí señor. Resume muchos de los temas que me son caros: el amor puesto a prueba, la comprobación de que en una situación extrema es donde los sentimientos “cantan” si son sinceros y si no son sinceros, también, una disyuntiva perentoria con peligro inminente, la muerte, la lucha de contrarios, la verificación de la verosimilitud del amor, y otros etcéteras. Es más que probable que tome esta magnífica idea argumental y la traduzca a un cuento, si me pongo a ello y no me da el canguelo.

Por lo que respecta a la respuesta en sí, debo repetir que mi egoísmo inveterado me motivaría a esperar hasta el último segundo que la otra persona me salvase. Si lo hiciera, la mantendría para siempre en mi memoria con agradecimiento perpetuo y convencido de que el amor puro y sincero existe. Si se cumplieran los cincuenta y nueve minutos y 55 segundos y comprobara que mi amada no había pulsado su botón, con lo cual ella manifestaría idéntico egoísmo que el mío, me defraudaría de tal modo que quedaría a las claras que su amor no era tan intenso y perfecto como ella había manifestado tan alegremente con anterioridad; por ello, no me importaría que desapareciera de mi vida y por tanto, me importaría tres narices que muriese. Pero es que además en este punto se añadirían unas virutas de venganza por no haber hecho lo que yo estaba deseando que hiciese, que es salvarme. Por esa razón añadida, y teniendo la absoluta seguridad de que yo iba a morir igual, no haría nada por salvarla a ella, con lo que ella también moriría. Ambos dejaríamos de existir en justo castigo a nuestro comportamiento mutuo, que sería igual de reprobable, pero como el que juzga al final todo lo referente a mí soy yo, pues prevarico siempre que puedo y dicto sentencias a mi favor con liberalidad y sin tino. De modo que ahí queda eso.

Pd/ Los textos que responden a las cuestiones formuladas en El libro de las preguntas de Gregory Stock, fueron creados entre 1998 y 1999

martes, 12 de febrero de 2019

ENVIDIAS ENTRE ELLAS


—Vamoh, niñaaaa, que yevah tóa la mañana con el puto luná pa'rriba y pa`bajo.
—(...)
—Ci, totah, no te ha cresío de ayé a hoy.
-(...)
—Ademá, no é feo del tó. Te cienta bien. Paresse que puéh mirá de ehparda.
—(...)
—Ay, nena, qué pezaíta ehtá con la coza fícica. Ci totá, er chico éce te quié lo mihmo. ¿No vé que zólo te quié pa'una cosa, tonta'l pino?
—(...)
—¿O qué te crée, que ece tío te quié?
—(...)
—Mira, a esoh gachó, me loh conoc-co yo, Ci yo te contara, hiha.
—¿Tú? ¿Qué vah a contá tú, si no te comeh ná?
—Ezo é lo que tú te crée. De todoh modoh, no hablamoh de mí, sino de ti, bonita, y te digo yo que ece tío, no te quiere máh que pa'l seso.
—(...)
—Y pa'ezo, da iguá que ehtéh gorda que flaca, porque... ya me entiendeh.
—(...)
—Y lo de lah manchita, máh de lo mihmo.
—(...)
—Ci, totá, pa'lo que te va a dá ece muertodhambre.
—(...)
—Que zeguro que hahta foya má, como zi lo viera.
—Mira, guapa, mi novio me quiere, me guhta y me foya de vissio.
—Ah, ¿cí?
—Cí, ¿y zabeh otra coza?
—¿Qué? A vé...
—Pueh que te den por culo, bien dao; pero bien, a ver ci ací deha de jodé ar personá, que no hay dioh que te aguante, tontalnabo, envidioza de mielda, que ci tuvierah algo que yevarte ahí en medio, a lo mehó ce te quitaba eza cara de malfollá que yevah ciempre, bonita. Ale, condió.

Robado en Menorca (Islas Baleares, España)
Julio, 2004 ----- Nikon D100

lunes, 11 de febrero de 2019

HITOS DE MI ESCALERA (36)

De mis tiempos de estudiante en Madrid podría escribir tantas cosas, que aburriría. Pero el objetivo de estos Hitos es mostrar los momentos clave que a mi juicio han supuesto experiencias, momentos o volantazos lo suficientemente importantes como para que mi vida cambiara en buena medida. Por eso, de las dificultades para acomodar mi timidez congénita, mis escaseces monetarias y mi particular carácter, con el férreo y prioritario objetivo de lograr el mejor expediente académico posible y la nueva realidad de inquilino novato de un hostalito madrileño en pensión completa, hay que pasar necesariamente, si no parecería un lágrimas convicto y confeso.

En cambio, hubo algo esos primeros meses de novedades absolutas y casi diarias que tuvo una importancia capital para mi devenir intelectual. Fue en una de mis múltiples incursiones por las bibliotecas de que disponía por la zona donde vivía (barrio de Tetuán, cerca de Bravo Murillo). En una de ellas, mientras fatigaba sus catálogos de fichas en busca de referencias para las diferentes asignaturas, di con un libro -no sé bien cómo- de cuyo desconocido autor (Sébastian Faure) nada sabía, pero con un título impactante que me noqueó: Doce pruebas de la inexistencia de Dios. Como no estaba disponible para préstamo, fui a la sala donde se hallaba. Abrirlo y comenzarlo a leer fue una epifanía. Allí estaba todo cuanto había estado demandando durante años. Y ya no paré hasta que me hice con él en propiedad, pocos días después.

Quienes no hayan seguido estos Hitos con regularidad, acaso quieran informarse de mi problemática religiosa, desde mi ferviente creencia infantil (Hitos, 5), las dudas iniciales y ruptura definitiva con la religión católica (Hitos, 18), hasta las primeras lecturas teóricas (Hitos, 19). Pero, para resumirlo, yo caminaba adecuadamente hacia un ateísmo militante de progresiva radicalidad. Pero... El problema es que no encontraba las obras o las justificaciones teóricas que me acabaran de “rematar”. No se piense por ello que la labor había sido reciente. Para quien se lee El Anticristo de Nietsche con 16 años, o Por qué no soy cristiano, de Russell, con poco más, no era ningún problema acceder a obras sobre ateología (aunque de aquélla no se había escrito la famosa obra de Michel Onfray). Pero lo que me satisfacían desde unos puntos de vista, se me acababa escapando por su falta de sistematización. Total, que yo necesitaba algo que me lo dejase no sólo bien claro, sino que pudiera “estudiarlo”, para poder exponerlo con soltura en mis tertulias y debates y poder derrotar dialécticamente a mis oponentes, sobre todo, algunos oponentes del Opus, con quienes me las hube y me las traje.

Y, de repente, aparece la obrita de Sébastian Faure, que ni siquiera era un pensador original (por eso quizá fuese tan didáctico y tan claro), sino un divulgador anarquista francés, que sistematizó en este librito justo lo que yo precisaba para ordenar con solidez argumentos, ilaciones, silogismos y razonamientos lógicos con los que contrarrestar los muy documentados teístas de mis compañeros opusinos, o sólo conservadores. El panfleto fue escrito probablemente a principios del XX -no hay certeza absoluta-, pero tiene una modernidad estructural que lo hace actualísimo. En ese libro, yo veía cómo el autor desmontaba las incoherencias de los razonamientos religiosos cuando intentaban justificar la existencia de Dios usando la razón. Y empleándola él mismo llevada al extremo de la lógica pura, conduce su escrito a una crítica demoledora que paladeé con infinita satisfacción. Varias veces. Mi dialéctica cobró nuevos bríos, y mi propia concepción del concepto “dios” se tornó más clara, delimitada y sin flecos. 

La primera edición que poseí de aquel libro, de la editorial Akal (¡cómo no!) todavía obra en mi poder; destrozado, abierto, subrayado, acuchillado, deshojado, manchado, etc. Una  hermosa edición en tapa dura muy posterior, de la editorial La Máscara,  con el título algo cambiado: Doce pruebas que demuestran la no existencia de Dios, y una portada con un detalle del Saturno devorando a sus hijos de Rubens, figura en lugar de honor entre mis “selectos de tapa dura”, a mis espaldas, protegiéndome en mi escritorio.

AVISO A VISITANTES

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