viernes, 27 de septiembre de 2019

LA NOVEDAD PERMANENTE DE BORGES

Borges posee un secreto que tal vez fuera inconsciente, pero que yo, como lector asiduo suyo, contemplo con perplejidad creciente. Leo mucho sus obras, tanto las que subjetivizan opiniones, como aquellas que, efectuando igual cometido, adquieren la evanescente forma del relato corto. Pues bien, con las primeras, y después de haber leído lo mismo durante muchos años, siento placer inmenso al recobrarlos de nuevo y, al hacerlo, siento como si la sorpresa fuese igual de virginal que cuando lo leía por primera vez. Con los cuentos, algo extraordinario sucede: todos han pasado ya por mis anhelantes ojos, pero no recuerdo el argumento exacto de casi ninguno, aun de los más famosos y originales. De tal manera, cuando los releo, la fiesta es siempre iniciática, pues parece como si no los hubiera degustado jamás.

No sé qué embrujo particular posee, ni si el secreto se halla en la urdimbre o en la calidad del hilo que la trenza, pero creo que los cuentos de Borges exteriorizan de una forma magistral la transpiración de sus propios sueños, instilando en quien los lee la sustancia del olvido, como un opio volátil que se introdujera por la mirada, nos indujese al placer dulce, y luego al sueño y a la amnesia más absoluta. Algo que, a pesar de lo que aquí expongo, no deja de ser una experiencia indudablemente gozosa.

(Del diario inédito Instantes intestinos e inconstantes, entrada de 21 de julio de 1997)

jueves, 26 de septiembre de 2019

DEFENSOR DE SU ESPACIO (A LA SOMBRA)


El calor sobrecoge. Es la hora más ardiente del día. Todos buscamos lugares con algo de sombra. Pero hay quien ha llegado antes, quien posee esos espacios. Y no está dispuesto a dejarlos sin lucha. Pese a la cercanía de los cuerpos, la inmovilidad del felino demuestra que sabe mucho de los humanos, que quien conoce al dedillo la ciudad es él, y no los turistas. El complemento de su rostro no deja lugar a dudas sobre su firme propósito: defender su posición, cueste lo que cueste. Su mirada y la tensión de su cuerpo lo dejan bien claro. Unos pasos más, un rodeo inevitable sin perdernos de vista. Los visitantes ceden.

En Auxerre (Yonne, Borgoña, Francia)
Julio, 2018 ----- Nikon D500

miércoles, 25 de septiembre de 2019

LA INCAPACIDAD PARA CONTAR DE LOS DIRECTORES DE CINE ACTUALES

El otro día, hace ahora una semana, vi una película que tenía mucho de original en su planteamiento, aunque los resultados distaron de lograr un éxito rotundo. Se trataba de Lumière y compañía, una película que se sustentaba en la idea de ofrecer tan sólo 52 segundos de rodaje a 40 reputados y conocidos directores de países distintos con la cámara de los hermanos Lumière, restaurada y arreglada. Una empresa de concepción muy hermosa que debía erigirse en un original homenaje a los dos personajes que inventaron el cinematógrafo.

Sí, la idea es muy interesante. Pero tiene un inconveniente: su carácter colectivo. Cuarenta directores con ideas, trayectorias e intereses distintos, e incluso contrapuestos. Cuarenta historias cuyo origen es diferente. Mas aun con todo, uno imagina la posibilidad de poder ver cuarenta maravillas. Lo que vi, en cambio, fue la constatación increíble pero manifiesta de que la mayoría de los directores de cine actuales no tienen casi nada que decir y, además, lo que es todavía complementariamente más grave, no saben cómo contar.

De la película saqué provechoso algún material. Por ejemplo, las respuestas de los directores a preguntas acerca de por qué hacían cine, si creían que el cine acabaría muriendo, etc. A nivel teórico, la mayoría dijo algo que al menos podría tildarse de sugestivo. Sin embargo, de las mini-obras que fueron sucediéndose a lo largo de la proyección, no seguidas, sino intercaladas entre otras entrevistas, para evitar cierta monotonía, de las peliculitas, digo, me gustaron ¡tres! Tres, sobre cuarenta. Claude Lelouch, Zang Yimou y otro cuyo nombre no recuerdo. Algo también las de Trueba y Lynch. Pero paro de contar. Lamentable.

Salí de la sala con la conciencia pura de que hoy día se llama director a cualquiera que consigue ponerse al mando de un equipo de personas que obedecen sus órdenes y cuya filmación resultante se exhiba en cines comerciales. Aunque no sé de qué me asombro. En Literatura hay legiones de imbéciles que se autodenominan escritores sólo porque atiende a la segunda acepción del diccionario. Pero, sí, el chasco ha sido inmenso porque los nombres eran lo suficientemente relevantes como para esperar algo más lleno de chicha. No ha sido así, desde luego. La mayoría rodó sus 52 segundos pensando no sé en qué y haciendo unas tonterías supinas. O no se lo tomaron como un ejercicio serio, o su capacidad de crear bajo pedido produce una impresión calamitosa.

Porque, a poco que se piense, ¡qué oportunidad! Poderse poner en el lugar de los hermanos Lumière y hacer exactamente lo que ellos hicieron, sólo que con la superioridad de todo un lenguaje que los pioneros galos in siquiera llegaron a prever en un principio. Pues bien, con todo a su favor, rodaron mierda plana sin ningún interés, con lo cual, insisto, corroboro mis ideas sobre la escasez de conceptos o percepciones de que estos fulanos hacen gala. Porque si aún les hubieran impuesto el tema o el argumento, todavía cabrían las reticencias; pero ¡podían rodar lo que quisieran! Fascinación por lo lamentable. Y no hay excusa posible por la carencia técnica de la cámara en cuestión. Habiendo qué decir o transmitir, el cómo se adecua sencillamente a aquello de lo que se dispone. No hay excusa posible. Ni la inmovilidad, ni los escasos segundos, ni la rigidez estática. Nada. En fin. Ya me he desahogado lo suficiente.

(Del diario inédito Bancal de almácigas, entrada de 10 de Agosto de 1996)

martes, 24 de septiembre de 2019

ÁFRICA EN ORBANEJA DEL CASTILLO


La erosión y el azar logran convertir lo que es materia dura y amorfa en algo que parece haber sido modelado hasta lograr recrear una forma reconocible, de un modo aparentemente sencillo, como si en algún momento el material hubiera sido blando. La caliza es una roca que da muchas gratificaciones a quienes amamos la escultura, la geología, el arte y el azar. Hay muchos ejemplos de modelado erosivo que son muy conocidos (la Ciudad Encantada de Cuenca, el Torcal de Antequera, las Tuerces en Aguilar de Campóo, la montaña barcelonesa de Montserrat, etc., sólo sin salir de la España peninsular). El que aquí muestro hoy es menos conocido, aunque el pueblo es mucho más famoso.

Orbaneja del Castillo, al norte de la provincia de Burgos, es uno de esos pueblos hermosos que acabará muriendo de éxito, por la cantidad de visitantes que concita sobre todo los fines de semana; tanta, que a veces surgen atascos monumentales que acaban siendo objeto de titulares de prensa. Su emplazamiento, en uno de los cañones del curso alto del río Ebro, ha sido modelado por el agua de este río, en un proceso que se denomina como kárstico. Y en su paisaje, destacan dos elementos: una cascada imponente que brota en la surgencia de la Cueva del Agua y atraviesa toda la villa, hasta desplomarse en el propio Ebro, que circula abajo del cañón; eso, por un lado. Y, por otro, las cresterías rocosas que "protegen" todo el entorno en la parte superior, a modo de almenas de una fortaleza. En realidad, yo creo que ése es el verdadero "castillo" de Orbaneja, su protección natural; porque del teórico castillo medieval que da origen al topónimo, no ha quedado ni rastro.

Pues bien, en esas almenas kársticas hay un elemento que siempre me llamó la atención. Es un hueco completo en lo alto de un farallón, ya al extremo del pueblo, que, cuando uno se alinea de forma conveniente, recrea la silueta de África. Siempre que he ido, es uno de los motivos que más me apetece fotografiar, desde lejos o acercándolo con el zoom, aunque no siempre la luz es la adecuada para que quede bien nítida la oquedad. Ahí queda, pues, para solaz de quien por aquí se pasee.

Roquedo superior de Orbaneja del Castillo (Burgos, Castilla y León, España)
Marzo, 2019 ----- Nikon D500

lunes, 23 de septiembre de 2019

LAS PREGUNTAS DE GREGORY STOCK (29)

Pregunta 69

Si un amigo suyo casi siempre llega tarde,
¿usted se resentiría o, simplemente, lo tendría en cuenta? ¿Usted es siempre puntual? 

Le haría ver que no me agrada la repetición por sistema de sus retrasos. Si persistiera, el toque sería más perentorio, más amenazante. De todos modos, esta pregunta está más relacionada con mi pasado. Hoy soy mucho más tolerante, porque me di cuenta de que las broncas que echaba me hacían más daño a mí que a los abroncados, que no sólo no entendían mis ideales de perfeccionismo llevados al extremo, sino que continuaban actuando de igual guisa. Recuerdo el caso de Anones o el de Loli como los más paradigmáticos por lo que se refiere al fracaso de aquella estrategia. En el primer caso porque, encima, se lo tomó a mal. En el segundo caso, porque me ignoró completamente; eso sí, con unas sonrisas maravillosas, que evaporaron con facilidad cualquier resto de mis enfados. Desde entonces, harto de esperar a determinadas personas, di en llegar tarde yo; eso sí, de un modo controlado: diez minutos, que han hecho de mí el más puntual de los impuntuales. Hoy, a más de esto, hay que acotar que no se me dan apenas circunstancias en las que mis citas puedan dar lugar a aquellas situaciones porque o bien son en casas, donde cualquier tardanza se sobrelleva muchísimo mejor ¡dónde va a parar!, o bien tienen un desplazamiento en coche de por medio, por lo que los plazos de urgencia se diluyen un tanto y no originan represalias sañudas ni de mi parte ni de las de los demás. De todas formas, tengo una tendencia muy común en los últimos años a apurar mucho el tiempo de permanencia en mi casa antes de salir, por una esquizoide sensación de perder el tiempo de forma inútil; y de perderle el respeto a la puntualidad en determinadas circunstancias que no tengan que ver con el ámbito profesional, aunque mi tendencia dominante siga estando más cercana a la puntualidad (quien tuvo, retuvo) que a la posición contraria.

Pd/ Los textos que responden a las cuestiones formuladas en El libro de las preguntas de Gregory Stock, fueron elaborados entre 1998 y 1999

viernes, 20 de septiembre de 2019

AMOR PLENO, ENTRE TRES


Los agoreros siempre lo ponen todo peor de lo que la se da en la realidad. Según ellos, la familia en el mundo occidental está abocada a que desaparezca como institución. No se atreven a decir que incluso a nivel biológico, pero si se les presiona, acaban diciendo que también. Para ello aducen que los modelos de familia son tantos que acabará diluida entre necesidades contrapuestas que serán perjudiciales, sobre todo para los hijos. También mencionan las violencias machistas, que ahora producen asesinatos donde antes “sólo” había lesiones físicas  y psicológicas. Estupideces. Con ser verdad lo que apuntan, yerran en el diagnóstico. Podrán cambiar los modos, resulta obvio que ya es así. Pero las esencias siempre serán las mismas. Tener un hijo como proyecto (sea una pareja tradicional, matrimoniada o no, homosexual, monoparental, etc.); y amarlo de un modo irracional, infinito. Ambas cosas siguen siendo las mismas que fueron siempre. 

Pero si acaso, las noticias actuales pueden ser más positivas y albergar mayores esperanzas. Yo, al menos, nunca vi tantos padres implicados en la crianza de sus hijos, que ya no es cosa únicamente de sus madres, como antaño. Como prueba, un botón. Una imagen, en concreto. Tomada en una playa cualquiera, en una arena cualquiera, en un día cualquiera. Una pareja no demasiado joven, con un bebé, el cual es sostenido por el padre, pero con la madre tan cerca, tan pegada, que el conjunto se nos muestra como un solo bloque. Si se observan sus cabezas, se verá que se hallan en tal proximidad, tal comunión, que el amor brota y se expande en todas  direcciones. 

Tener un hijo es la decisión clave de una vida. Si se decide tenerlo, ha de ser con todas las consecuencias. Y un hijo lo tienen dos personas. Que sea la mujer quien lo albergue durante los primeros meses de vida en su interior, y que sea la que lo alimente, una vez nacido, porque la biología así lo ha dispuesto, no significa, como lo ha hecho a lo largo de la historia, que sean las mujeres quienes deban asumir la tarea en exclusiva. El hombre debe participar todo cuanto le sea posible. No lo que decida o le apetezca. Una vida nueva depende de sus dos padres. De los dos. Y, si están (que no siempre es así), son dos quienes deben cuidarlo, amarlo, educarlo. Por eso, ver esta escena en un momento tranquilo de un paseo cualquiera en una playa cualquiera me produjo una muy íntima satisfacción. Que siga sobreviviendo la esperanza es la consecuencia lógica de ello.

Robado en la playa de la Malagueta (Málaga, Andalucía, España)
Enero, 2017 ----- Nikon D500

jueves, 19 de septiembre de 2019

ANHELO DE LA MUSA (MICRORRELATO)

Ya han pasado varios meses desde que me dejaste, y sí, ya sé que el premio de la lotería de navidad fue muy suculento, y que podría sacarme de pobre, aunque todavía no se me han secado las lágrimas que sigo derramando, que la concesión de la cátedra de Estética en la universidad llegó con retraso (aunque la acepté igualmente), que no dejo de calibrar el tamaño de este vacío que siento aquí en el pecho, entre las costillas, cada noche, cuando te recuerdo, que he visto que los niños se crían bien y son buenos hijos, que mi insomnio ha alcanzado cotas que nunca pude imaginar, que las noticias del éxito de mi exposición de esculturas andrometálicas en el Grand Palais recogió titulares durante varios días, que sigo sin comprender por qué pudiste llegar a decir que lo nuestro ya no tenía futuro, cuando casi no había pasado. Desde luego, sé todo esto, pero no puedo evitar sentirme ausente, cambiante, distante, impotente, anhelante. Vuelve, por favor: no encuentro argumento para la novela de mi vida.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

miércoles, 18 de septiembre de 2019

NANTES Y SUS MÁQUINAS


Nantes no es una ciudad de primer orden, de esas que fascinan nada más poner el pie en ella. Pero va ganando peso día a día, al comprobar que quienes la rigen piensan bastante en quienes son regidos por ellos. Se ve por ejemplo en la cantidad de guiños al humor que hay por cualquier rincón, bien sea en relación con carteles, con esculturas, con apliques de establecimientos, en el modo de disponer las diferentes partes de su principal parque, etc. Pero, además, esta urbe atravesada por el celebérrimo Loira, es famosa por Les machines de l’île (Las máquinas de la Isla, justo en medio del río)  en  donde se ha llevado a cabo un arriesgado proyecto que ha dado un resultado magnífico.

Se trata de un parque temático, cuyo tema son las máquinas, principalmente inspiradas por dos genios de la anticipación: Leonardo da Vinci y Julio Verne, este último oriundo nantés. En él se han llevado a cabo creaciones mecánicas de animales (y también algunas plantas), cuyos mecanismos quedan a la vista cuando son exhibidos a los visitantes, y que hacen las delicias de la mayoría de quienes acuden a ver semejante despliegue de originalidad. Tanto impacto produce, que Nantes acaba siendo recordada, más que por el Castillo de los Duques de Normandía, los magníficos sepulcros de su catedral, o su FNAC acogida dentro de un edificio neoclásico, más que por todo ello, a Nantes se la recuerda por la isla de las máquinas, como se la conoce popularmente.

Dentro de ella, el protagonista más llamativo es un ingenio enorme, llamado Le Grand Élephant. Se trata de una estructura descomunal. 12 metros de alto, 8 de ancho y 21 de largo. Todo el conjunto supone unas 49 toneladas de acero y madera, junto a su armazón metálica. Pero lo más sorprendente es su movimiento, accionado por un potente motor y por un engranaje hidráulico con 62 elevadores. Esto permite que hasta 50 pasajeros puedan instalarse en sus lomos para dar un paseo por la isla a una velocidad de uno a tres kilómetros por hora. Quienes subimos en él podemos atestiguar que la media hora del trayecto es menos interesante que verlo desde abajo. Pero aun así, su desplazamiento es una experiencia sorprendente y poco usual, donde lo que prima no es la velocidad ni el vértigo, ni las curvas o los balanceos, sino la comprobación de que el ingenio humano puede derivar en algo puramente lúdico, homenajeando de paso a la inteligencia creadora, y no sólo a la puramente hedónica.

La interacción del público asistente, que sigue su trayectora sin dificultad, dado parsimonioso desplazamiento, permite que los niños y el agua que proyecta desde su trompa sean el binomio inolvidable de toda esta apuesta magnífica donde el arte, la anticipación, el divertimento, la industria, aleados por la inteligencia y la mecánica son los reyes de este original proyecto.

Les Machines de l'Île, en Nantes (Loire Atlantique, Pays-de-la-Loire, Francia)
Julio, 2019 ----- Nikon D500

martes, 17 de septiembre de 2019

MI PALABRERÍO CANALLA (49)

EROSTRATISMO: Vocablo que designa a quien comete bellaquerías y desaguisados importantes con el fin de lograr notoriedad y fama mediática. Es una pena que el nombre de Eróstrato, precursor de los ateos quemaconventos, y pirómano esteticista, haya quedado ligado a tal comportamiento. Si al menos se hubiese escogido “rociitismo”, “leiquismo”, “pantojismo” u “obregonismo”, aún tendría un pase.
EROTISMO: Modo elegante, hipócrita y a menudo afectado de referirse al mundo del sexo o experimentar con él.
EROTOMANÍA: Pérdida del verdadero sentido de lo que es la carne, las feromonas, el carácter transitorio y efímero, el raciocinio y la sensatez; y todo por un delirio de carácter sexual producido por, o a causa de, un/a sujeto/a determinado/a. Podría parecer una estupidez, y lo es, pero es que deberían ver ustedes a determinados sujetos y sujetas.
ERROR: Cada uno de los fallos que cometemos a diario en nuestras relaciones personales, en nuestro trato con los objetos, en el planteamiento de cómo habrá de ser nuestra existencia, en la elección de la persona amada, en contemplar cómo el tiempo se desparrama por delante de nuestros ojos, etc.
ERUDICIÓN: Posesión exhaustiva de datos, listados, conocimientos puntuales, que se acumulan con intención de sorprender y epatar a aquellos a quienes se hace demostración de tal pericia cuantitativa, sin que dicho acervo llegue a servir para algo más útil, más relacional o sintético.
ERUDITO: Todo ingenuote que poseyendo tan sólo erudición (v.), pretende albergar sabiduría y, encima, hace pública su pretensión, con lo cual queda descubierta en el acto su impostura.
ESCÁNDALO: Sorpresa social que mueve a la reprobación y al rechazo externo, tras haber suscitado la envidia correspondiente.
ESCAPAR: Usar del movimiento en su tentativa más absurda e imposible, que, sin embargo, sigue siendo considerada una meta a medias mítica y utópica, pero cuyos repetidos intentos consuelan a quienes los realizan, y al menos les deja el sabor de haberlo intentado.
ESCATOFAGIA: Lo mismo que coprofagia (v.), pero en más culto aún, y partiendo de otra variante etimológica del griego.
ESCEPTICISMO: Posición filosófico-vital del inteligente, aligerado de entusiasmo merced a una serie variable de asiduos escarmientos.


Del libro inédito Palabrerío canalla1999

lunes, 16 de septiembre de 2019

LOGROS DE LA INCULTA EDAD MEDIA


A quienes que me dicen que la Edad Media no les gusta, o que fue una época de atraso, les pongo siempre alguna imagen de una catedral románica o gótica como ésta, que no les resulte muy conocida. Y luego les pregunto si ellos saben tanta física como para poder construir algo similar hoy día. Si se dan cuenta del juego de fuerzas que es necesario calcular para que todas esas piezas de piedra, pesadísimas, pero de apariencia ingrávida, puedan convivir unas al lado de las otras sin que se vengan al suelo al primer golpe de viento, o por efecto de corrimientos de tierra, o simplemente por sumar y restar mal los empujes. Y, a mayores, creando una composición estética y simbólica que también les explico, si alguno muestra alguna duda. Ellos se quedan mirando curiosos unos instantes, preguntan el siglo y, cuando se lo digo, se les cae la venda de los ojos, claro, no queda otra. Y el prejuicio se vuelve conocimiento. Una vez más. Espero.

Cabecera de la catedral de Le Mans (Sarthe, Pays-de-la-Loire, Francia)
Agosto, 2019 ----- Nikon D500

domingo, 15 de septiembre de 2019

HITOS DE MI ESCALERA (40)

Cualquiera que lo haya hecho, lo sabe: opositar es ejercitarse en lo peor que le puede pasar a alguien en un país civilizado (no hablo de guerras, catástrofes o pobreza extrema). Hay que contextualizarlo, desde luego. Me refiero a nivel psicológico. Pero, insisto: opositar es una mierda, y nadie de quien lo haya experimentado -una o varias veces- podrá contradecir dicha afirmación, aun habiéndola sacado, que eso lo consigue un porcentaje ínfimo de quienes se presentan a ello.

Entonces, ¿por qué oposité yo, si jamás había pretendido ser nada que no fuera el mejor investigador de la Historia (y profesor universitario, porque no quedaba otra, al ir incluido en el pack)? La respuesta se encuentra en un fracaso más. El más doloroso, en su momento. El más importante de mi vida. El más regenerador y positivo, a posteriori. Fue el fracaso que me cambió la vida. Para infinitamente mejor, desde luego. Pero yo no lo supe hasta mucho tiempo después.

Pero vayamos por partes. En el anterior Hito Nos habíamos quedado en que yo estaba investigando mi tesis doctoral sobre la II República y la Guerra Civil en la provincia de León, y en que la fotografía había penetrado en mi vida como un virus de permanencia imperecedera. Por tanto, todo parecía en orden. El problema era el económico, como siempre, pero había plan para solucionarlo. Consistía en conseguir una beca de investigación que me permitiera unos ingresos, bien que magros, y me introdujera en el Dpto. de Hª Contemporánea de la universidad leonesa. Eso se lograba, optando a una de dichas becas, que eran muy pocas, y para ello había que merecerlo o... ganarse el favor de los que decidían. Por no alargarlo mucho: el primer año que presenté la solicitud, por bisoñez o por quién sabe qué, fui “a pelo”, y la beca fue a parar a un ex-compañero de la facultad leonesa, que, es cierto, lo merecía: por capacidad, tesón y trabajo de años en el departamento. No me desanimé demasiado. Era la primera vez, tenía trabajo mecánico que hacer, y se podía volver a intentar al próximo año. Aunque esta vez la estrategia debía variar.

Mi padre se enteró de que el presidente del patronato que otorgaba las becas universitarias de la Diputación, era el director de la Biblioteca Pública, un intelectual bajito y cabezudo, pope de la cultura leonesa en aquellos tiempos, y que controlaba mucho de lo que se cocía en mi provinciana ciudad. Pues bien, el plan de mi padre fue ganárselo, haciéndose cargo de su contabilidad personal, merced a un contacto con una empresa común que hizo la “presentación”. También hube de conocerle, y explicarle mis propósitos. Para resumir sin provocar bostezos: el hombre nos dio esperanzas a ambos de que la cosa “estaba hecha”, y que, pese a alguna oposición que sin duda habría, contáramos con ello. Mi padre hubo de someterse al endiablado carácter de aquel hombre, sacerdote para más señas, cuyas propiedades requerían de un “trabajo fino contable” para el que cualquiera no estaría preparado. Pero el caso es que yo seguí recopilando información en los periódicos leoneses de los años 30, y mi padre -hombre orgulloso donde los haya habido- cada dos o tres semanas despotricando de los modos y las ocurrencias de aquel tirano. Aun así, si lográbamos la ayuda, todo se habría dado por bien empleado.

Pero, cuando llegó el final de año, y todo parecía hecho, la beca fue a manos de una ex-compañera, ésta de la Universidad Autónoma de Madrid, profundamente incapaz, pero que debió concitar más interés, o lograr mejores apoyos que los míos. De su ineptitud podría dar constancia detallada, por haber sido compañero suyo cuatro años, incluidos dos años de cursos de doctorado, pero eso ya no viene a cuento. El caso es que en enero de 1989 recibí la segunda bofetada en el mismo sitio que el año anterior, y donde más me podía doler. Me quedé sin reacción posible varios días. Al final, tiré la toalla.

Con casi 27 años, un título universitario, dos años de doctorado, con la tesis comenzada, resulta que no tenía nada entre mis manos. Mis únicos trabajos -por decisión propia, eso sí- habían sido en la oficina de mi padre, para sacarme unas perras los dos meses de cobranza. A mayores, aún vivía en la casa familiar. Y lo cierto es que no encontré salida a aquel marasmo. Mi visión del futuro se me nubló por completo. Vi cómo mi sueño, la ilusión de mi vida, se disolvía a una velocidad inasumible. Y caí en una depresión que me duró varios meses. 

A corto plazo, no haber obtenido la beca tuvo tres consecuencias. La primera, que dejé definitivamente mi tesis (para escándalo de mis padres), y me propuse opositar para obtener una plaza de algo; y como el “algo” de lo sabía más era la Historia, pues eso: oposiciones a profesores de secundaria de Gª e Historia. La segunda, la depresión a que aludí antes, que me instaló en el período de mayor tristeza y amargura de mi vida, hasta la fecha. Y la tercera, que mi padre dejó de llevar la contabilidad de quien nos había asegurado que todo “estaba hecho”; y también, que cada vez que se lo encontró de paseo o en cualquier lado, mi padre se aclaraba la garganta y lanzaba un gargajo a su paso de forma estentórea y muy visible, para vergüenza de mi madre, que no sabía dónde meterse.

sábado, 14 de septiembre de 2019

UNA SOLEDAD IRREAL


Frente a lo que pudiera parecer, no elegí esto porque la combinación de los dos colores más intensos que se aprecian me recordaran los colores de la bandera española, mientras me hallaba a cientos de kilómetros de la frontera. Escogí el encuadre porque en el contexto en que me hallaba resultaba insólito. Al lado, había centenares de personas que habían acudido a ese lugar con la misma intención que yo: ver los bellísimos e imponentes acantilados blancos de Étretat, en la normanda Costa de Alabastro.

Por eso, poder encuadrar un velocípedo en primer plano, con la parte más baja de la costa al fondo, algo más desvaída, ofreciendo una imagen bien contrastada de soledad natural, me pareció  una oportunidad maravillosa de mostrar algo casi irreal. 

Porque el problema de los sitios bellos en nuestra época, en la que cualquiera puede acceder a la información, es que concitan cada vez más personas a su alrededor, perdiéndose de ese modo la oportunidad de paladearlos con calma. Sólo se puede llegar al sitio, mirarlo, tirarle algunas fotos y rápidamente irse a apurar las vacaciones en otro lugar espectacular que incorporar al currículo viajero. No es eso lo que apetece alguien con tendencias solitarias como es mi caso, pero como también poseo tendencias curiosas en grado sumo, acabo incurriendo en la necesidad de ver esas ciudades o parajes “imprescindibles”. Y como de momento días de vacación tengo, pero siempre en los mismos momentos que los demás, hay que apechugar con ello, no queda otra. Tiempos de jubilación habrá, no demasiado lejanos, en que uno viaje cundo la mayoría de los demás no, y podrá seleccionar con mayor aprovechamiento destinos y estancias.

Con todo, para desasirse de la gleba canalla, sólo hay que andar un poco más (puesto que la mayoría se queda en el inicio, para hacerse una “imagen” global que poder “retransmitir”), o bien esperar y permanecer más tiempo (dado que los demás siempre tienen mucha prisa, y yo por fortuna no tengo la obligación de verlo todo en pocos horas, pues puedo quedarme incluso a pernoctar en la zona, como ocurrió en verdad en este rincón costero). Andar un poco más que los demás. Aguardar más  tiempo. Al final, quien resiste es quien gana, dijera nuestro orondo y malhablado último Nobel de Literatura.

Acantilados de Étretat (Seine Maritime, Normandía, Francia)
Agosto, 2019 ----- Nikon D500

viernes, 13 de septiembre de 2019

DOS MESES DESPUÉS

Dos meses, sí. Han pasado dos meses. Y dos días. Parece la denominación de una condena, pero no lo ha sido. Sólo han sido 62 días sabáticos. Pero sólo en lo que al blog se refiere. Porque alejarse un poco de él también tiene mucha utilidad.

En ese período he tenido que tomar -junto con mi hermano- la decisión más dolorosa y crucial en mi vida; he viajado como cada año a Francia, pero ocupando el período más largo -y relajado- que recuerdo; luego  he regresado a la tranquilidad cenobita de mi existencia, me he incorporado al trabajo con la suavidad e ilusión de todos los septiembres, y así, poquito a poco, he llegado al día de hoy. Entre medias, he incorporado una cantidad insultante de libros a mi biblioteca electrónica; y por último he terminado de editar y he incorporado una obra más a mi producción literaria: Literografías 2, que brota de la misma bodega que ahora contemplas.

Que hoy haga exactamente un año del inesperado fallecimiento de mi madre, no es casualidad. He elegido esta fecha con toda consciencia. Aún no la he llorado lo suficiente.

He vuelto, eso sí. Otra vez, al tajo.

AVISO A VISITANTES

Todas las imágenes (salvo excepciones indicadas) y los textos que las acompañan son propiedad del autor de esta bitácora. Su uso está permitido, siempre que se cite la fuente y la finalidad no sea comercial
Si alguien se reconociera en alguna fotografía y no deseara verse en una imagen que puede ver cualquiera, puede contactar conmigo (fredarron@gmail.com), y será retirada sin problema ninguno.