Nos cuesta absorber tanta belleza. Pero, sobre todo, porque se
nos hace difícil comprender que hay obras que no han sido realizadas por
nosotros. Nos resistimos a entender que la naturaleza, inconsciente o azarosamente,
modela formas que con el tiempo acaban ante nuestros ojos incrédulos.
El agua. La roca caliza. Y el tiempo.
Podemos observar las estalactitas y las estalagmitas y las
columnas y las coladas del modo que deseemos, pero de mano albergamos una
suerte de incredulidad inicial. Después, no nos queda más remedio que someternos
por completo ante la rotundidad de lo que la ciencia nos comunica y la vaporosa
y mudable belleza de esas formas nos transmite. Y sentir la comunión con la
piedra húmeda, que sigue viva y creciente.
Formaciones en la cueva de La Clamouse (Hérault, Languedoc-Rosellón, Francia)
Julio, 2009 ----- Nikon d300
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