La primera vez que contemplé una obra de Jean-Louis Toutain fue hace más de 20 años en el pueblo francés de Moissac, precisamente delante de la famosísima abadía románica de Saint Pierre. Allí en la pequeña placita que la antecede, hallé las dos primeras escenas de madres e hijos que este autor acostumbra a retratar en su obra. Inmediatamente me quedé prendado de sus originales formas redondeadas, orondas, exageradas. Me recordó a Botero. Pero, de entrada, me gustó mucho más que la obra del insigne colombiano, que siempre me pareció impostado y mucho más pagado de sí mismo. Luego, me enteré más de quién era este artista, nacido en Toulouse en 1948, se dedicó a muchas facetas artísticas e incluso artesanales, antes de decidir que sería la escultura su modo más pleno de expresión. Lo hizo de forma tardía, desde 1987, por lo que su carrera duró poco más de veinte años -muere en 2008-, es muy corta, y sin embargo, este artista fue muy prolífico. Un recorrido breve por la red nos lo demuestra con facilidad. Allí se pueden observar imágenes de sus múltiples obras, tanto las monumentales, encaminadas a ser exhibidas en espacios públicos, como las pequeñas, las que se pueden albergar en cualquier casa que pueda pagarlas.
Su obra, muy personal, expresa la alegría y la alegría de vivir, aunque el color que siempre ofrezca sea el negro. Se observa fácilmente, y atrae por igual a niños y adultos, a quienes seduce por igual. Es de fácil acceso y no resulta pretencioso. A pesar de ello, se nota una labor de investigación de las formas para adaptarlas a su personalísima manera de tratar los temas. Siente pasión por las relaciones humanas, por la música, por los gestos cotidianos, por la infancia, el juego, los diferentes oficios. Sus curvas son agradables a la vista, pero también al tacto. El movimiento, el gesto, la actitud es lo que llama la atención, las caras pequeñas no cuentan, como si en un momento en que la apariencia es primordial, Toutain quisiera borrar esta parte de nuestro cuerpo, esos ojos, esa boca con los que a menudo nos ocultamos e incluso mentimos. Eso nos hace notar que el arte de Toutain está fuera de sintonía con su tiempo, pero contemplarlo resulta siempre una felicidad, pues nos regala un trabajo relajante. Un trabajo con temas simples, universales, amables, en los que el brillo satinado de sus materiales (resinas y bronce) contribuye a resaltar sus bordes redondeados y unidos sin solución de continuidad. Ha exhibido mucho en las ciudades que han invertido en sus esculturas, para deleite de los transeúntes, que inevitablemente interactúan con esas obras que parecen incitar a ello. Es un arte callejero. Creo que Toutain dijo que prefería la calle al museo. Yo me sumo a su propuesta.
"Maternidad", en una exposición temporal en Rodez (Aveyron, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2011 ----- Nikon D300