Pinchar en las imágenes para verlas en grande
Hay que fijarse bien. Pese al tratamiento de la imagen (los
originales aún son menos visibles), las formas se desvaen, y no se logra la
continuidad necesaria para que los cuerpos adquieran relevancia y se erijan como
los protagonistas de la escena. Para ayudarse en dicha tarea para los no iniciados
(a pesar de ser un panel muy famoso), se puede mirar esta fotografía
en la red; también está tratada, y no refleja con exactitud lo que se ve
realmente, pero servirá para hacerse una idea del conjunto.
Hay que fijarse muy bien. El guía que nos explicó el yacimiento
se refirió a las múltiples vicisitudes y tropelías que estas pinturas han
soportado a lo largo de los siglos, sobre todo los últimos. Como se distinguen
poco de la roca madre, los lugareños, cuando querían mostrárselas a algún
visitante, las mojaban. Si había agua, con agua, si no, con vino, refrescos… u
orines, que también hubo, y no pocos. Por eso sorprende que aún hoy podamos
apreciar parte de lo que entonces debió lucir de manera tan intensa.
Hay que fijarse con mucha atención, cierto. Pero una vez que se reconocen
los contornos y se comprende la intención de quien plasmó esa escena hace unos
siete mil años, la magia puede llegar a aparecer si se posee la adecuada
sensibilidad y se logra poner uno en la piel de aquellos humanos que poblaron
el levante español por aquel entonces. El dinamismo de las figuras, su
sensación de movimiento, plasmado con la perfección de un dibujante consumado y
experto, su monocromía casi coincidente con el lienzo pétreo que las soporta,
el misterio que acompaña a tantas preguntas sin respuesta, la emoción de hallarse en un lugar ancestral, todo ello nos hace mirarlas sin apartar la mirada durante un buen rato.
En las cuevas con pinturas rupestres no permiten la realización
de fotografías, y yo estoy dolorosamente de acuerdo con la medida, porque
aunque yo supiera hacerlas sin necesidad de flash, la mayoría de la gente no, y
el flash, como toda fuente de luz, “come” poco a poco los colores, y con el
tiempo se perderían. Pero esto no es una cueva, sino un abrigo de apenas dos o
tres metros de profundidad y se permite captar imágenes a plena luz del día.
Por ello tienen el dudoso honor de ser las únicas fotografías que poseo de
pinturas prehistóricas originales. Y por esa razón os las muestro yo hoy.
Escena de la "Cueva de los Caballos" en el Barranco de la
Valltorta (Castellón (Comunidad Valenciana, España)
Julio, 2006 ----- Minolta dIMAGE Z1