martes, 24 de junio de 2014

OROPELES Y APARIENCIAS


Resulta claro que este vehículo va engalanado de más para una ocasión especial: una boda. Porque hay que decirlo, y confirmarlo: la gente se sigue casando. El contrato ancestral sigue teniendo adeptos. Y eso que hoy existen aceptables alternativas. Pero son muchos más quienes incurren en el contrato matrimonial a la vieja usanza. El que conlleva una ceremonia aparatosa, con aporte religioso, impostado o no, a la que se le añaden cada vez más elementos que lo convierten en un escaparate de apariencias, rituales, y oropeles.

No hablamos porque-sí. El coche -bien se ve- no es uno cualquiera. Se trata de un Roll-Royce, uno de los automóviles más caros del mundo, dado que su producción es casi enteramente artesanal, y cuya tradición, fama y prestigio se remontan a más de cien años atrás. Sabemos que no es propiedad de la familia de los contrayentes, sino que ha sido alquilado para la ocasión. A un precio escalofriante. Como el del banquete, como el de los vestidos y trajes, como otros alquileres y servicios, y las múltiples menudencias que un evento así ha ido incorporando. El resultado total es un gasto inaudito cuya única utilidad es la de lograr que el recuerdo quede bien fijado en todos de que ese enlace matrimonial fue algo único e imperecedero. Olvidando que en este terreno no hay nada único, y nada permanece siempre. Y los matrimonios, si nos fiamos de las estadísticas, menos. Las exclamaciones sorpresivas y los  porqués se escalonan en quienes puedan observar desde fuera.

Pero las respuestas no pueden apelar a la lógica, sino que tienen que ver con rasgos humanos ancestrales, que señalan a la necesidad de aparentar más de lo que se es, al deseo de que lo que les pasó a los demás no se repita en cada caso, a la ilusión de que esa riqueza ficticia y puntual atraiga una suerte que ratifique la secular esperanza que inspiró esa nueva unión. Da igual que no se crea en la religión bajo la cual uno finge la mecánica del rito. Da lo mismo que ese dinero invertido fuera preciso o incluso imprescindible para otras necesidades más básicas. No importa que los diversos sectores de servicios se aprovechen del tirón de la demanda, y encarezcan los precios ya de por sí desorbitados. No se repara, pues,  en gastos de ceremonia, vestimentas, reportajes. Y el rolls -¡qué menos!-se alquila igualmente.

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