domingo, 25 de septiembre de 2016

LA DULCE HUMANIDAD DE JOAN MIRÓ




Ver algo de Miró acostumbra a generar placer. Su carácter, propenso a la sencillez y al mundo de la infancia, consigue hacernos grata la experiencia de contemplar sus creaciones, aunque no lleguemos a comprenderlas del todo, aunque eso debería dar igual: lo importante es la percepción sensorial y emocional que ello nos provoque. Y ésa suele ser deliciosa.. Es verdad que siempre habrá quien diga que son mamarrachadas de niño grande, y acaso no esté falto de razón quien tal idea profiera. Pero yo, cuando me hallo en plena plaza de La Défense de París, rodeado de esbeltos rascacielos rectilíneos, bellos y elegantes pero algo fríos para mi gusto, siempre agradezco que hayan puesto en plena plaza central la dulce imaginería tridimensional de aquel catalán tímido y bajito, que proyectó su universo más allá de donde sus pacatos compatriotas hubieran previsto jamás.

“Dos personajes fantásticos”, se titula la monumental obra. Según dicen, un hombre con cuernos de toro, y una mujer. Puede que no sea exactamente eso. Daría igual. Doce metros de altura, colores primarios, resina y polyester armado, y la sensación de que donde se hallen sus esculturas, habrá un espacio humanizado, con seres humanos al lado, queriendo estar, deseando compartir, anhelando vivir lo mejor posible. Sus mundos imaginarios nos canjean los deseos de continuo, y nos los convierten a diario en delicia para la vista.

Plaza de La Défense (París, Francia)
Julio, 2012 ----- Nikon d300

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