sábado, 30 de mayo de 2020

RELECTURA DE LA ODISEA

De toda situación penosa se puede extraer siempre algo positivo. Pero para ello se ha de contar con el ánimo y las ganas necesarios para ello; por fortuna, no me ha faltado ni del primero, ni de las segundas. En este largo proceso de aislamiento social que nos ha sobrevenido, he estado leyendo como un poseso, he visto multitud de películas, de series, he editado muchísimas fotos (de las que he mostrado unas cuantas). He escrito poco, en cambio. Por otro lado, he visto películas de antaño que me apetecía (o convenía) revisitar, y releído también algún libro de largo calado. Hoy terminé mi segunda lectura de Odisea, la magna obra de Homero (o de quien fuera, eso me importa menos).

Decidí leerla otra vez porque ya iba tocando, y para verificar algunos comentarios de ciertos escritores de referencia para mí. Desde luego, no se equivocaban. Releer algunas obras con determinados años no busca sólo recuperar placeres pasados, sino producir otros nuevos, a los que se añade -eso sí- el recuerdo de los de la primera vez.

Tengo tres ejemplares diferentes, que fui comprando con los años, aunque sólo había leído la muy antigua, pero estimulante, traducida por Luis Segalá y Estalella, pero que éste había volcado en prosa. Y no es que el texto que muestra el dificultoso regreso de Ulises a Ítaca no sea un texto eminentemente narrativo, que lo es, y mucho; pero ahora me apetecía leerla en una aproximación a lo que en su momento fuera el hexámetro dactílico original. Y en esta ocasión, pude acceder a una versión que nada más probarla me decidió a transitarla de nuevo. Me refiero a la que ofrece la editorial Gredos, de José Manuel Pabón, versificada, y con un uso del lenguaje arcaico más que adecuado a mi entender, que realza la sonoridad y poderío del epíteto homérico, a la par que contextualiza maravillosamente lo que suponía entonces la épica helena.

Por último, probé a leerla de un modo distinto a como había hecho hasta entonces: leerla en voz baja, pero audible. De tal forma que leía, y mientras lo hacía, escuchaba el sonido de mi voz, escandiendo los versos del divino ciego traducidos por el eminente helenista. La experiencia no me pudo gustar más. La demoró, qué duda cabe, pero la hizo más intensa, pues hizo intervenir otro de mis sentidos en el acto de la lectura. Y como ya “sabía” qué pasaba, no tuve la idea de “empujármela” del tirón, sino de a poquito, a sorbos pequeños, de uno o dos cantos cada vez, y no todos los días. ¡Una delicia!

Ayer la terminé, con gran placer de mi parte, y ningún disgusto por ello. Hoy, a mayores, he releído el poema de Kavafis, que me ha vuelto a erizar la piel. Y, a continuación, he puesto el CD de Lluis Llach, donde musica su propia versión ampliada de dicho poema. Como tantas veces, he llorado por la emoción. Me pasa mucho con ese disco. De esta forma he iniciado el día. Con semejante equipaje, el día se ha hecho más luminoso aún de lo que ya lo está. Y me afano en mi propio viaje, que deseo sea largo, nutrido de experiencias, sin preocuparme el punto de llegada. No temo, por tanto, a lestrigones ni a cíclopes.

miércoles, 27 de mayo de 2020

5.000 FOTOS


Las estadísticas son bien claras. He llegado a las 5.000 imágenes en mi galería “pro” de Flickr.  El robot del programa lo comunica, y yo lo creo. No pienso contarlas: si eso señala, será que hay esa cantidad, y todo el mundo sabe que es más fácil creer que averiguar. Aunque esto resulta muy creíble, desde luego, y no es nada sobrenatural. Si bien desde que vi que la cifra se acercaba llevo varios días pensando en ello, y ahora que el momento llegó, sigo igual de pasmado.

Como no sabía muy bien qué pensar, opté por las matemáticas como aproximación inicial. Me apunto en 2007 (la cuenta de pago sería dos años después),  y estamos a mediados de 2020: 13 años. Por 365 días, da casi 5.000. Curioso, ¿no? De modo que, pese a las irregularidades, a los parones, a los arreones, a las remodelaciones, a las clasificaciones, a las evoluciones y otros “ones” más, la media viene a ser una foto diaria. Pienso que a los demás puede causar cierta impresión, pero a mí me parece de lo más normal. Cuando me embarco en un proyecto, suelo ser constante. Lo que pasa es que no pensaba que llegaría a tanto sin habérmelo propuesto. Porque, a diferencia del blog, donde sí he tenido etapas bien definidas y perfiladas, con objetivos concretos, en mi galería global de Flickr nunca hubo previsión ni plan alguno. Era sólo el lugar donde exponía -y guardaba; acumulaba, más bien- mi obra gráfica. Sin más pretensiones. Pero sin menor exigencia de calidad. Eso, nunca.

Si echo la vista atrás, y miro fotos de hace muchos años, la sensación primera es de vergüenza. La sensación que va a continuación es que resulta natural que fuera así antes y sea así ahora. Si no evolucionara, estaría “apañao”. Ha habido evolución, claro, sobre todo en la forma de abordar las imágenes. No así en la temática, que sigue siendo la misma. Pasados unos años, hube de remodelar la gran cantidad de fotos que albergaba en el sitio web, y decidí crear una serie de álbumes temáticos y otros geográficos, aunque sólo fuera para aclararme yo a la hora de localizar tal o cual lugar, persona, obra de arte, evento, etc. Salieron diez carpetas temáticas (animales, arquitecturas, composiciones, desnudos, esculturas, grafittis-carteles, macros, paisajes, retratos, robados), cincuenta provinciales, y unas cuantas regionales-internacionales. De ellas, sólo ha habido cambios en este último apartado, pues he ido conociendo otros países y otras regiones de ellos. Pero en lo tocante a lo temático, no. Tampoco es tan raro, porque si bien se mira, en esos diez temas está todo. O casi.

Y ahí radica mi más conocida especialidad y la principal de mis condenas: me gusta casi todo, y en casi todo puedo llegar a vislumbrar una imagen hermosa, impactante o informativa. La principal ventaja es que consigue que no me aburra lo más mínimo, incluso cuando me hallo en lugares o escenarios que no pertenecen a mi mundo cercano. Por esto, uno de los rasgos más sobresalientes que se siguen  de ello es que puedo hacer fotografía en casi cualquier circunstancia, lo cual me estimula muchísimo, y me lo hace pasar muy bien ya haciéndolas (antes incluso de proceder a su edición). Por eso, conozco bien la técnica referente a un buen paisaje, cómo elaborar un buen retrato, iluminar un desnudo, mostrar lo más diminuto en macrofotografí o lo más grande en panorámicas, editar fotos artísticas para mejorar lo captado, etc. El principal problema es que, al no especializarme en nada, jamás conseguiré traspasar el umbral de la ejecución para ocupar el rincón sagrado de la creación. Soy consciente de ello. Aunque lo soy sólo ahora, porque en su momento, al igual que me pasó con la Literatura, no lo fui, y constatarlo fue duro para mi ego. Pero, sí, tan sólo soy un buen artesano, un aplicado fedatario, pero no un creador. ¡Qué le vamos a hacer!

En todos estos años, mi equipo se ha ampliado con muchos adminículos, objetivos, materiales variados. Las técnicas de ejecución y edición posterior, también. He crecido con el tiempo, y la calidad de lo que muestro hoy es mayor que la que mostraba en 2007, 20 años después de iniciar mi andadura de aficionado exigente, con equipo analógico y de revelado manual. Claro que ha habido una evolución positiva. Pero, en el fondo, me gusta lo mismo, y tampoco ha habido tanto cambio. Si acaso, en la forma de ser exhibido el producto. Mis escasos seguidores lo saben bien.

Ha habido algunos de éstos que me han intentado convencer de llegar a más gente, de lograr más seguidores, más visitas, más comentarios. Los ha habido incluso que han insistido para que diera el salto a la exposición física, galerista, museística. Pero todo eso me produce una gran pereza. Mi único motor real es lograr producir mi obra. Al precio que sea. Y tener un rinconcito donde exhibirla, para quien quiera contemplarla. Lo demás es siempre secundario. Y superfluo, si bien se mira. La calidad de la obra no aumenta ni disminuye en atención a su número de palmeros o de críticos. Y yo a lo único que aspiro es a realizar las mejores imágenes posibles. ¿Que un reducido número de fieles me comenta siempre y me da su opinión? Pocas cosas me hacen más feliz. Pero incluso sin comentarios, mi camino seguiría trazándose con cierta regularidad.

¿Orgulloso de mi galería? ¿Satisfecho? ¿Balance positivo o negativo? Pues no sé. Depende del día, como todo. A nivel global, si la valorara como si fuera la obra de otro, diría: «Es un conjunto de imágenes más que decente. No es una obra original, pero sí ofrece mucha coherencia, mantiene su calidad en niveles contantes y en ocasiones crecientes, y resulta muy agradable de ver en su conjunto. Tiene algunas fotos verdaderamente buenas, pero son las menos. Visitar sus álbumes, eso sí, hace pasar un rato muy agradable, variado y hasta instructivo».

Los balances siempre ofrecen algo de tristeza mezclado con la alegría de haber llegado a cierto punto. La tristeza va unida al fracaso que todo ser humano inteligente siente por su obra, cuando se pregunta ciertos porqués, paraqués y hastacuándos. Es algo que cualquiera puede sentir, si no está cegado de petulancia, arrogancia, soberbia y cegueras narcisistas. La alegría en este caso viene dada porque he podido llegar a los 57 años habiendo hecho cientos de miles de fotos, que unas cuantas de ellas han merecido pasar a otra categoría, y que la tecnología actual me permite compartirlas para que alguien más pueda beneficiarse observándolas. Y poco más se puede decir sin resultar redundante. Salvo mi comunicado-amenaza de que seguiré en la misma línea mientras el sujeto activo disfrute de ello, y el método empleado y las circunstancias no varíen demasiado. Y que espero llegar, de momento, a las 10.000. Al menos.

También cabe comunicar que ha llegado la hora de una antología retrospectiva. Material hay de sobra, y el asunto estriba en decidir qué formato adquiere: si elegir cien fotos (diez por tema), si escoger 365, si mostrar la misma foto de entonces o con edición actualizada y renovada. Eso aún está por decidir. Pero tendrá lugar, eso seguro, en el marco de este blog, que creo es la alcancía adecuada donde dicha antología cobre forma.

Por último, comentar que me produjo cierta zozobra elegir qué foto sería la número 5.000, pues ninguna temática debería tener más importancia que otras. Del mismo modo, también podría haber puesto “la que correspondía a esa jornada”, y ya. Pero al final decidí darme un homenaje, dado que yo siempre fotografío multitud de objetos, animales, obras de arte, paisajes, personas, y a mí me fotografían mucho menos. La foto 5.000 (y la inmediatamente anterior) muestra al fotógrafo en dos momentos distintos, captados por quien mejor me ha sabido fotografiar, mi ex-alumno, y sin embargo amigo, Sergio Arce. Espero disculpen el excesivo protagonismo, por una vez justificado. Creo.

domingo, 3 de mayo de 2020

INCAPACIDAD


Echo de menos a mi madre. Muchísimo. Pero aún no aprendí a expresarlo con palabras.

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