jueves, 18 de febrero de 2010

BARRERA DE VÉRTIGO

miércoles, 17 de febrero de 2010

MARCELINO (Diciembre, 2009)

martes, 16 de febrero de 2010

AVANZADILLA

lunes, 15 de febrero de 2010

domingo, 14 de febrero de 2010

MICRORRELATO

COHERENCIA DEL SOLITARIO
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Le fascinaba la soledad. Pero amaba aún más la coherencia. En el desierto, lo alcanzó un beduino que caminaba en su misma dirección. Tuvo que matarlo. Sin poderlo evitar.
Del libro Micrólogos

sábado, 13 de febrero de 2010

LÁGRIMAS VERDES

viernes, 12 de febrero de 2010

TERESA (Agosto, 2009)

jueves, 11 de febrero de 2010

SOBRE ESA ESCENA, ANTAÑO

miércoles, 10 de febrero de 2010

PEIO (Septiembre, 1992)

martes, 9 de febrero de 2010

CUBISMO ESQUINADO EN GRANITO

lunes, 8 de febrero de 2010

MARLÉN (Abril, 1992)

domingo, 7 de febrero de 2010

MICRORRELATO

ABANDONO
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Cuando amenazaste con que me dejarías, no te creí. Aun así, me dejé inundar por un completo abatimiento. Y acerté. Mi intuición nunca me falla. Porque jamás te fuiste. Maldita.
Del libro Micrólogos

sábado, 6 de febrero de 2010

NUBARRONES VIGILANTES

viernes, 5 de febrero de 2010

JOSÉ ARSENIO (Abril, 2007)

jueves, 4 de febrero de 2010

INESTABLE ATALAYA

miércoles, 3 de febrero de 2010

SCHEREZADE (Agosto, 2009)

martes, 2 de febrero de 2010

MISA CON FARALAES

lunes, 1 de febrero de 2010

PABLO (Mayo, 1991)

domingo, 31 de enero de 2010

MICRORRELATO

LA CERILLERA Y EL SOLDADITO DE PLOMO
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La cerillera se moría de frío en la noche invernal. No había vendido nada, por lo que estaba de muy mal humor. Un niño, que pasaba con su padre de la mano, le arrojó en la faltriquera un soldadito de plomo viejo con el que iba jugando. Lo miró y lo palpó con los deditos que asomaban por los mitones. Estaba caliente, pero no le confortó lo más mínimo, pues estaba muy enfadada, así que se dedicó a darle repetidos golpes contra el suelo. Como la sonrisa del soldadito siguiera siendo la misma, pese a la deformidad del resto del cuerpo, se propuso castigar tamaña insolencia. Cogió una caja de cerillas, y una a una las fue encendiendo y aplicando a la cara del muñeco. Éste, poco a poco fue desfigurándose y deshaciéndose hasta que múltiples gotas fueron cayendo al suelo. Ella se dedicó a derretirlo por entero, y tanto empeño invirtió, que las gotitas de plomo quedaron esparcidas a su alrededor. Agotada y sin que hubiera cambiado su humor, se recostó sobre el quicio de la puerta donde se encontraba. Sería su última noche. Aterida, moriría cerca del amanecer con un horrible rictus en su cara. Él la había precedido sólo unas horas antes. Su eterna sonrisa planeaba ya sobre ambos.
Del libro Micrólogos

sábado, 30 de enero de 2010

RAUDO PASA EL ÁNGEL

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