miércoles, 19 de octubre de 2016

EL AGUA Y EL TIEMPO MODELAN LA ROCA




Nos cuesta absorber tanta belleza. Pero, sobre todo, porque se nos hace difícil comprender que hay obras que no han sido realizadas por nosotros. Nos resistimos a entender que la naturaleza, inconsciente o azarosamente, modela formas que con el tiempo acaban ante nuestros ojos incrédulos.

El agua. La roca caliza. Y el tiempo.

Podemos observar las estalactitas y las estalagmitas y las columnas y las coladas del modo que deseemos, pero de mano albergamos una suerte de incredulidad inicial. Después, no nos queda más remedio que someternos por completo ante la rotundidad de lo que la ciencia nos comunica y la vaporosa y mudable belleza de esas formas nos transmite. Y sentir la comunión con la piedra húmeda, que sigue viva y creciente.

Formaciones en la cueva de La Clamouse (Hérault, Languedoc-Rosellón, Francia)
Julio, 2009 ----- Nikon d300

martes, 18 de octubre de 2016

¿POR QUÉ NO PUBLICAR? RAZONES DE CHAMFORT



La tarde está gris, pero mi mente brilla de emociones, y en un rapto de una de ellas cae en mis manos un librito del gran memorialista francés Chamfort, que poseo desde hace muchos años. Se me va un buen rato en hojearlo, en repasar sus subrayados y escolios. Coincido en la mayoría de las apreciaciones con que decoré los márgenes de este librito de Aguilar de 1989. Pero lo que me revuelve el interior es recalar, precisamente, en el inicio de la antología de sus Máximas y pensamientos, preparada por Antonio Martínez Sarrión. En esa introducción, el autor francés simula una pregunta y ofrece él mismo varias respuestas. Éstas son.

    "Pregunta:
          ¿Por qué no publicáis?
     Respuesta [selección mía]:
  •    Porque el público me parece que posee el colmo del mal gusto y el afán por la denigración
  •    Porque un hombre razonable no debe actuar sin motivo y un éxito no me procuraría ningún placer, mientras que un fracaso, tal vez me costara demasiada pena
  •    Porque temo sin haber vivido
  •    Porque deseo trabajar y los éxitos hacen perder el tiempo
  •    Porque no deseo como las gentes de letras, que se asemejan a los asnos coceando y peleando ante un pesebre vacío
  •    Porque valoro más la estima de las gentes honestas y mi particular felicidad que algunos elogios, algunos escudos y una montaña de injurias y calumnias
  •    Porque jamás, como dijo Bacon, han ido juntas la gloria y el reposo
  •    Porque soy de los que no quieren agradar más que a quienes me parece"

No creo que se haga preciso comentar nada más, ni recalcar mi concordancia plena con el homenajeado de hoy.

lunes, 17 de octubre de 2016

LA PERMANENTE TENTACIÓN DE LA PLAYA




En la playa mueren muchas ilusiones, pero es porque también es donde más se crean. A la orilla del mar, donde las olas mueren blanqueadas de espuma, la roca y la arena acogen todo cuanto el mar transporta: enseres, objetos, animales muertos, refugiados, también los sedimentos de todas nuestras incoherencias. Por eso, jamás le faltará arena al fondo del mar, que desplaza sus fondos al ritmo de las mareas y las corrientes, pero sabe que su vaso poco a poco se colmatará y algún día las aguas marinas sólo serán un recuerdo vago que se estudiaría en los libros de geología.

Todos lo sabemos (aunque no las causas): la playa ejerce fascinación sobre los humanos. Hasta el punto de que en ella son capaces de mostrar su intimidad corporal en público en mayor grado que en otros lugares. En ella se da una especie de comunión con la naturaleza, que conecta con lo primordial y lo telúrico, recordándonos de forma subconsciente que alguna vez todos fuimos el mismo polvo de estrellas, que luego subdividió y reordenó sus átomos, dando forma así a la variedad de vida y materia que en nuestro planeta contemplamos. La playa nos atrae. El mar también. La rítmica aproximación de las olas a la orilla podría parecer un modo de llamada -dulce o agresiva- con que la Madre Tierra nos requiere. Algunos acaban cediendo, y acaban encontrándose con ella en los fondos marinos.

A mí la playa sólo me seduce como camino de ida y vuelta, como escenario de conversaciones impensables o como estímulo para que la cabeza reordene lo más elemental mientras la camino. Pero cuando no la recorro de punta a cabo, lo que de verdad me gusta es verla desde cierta altura, para contemplar su forma y alejarme un poco de esa llamada constante con que el oleaje me tienta. Sé nadar. Pero sé que si me dejara seducir, jamás volvería.

Playa de Lastres (Asturias, España)
Febrero, 2011 ----- Nikon d300

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