viernes, 12 de septiembre de 2014

VIAJAR, VIVIR

Muchas veces me pregunto por qué viajar es una de las actividades sin las que no podría vivir. Cuando trato de explicarlo, tengo dificultades, porque yo mismo no lo entiendo bien del todo. Sin embargo, la realidad es ésa: si no viajo, no vivo; o vivo peor, o sólo sobrevivo. De modo que una primera salida podría ser que viajo para vivir. Pero no es tan fácil concluir con esa única idea.

El cuerpo y la mente difieren en los juicios. El cuerpo suele quejarse de la frecuencia con que camino por el mundo. Viajar suele ser agotador, y se termina cada andadura anhelando el regreso, el reencuentro con lo cotidiano, volver a hacer todo aquello que nos gusta, pero iniciando una pausa valorativa y memoriosa, hasta la próxima vez en que la necesidad nos impulse lejos. Por ello, podría continuar apuntando que viajo para tener ganas de regresar, que el viaje se erige como un reactivador de las ganas de cotidianidad, de la rutina -que no de la monotonía-. Pero es más, claro, muchísimo más que esto.

El cuerpo y la mente discrepan, claro. Porque si la mente hablara -y habla, nos habla, dialogamos con ella-, diría que el viaje es alimento sin el cual cada día o cada período del año se dilata de una manera intolerable, sin un proyecto tras el cual preparar, salir, llegar, observar, conocer, regresar. El viaje se nos muestra como una ventana nueva a la que nos asomamos para penetrar otras realidades distintas o similares (que para todo hay gustos). Y de esa contemplación surge otro mapa emocional distinto que nos modela, nos afila, nos cambia en definitiva. Viajamos, pues, para cambiar, para ser distintos, queriendo ser los mismos, pero más, mejores.

Sólo viajando conocemos en profundidad. Si no se viaja, sólo se conoce una realidad, la propia, la circundante, la que nos alberga. Sería como hablar del amor sin haber sentido alguna vez la zozobra de unos ojos que lo interfieren todo, o no haber sentido una caricia que nos reivindique como nada lo hizo hasta entonces. Conocer, comprobar que todo lo que leímos o vimos en tantos medios como hoy disponemos, era verdad. O mentira. O distinto. Y calibrar las diferencias, y generar una opinión propia, sesgada o acertada, pero propia, que será distinta a la que se tenía antes del viaje. Aspirar aires que huelen distinto, calibrar paisajes que se parecen a los nuestros pero también otros que ni por asomo podríamos contemplar de otra manera. Recorrer los caminos y adentrarse en los templos que los humanos construyeron a sus dioses consecutivos. Dejar que las costumbres y los alimentos interfieran con lo asimilado previamente, y que del contacto, brote una nueva idea de lo ajeno, y también una valoración de lo propio. Se dice que los nacionalismos se curan viajando. Es posible. Pero de lo que no cabe duda es de que quien no viaja y no observa lo ajeno, mal va a interpretar lo propio.

Así pues, ¿conocer, disfrutar, evadirse, descansar, madurar? Todo ello junto, y nunca por separado. Cuando viajo, lo hago para estar donde nunca estuve, para contemplar aquello que conozco por otros medios, para verlo de primera mano, para formarme un juicio personal. Pero también para que la sorpresa invada cada uno de los días del viaje, para que los azares maceren los encuentros y la combinación de seres humanos, meteorología, paisajes, culturas y tantos etcéteras, asalten mi realidad y me dejen sin aliento ni reacción en el instante, y me deje llevar por tentaciones que no recibo en mi día a día. Viajo habiendo planificado, pero también para que el viaje me guíe y me sacuda un tanto. Para que, en realidad, acabe siendo diferente, sin dejar de ser el que era, algo más viejo, algo más rico, algo más lleno de equipaje que poder compartir.

3 comentarios:

la cocina de frabisa dijo...

Es verdad que resulta un poco extraño que alguien tan hogareño sienta esa pasión por viajar y más del modo que lo haces.

Es como esa inyección de mundo que te permite después refugiarte en el tuyo propio.

A mí me gusta cada vez más, eso sí, en la autocaravana siempre, no hay forma de viajar que me mole más.

besos

Anónimo dijo...

Yo añadiría que al comentario de Frabisa-Isabel que lo hace por la maravillosa compañera de viaje que ha encontrado y con la que conecta para compartir las experiencias maravillosas o no que pueden surgir en cada aventura.
PMM desde Argentina.
Besos a

Anónimo dijo...

quedó colgado el ambos después de Besos a
PMM

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