miércoles, 18 de septiembre de 2019

NANTES Y SUS MÁQUINAS


Nantes no es una ciudad de primer orden, de esas que fascinan nada más poner el pie en ella. Pero va ganando peso día a día, al comprobar que quienes la rigen piensan bastante en quienes son regidos por ellos. Se ve por ejemplo en la cantidad de guiños al humor que hay por cualquier rincón, bien sea en relación con carteles, con esculturas, con apliques de establecimientos, en el modo de disponer las diferentes partes de su principal parque, etc. Pero, además, esta urbe atravesada por el celebérrimo Loira, es famosa por Les machines de l’île (Las máquinas de la Isla, justo en medio del río)  en  donde se ha llevado a cabo un arriesgado proyecto que ha dado un resultado magnífico.

Se trata de un parque temático, cuyo tema son las máquinas, principalmente inspiradas por dos genios de la anticipación: Leonardo da Vinci y Julio Verne, este último oriundo nantés. En él se han llevado a cabo creaciones mecánicas de animales (y también algunas plantas), cuyos mecanismos quedan a la vista cuando son exhibidos a los visitantes, y que hacen las delicias de la mayoría de quienes acuden a ver semejante despliegue de originalidad. Tanto impacto produce, que Nantes acaba siendo recordada, más que por el Castillo de los Duques de Normandía, los magníficos sepulcros de su catedral, o su FNAC acogida dentro de un edificio neoclásico, más que por todo ello, a Nantes se la recuerda por la isla de las máquinas, como se la conoce popularmente.

Dentro de ella, el protagonista más llamativo es un ingenio enorme, llamado Le Grand Élephant. Se trata de una estructura descomunal. 12 metros de alto, 8 de ancho y 21 de largo. Todo el conjunto supone unas 49 toneladas de acero y madera, junto a su armazón metálica. Pero lo más sorprendente es su movimiento, accionado por un potente motor y por un engranaje hidráulico con 62 elevadores. Esto permite que hasta 50 pasajeros puedan instalarse en sus lomos para dar un paseo por la isla a una velocidad de uno a tres kilómetros por hora. Quienes subimos en él podemos atestiguar que la media hora del trayecto es menos interesante que verlo desde abajo. Pero aun así, su desplazamiento es una experiencia sorprendente y poco usual, donde lo que prima no es la velocidad ni el vértigo, ni las curvas o los balanceos, sino la comprobación de que el ingenio humano puede derivar en algo puramente lúdico, homenajeando de paso a la inteligencia creadora, y no sólo a la puramente hedónica.

La interacción del público asistente, que sigue su trayectora sin dificultad, dado parsimonioso desplazamiento, permite que los niños y el agua que proyecta desde su trompa sean el binomio inolvidable de toda esta apuesta magnífica donde el arte, la anticipación, el divertimento, la industria, aleados por la inteligencia y la mecánica son los reyes de este original proyecto.

Les Machines de l'Île, en Nantes (Loire Atlantique, Pays-de-la-Loire, Francia)
Julio, 2019 ----- Nikon D500

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