lunes, 31 de octubre de 2016

¿DEMOCRACIA PARA ELEGIR A LOS MEJORES?


El domingo 9 de octubre, un artículo de Víctor Lapuente, titulado “Einstein y los alquimistas”, principiaba así su discurso: “¿Por qué no votamos a los atletas que enviamos a las Olimpiadas? Pues porque queremos a los mejores. Entonces, ¿por qué votamos a los políticos?” Con esa premisa leída, las conclusiones que cada cual podría alcanzar dependerá de su calidad, de su interés, de su capacidad para embaucar, para mentir, para transparentar.

La vida es un combate en el que cualquier instancia requiere el concurso de los mejores, de los más capaces, de los más interesados. Pero, contra toda lógica, propagar esta idea trae muy mala prensa a quien la sostiene. Lamentablemente, que tenga mala prensa no lo hace más incierto. Necesitamos que los mejores nos guíen. Y los mejores no se eligen, se erigen ellos mismos con su esfuerzo, su dedicación y sus resultados. Y los demás, asentimos callados, admirados y -deberíamos- felices por tener cerca a quienes nos pueden sacar de los atolladeros en que solemos meternos individual o colectivamente.

Hay momentos en los que se echa más de menos un puñado de figuras que regeneren la situación en varios niveles. Esos personajes no pueden ser hallados por votación, no se eligen democráticamente. Como mucho, pueden refrendarse, una vez quede clara su incontestable superioridad. Porque, sí, no somos iguales en capacidades, ni en esfuerzos, ni en oportunidades, ni en suerte. La idea de la igualdad ante la ley ha hecho avanzar muchísimo al ser humano, pero esconde una falacia en su esencia que los modos democráticos no dejan mes o año de destapar una y otra vez.

Lo he dicho y escrito muchas veces. La democracia tranquiliza mucho a quienes la siguen. Pero estar tranquilos no significa estar lo mejor que podríamos estar. El problema es que aún no hemos encontrado la adecuada simbiosis entre democracia y aristocracia; ambas, como es lógico pensar, en su sentido etimológico pleno. En su origen, la aristocracia era el gobierno de los áristoi, (de los mejores), y así es como lo denominaron los griegos, expertos en iniciarlo casi todo. Pero los mejores encanallaron su poder y su soberbia y ambición les hicieron creerse acreedores de todo cuanto ansiaran. Por ello, en algunas polis apareció una contrapartida: la democracia, donde los ciudadanos (que tampoco eran todos, pues mujeres, esclavos y extranjeros no lo eran) elegían a sus magistrados y obligaban mediante el ostracismo a irse a los que se propasaban en sus funciones o a quienes cometían otros delitos. ¿Solucionó la democracia de entonces, anticipada a su tiempo, los problemas de los humanos? Lo cierto es que duró bien poco. Habrían de pasar muchos siglos para que dichos modos pudieran establecerse con garantías de continuidad. Pero hoy, conseguida dicha continuidad, los problemas no desaparecen. Parecen los mismos, pero adaptados a unos tiempos en que las atrocidades no se tolerarían, pero la manipulación y el latrocinio impune parece que sí, si tenemos en cuenta las decisiones de nuestro país y de nuestras comunidades autónomas, por no ampliar demasiado el espectro.

¿Elegiríamos entre todos al mejor científico? ¿Tendríamos conocimientos para saberlo? ¿Revelaría una encuesta al mejor escritor, al mejor escultor, al mejor muralista? ¿Permitiríamos elegir mejor piloto de avión al que democráticamente eligieran los viajeros? ¿Y el profesorado más eficiente saldría de una votación libre entre alumnos y familias? Federer, Nadal o Djokovic ¿habrían logrado sus respectivos números 1 por elección de los aficionados al tenis mundial? Tengo para mí que hasta Usaint Bolt, incontestable como hombre más veloz de la historia, tendría dificultades para alcanzar ese título por referéndum mundial, bien por negro, por soberbio, por mujeriego, por jamaicano o por desconocido para muchos. De modo que ¿qué esperamos de la democracia?

sábado, 29 de octubre de 2016

VER, CAMBIAR, VIVIR




A veces, sólo hace falta bordear un día por el lado cotidiano, coger el coche, recorrer unos kilómetros, y, de repente, el mismo atardecer parece distinto, y sus colores nos transmiten algo que donde estábamos no íbamos a captar. A veces, únicamente es preciso cambiar el punto de vista, movernos a un lado, mirar en otra dirección, cambiar el decorado. Hay que tener ganas, fuerza de voluntad y una permanente vigilancia ante la más mínima señal de monotonía. En muchas ocasiones, el gasto y el esfuerzo serán simbólicos. Ésas serán las que mejor recordemos. Aquellas que nos permitan seguir creyendo -con razón o sin ella- que seguimos siendo seres vivos conscientes, que pensamos, sentimos, y vivimos por propio deseo voluntario, no por imperativo biológico.



Iglesia de Ntra. Sra. de los Dolores, en Barro (Niembro, Asturias, España)

Octubre, 2014 ----- Panasonic Lumix G6

viernes, 28 de octubre de 2016

EL HARAKIRI IDEOLÓGICO DEL PSOE


De modo que tenemos que un partido que se supone de izquierdas va a consentir que un partido de derecha repita gobierno. Lo hace, dice, para no bloquear la gobernabilidad del Estado. De esa forma, por primera vez en la joven y bisoña democracia española, un partido grande favorecerá la permanencia en el poder de su contrario. Consecuencia: ese partido mayoritario gana por goleada un partido sin apenas vestirse para disputar el encuentro; casi, sin salir al terreno de juego.

La verdadera razón de que el PSOE haya decidido defenestrar a su electo secretario general, dar un golpe de mano y consolidar el gobierno del PP es la constatación de que, de haber una tercera consulta electoral, la hemorragia de votos no habría quien la contuviera, y el partido odiado por la izquierda, Podemos, podría sobrepasarles con facilidad en cantidad de votos y número de escaños, a la vez. O sea, que todo se ha hecho por miedo. Y el miedo surge cuando no se tienen ni las ideas claras ni un proyecto definido, ni se tienen las siglas como una cuestión de honor, sino que lo único que cuenta ya es la prebenda del escaño, que es lo que justifica la vida de muchos de estos que se supone deberían representarnos.

De esa forma, el PSOE va a contribuir a que el partido más corrupto de la reciente historia de España se mantenga en el poder, y que ello lo logre sin apenas coste ni desgaste. Porque no es que con ese generoso paso se favorezca la gobernanza del país, es que se legitima el comportamiento ilegal, mafioso y pestilente de un partido que está imputado, que está siendo juzgado e investigado, individual y colectivamente.

Sí, vale. Es probable que unas terceras elecciones acabaran de hundir al partido socialista. Pero evitándolas, el PSOE se ha hecho el harakiri político a nivel ideológico. Desconozco si será el canto de cisne de su historia como formación política de tipo práctico, pero si algo le quedaba de dignidad a este partido, se lo han ventilado estos pragmáticos descerebrados y desorganizados en unos pocos meses. ¡Lo que hace la falta de liderazgo y de ideas claras! ¡A lo que nos lleva el cainismo tradicional de nuestros pagos!

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