jueves, 10 de enero de 2019

LAS MIGAJAS DE LOS MUY, MUY RICOS

Me cayeron las dos noticias casi al tiempo, y aunque no son simultáneas, sí son las dos muy recientes. Tratan de la generosidad de los ricos. De las donaciones que llevan a cabo los muy, muy ricos. La primera es de esta misma semana, y el protagonista es Amancio Ortega, presidente de Inditex, que ha donado otra máquina más -ya lo ha hecho otras veces- para realizar la radioterapia en el hospital (HUCA) de Oviedo. Como no es algo novedoso, parece que salvo en Asturias no se le dio mucha difusión al asunto. La segunda tampoco es que tuviera letras de oro y titulares de grafeno en los informativos, pero era muy colorista y se hizo cargo de ella el suplemento más leído en España los domingos, el XL Semanal.

Quien redactó el suelto, lo tituló “El ‘padre’ de todas las novias”, y en él refiere el padrinazgo que el multimillonario hindú Mahesh Savani llevó a cabo esta vez -pues ha habido más, desde 2008- con 251 novias huérfanas con problemas económicos, que se casaron a la vez. No con él, claro. Él sólo ejerció de padrino de todas ellas al tiempo, y de pagador oficial de los gastos de todas esas bodas que, si hacemos caso a lo que se dice en el suplemento, asciende a unos 6.000 € por chica. El hombre no impone nada, pues deja que cada una elija vestido, maquillaje, invitados... Por no imponer, no impone ni la religión, pues igual apadrinó a una cristiana, tres musulmanas y el resto, hinduistas. Preguntado por tal dosis de generosidad, siempre responde que lo hace para ser bendecido por Dios. Y las dos noticias te dejan turulato, como es natural. Pero sólo al principio. Luego, si se piensa...

Es notorio que aun pensándolo, cualquier acto de generosidad de estos niveles de gasto -no de los cotidianos, de los que hay más de los que imaginamos-, venga de quien venga y en la situación que sea, es algo que hay que agradecer siempre, porque lo común no es eso, sino la situación contraria. Es decir, que los muy muy ricos no sólo no reparten sus infinitas fortunas, sino que las acumulan sin poder gastar tan increíbles cantidades, de un modo inexplicable y patológico. De modo que hay que dar las gracias, de mano. Siempre.

Pero, luego, uno siempre se pregunta los porqués, y las razones últimas que impulsan a estas acciones, que acaban siempre ocupando algún lugar de los noticieros cada cierto tiempo. Y ya sean religiosos, vanidosos, expiatorios, interesados, desgravadores, anecdóticos, etcétera, la pregunta clave es: ¿por qué en esa ridícula cantidad? El multimillonario asiático, que ha amasado sus inmensos caudales con el comercio de diamantes, tendría para pagarles la boda a toda la casta de los intocables de ese gigantesco país. El caso del multimillonario español, cuya fortuna es todavía mayor, y ha sido lograda construyendo el emporio textil más grande del mundo, podría dotar con los más avanzados medios técnicos a todos los hospitales españoles, en cada uno de sus departamentos, y así paliar los abundosos recortes que los políticos patrios han venido aplicando a tan noble actividad desde el inicio de la crisis de 2008. Y, si lo hicieran, ninguno quedaría después en situación de pobreza extrema, sino que aún les quedaría tal cantidad de millones, que su cabeza, como la de cualquier mortal, seguiría sin captar la verdadera realidad de tanto dinero. Entonces, ¿por qué esa cantidad? ¿Por qué esas migajas? 

Si se tuviera una apetencia real de redistribuir rentas obtenidas a lo largo de una vida con procedimientos que sólo con eufemismos podríamos tildar de irregulares, ¿no cabrían muchísimas más oportunidades de aplicar dicha generosidad? Porque hablamos de la fortuna personal, no de la que la empresa dispone para reinvertir, comprar, vender, negociar, ampliar. No. Hablamos de la fortuna que estos señores tienen para su propio uso y disfrute. Y si tomamos dichas fortunas en conjunto, y miramos después lo gastado con sus operaciones generosas,  y comparamos, sigue apareciendo la misma palabra: migajas. Y, a continuación, la misma pregunta: “¿Por qué?” De un modo inevitable, siempre, siempre, me respondo lo mismo tras analizar mis sospechas que siempre enfocan al mismo punto. Ese mismo punto y esas mismas sospechas que estás teniendo tú también al leer esto.

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