jueves, 22 de enero de 2015

PARA ESCRIBIR

Para escribir, no basta haber vivido. Vivir sólo puede alcanzar para que uno se empantane en la primera frase y se arranque por una tautología molesta aunque necesaria. Para escribir hay que prestar atención al ritmo de las flautas sobre el tambor, recoger el rumor del agua por entre las peñas y los cabos, atender sus mensajes en clave, dejar que miríadas inmensas de sus fragmentos nos penetren mientras inhalamos su sentido. Para escribir es necesario comprobar que el pasado sigue a nuestra vera, sin abandonar a su ya para siempe heredero portador; mimar los recuerdos y transformarlos con automatismos atávicos, según ellos mismos lo vayan necesitando, sugiriendo. Pero también se requiere un proyecto, el diseño de asonancias y disonancias que confluyan en un futuro que nos llame, que nosotros mismos modelamos y que nos modela, arrastrándonos, presentándose como el motor de nuestros latidos y el surtidor de la materia nutricia primordial: las expectativas, las ganas.

Pero no sólo eso. Hace falta también el acceso a alguna cumbre que nos acerque la soledad más pura y majestuosa hacia el convencimiento de la exclusividad, de la individualidad más perfecta. De igual modo, se precisan algunos descensos a las profundidades del tormento sin el éxtasis, que nos inocule la idea de la vanitas medieval y que atempere prepotencias a ilusiones no fundamentadas.

Entrada del 29 de Septiembre de 1997 del Diario "Instantes intestinos e inconstantes"

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