La niña pequeña jugaba en la sillita. Pero llegó su hermana
y la echó. Primero, lo intentó con zalemas. Luego, ante la resistencia, con
empujones. La cría, con gran disgusto, se fue llorando hasta donde se hallaban
sus padres, en una terraza a pocos metros del centro de la plaza. Ni su padre
ni su madre le hicieron caso alguno, entretenidos como estaban con otros amigos.
Durante un buen rato, sus berridos se escucharon desde lejos. Por su parte, con
una amplia sonrisa, la chica grande se arrellanó en la sillita. Se sentó con
lentitud, acomodando su cuerpo ya grande para tal asiento. Una vez acomodada,
se dispuso a lamer con pausa su helado. (Quién sabe -pensaba yo- los recuerdos
que dicha silla le traerían. Quién sabe los celos que la habrían carcomido los
últimos años, desde la llegada de su hermana. Quién sabe si nada de eso había
sucedido y era una simple demostración de poder de quien tiene más hacia quien
está en el lugar más bajo en la escala familiar.) Desde su trono, contemplaba
la plaza a un lado y a otro. Le daban de lado las miradas de quienes se sorprendían
de su tamaño y su edad asociados a una sillita como ésa. Su sonrisa era
taimada, prepotente, retadora. Pero en un momento dado, su mirada se cruzó con
la mía, que no le había quitado ojo desde que comenzó el episodio. Desde su posición,
me mantuvo los ojos y yo hice lo propio. La contemplaba de un modo reprobador y
serio. Ella me sostuvo la mirada, y su sonrisa se mantuvo en su rostro, como si
también a mí me retara. Ninguno de los dos bajó la mirada. En un impulso, cogí
la cámara y apunté hacia ella. Fue el único momento en que dejó de sonreír.
Aprovechando su momentáneo desconcierto, le tiré una ráfaga. Después, seguí
mirándola. Ya definitivamente seria, se comió de golpe lo que quedaba de su
helado. Al final, sin dejar de mirarme, se levantó de su asiento y, dándome la
espalda, se marchó.
Robado en Burdeos (Gironde, Nueva Aquitania, Francia)
Junio, 2012 ----- Nikon d300
No hay comentarios:
Publicar un comentario