jueves, 16 de febrero de 2017

LAS PREGUNTAS DE GREGORY STOCK (2)

Pregunta 6

Usted descubre que, debido a una confusión en el hospital, su maravilloso hijo de un año no es suyo. ¿Querría cambiar a la criatura para tratar de enmendar el error?

Para nada. A mí me importa un pimiento la transmisión genética, y si ese niño era una maravilla, ¿a qué cambiarlo? Habida cuenta de los riesgos que supone ser padre, habiendo comprobado que muchos de ellos se habían evaporado, ¿a qué  repetir la experiencia? ¿Por un estúpido y absurdo —aunque comprensible— deseo de que aquel hijo sea propio en un 100 %? Para nada, insisto.

Entiendo, desde luego, las ansias paternas de que la criatura engendrada y concebida lo haya sido en circunstancias normales por el padre y la madre reales. Pero es tan difícil educar, es tan, tan, tan difícil lograr que tu descendencia tenga unas características positivas, que el simple hecho de comprobar lo que era esa criatura me haría levitar de contento. De hecho, es más que posible que al haberse eliminado la posibilidad de fracasar con él, hasta yo variaría un tanto mi inveterada oposición a la paternidad. Además, cualquiera puede tener un hijo. Ahora bien, lograr que ese nuevo ser posea nuestro marchamo y lo mejore, eso sólo lo logran unos pocos.

No obstante, la mayoría sentiría que al no ser propio algo se derrumbaba a su alrededor. ¡Qué sé yo! Igual se planteaban complejos de inferioridad del tipo: “ya me parecía a mí que era demasiado bueno para ser mío”; o incluso aflorarían ideas de infidelidad soterrada o de potencia personal. Es una ridiculez, bajo mi punto de vista. La cuestión genética puede estar bien, o tal vez el gen egoísta del que hablara Dawkins nos impulsara a rechazarlo de súbito. Pero creo que la razón y lo que aquí planteo debería ser lo suficientemente convincente como para que la calidad estuviera desvinculada de algo tan incontrolable y etéreo y animal como la bioquímica. (Aunque mucho me temo que la realidad sería muy otra, y la necesidad de que un hijo sea el hijo de uno, al completo, y no sirva otro, p. ej. de adopción, sería la opción preeminente). Pero en mi caso, no. Para nada. Vuelvo a insistir. No lo querría menos sabiendo que no alberga mi carga genética ni la de la mujer que fuese su madre teórica. E insistiría en que la situación no se cambiase, llegando hasta la lucha más enconada por conservarlo.


Pd/ Los textos que responden a las cuestiones formuladas en El libro de las preguntas de Gregory Stock, fueron creados entre 1998 y 1999

miércoles, 15 de febrero de 2017

LA BELLEZA INSULTANTE DEL SÚPER-LUJO


Esta belleza que aquí contemplan es un yate de los denominados de súper-lujo. A simple vista, y sin haber consultado de cuál se trata o sus características, podríamos aventurar unos 80-100 metros de eslora, que estilizan de forma horizontal sus cuatro cubiertas; las cuentas encajan, si lo comparamos con la lancha que servirá -imaginamos- para desplazamientos cortos o desembarcos ocasionales. Su estilizada figura se encontraba atracada en Portofino, el famoso pueblo italiano al lado de Génova, meca de muchos ricos o aspirantes a serlo o de mirones sobre cómo lo son quienes lo son. Para rematar sus cualidades, quien esto escribe puede atestiguar una situación insólita (para el común de los mortales, se entiende), que tuvo lugar en este impresionante barco. En un momento determinado, un pequeño helicóptero particular sobrevoló la zona, y mientras lo hacía, una plataforma circular ascendió de las tripas del yate, para convertirse en improvisado helipuerto, donde la nave, en efecto, se posó con suavidad sin parar el motor, recogió a dos personas, y elevó otra vez el vuelo para perderse en dirección oeste. Con este apunte, entenderán que no se precisen más datos del buque, porque con ello ya queda todo dicho y se entiende todo. Seguro que el resto podrán imaginarlo con facilidad.

La elección de esta imagen coincide con un reportaje que hace unas semanas leí en un suplemento semanal. Hablaba de los 4.400 ejemplares que existen en el mundo de este tipo de yates. Son ésos, y no más, según el articulista, los miembros de ese selecto club de poseedores de estas naves donde viven algunas semanas al año. Al parecer, el más largo de todos mide 180 metros (o sea, la mitad de un superpetrolero) y vienen costando entre 250 y 1.000 millones de dólares (las cifras son reales, asegura el reportaje, aunque se consideran fluctuantes, y siempre ascendentes por cuestiones de mercado).

Y todo ello para que un puñado de personas (la capacidad de estos barcos no es grande, paradójicamente: entre 10 y 25 personas) puedan disfrutar de una exclusividad a la que le da derecho la posesión de una cantidad de millones que sobrepasa la imaginación y produce vértigos comparativos. Claro que si dichos millones hubieran sido ganados con honradez y duro esfuerzo, uno no tendría nada que decir, porque cada uno hace con su dinero lo que le apetece. No obstante, aun sabiendo con certeza que la realidad es muy otra, uno tampoco va a decir nada de lo que tenía previsto, porque a medida que iba llenando las líneas de esta entrada se le fue diluyendo el interés y, sobre todo, la necesidad personal del comentario pertinente.
Yate Madame Gu, fondeado en Portofino (Génova, Italia)
Julio, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

lunes, 13 de febrero de 2017

DESDE LA CUMBRE (MICRORRELATO)

Asciendo desde hace dos horas. Son sólo unos pocos cientos de metros. Nada que mi experiencia no controle. Pero el tiempo apremia, el amanecer me aguarda y no debo perderlo. Tal vez sea el último, y hoy está despejado; habrá buena visibilidad. Parece que te siento otra vez a mi lado, como entonces. Pero sé que es tu fantasma, que jamás me desampara. He querido venir solo, de nuevo, para ver si mi recuerdo activa algo de lo que sentí por ti. Los pasos que oigo son los que producen mis botas contra el camino. Los jadeos, los míos, que se agudizan a medida que la altura aumenta. Ya queda poco. Como poco es lo que recuerdo de tu cara, que cada vez tiene menos rasgos definidos. Por eso subo hasta aquí, donde alguna vez ocurrió algo, eso sí lo sé. Pero no sé bien qué fue. Me dejo llevar por las sensaciones: aquí sucedió algo una vez. Tal vez te dijera lo que sentía por ti. Acaso te besara. Incluso pudimos planear nuestra vida juntos. No lo sé. Ahora, sólo siento que el sudor desborda mis cejas, y me ciega algún instante. Ya falta poco. La aurora se presiente. El frío arrecia por momentos. Llego al fin a la cima. Por fin la panorámica resulta completa, en derredor. Ahora sólo me acompaña el sol, que acude puntual a la cita. Pero su resplandor creciente no logra evaporar mi soledad, ni tampoco ilumina mi memoria. No sé lo que pasó aquel día. No sé qué por qué he subido, en realidad. Tampoco sé para qué bajar. Sólo el paisaje que clarea entre la bruma desvela algunos de sus secretos. Me pregunto qué haré aquí, el porqué de esta ascensión, a mis años. Aunque las vistas no pueden ser más hermosas. Y siempre puedo imaginarte, de nuevo.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

jueves, 9 de febrero de 2017

EL CENTRO DE TODAS LAS MIRADAS


 
Aunque es el joven del centro quien se estaba moviendo, y a gran velocidad, bien pareciera que es al revés, y que la imagen congelada de su pirueta boca abajo, se ofrece mejor como contrapunto a todas las demás que lo circundaban en la plaza. Y aunque ellos se hallaban más o menos inmóviles, sorprende su mayor capacidad de movimiento que la del rapero bailarín. Acaso sea porque éste no tiene más que una idea en la mente, y es la que proyectan sus evoluciones ante la mirada de todos que, por el contrario, parecen pensar en muchas cosas, y eso es lo que muestra la fotografía. Tal vez. Enigmas de la imagen.
Con todo, pese a sus misterios, las caras nos revelan mucha información. Y, de nuevo en este caso, la del rapero no queda a la vista. Puede que resultase redundante porque, como decimos, su mente sólo atiende a una idea, a una concatenación de movimientos y acrobacias que ha ido aprendiendo con el tiempo y que ha memorizado con tesón, tarde a tarde, sábado a sábado. Y no, su cabeza no se le ve. En cambio, las de los demás, sí. Y sus rostros dicen mucho. Dicen de su envidia (saber bailar como él, tener su agilidad, su sentido del ritmo, su edad, su capacidad para concitar la mirada), de su deseo (el cuerpo fibroso y duro del muchacho, en la flor de la juventud, podría dar muchas satisfacciones, piensan algunas -y alguno que otro-), de su alegría (la música, el ritmo machacón, la proximidad de sus amigos, que ríen), de su sorpresa o interés (son turistas, o es la primera vez que lo ven a él, o acaso la primera vez que ven un espectáculo de este tipo), de su hartazgo (porque hay quien lo lleva viendo todos los domingos en esa plaza haciendo lo mismo, con los mismos pasos, con la misma música -que ya podría poner otra, o aprenderse otras evoluciones-, etc.). Porque cada uno tiene una mente ágil y voluble que caracolea a la par que el bailarín. Porque los rostros hablan con franqueza. Y porque la cámara lo congela casi todo.
Robado en la Plaza Mayor de Bilbao (Vizcaya, País Vasco, España)
Diciembre, 2004 ----- Nikon D100 

miércoles, 8 de febrero de 2017

HITOS DE MI ESCALERA (14)

Los dos primeros años de mi estancia en el nuevo centro educativo, no son como para sentirse orgulloso de mis resultados. En plena adolescencia, un año menor que mis compañeros, y con un montón de asignaturas que no me decían nada, pasé de ser alguien en la escuela, a no ser nadie en el instituto, e incluso a cosechar -algo inaudito hasta entonces- algún suspenso en las evaluaciones intermedias. Las asignaturas de ciencias ya suponían por aquel entonces mi mayor tormento, sobre todo las matemáticas y la física.

En ese período, cabría destacar tres aspectos interesantes, ajenos al mundo académico, que comentaré en otra ocasión. El primero sería que llevaría a cabo el último acto religioso puro y auténtico de mi fe católica: la confirmación, que realicé tras dos meses de prescriptiva catequesis, con 14 años, y consiguiendo que uno de mis nuevos amigos, compañero de clase y protector frente a ciertas injusticias, ejerciera de padrino de la ceremonia. A partir de ese momento, mis lecturas, mi idea de la coherencia y mi propia evolución personal me encaminaron a la pérdida de dicha fe, y a profundizar en mi ateísmo militante, lo cual desarrollaré en un próximo capítulo de estos "hitos".

El segundo, el inicio de mi afición por la filatelia, que se prolongaría unos cuantos años, y a la que contribuiría mi padre, suscribiéndome de su bolsillo al Servicio Filatélico de Correos, que me enviaba cada serie nueva de sellos a casa. La admiración por la belleza bien realizada, y por el orden que requiere una tarea como ésa, serían cuestiones que no me eran ajenos ya, a lo que parece.

El tercero, sería el inicio de una etapa de timidez extrema, de inhibición ante las dificultades (ejemplo extremo eran mis pellas cuando, al ir a clase de gimnasia, veía montados los aparatos en el gimnasio, lo que me provocaba pánico), de problemática en mis relaciones sociales, que no me facilitaban la vida; antes al contrario, la dificultaban, y añadían peso al desconcierto de una etapa demasiado hormonal y desajustada.

Cuando rememoro los dos primeros cursos de aquel BUP, la memoria se me desvae con facilidad. Es más que posible que mi mente, en su intento por aminorar los efectos perjudiciales de momentos confusos o dolorosos, haya ido erosionando los recuerdos de aquellos años con una pátina de indulgente neblina; tan densa a veces, que ha llegado incluso a volatilizar muchas piezas de mi puzle personal.  No fueron buenos tiempos, no. A mi edificio le faltaban muchos cimientos y tabiques que lo conformaran. Algunos de ellos tardarían muchos años en brotar.

martes, 7 de febrero de 2017

LA NIÑA NO SE FÍA


La madre sabe que el imponente cocodrilo de bronce con extremidades antropomorfas no se va a mover de donde está. Pero la niña no distingue ese detalle, y no está convencida del todo. A pesar de que sabe que su madre le ha permitido bajar al canal de agua donde se encuentra, y que por ello no puede haber un peligro inminente, no las tiene todas consigo. Con unas hojas en la mano, su objetivo parece ser colocarlas en la boca del monstruo. O coger las que ya tiene entre sus fauces. Pero no está segura del todo. No se fía. Ya sus pies sienten el frescor del agua que baña a ambos, al animal y a ella, pero su mano izquierda agarra con fuerza la de su madre, como sostén y defensa ante lo imprevisto. Su mirada no se dirige al cuerpo, sino adonde puede brotar el peligro: a la cabeza. Porque no confía en la inmovilidad completa del animal. Parece pensarlo con detenida prudencia, inhabitual entre los niños. Su madre no puede evitar una leve sonrisa de superioridad, pero en el fondo se la nota orgullosa de esa prevención que, con seguridad, la protegerá ante otros peligros más reales. Sin embargo, la niña considera ese momento muy real; y al cocodrilo, muy amenazador, con esa bocaza llena de dientes que prometen atraparla si se acerca demasiado o no es lo suficientemente rápida. Durante unos instantes, parece que va a dar el paso, pero el temor prevalece, y la mano izquierda no se suelta, y sus pies no se mueven. La niña es prudente y temerosa. La niña no se fía.

Robado en Vitoria (Álava, País Vasco, España)
Agosto, 2014 ----- Panasonic Lumix G6

domingo, 5 de febrero de 2017

DOBLE VIDA (MICRORRELATO)

Llevo una doble vida. Al principio, era muy excitante, y en ambas situaciones lograba disfrutes distintos, complementarios, alternativos: las situaciones se alternaban de un modo delicioso, sin brusquedad alguna.  Luego, sin apenas darme cuenta, me fui cansando de tanto cambio cada jornada. Hoy, en las dos ya soy el mismo, hago las mismas cosas, me visto de igual forma, frecuento los mismos ambientes, malvivo con las mismas personas. Creo que en algún momento algo hice mal. Tal vez no debí consentir que novelaran mi ejemplo.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

sábado, 4 de febrero de 2017

LO MISTERIOSO DE LA FASCINACIÓN




Sabemos que las proporciones anatómicas no son las adecuadas, que la elongación de los dedos, su repetición estereotipada uno al lado del otro siguiendo esquemas preconcebidos y repetidos hasta la saciedad, no son los que podríamos llamar canónicos, correctos. También percibimos que la mezcla de hueco-relieve y pintura no siempre es la más feliz combinación para representar realidades, por las sombras y volumetrías cambiantes dependientes de la angulación de la luz incidente; o que el estuco arañado y la desvaída pintura al fresco no son los materiales más solemens o cortesanos. De sobra conocemos que la antigua simbología egipcia nos resulta demasiado misteriosa (y hasta en ocasiones chocante), por su omnipresente religiosidad y por sus significados aún no bien desvelados, a pesar de los muchos avances llevados a cabo en casi dos siglos de efervescente actividad interpretativa. Sí, sabemos eso y muchas cosas más que nos desconciertan en lo más profundo. ¿Por qué, pues, nos atraen y nos fascinan tanto?


Detalle de una mano sosteniendo un ankh, o cruz ansada, proveniente de una tumba egipcia del Imperio Medio, que se halla en el Museo del Louvre (París, Francia)
 Julio, 2012 ----- Nikon D300

viernes, 3 de febrero de 2017

RESPUESTAS A LAS PREGUNTAS DE GREGORY STOCK (1)

Pregunta 4

Si pudiera pasar un solo año en perfecta felicidad, pero después no recordara nada de la experiencia, ¿lo haría? En caso contrario, ¿por qué no? 

Si dicha posibilidad existiese (que no existe, puesto que la felicidad es una sensación, no un estado, y es puntual, no duradera), lo verdaderamente útil de la experiencia sería poder recordarlo, es decir, tener conciencia de lo que fue para poder proseguir en los tiempos en que dicha sensación no se posea. Si después de un año de intensa felicidad, uno no recordara nada, no tendría para mí ningún objeto. Sin memoria, sin la posibilidad del recuerdo, la vida no vale nada, ni lo malo ni lo bueno. Por tanto, mi respuesta sería un rotundo no. No me merecería la pena. Aunque objetivamente fuese beneficioso para mi cuerpo y mi mente, un año separado de problemas, frustraciones, dolor y sufrimiento sólo resulta rentable si se puede recordar y comparar, para poder creer que se puede volver a conseguir.


Por otro lado, ¿sería aguantable una experiencia de la felicidad absoluta durante un largo año? No creo que el ser humano esté preparado para carecer de obstáculos. Una de sus esencias es justamente la insatisfacción y la ambición subsiguiente para erradicar esa situación desagradable o carencial. Y si durante 365 días uno viviera en la más dulce, maravillosa y parcialmente deseable felicidad completa, estoy seguro de que el hombre dejaría de ser tal. Pasaría a ser... no sé, no se me alcanza a imaginar con detalle. Pero con seguridad sería otra cosa. Y con seguridad, peor.

Pd/ Los textos que responden a las cuestiones formuladas en El libro de las preguntas de Gregory Stock (V. entrada del 1-II-2017),
 fueron creados entre 1998 y 1999

jueves, 2 de febrero de 2017

LO QUE LE AGUARDA AL NIÑO AL NACER (SI NO SE REMEDIA ANTES)


En esta original pintada que hallé un día en uno de los barrios periféricos de León, hay un mensaje terrible, si se la examina con cierto detalle. Por lo general, los niños (menos, los bebés), no suelen ser objeto de tratamiento de este tipo de manifestaciones parietales. Por eso, impresiona más ver que el protagonista de la misma es un recién nacido, a quien en su parte superior, a modo de sonajero móvil rotatorio, le han colocado cinco símbolos reveladores de lo que es el mundo actual. Cinco símbolos que muestran aquellos elementos que van a atrapar al niño ya desde la infancia, y de ahí a su estado adulto. La violencia constante de las armas, la estulticia de la televisión, el borreguismo (o fanatismo) religioso, el poder corruptor del dinero y la alienación a que abocan las drogas. Como la pintada aspira a un mayor dramatismo todavía, coloca en la boca del niño un cigarrillo, que bien pudiera ser un porro. De modo que, según las ideas de quienes idearon esta imagen, el futuro que aguarda al infante resulta desolador. Se puede estar de acuerdo con la radicalidad de dicha predicción, o no. Se puede tomar como una advertencia que remediar, o no. Sin embargo, yo echo de menos otro símbolo que colgar del carrusel de cuna: un móvil. Con él quedaría más completo el panorama que a un recién nacido hoy le podrá tentar desde el primer día de vida. Con él el grafiti adquiriría un carácter más global, y si no más terrorífico, sí más despersonalizador y gregarizante.

Pintada en León (Castilla y León, España)

Julio, 2015 ----- iPhone 6 Plus

miércoles, 1 de febrero de 2017

EL LIBRO DE PREGUNTAS DE GREGORY STOCK

Gregory Stock es una persona de quien no sé nada (aunque podría averiguarlo, vía Internet): sólo que hace preguntas. Tantas, que las puso por escrito en una relación numerada, y hasta logró que alguien la publicara. Como digo, no tengo ni idea de quién es, ni si ha escrito más libros, ni siquiera su nacionalidad, que imagino estadounidense, por motivos fáciles de adivinar. Mi encuentro con él tuvo lugar de un modo fortuito, en la sección de oportunidades de librería de unos grandes almacenes. Veinticinco de las antiguas pesetas me costó el exiguo volumen, donde figura la lista de sus preguntas. Cuando  lo compré, lo hice en una parte por curiosidad y sobre todo porque el lote de libros precisaba de otro ejemplar más para que el precio saliera tan barato. Fue un libro de relleno. En su momento, lo hojeé, no me interesó, lo abandoné y lo coloqué en su sección correspondiente.

Por lo común, la gran mayoría de las conversaciones que mantenemos habitualmente, adolecen de superficial banalidad o de inercia social, cuando no de inutilidad manifiesta, repetición rutinaria o de absurdo. Y eso está bien, por supuesto, genera vínculos personales y hace más soportable la vida. Sin embargo,  muchas veces nos quedamos con las ganas de hablar de algo que tenga un interés más profundo, algo que nos deje la sensación de que somos más y mejores tras un buen rato de diálogo bien templado. Cualquiera que eche en falta ese tipo de conversaciones entenderá bien por qué decidí dedicarme a responder las preguntas que me formulaba un extraño.

Cuatro años después de aquel olvidado encuentro, tuve una idea curiosa, venida a cuento por otro asunto que no recuerdo. Dicha idea es la que originó el presente volumen. Me propuse realizar una empresa inusual, imprevista: la de responder personalmente a todas las preguntas que el autor plantea en su obra, incluso las estúpidas o ridículas -de las que hay varias-. Resultaron ser 263, nada menos (217 principales, y 46 adicionales añadidas por el propio Stock al final). Me dediqué sobre todo a responderlas por el mismo orden en que figuraban en el libro, con la mayor claridad posible y sin pararme en profundizar, a no ser que el tema me atrapara en una espiral incontrolable, ante lo cual nunca me puse freno alguno, como se comprobará por la diferente longitud de cada respuesta. Aunque lo más lógico fuera pensar que cada respuesta sería relativamente corta, hubo algunas que se extendieron más de lo previsto. Por contra, las que consideré insípidas o tan sólo inútiles fueron despachadas con una rapidez que no se detuvo ni ante los monosílabos, sin que ello me acabara preocupando lo más mínimo.

El objetivo del trabajo, que me llevó un trimestre resultó muy claro par mí. En primer lugar, saber más de mí mismo. Después, construir un buen número de andamios o cimientos sobre los que trepar o crecer luego, o modelar una cantidad respetable de ideas sobre las que poder trabajar más adelante. Es decir, que en esencia tomaba este trabajo de dos formas: como una excusa para inspirarme otras empresas y como un medio conocimiento personal sobre el que profundizar después.

Imagino que los propósitos iniciales también tendrían mucho que ver con mi incomunicación para según qué facetas y temáticas. Imagino, claro, porque saber, lo que se dice saber, no lo sé. Está muy claro que no puedo hablar de todo con todos, y ni siquiera con algunos pocos tengo la disponibilidad de hablar cuando y donde me apetezca. El deseo de charlar es algo demasiado profundo en mi persona como para dejar escapar la mano que este señor me tendía involuntariamente. Y además lo hizo de un modo sencillo, sin imponerse. No sé cómo se editaría este libro en Norteamérica (¿dónde, si no, se podría haber concebido dicho engendro?), pero el caso es que en España, con su encuadernación chapucera, su reducidísimo formato y sus escasas perspectivas editoriales me vinieron al pelo para poder afirmar luego que de una escasez ridícula extraje una inmensidad, válgaseme la petulancia, necesaria de veras a la hora de emprender el camino, que no acabó siendo tortuoso, sino antes al contrario. Me encanta que me pregunten. Yo no he hecho sino responder.
No se me ocultó en ningún momento que este trabajo podría tener mucho de introspección profunda (y aun de psicoanálisis sin yo quererlo) y que podía suponer unos riesgos no muy calculados. No obstante, pensé que las conexiones de todo ello con mi tarea diarística eran muy fuertes, tanto, que era como construir mi diario por otros medios, quizá más sencillos, pues la iniciativa siempre está en quien pregunta. Todo ello me tranquilizó por completo, por un lado. Y por otro me atrajo lo suficiente como para que arrostrara los supuestos peligros y las imprevisibles contingencias sin demasiada preocupación inicial. Debo aclarar también una última cuestión: no he querido averiguar nada del autor, a sabiendas, para que el propósito que me inspiró no se perturbara en exceso.

Esto es el prólogo a la obra terminada de corregir en 1999
En entradas sucesivas, iré incluyendo algunas de las preguntas y respuestas de mayor interés

martes, 31 de enero de 2017

EL PODERÍO DE UNA COMIDA TRADICIONAL


Dicen que la cocina admite combinaciones infinitas, y yo lo sé bien. Dicen que los ingredientes son tantos, los tiempos tan variados, y la imaginación humana tan sorprendente, que nunca dejarán de crearse nuevos platos, nuevas creaciones que extraigan lo jamás pensado a nuestros sentidos. Dicen. Y seguro que es verdad.
 

Ahora bien, ustedes prueben un pulpo a feira como el de la imagen, pescado en la Costa da morte (Malpica), con sus cachelos de Carballo, salpicado con su pimentón extremeño (La Vera) un pan gallego (de Carral) y un aceite andaluz variedad arbequina (por ejemplo), todo ello regado por un monovarietal godello (Valdeorras). Sólo eso. Y, luego, si desean ir a un tres estrellas Michelín ese mismo día, o en las próximas semanas, háganselo mirar. Ahorrarán tiempo, se lo aseguro.

Bodegón de Pulpo a feira (La Coruña, Galicia, España)
Agosto, 2016 ----- Nikon, D300

lunes, 30 de enero de 2017

DOS TIPOS DE ESPECTÁCULO EJEMPLARES (MUY DISTINTOS)

Los personajes públicos tenemos mucha responsabilidad, pero no todos lo saben o no todos quieren asumirla. He dicho “tenemos”, porque yo, a un nivel muy modesto, también lo soy por mi profesión. Y he dicho “mucha responsabilidad”, porque toda aquella persona que por su trabajo tenga una proyección al público, ejercerá su cometido -y, por ello, su ejemplo- hacia los demás con mayor incidencia que quien tenga a los demás menos pendientes de su labor. Por lo dicho, el ejemplo que damos a los demás resulta esencial para valorar nuestro papel en la sociedad. Todos damos ejemplo. Unos, para mostrar lo positivo que sería emular nuestra actitud. Otros, para dejar a las claras lo que no deberían copiarnos. De forma consciente o inconsciente, todos exportamos una serie de valores que conviene seguir, o por el contrario, rechazar. Cada día surgen infinidad de ejemplos.

No ya esta semana, ya en el poder, sino todo lo que ha durado su interminable ascenso a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump ha sido un paradigma de todo cuanto no debería hacerse. Ha sido zafio, machista, mentiroso, prepotente, manipulador, xenófobo, demagogo, difamador, racista, insultante, chulesco, chantajista, segregador, grosero; todo ello hasta la saciedad. Donald Trump ha sido un paradigma de todo cuanto no debería hacerse, pero aun así lo ha hecho. Y no con poco éxito para sus intereses, al parecer. Con todo, si el personaje que dirige los destinos de un país como el suyo se comporta así, ¿qué mensaje ejemplar está difundiendo a todo el mundo? Sí, justo ése: todo vale, pues con dichas actitudes y valores me he encaramado a la presidencia del país más poderoso del mundo. Copiadme, y seréis tan grandes como yo.


Por contra, al otro lado del mundo, la final del Abierto de tenis de Australia, dos personajes no menos conocidos que el impresentable nuevo presidente estadounidense, nos mostraban otras posibilidades ejemplares. De primera mano, lucharon con denuedo y con sus mejores armas para derrotar legalmente al adversario, a quien dejaron claro que respetan a un alto nivel. Quien logró la victoria, lo hizo por estrecho margen, quedando claro que el resultado contrario habría sido igualmente factible. Pero el espectáculo mayor -sí, mayor- vendría con la entrega de los trofeos del torneo. El ganador, Roger Federer, suizo, elegante, emocionado hasta las lágrimas por lograr una impresionante resurrección de su carrera, tras meses de sequía, expuso en su educadísimo discurso la admiración que le merecía su rival, que además es amigo personal suyo. El perdedor, Rafael Nadal, español, contrariado inicialmente por el resultado adverso, se rehízo cuando tuvo que hablar, y, con la misma educación llegó a decir que ganar ese torneo había sido más necesario para el suizo que para él mismo, que lo merecía más; y lo decía él, que salía de una temporada llena de lesiones e igualmente yerma de triunfos. La capacidad de sacrificio combativo, la amistad que les une a ambos, el agradecimiento admirativo recíproco y la elegancia tanto en saber ganar como en asumir la superioridad del otro, eso es lo que estos personajes públicos transmitieron ayer. Cada uno habrá de saber cuál de los dos ejemplos propuestos debe seguir con firmeza o criticar sin desmayo.

domingo, 29 de enero de 2017

INCENDIO EN EL CIELO


Puesta de sol desde lo alto de Soria (Castilla y León, España)
Julio, 2006 ----- Nikon D100

Jamás agradeceré lo bastante que mi sillón y este salón se hallen colocados donde lo están. Ahora, en este momento un volátil y efímero incendio celeste, lleno de estratos arrebolados provoca un contraluz hermosísimo en una tarde tranquila y sedentaria.

Hace unos momentos, y hablo en pasado, pues la luz cambia más rápido de lo que mi pluma puede avanzar, el cielo se cubrió de llamas producidas por un sol atípico y presente en última instancia. Parecía que, ya que no había hecho acto de presencia en todo el día, quisiese compensar de algún modo su incomparecencia y, a la vez, dar una muestra de toda la belleza que es capaz de procurar.

Los árboles en negro, el arrebol cambiante y ventoso, los intersticios azulados llenos de pájaros que revoloteaban acaso alegres por el espectáculo, unos puntitos fijos de otra luz en forma de farolas y otros móviles y veloces que ofrecían vida y movimiento a los automóviles. Al fondo, la agonía del crepúsculo. En el fondo, la esperanza de lo que la noche nos ofrece y promete. Todo junto, una estampa idílica, hermosa, impactante en tan alto grado como para abandonar por unos minutos el frío ordenador por la calidez faliforme y obediente de la pluma, aunque al fin y a la postre la actividad se reduzca a lo mismo: a escribir, que es de lo que se trata.

Del diario inédito Escorzos de penumbra (Entrada de 10 de marzo de 1999)

sábado, 28 de enero de 2017

HITOS DE MI ESCALERA (13)

Como ya quedó dicho, mi padre prefería no participar en cuestiones que tuvieran que ver con lo académico, salvo que no quedara más remedio. De mis dos padres, era el único que tenía cultura, pero prefirió no utilizarla ni a favor ni en contra, dejando a sus dos hijos al omnipresente cuidado de mi madre que, de sobra está decirlo, no estaba capacitada para esa misión (aunque ella hiciera lo que buenamente le indicara su instinto). Sus razones tendría, supongo, pero a mí todavía no me ha hecho ni la más mínima mención al respecto, y ese aspecto acaso no se aclare nunca. Aun así, no debe entenderse que mi padre no tuviera algunas ideas muy claras sobre lo que debía ser y lo que no, como se podrá comprobar en el episodio que viene a continuación.

Tras la agónica y dramática concesión del título de Graduado Escolar, venía la espinosa decisión de a qué instituto iría el chiquillo, porque sobre si estudiaría el bachillerato unificado y polivalente, vulgo BUP, no hubo duda ninguna, como tampoco la habría con mi hermano años después, aunque en sentido contrario. El niño estudiaría el BUP, claro que sí. La cuestión sería dónde. Como en casa nunca se contempló la posibilidad de pagar por la enseñanza, salvo que no quedara otro remedio, sería un instituto público. Por aquel entonces, si no recuerdo mal, había tres posibilidades. Dos institutos masculinos y uno mixto (además del femenino, que quedaba descartado por motivos obvios). Uno de los masculinos quedaba en el extrarradio, lejísimos, y la cosa quedaba entre el “masculino de toda la vida”, o sea, el Padre Isla, y el mixto de reciente creación, el de la Palomera.

El infante recién graduado se decantó claramente por el mixto. Había captado, ya a esas alturas, que la enseñanza académica no debía ir reñida con la contemplación deleitosa de las carnes femeninas, habida cuenta del momento hormonal que principiaba ya por aquel entonces -si bien de forma tenue, ha de reconocerse-. Y en su campaña para matricularse en el mixto echó el chico que yo era todas sus energías, sus argumentos racionales e irracionales, y su interés más absoluto. Mi padre no se molestó en discutir. No sé si escucharía lo que yo le dijera, porque, como ya digo, él estaba en otra onda mental, no recuerdo bien si la cosa duró mucho en su debate, no me alcanzan los recuerdos siquiera para decir si hubo dicho debate. Pero la decisión fue unilateral y firme: “de mixto, nada; tú, al Padre Isla, y no se hable más”.

El Padre Isla quedaba a 20 minutos andando desde mi casa, y con los inviernos leoneses, aquello era peliagudo. Pero el problema que más me molestaba era que iba a seguir teniendo compañeros masculinos, y la posibilidad de trabar contacto con el sexo opuesto se iba a minimizar y posponer durante mucho tiempo (aspecto que unido a mi timidez de entonces contribuiría no poco a lo que luego sería mi relación con las mujeres en la primera etapa). Era verdad que gozaba de la mejor fama de todos los institutos de la ciudad, incluido el femenino. También, de ser el más duro y terrible de todos, donde los “elefantes sagrados” acababan sus días académicos. También era cierto que lo que se oía del centro mixto, desde el punto de vista objetivo, no era halagüeño. Porque chicas habría, sí, pero el desconcierto y los problemas de un centro de nueva creación, con la democracia aún por llegar… eran más que notables. Además, siendo honestos, un verdadero alumno debería ansiar la mejor preparación. Pero con 13 años, la capacidad de ver a medio-largo plazo apenas existe, incluso en mi caso, que era a veces más viejecito que los del parque. De modo que a principios de julio de 1976, mi padre y yo fuimos a matricularme al Instituto Masculino de Educación Secundaria “Padre Isla”, donde pasaría los siguientes cuatro años académicos.

Pese a todas las pataletas, mi mal humor, mi orgullo humillado; pese a que aquella decisión prorrogaría mis problemas sociales durante años, y otras muy variadas martingalas, jamás le agradeceré a mi padre lo suficiente su dictatorial, unívoca e irrevocable decisión. Aunque, decírselo, bien es verdad, se lo he dicho más bien poco. O nada, más bien.

viernes, 27 de enero de 2017

CAPTURA A LAS BRAVAS


Cualquier niño lo ha intentado alguna vez. Los animales los fascinan, y los más asequibles y cercanos, además de las mascotas familiares (perros, gatos, hámsters, periquitos o canarios) son las palomas de los parques. Los demás son o muy grandes o muy huidizos. Pero las palomas, a poco que se les proporcione alimento, acuden sin dudarlo en rededor de uno. Y es lo que debió dar pie al plan de la chiquilla de la foto. Bien provista de un paquete de alpiste, que en la misma Plaza Cataluña barcelonesa venden en varios puestos, fue desgranando alimento hasta que cientos de aves se fueron arracimando en torno suyo. No tiene dificultad alguna. Estos espectáculos son comunes en muchas plazas, pero en las de las ciudades grandes el número puede llegar a ser considerable, y a verse imágenes en las que los animales, confianzudos y acostumbrados a los humanos, llegan incluso a subirse a la mano y hasta el cuerpo de quienes les da de comer. Muchos viejos van a diario a determinados puntos de la geografía urbana, a realizar su cotidiana labor de proporcionar alimento a los que probablemente sean los únicos amigos seguros que posean. Los niños también son protagonistas activos, como se puede ver en la fotografía que ilustra esta entrada, y sus evoluciones sólo intentan alcanzar al animal, y conocer su verdadera naturaleza. La cara de esta niña y sus gestos nada hacían prever que sus intenciones no fueran tan sólo alimenticias y altruistas. Como su hermana, que no aparece en la imagen, parecía una niña dulce. Pero albergaba otras intenciones, quién sabe si aviesas y crueles, o sólo fruto de la curiosidad de una niña de su edad, que acaso no comprenda cómo son esos animales que tantas veces tiene al alcance de la mano, sin saber siquiera cómo es el tacto de su plumaje. Es posible que ese sábado se decidiera a saberlo sin haber explicado su plan a nadie, como una forma de sorpresa que acaso la incluyera a ella, que tal vez lo decidió todo en el último momento, viendo la ingente cantidad de ejemplares que la rodearon en un santiamén, nada más que vació el cartoncito del alpiste. En ese momento, se fue agachando con lentitud, hasta que una de las palomas que andaban a su vera fue la elegida, y a la que echó mano con una decisión que me impactó por su seguridad. Pues no anduvo tanteando una y otra vez, a ver cuál pillaba, sino que eligió una, y ésa fue la que acabó inmovilizada contra el suelo, bajo su mano firme. La escena, que contemplé de lejos, captó toda mi atención y le tiré una ráfaga de una docena de fotos, pero no llegué a saber el desenlace de la captura: aguardaba un autobús, y su partida no admitía más demora. Mientras nos dirigíamos a la otra punta de la ciudad, fui pensando obsesivamente sobre qué habría sucedido a continuación. Pensé de todo y varias posibilidades se fueron sucediendo en mi imaginación, una tras otra. ¿Por qué se acabaría imponiendo la que auguraba lo peor?
Robado en la Plaza Cataluña (Barcelona, Cataluña, España)
Enero, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

jueves, 26 de enero de 2017

MI PALABRERÍO CANALLA (15)

ASOMBRO: Susto admirativo o admiración asustada frente a lo que no suele ser habitual. Por desgracia, la televisión ha reducido esta interesante reacción a unos mínimos más que preocupantes y la ha confinado a determinados guetos literarios, a las reservas circenses, a las nuevas tecnologías, pero reduciéndose día a día.
ASTENIA: Desánimo o debilidad de origen múltiple y que se ha extendido a cualquier ámbito de la vida; tan es así que hasta la derrota del equipo de los amores o incluso un vaivén en el argumento de la telenovela del momento pueden causarla. Y no tiene necesariamente que ser primavera.
ASTROLOGÍA: Pseudoactividad que afirma a pies juntillas y sobre cualquier cadáver que las estrellas y otros cuerpos del firmamento no sólo piensan y se mueven, sino que con su movimiento y posición regulan la vida de la gente. Como si no tuvieran otras cosas mejores que hacer entre ellas.
ASTRÓLOGOS: Vivillos que aprovechan que los planetas y las estrellas no hablan lenguajes comprensibles en la Tierra, para poder ejercer de intérpretes y traductores no simultáneos para aquellos individuos tontorrones que aspiran a doctorarse en filología cósmica; todo ello, por un pellizco monetario, naturalmente.
ASTRÓNOMOS: Hastiados del mundo terrenal que vuelven sus ojos al espacio, donde creen encontrar una armonía disarmónica infinitamente más bella que la que se observa entre los seres vivos. Todos ellos requieren la ayuda de tratamiento psiquiátrico y de lentes de altísima graduación, y pueden reconocer el cambio de brillo de una enana marrón segundo a segundo, pese a lo cual no son capaces de distinguir las realidades más cercanas a cuatro coma treinta y cinco años luz, distancia de la estrella más próxima a la tierra, y mucho menos, atender las necesidades de sus cónyuges.
ASTUCIA: Habilidad de que dispone la inteligencia bien aplicada al campo práctico. Busca el engaño para lograr un fin o, en los casos puramente defensivos, para evitar que otros practiquen dichos ardides con uno mismo. En ambos casos, dicha habilidad es preclara condición de supervivencia.
ATAÚD: Cajón de madera o plomo que sirve para retardar por un tiempo la descomposición del cuerpo muerto que en él se introduce al darle sepultura, con el fin de que a los deudos les remuerda un poco menos la conciencia por haber deseado más o menos insistentemente la muerte a quien, por fin, murió.
ATEO/A: Aquel/lla iluso/a que emplea su valentía no sólo negando la existencia de los dioses, sino, de forma más ingenua aún, pretendiendo demostrarlo. Asombrosamente, no alcanzan el grado de locura sino un pequeñísimo porcentaje de quienes así piensan y actúan.
ATREVIMIENTO: Osadía que no alcanza el crédito de la temeridad (v.), ni el extremo cualitativo ésta, pero aun con todo permite evitar el abucheo de quienes nos rodean, e impedir la aplicación temporal o de por vida de apodos que hagan referencia al tamaño o a la carencia de nuestras gónadas primarias.

Del libro inédito Palabrerío canalla, 1999

miércoles, 25 de enero de 2017

ARQUITECTURA ESCULTÓRICA



Ahí las caras de asombro, los cuerpos sinuosos y los gestos fieros, los yelmos mimetizados y las máscaras a modo de celada, tras las que ocultar la mirada inmóvil, la sorpresa recíproca y azarosa de quien mira y es mirado, el movimiento congelado por la magia de un arquitecto, la contemplación, el reto desafiante, la defensa permanente, el muro infranqueable. Ahí, las chimeneas de Gaudí.


Chimeneas de la Casa Milá -“La Pedrera-, (Barcelona, Cataluña, España) Enero, 2015 ----- Panasonic Lumix G6

martes, 24 de enero de 2017

AUTOEXTINCIÓN (MICRORRELATO)

El unicornio fue un animal muy caprichoso. Bello, pero tornadizo, y de mente voluble. Tenía ideas hermosas, pero algo inconexas, que le brotaban de su interior, caliente y excitable. Un día le dio por querer volar, pero no de cualquier modo, sino ser el mejor caballo volador. Pero le informaron que no podría rivalizar en potencia y rapidez con Pegaso, y pronto desechó la idea. También deseó fundar una estirpe que lo inmortalizara para la eternidad, y buscaba aparearse de continuo, pero las yeguas lo rechazaban siempre, al ver lo prominente de su cuerno frontal, y huían atemorizadas de él. Más recientemente, deseó aprender a nadar y ser el animal más ágil que surcara los mares, pero cuando llegó a tierras nórdicas y contempló la pausada elegancia con que se deslizaban cerca de la superficie los cuerpos fusiformes de los narvales, con sus colmillos helicoidales, hubo de aceptar que no tenía nada que hacer. Por ello, en un arranque de desesperación, decidió desaparecer para siempre. Y a fe que en ello sí alcanzó gran destreza, pues nadie volvió a ver uno jamás.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

lunes, 23 de enero de 2017

¿EL HORROR PUEDE GENERAR BELLEZA?


Un símbolo religioso que no comparto en lo más mínimo. También, exponente faraónico y propagandístico del horror de la guerra, de la destrucción sistemática del vencido, de la humillación continuada hacia el adversario, del sufrimiento (añadido) posterior a la derrota. Una muestra más de la maldad humana elevada al rango monumental, por la vía aparentemente artística. 

Y, aun con todo, yo soy capaz de encontrarle belleza en algún sitio. Digo que yo se la encuentro. No que los demás deban compartir que esta imagen muestra alguna belleza. Me obstino en hallarla incluso donde menos pueda adivinarse. Y si no la hay, puedo llegar a crearla por mi cuenta. Por otro lado, yo también soy capaz -todavía- de disociar belleza y contexto social y político. Si no lo fuera, ¿cuánto Arte podría paladear o cuánta belleza humana cabría apreciar en nuestro entorno?

Cruz del Valle de los Caídos (Madrid, España)
Enero, 2006 ----- Nikon d100

domingo, 22 de enero de 2017

LO QUE NOS DEPARARÁ EL FUTURO PRÓXIMO

Siempre estamos venteando el futuro, pero como todo transcurre cada vez con mayor velocidad, encontramos con mayor frecuencia reportajes como el que me acaba de suscitar estas líneas, intentando prefigurar lo que de interesante nos deparará la ciencia y la tecnología en los próximos años. Luego, fallarán estrepitosamente. Porque a ver quién pudo prever la explosión que la internet y el móvil iban a desarrollar sociológica y económicamente a nivel planetario. Pero el caso es que a la gente le gusta especular -con los datos actuales- sobre los logros del futuro que están al caer. Es tarea vana, ya digo, pero... Según un reportaje reciente del suplemento Magazine, serían los ocho que siguen; los enumero en lista, con algún apunte tan sólo.
  1. Reescritura y manipulación genética, tanto a nivel animal, como botánico, como ¡humano!
  2. Un ramillete impresionante de nuevos materiales, de los que destaca como más llamativo el grafeno
  3. Nuevas formas de gobernación de masas cada vez más desencantadas con las democracias liberales (aquí no se apuntan previsiones, curiosamente)
  4. Cambio en el concepto de ordenadores, que dejarían de ser sólo herramientas poderosas, para llegar a ser entes que aprendieran y reaccionaran de un modo “cuasi” humano
  5. Disposición de cada vez más energías alternativas renovables en la búsqueda de la ansiada fusión nuclear, con el agua de mar como combustible inagotable
  6. La aceleración de los estudios de biología molecular que intenten controlar las inevitables nuevas infecciones bacteriológicas y víricas
  7. Cultivos que precisen muy poca agua, logrando que ésta sea controlada técnicamente de forma que no se pierda apenas nada en el proceso
  8. La colonización del planeta rojo, referente mítico de los humanos, que siempre vieron en él la alternativa más viable a una Tierra decadente
Y a mí todo esto me parece divino y maravilloso y estupendo y genial. Pero mientras no me prometan la teletransportación universal y sin condiciones, por un lado; y por otro, nanoimplantes cerebrales con todo lo que es preciso saber a nivel técnico o enciclopédico (de inserción sencillísima e indolora), a mí, la verdad, el futuro ese que anuncian, me dice “ven”, pero no lo dejo todo. Y prefiero ir consumiendo día a día la dosis habitual de asombro que cada jornada depare e intentar asimilar la velocidad de los cambios con la de mi organismo, personalidad y estado mental, que no es poco (de momento).

sábado, 21 de enero de 2017

ASTURIAS ¿PARAÍSO NATURAL?


En apariencia, no hay nadie en las orillas del lago de la Ercina, en los Picos de Europa, en su vertiente asturiana. Sólo el agua con su reflejo azulado, la roca caliza circundándolo todo de gris cerúleo y el verde de la hierba que aún resiste la inclemencia de las alturas. Y, sin embargo, ese día los Lagos de Covadonga estaban repletos de visitantes (seamos genéricamente clementes con el apelativo). De hecho, fue noticia de periódicos tanto el excepcional buen tiempo, como el colapso circulatorio de la carretera que asciende a esa maravilla natural que aún permanece para ser apreciada por quien hasta allí ascienda. Así que, en apariencia, no hay nadie. Y en la imagen no hay nadie. ¿Magia? No. Sólo paciencia, reencuadre y un rato con el Photoshop. Todo, para que Asturias siga pareciendo eso: un paraíso natural.

Lago de la Ercina, Picos de Europa (Asturias, España)
Octubre, 2016 ----- Nikon, d500

viernes, 20 de enero de 2017

HITOS DE MI ESCALERA (12)

Como todo lo que comienza ha de acabar, así terminé yo mi preparación primaria en la EGB. El curso 8º tocaba a su fin, y las perspectivas se planteaban halagüeñas. Mis notas iban viento en popa, y todo apuntaba a que la media de mi expediente no bajaría del notable, como así acabó siendo. Es verdad que los tiempos sobresaliente de media habían quedado atrás (4º y 5º “tan sólo”), pero me encontraba siempre en el cajón del podio, o muy cerquita, que era de lo que se trataba. Y en éstas, y recién cumplidos los 13 años en mayo, terminé el curso como estaba previsto y con las calificaciones adecuadas. Pero yo no habría de coger mis merecidas vacaciones tan rápidamente, ni tan tranquilo como habría supuesto en mi ingenuidad. Un par de episodios anublaron lo que debería haber sido un motivo de celebración.

A un mes escaso de terminar mi enseñanza primaria sufrí la última agresión de un profesor a mi persona. Y refiero esto para que también se sepa que, además de flores, también hay algo de fango en mi historia, como en la de cualquiera. Impartía matemáticas ¡cómo no!, y era uno de los más respetados docentes de mi escuela. Siempre fui uno de sus alumnos dilectos, no sé si por lo pequeño, si por mi atención constante, si por mis contestaciones sorprendentes. Pero eso no le hacía olvidar que yo debía aprender matemáticas. Y a esas alturas, los números y yo ya nos llevábamos mal. No tanto como sucedería poco después en el BUP, pero ya las cosas renqueaban sin remedio. Y, como digo, a un mes escaso de terminar mi andadura en las aulas del Colegio Antonio González de Lama, don Esteban tiró de mi patilla izquierda hacia arriba con evidente intención de que me percatara no sólo de que había hecho algo mal, sino de que los favoritismos con él no iban reñidos con la justicia. Y, sí, un problema mal resuelto, de “esos que se los come usted con Nocilla”, fue la causa del episodio. Bien es verdad que cuando este hombre agredía -en aquélla lo hacían casi todos- jamás se regodeaba; era su modo de decir: “espabila, o la siguiente…”. Jamás le guardé rencor por ello, aunque me costó revitalizar mi orgullo y asimilar las risitas de quienes se alegran de los males ajenos, en vez de procurarse ellos algunos bienes a sí mismos. Pero nunca me traumatizó ninguna de sus justas reprimendas, fueran o no acompañadas de algún capón (su toque preferido). Todavía hoy, ancianísimo ya, le saludo cuando le veo en León, pues vive al lado de mis padres, aunque él ya no me reconoce.

El otro episodio fue mucho más grave y tuvo que ver con una acción de mi padre, ante la flagrante injusticia que se quería cometer conmigo. Como ya he dejado escrito, a mí se me adelantó un curso al comienzo de la EGB. Al no repetir ningún curso, y encima sacar buenas notas, me planté acabando 8º con 13 años, edad con la que iba a iniciar mis estudios de secundaria en el instituto. Pero pareció que había un problema. La edad mínima reglamentaria era de 14 años, y yo no los tenía. Con lo que a la infausta directora, la ya mencionada “Taconines”, no se le ocurrió otra cosa que decidir que no pasaba al BUP, y que debía repetir curso, porque la legalidad vigente... etc, etc. Pero tamaña injusticia no debía ser tolerada. Nunca había yo visto a mi padre hecho un basilisco por causas académicas (él era más de laissez faire, laissez passer; sobre todo, passer), hasta el punto de que fue al colegio, pidió audiencia, y delante de mí soltó por esa boca suya -tan parca otras veces- de todo, y mucho más. Gritó, gesticuló y espumarajó -valga el palabro-, y soltó todo lo que debía soltar. Al final, amenazó con no sé qué hechos delictivos que no recuerdo bien, ni él quiere hoy refrescar. Yo estaba totalmente acoquinado, y no sabía el efecto que produciría aquella entrevista en el ánimo de la directora, pero a los pocos días se nos notificó que se me había concedido el título de Graduado Escolar, con la calificación de “Notable”, con lo que quedaba expedita la vía para el ingreso en el Instituto. Pero la cosa no resultó ni mucho menos sencilla, como se verá en el siguiente suelto de estos “Hitos”.

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