lunes, 19 de enero de 2015

EL EXCREMENTO DEL BLUE MONDAY

Seguro que muchos recordamos la escena. En “El Club de los Poetas Muertos” hay  un momento del inicio en que el profesor John Keating explica la teoría de no sé qué profesor de no sé qué universidad, en virtud de la cual la calidad de un poema se medía por la intersección de dos líneas de puntos que convergían en un diagrama de ordenadas y abscisas. Tanto talento en un eje, tanta repercusión en el otro, et voilà, tenemos un ránking de marcas de calidad poética. Cuando, después de hacer como que la explicaba según indicaba el manual del fulano en cuestión, el profesor Keating dejaba el libro a un lado, marcaba una pausa con efecto, y profería sólo dos palabras más, para indicar lo que le parecía dicha teoría literaria: “un excremento”.  Luego, mandaría arrancar toda la introducción del libro a todos sus alumnos.

Pues bien, eso es justo lo que me parece a mí la teoría de este fulano de no sé qué país, de no sé qué universidad, de no sé qué disciplina concreta, que estableció que las razones de que hoy sea lo que se viene llamando en inglés blue monday (lunes  azul, lunes deprimente) son mostrables mediante una fórmula matemática, con sus números, corchetes, potencias, signos, líneas y resultado final. Un excremento.

Pero recapacitemos. No es que las causas esgrimidas para intitular así al tercer lunes del mes de enero sean baladíes. En modo alguno. Nadie duda que los lunes son el día de la semana más odiado por los trabajadores. Si todavía no se ha cobrado el sueldo, y aún falta para hacerlo; si los gastos navideños de las tarjetas se están abonando estos días; y si además las rebajas añaden menguas de la cuenta corriente, entonces el asunto cobra visos de gravedad. Pero si se añade que el tiempo en esta época suele ser frío y gris; que a varios días vista del subidón propio del cambio de año, uno declina hacia el mundo real; que los propósitos realizados con motivo de ese cambio quedan un tanto en entredicho; y, a mayores, la motivación flojea asaltada por el pragmatismo de la monotonía, convendremos en que no faltan motivos para pensar que hay épocas mucho mejores.

Pero ¿por qué este lunes y no el anterior? Puede que éste haga bueno, y el anterior malo. Puede que hoy me den una buena noticia, un beso inesperado, un encuentro casual. Tal vez hoy comience el libro que cambiará mi vida, o al menos parte de la que me resta. Es posible que hoy me reconcilie con mi pareja, mi superior o mi madre. Pudiera que hoy surgiera el flechazo que llevo esperando años, y me enamore como nunca sucedió. El lunes tiene mala fama, pero hay que considerar que es el día desde el que la mayoría sale del tedio del domingo, jornada en la que nadie sabe qué hacer. Y los temas de dinero parece que no detienen a nadie. En este país llevamos unos cuantos años de crisis, pero nadie deja de ir al fútbol o a la feria de abril o a los chiringuitos correspondientes. Por otro lado, el tiempo invernal tiene mucho de fascinante, como bien saben los fanáticos de Instagram, que no dejan de subir estupideces del momento, asociadas a la nieve y sus trompadas. Y tampoco hay que olvidar que todo el mundo sabe que los planes establecidos para el nuevo año representan otro más de los lugares comunes de la navidad, como el turrón o las peleas familiares, pero que nadie en su sano juicio prevé cumplirlos, pues a nadie le interesa cambiar, porque el coste emocional es superlativo.

Pero, aun con todo, convengamos en que todo podría ser. ¿Quién sabe? Ahora, lo de reducirlo a una fórmula matemática, concretamente ésta:

1/8C+(D-d) 3/8xTI MxNA

es propio de infraseres con el frenillo de la amígdala muy tirante, como consecuencia de la liposucción llevada a cabo en la mielina de los axones de sus neuronas, producida por una cualidad in crescendo en nuestros días: la estupidez tontolábica (adquirida o congénita, que de todo hay). Resumiendo, que esto ya se extiende mucho: que lo de la fórmula matemática del blue monday, para que nos entendamos, me parece eso, un excremento. Lo malo es que después de eso no puedo mandar arrancar nada a los pocos que me leen. Ni siquiera la cabeza de ese genio norteamericano, padre de la fórmula. Y, claro, eso hace que mi lunes sea muy blue.

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