sábado, 19 de diciembre de 2020

DESPEDIDA Y CIERRE

Muchos meses inactivo, este blog no ha salido indemne de la pandemia que nos ha sobrevenido este año aciago. Algunos de mis escasos pero fieles seguidores se habían dado cuenta: desde finales de mayo, no había aparecido ningún texto, ninguna fotografía más. Y me lo hicieron notar. Con las explicaciones pertinentes lo entendieron todo, y la cosa quedó entendida. Pero uno no puede quedarse en lamerse las heridas y explicar las desgracias: tiene que ver cómo las supera y cómo sale uno reforzado de las mismas. Ahora le llaman resiliencia, pero la idea siempre estuvo ahí. Uno, ante las dificultades puede tener varias opciones. La mía nunca fue contemplativa. En los tiempos actuales, no podía serlo tampoco. Ahora, menos.

Lo del año aciago es nota común en las conversaciones que se tienen o que uno escucha. Pero en mi caso, sin que haya sido horroroso o trágico, 2020 ha tenido demasiadas inconveniencias, que resumiré, para no agobiar: un comienzo de año, con la muerte de mi padre -la víspera de nochevieja-; un confinamiento que todos recordamos -marzo y abril-, una grave luxación de hombro izquierdo -mayo- y un esguince de grado II en el tobillo derecho -julio-. Estos han sido los escalones de una mierda de año, sobre los que no quiero ahondar, pero que justifican mi ausencia de las redes sociales en general desde entonces.

Pero si los problemas se escalonaban, yo no dejaba de pensar. Tiempo tenía, y no sólo lo ocupé en leer y llevar a cabo mi larga rehabilitación. Los momentos de crisis están llenos de oportunidades. Yo debía buscar la mía, o bien crearla. Como lo primero no se daba, busqué el modo de tentar lo segundo. Y como tanto la estética como la funcionalidad del blog no eran ya acordes a lo que yo venía deseando desde hacía tiempo, la ocasión era propicia para un cambio drástico en ese apartado. Así que encargué una web personal donde poder desarrollar mis dos mundos de manera conjunta, y controlar todo el tráfico, saliente y entrante. Y ahí es donde me trasladaré dentro de unos días.

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Todo lo que comienza debe concluir alguna vez, y ésta es la ocasión de que este blog toque a su fin. Desde aquel 1 de enero de 2008, han sido 12 años de muchas fotos, de muchas palabras. De muchas entradas, en definitiva (1893, exactamente), aunque con poco seguimiento (apenas 59 seguidores, 2873 comentarios en total). Como no es algo que busque deliberadamente, considero que dichos datos son los que deben ser, y ahí lo dejamos. Con todo, debo un agradecimiento especial a esos seguidores y a quienes, sin serlo, se asomaban con regularidad a esta ventana. A veces, en los momentos de mayor zozobra, pensar que alguien me leería o disfrutaría con alguna fotografía, me sacaba de mi atonía, y me impulsaba hacia adelante. El agradecimiento, ha de ser especial, insisto.

Pero, en fin. Decía que este blog se cierra (aunque queda abierto en la misma dirección, para quien quiera hurgar en el pasado y profundizar curiosidades). Esta que escribo ahora será, pues, su última entrada. Sin embargo, no es una despedida: se trata de un traslado. Y, si hay que cambiarse de residencia, el sentido común y el egoísmo propio recomiendan que sea a un lugar mejor.

Los constructores de la web (diseño gráfico y desarrollo de código de Crane Estudio, de Burgos) han trabajado muy bien. Y más mérito les atribuyo por haber lidiado con alguien tan perfeccionista como yo. El resultado lo podréis ver en breve. Pero habréis de esperar al 22, día tradicional de la lotería. Como este año será el primero de mi vida que lo “celebre” sin haber comprado un décimo siquiera (verdad verdadera), voy a invertir los términos, y el regalo esta vez lo haré yo. Si luego lo consideráis más una pedrada que un lugar de disfrute, lo decidiréis vosotros. Allí os espero. Con más y mejor, porque en mi caso sí que es posible.

Felices fiestas y feliz reencuentro, a partir de este próximo 22, en www.fotografiaypalabra.com


sábado, 30 de mayo de 2020

RELECTURA DE LA ODISEA

De toda situación penosa se puede extraer siempre algo positivo. Pero para ello se ha de contar con el ánimo y las ganas necesarios para ello; por fortuna, no me ha faltado ni del primero, ni de las segundas. En este largo proceso de aislamiento social que nos ha sobrevenido, he estado leyendo como un poseso, he visto multitud de películas, de series, he editado muchísimas fotos (de las que he mostrado unas cuantas). He escrito poco, en cambio. Por otro lado, he visto películas de antaño que me apetecía (o convenía) revisitar, y releído también algún libro de largo calado. Hoy terminé mi segunda lectura de Odisea, la magna obra de Homero (o de quien fuera, eso me importa menos).

Decidí leerla otra vez porque ya iba tocando, y para verificar algunos comentarios de ciertos escritores de referencia para mí. Desde luego, no se equivocaban. Releer algunas obras con determinados años no busca sólo recuperar placeres pasados, sino producir otros nuevos, a los que se añade -eso sí- el recuerdo de los de la primera vez.

Tengo tres ejemplares diferentes, que fui comprando con los años, aunque sólo había leído la muy antigua, pero estimulante, traducida por Luis Segalá y Estalella, pero que éste había volcado en prosa. Y no es que el texto que muestra el dificultoso regreso de Ulises a Ítaca no sea un texto eminentemente narrativo, que lo es, y mucho; pero ahora me apetecía leerla en una aproximación a lo que en su momento fuera el hexámetro dactílico original. Y en esta ocasión, pude acceder a una versión que nada más probarla me decidió a transitarla de nuevo. Me refiero a la que ofrece la editorial Gredos, de José Manuel Pabón, versificada, y con un uso del lenguaje arcaico más que adecuado a mi entender, que realza la sonoridad y poderío del epíteto homérico, a la par que contextualiza maravillosamente lo que suponía entonces la épica helena.

Por último, probé a leerla de un modo distinto a como había hecho hasta entonces: leerla en voz baja, pero audible. De tal forma que leía, y mientras lo hacía, escuchaba el sonido de mi voz, escandiendo los versos del divino ciego traducidos por el eminente helenista. La experiencia no me pudo gustar más. La demoró, qué duda cabe, pero la hizo más intensa, pues hizo intervenir otro de mis sentidos en el acto de la lectura. Y como ya “sabía” qué pasaba, no tuve la idea de “empujármela” del tirón, sino de a poquito, a sorbos pequeños, de uno o dos cantos cada vez, y no todos los días. ¡Una delicia!

Ayer la terminé, con gran placer de mi parte, y ningún disgusto por ello. Hoy, a mayores, he releído el poema de Kavafis, que me ha vuelto a erizar la piel. Y, a continuación, he puesto el CD de Lluis Llach, donde musica su propia versión ampliada de dicho poema. Como tantas veces, he llorado por la emoción. Me pasa mucho con ese disco. De esta forma he iniciado el día. Con semejante equipaje, el día se ha hecho más luminoso aún de lo que ya lo está. Y me afano en mi propio viaje, que deseo sea largo, nutrido de experiencias, sin preocuparme el punto de llegada. No temo, por tanto, a lestrigones ni a cíclopes.

miércoles, 27 de mayo de 2020

5.000 FOTOS


Las estadísticas son bien claras. He llegado a las 5.000 imágenes en mi galería “pro” de Flickr.  El robot del programa lo comunica, y yo lo creo. No pienso contarlas: si eso señala, será que hay esa cantidad, y todo el mundo sabe que es más fácil creer que averiguar. Aunque esto resulta muy creíble, desde luego, y no es nada sobrenatural. Si bien desde que vi que la cifra se acercaba llevo varios días pensando en ello, y ahora que el momento llegó, sigo igual de pasmado.

Como no sabía muy bien qué pensar, opté por las matemáticas como aproximación inicial. Me apunto en 2007 (la cuenta de pago sería dos años después),  y estamos a mediados de 2020: 13 años. Por 365 días, da casi 5.000. Curioso, ¿no? De modo que, pese a las irregularidades, a los parones, a los arreones, a las remodelaciones, a las clasificaciones, a las evoluciones y otros “ones” más, la media viene a ser una foto diaria. Pienso que a los demás puede causar cierta impresión, pero a mí me parece de lo más normal. Cuando me embarco en un proyecto, suelo ser constante. Lo que pasa es que no pensaba que llegaría a tanto sin habérmelo propuesto. Porque, a diferencia del blog, donde sí he tenido etapas bien definidas y perfiladas, con objetivos concretos, en mi galería global de Flickr nunca hubo previsión ni plan alguno. Era sólo el lugar donde exponía -y guardaba; acumulaba, más bien- mi obra gráfica. Sin más pretensiones. Pero sin menor exigencia de calidad. Eso, nunca.

Si echo la vista atrás, y miro fotos de hace muchos años, la sensación primera es de vergüenza. La sensación que va a continuación es que resulta natural que fuera así antes y sea así ahora. Si no evolucionara, estaría “apañao”. Ha habido evolución, claro, sobre todo en la forma de abordar las imágenes. No así en la temática, que sigue siendo la misma. Pasados unos años, hube de remodelar la gran cantidad de fotos que albergaba en el sitio web, y decidí crear una serie de álbumes temáticos y otros geográficos, aunque sólo fuera para aclararme yo a la hora de localizar tal o cual lugar, persona, obra de arte, evento, etc. Salieron diez carpetas temáticas (animales, arquitecturas, composiciones, desnudos, esculturas, grafittis-carteles, macros, paisajes, retratos, robados), cincuenta provinciales, y unas cuantas regionales-internacionales. De ellas, sólo ha habido cambios en este último apartado, pues he ido conociendo otros países y otras regiones de ellos. Pero en lo tocante a lo temático, no. Tampoco es tan raro, porque si bien se mira, en esos diez temas está todo. O casi.

Y ahí radica mi más conocida especialidad y la principal de mis condenas: me gusta casi todo, y en casi todo puedo llegar a vislumbrar una imagen hermosa, impactante o informativa. La principal ventaja es que consigue que no me aburra lo más mínimo, incluso cuando me hallo en lugares o escenarios que no pertenecen a mi mundo cercano. Por esto, uno de los rasgos más sobresalientes que se siguen  de ello es que puedo hacer fotografía en casi cualquier circunstancia, lo cual me estimula muchísimo, y me lo hace pasar muy bien ya haciéndolas (antes incluso de proceder a su edición). Por eso, conozco bien la técnica referente a un buen paisaje, cómo elaborar un buen retrato, iluminar un desnudo, mostrar lo más diminuto en macrofotografí o lo más grande en panorámicas, editar fotos artísticas para mejorar lo captado, etc. El principal problema es que, al no especializarme en nada, jamás conseguiré traspasar el umbral de la ejecución para ocupar el rincón sagrado de la creación. Soy consciente de ello. Aunque lo soy sólo ahora, porque en su momento, al igual que me pasó con la Literatura, no lo fui, y constatarlo fue duro para mi ego. Pero, sí, tan sólo soy un buen artesano, un aplicado fedatario, pero no un creador. ¡Qué le vamos a hacer!

En todos estos años, mi equipo se ha ampliado con muchos adminículos, objetivos, materiales variados. Las técnicas de ejecución y edición posterior, también. He crecido con el tiempo, y la calidad de lo que muestro hoy es mayor que la que mostraba en 2007, 20 años después de iniciar mi andadura de aficionado exigente, con equipo analógico y de revelado manual. Claro que ha habido una evolución positiva. Pero, en el fondo, me gusta lo mismo, y tampoco ha habido tanto cambio. Si acaso, en la forma de ser exhibido el producto. Mis escasos seguidores lo saben bien.

Ha habido algunos de éstos que me han intentado convencer de llegar a más gente, de lograr más seguidores, más visitas, más comentarios. Los ha habido incluso que han insistido para que diera el salto a la exposición física, galerista, museística. Pero todo eso me produce una gran pereza. Mi único motor real es lograr producir mi obra. Al precio que sea. Y tener un rinconcito donde exhibirla, para quien quiera contemplarla. Lo demás es siempre secundario. Y superfluo, si bien se mira. La calidad de la obra no aumenta ni disminuye en atención a su número de palmeros o de críticos. Y yo a lo único que aspiro es a realizar las mejores imágenes posibles. ¿Que un reducido número de fieles me comenta siempre y me da su opinión? Pocas cosas me hacen más feliz. Pero incluso sin comentarios, mi camino seguiría trazándose con cierta regularidad.

¿Orgulloso de mi galería? ¿Satisfecho? ¿Balance positivo o negativo? Pues no sé. Depende del día, como todo. A nivel global, si la valorara como si fuera la obra de otro, diría: «Es un conjunto de imágenes más que decente. No es una obra original, pero sí ofrece mucha coherencia, mantiene su calidad en niveles contantes y en ocasiones crecientes, y resulta muy agradable de ver en su conjunto. Tiene algunas fotos verdaderamente buenas, pero son las menos. Visitar sus álbumes, eso sí, hace pasar un rato muy agradable, variado y hasta instructivo».

Los balances siempre ofrecen algo de tristeza mezclado con la alegría de haber llegado a cierto punto. La tristeza va unida al fracaso que todo ser humano inteligente siente por su obra, cuando se pregunta ciertos porqués, paraqués y hastacuándos. Es algo que cualquiera puede sentir, si no está cegado de petulancia, arrogancia, soberbia y cegueras narcisistas. La alegría en este caso viene dada porque he podido llegar a los 57 años habiendo hecho cientos de miles de fotos, que unas cuantas de ellas han merecido pasar a otra categoría, y que la tecnología actual me permite compartirlas para que alguien más pueda beneficiarse observándolas. Y poco más se puede decir sin resultar redundante. Salvo mi comunicado-amenaza de que seguiré en la misma línea mientras el sujeto activo disfrute de ello, y el método empleado y las circunstancias no varíen demasiado. Y que espero llegar, de momento, a las 10.000. Al menos.

También cabe comunicar que ha llegado la hora de una antología retrospectiva. Material hay de sobra, y el asunto estriba en decidir qué formato adquiere: si elegir cien fotos (diez por tema), si escoger 365, si mostrar la misma foto de entonces o con edición actualizada y renovada. Eso aún está por decidir. Pero tendrá lugar, eso seguro, en el marco de este blog, que creo es la alcancía adecuada donde dicha antología cobre forma.

Por último, comentar que me produjo cierta zozobra elegir qué foto sería la número 5.000, pues ninguna temática debería tener más importancia que otras. Del mismo modo, también podría haber puesto “la que correspondía a esa jornada”, y ya. Pero al final decidí darme un homenaje, dado que yo siempre fotografío multitud de objetos, animales, obras de arte, paisajes, personas, y a mí me fotografían mucho menos. La foto 5.000 (y la inmediatamente anterior) muestra al fotógrafo en dos momentos distintos, captados por quien mejor me ha sabido fotografiar, mi ex-alumno, y sin embargo amigo, Sergio Arce. Espero disculpen el excesivo protagonismo, por una vez justificado. Creo.

domingo, 3 de mayo de 2020

INCAPACIDAD


Echo de menos a mi madre. Muchísimo. Pero aún no aprendí a expresarlo con palabras.

sábado, 28 de marzo de 2020

EL JUEGO DE LOS TRES ANIMALES

En las facultades, no sólo se va a aprender una disciplina intelectual. También va uno a divertirse. Ésa es la impresión general, aunque no era mi idea de entonces, desde luego. Yo fui allí para impregnarme de todo el saber posible para ser el mejor catedrático de Historia habido y por haber en el mundo mundial. Ejem. Sin embargo, también aprendí cosas divertidas -entre ellas, a jugar al mus-, porque no te puedes sustraer a todo cuanto te rodea, y menos con veinte años (y cuerpo de ola).

Un día de no sé qué mes, ni de qué curso, se dio una situación curiosa en mi facultad de Geografía e Historia, en León. Estábamos en un rato de tantos en que esperábamos a uno de esos profesores que piensan que la puntualidad es obligación exclusiva de los demás, y cuyas explicaciones sobre sus retrasos él pensaba que eran connaturales al cargo “de gran responsabilidad” que ostentaba. Pues bien, en uno de esos lapsos, una compañera nos vino con un juego que ella llamó “psicológico”, y yo de mano califiqué de parida mental sin más conocimiento del asunto. Pero como no teníamos otra cosa que hacer, aceptamos su propuesta.

Se trataba de poner en un papel la lista de los tres animales que más nos gustaran a cada uno, por orden de importancia (lo cual había que pensar pausada y razonadamente), y colocando al lado las cualidades por las que eran nuestros preferidos. Cada uno nos pusimos a nuestra tarea, y luego se verían los resultados. Aquí he de decir que aunque estas cosas me parezcan una tontada, cuando me pongo a ellas, las realizo con toda dedicación, justamente para sacarle los colores, si la cosa falla o no se logra el efecto esperado. [Llegados a este punto, debo advertir de posibles spoilers. De modo que si quien esto lee desea probar el juego, debe dejar de leer aquí, realizar la prueba, y luego proseguir con la lectura].

En mi lista elegí en primer lugar al águila real; en segundo, al tigre; en tercero, al perro pastor alemán. Al ave, por su particular belleza, por su vista penetrante, por su fuerza pese a su pequeño tamaño, por hallarse encima de todos cuando vuela, por su carácter solitario, por su pausado ritmo de vuelo habitual compatible con una velocidad de ataque impresionante. Al felino, por ser el depredador más temido en tierra -incluso por los humanos-, por su fuerza implacable con sus presas, por la belleza de su figura en armonía con su gran tamaño, por su carácter solitario alejado de todo gregarismo, por su paciencia en el acecho. Al cánido, por su elegancia, su destreza, su fuerza, su capacidad de aprendizaje, su lealtad, su capacidad de salto, su carácter afable compatible con el agresivo si se requiere.

Cuando todos hubimos escrito nuestras listas, la inductora del juego nos desveló el significado. El primer animal revelaba nuestros deseos más ocultos, aquello que nos gustaría ser. El segundo ofrecía la imagen que los demás tenían de uno, es decir, cómo nos ven los demás. El tercero, mostraba lo que cada uno es en realidad. Me quedé atónito, porque en un porcentaje muy alto, aquello concordaba mucho con la realidad, o con lo que yo pensaba que era mi personal realidad. La clase siguiente me enteré de poco, he de admitir. Todavía conservo aquel papel.

Por supuesto, hoy sigo pensando que fue una chorrada más, pero en aquel momento me dio que pensar y me cambió un poco la idea sobre estas “cosas”. Aún hoy sigo pensando en el resultado. Y sonrío.

miércoles, 25 de marzo de 2020

EL CABO DE PEÑAS, METÁFORA Y SÍMBOLO DE LA RESISTENCIA


Ahí donde lo veis, este espolón de cuarcita armoricana, aunque roto en su extremo, lleva aguantando los embates del mar muchos millones de años. Su dureza y resistencia a la erosión son tales, que todos los demás materiales de que está rodeada han cedido y han configurado lo que es un cabo: un entrante de la tierra en el mar. Aunque en realidad debería decirse un fracaso del mar contra la tierra, pues él es quien golpea, y ella quien resiste. Y si no fuera porque el macizo galaico-duriense es más antiguo y prolonga su extensión con el dúo Estaca de Bares-Ortegal, en La Coruña, el Cabo de Peñas sería el punto más septentrional de la península Ibérica.

Sirva esta imagen, pues, que prolonga su mirada muchos kilómetros mar adentro, como símbolo de lo que debemos hacer nosotros en momentos como el presente. Resistir. No queda otra. Si estos acantilados han podido, nosotros también. Sólo debemos dejar que la roca nos inspire la paciencia necesaria para culminar el proceso con éxito. El camino y la dirección ya nos los muestra con su osamenta rota pero firme.

Cabo de Peñas (Gozón, Asturias, España)
Octubre, 2019 ----- Nikon D500

sábado, 21 de marzo de 2020

LA SINGULARIDAD DEL MOMENTO ACTUAL

Da lo mismo que se haya estudiado Historia. La vida en su transcurso siempre nos sorprende. Siempre. Da igual el período que elijamos para efectuar una cata. A cada persona le ha tocado vivir un tiempo singular y excepcional, y eso es así, se pongan como se pongan los partidarios de la circularidad de la Historia, o de quienes se llenan la boca con la manida frase de que quien desconoce su pasado está condenado a repetirlo. La vida nunca se repite. Véase si no, el momento actual.

En mis casi 57 años he vivido un considerable número de hechos o fenómenos que podrían indicar que ya se habían dado antes. Pero cada uno de ellos es radicalmente único e intransferible. La Transición española, por ejemplo. Ha habido muchas, aunque en España no tantas. Pero que se convirtiera en modelo de diálogo, consenso, cesiones y creación de un nuevo modelo de Estado, no lo esperaba nadie en un país tan cainita como el nuestro. Además, desde la constitución de 1812 habíamos dejado de ser modelo de nada y para nadie en la Hª Contemporánea. La Transición española fue única y modélica. Y, sí, ya sé que está de moda ahora señalar sus “muchos errores”. Pero me gustaría a mí saber qué habrían hechos nuestros actuales representantes (sic) por aquel entonces, con la amenaza militar pendiente de un hilo y el golpeo terrorista continuado y más sangriento que contra el dictador. Las circunstancias, resulta obvio comentarlo, eran distintas. Los protagonistas también.

Hablando de terrorismos, se podrían contar por miles los atentados llevados a cabo en todo el mundo a lo largo de los dos últimos siglos. Pero ¿alguien se pudo haber imaginado lo que sucedió el 1 de septiembre de 2001? Estados Unidos atacado ¡en su propio territorio! Y no por un ejército regular, sino por unos terroristas. El país militarmente más poderoso de la Tierra, golpeado en su corazón financiero, con un golpe de efecto ejecutado no tan magistralmente como se cree, pero cuya repercusión fue tal que cambió las relaciones internacionales, y aún hoy padecemos consecuencias de aquello. Aquel atentado terrorista fue excepcional. Las circunstancias, claro es, eran distintas. Los protagonistas también.

¿Y crisis económicas? Por no contar las anteriores a la era capitalista, y ciñéndonos a la época contemporánea, ¿cuántas crisis ha experimentado -no ya la de cada país- sino la economía mundial? Demasiadas. Pero ¿cuántas han tenido la repercusión, la extensión y la repetición de las llamadas “burbujas”? Sí, las contradicciones internas del capitalismo son muy parecidas, y la indecencia y la ambición de determinados sujetos también, pero nunca la tecnología permitió rapidez como la actual y posibilidades de “contagio” como vimos en la crisis de 2008. Como ya dijimos, las circunstancias y los protagonistas...

Y ya que hablamos de contagios, ahora aparece un virus nuevo, el llamado COVID-19, no demasiado letal, en comparación con otras epidemias recientes como la del sida o del ébola, pero con una capacidad de contagio descomunal, gracias a que hoy la conexión de los humanos a través de los medios de transporte resulta abrumadora, hasta el punto de que el planeta parece a algunos habérsele quedado pequeño. Y es a donde quiero llegar. ¿Alguna vez habíamos presenciado medidas como las que estamos padeciendo ya en varios países del mundo, de confinamiento preventivo? Lo cierto es que no. Y aun sin tener en cuenta las consecuencias psicológicas derivadas de cuanto experimentemos, la influencia sobre la economía va a ser de tal calibre que las posibilidades de una crisis planean con una claridad cada día mayor, a medida que pasan los días y la situación no mejora (pues aún queda mucho camino que recorrer y mucho mundo por infectar). 

De modo que llegamos a la misma conclusión de partida. Cada momento que nos toca vivir es un momento único. Las dificultades a que nos enfrenta cada vez son diferentes, y con toda probabilidad peores. Pero eso es también lo que nos ha hecho crecer y evolucionar desde que el clima hace unos tres millones de años cambió radicalmente en el continente africano. Las dificultades siempre nos han hecho crecer. Esperemos que las circunstancias actuales no se erijan como excepción a la regla.

jueves, 19 de marzo de 2020

DÍA DEL PADRE, SIN PADRE


Tres meses menos diez días. Eso hace que mi padre se fue. Hoy, día de san José, en medio de esta anormalidad del enclaustramiento, me encuentro con que es el primer día del padre de mi vida en el que no tengo padre. Tengo una sensación muy extraña. Pero no mayor -seguro- de la que experimentaría él mismo, si pudiera contemplarme escribiendo sobre él. Ha ocupado muchas páginas de mis cartas y de mis diarios, pero creo que es la primera vez que lo hago de un modo público. Cuando menos, eso ya es revelador.

Dudé mucho sobre hacerlo. También tardé bastante rato en decidirme sobre la foto que mostrar para ilustrar estas palabras (no es, en cambio, la primera imagen que difundo de él; tengo cuatro en mi galería de Flickr). No era proclive al posado, aunque tampoco ponía la mano delante ni huía despavorido al ver un objetivo. En cualquier caso, la mayoría de las imágenes que le pude captar son bastante convencionales. Esta no lo es.

Fue tomada el 16 septiembre del 86, en su 51º cumpleaños, con menos edad que la que tengo yo ahora. Es la última foto que le hice a él solo con la cámara familiar, la Werlisa color que usábamos sólo cuando íbamos de vacaciones y en las festividades, como ese día. Al año siguiente, por similares fechas, ya tendría mi primer equipo propio. 

Quizá pueda entresacarse un sesgo simbólico a lo que aquí se ve: una persona cariñosa, que sólo muestra su afecto en determinadas circunstancias, cuando los demás no miran; aunque sea sólo con un animal.

Mi padre era un hombre austero, de modales fríos. No se mostraba cariñoso, al menos en casa. Aunque se ocupó de nosotros como su cargo le imponía. Nunca sabré si por obligación o por cariño, pero cumplir, cumplió. Y, si me pongo a repasar, tengo muchas más cosas que agradecerle de las que me gustaría admitir.

Sin embargo, nunca tuve una relación fácil con mi padre. Su carácter no ayudaba con el mío, y a él le pasaría lo mismo, supongo. Además, le consideraba responsable directo de ciertas insanias familares. Y es que, pese a ser historiador, cometí el error de hacer caso sólo a una parte de las fuentes, obviando las que no encajaban en mi explicación apriorística, sin pretender explicaciones objetivas. Quizá estaba demasiado implicado en el proceso, al ser juez y parte. Cuando lo hice, ya éramos muy mayores todos, y tampoco ayudó a que el afecto aflorara exteriormente. 

Con el tiempo, me he convencido de que debió tener su parte afectiva, aunque no la manifestara con nosotros. No he hablado con nadie en los últimos años que no me haya ponderado positivamente a mi padre, aludiendo a varias cualidades, que abarcaban desde la fidelidad más duradera hasta la asesoría legal, algo de lo que él sabía mucho. Y ciertos episodios acaecidos el último año -tras el fallecimiento de mi madre-, lo confirman; así como el hallazgo de algún documento revelador de su primera juventud.

Y, como aquí se ve, mi padre era capaz de los cuidados más exhaustivos -su especialidad-, y también de la ternura. Sirva, pues, como icono del padre que me habría gustado tener más a menudo, y que tan pocas veces pude disfrutar. Y como homenaje a mi padre en un día del padre, sin padre ya.

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