La historia de esa jarra y esos vasos tiene para muchas más líneas,
pero aquí no podemos sino sintetizar, para reconocer una vez más las vueltas
que puede dar la vida sin marearse.
La jarra y los vasos son italianos, y los compraron unos señoritos españoles
en diferentes lugares de Verona y Lucca para regalar a sus vecinos, aún más acaudalados que ellos. Corría el año 1935. Los vecinos de los
turistas acogieron el regalo hipócritamente encantados, y durante varios años
sirvieron en su domicilio para los menesteres propios de esa quincalla; eso sí,
entre los objetos del servicio. Pero un buen día, el hermano de la criada de
aquellos señores de Madrid se alojó en su casa unos días de paso, y se encaprichó
de uno de los vasos, donde su hermana le escanciaba vino de pitarra de su tierra extremeña, mientras a
sus señores les servía convenientemente uniformada cava rosado de Perelada. A
los señores les acabó haciendo gracia tanto el joven barbián, como su apego por
aquella pieza, y cuando se marchó le acabaron regalando el juego entero. Poco
después, aquel joven hubo de emigrar. Eran los años 50. Acabó en una localidad
francesa llamada Colmar, en la Alsacia limítrofe con Alemania. Con él acabó
trasladándose también su novia, que acabó siendo su mujer, con el tiempo. Allí
acabaron sus días, unos cuantos años después. Su único hijo, tras la muerte,
vendió la casa con todo lo que contenía, incluidas cuberterías, bibelots y
todas las quisicosas que se pueden acumular con los años. Todos aquellos
objetos fueron comprados por una almoneda de la Sarlat-la-Canéda, en la Dordoña,
especializada en dichas transacciones. Con el tiempo, aquellos objetos fueron
circulando por distintos departamentos franceses. Hasta que en el año 2011 mi
pareja, tras proceloso regateo marca de la casa, le arrebató el lote a un vendedor
de antigüedades en el monumental mercadillo de Orcival, en la Auvernia. Por un precio convenientemente razonable, asequible y generador de sonrisas inmensas. Tiempo
después, los tres objetos sirvieron de atrezzo en varias de las composiciones
fotográficas de su blog gastronómico. Un día, en cambio, tuvo la ocurrencia de
que, adecuadamente dispuestos, y arropados por una servilleta de encaje
-comprada en Portugal-, sirviera para ilustrar sus tarjetas de visita. La foto
que arriba puede verse es el resultado de tal encargo.
Bodegón de estudio (La Coruña, Galicia, España)
Marzo, 2016 ----- Nikon d5200
1 comentario:
Que historia tan divertida y lo curioso es que hay una historia, sin duda que la hay y podría ser esa. Enhorabuena!
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