Debemos ser conscientes de que todo, todo, nació ahí, en el
agua. Es nuestro caldo primordial, en el que deberíamos sentirnos protegidos,
como lo fuimos antaño en la calidez amniótica de nuestras madres. Debemos
agradecer todo al agua. A ella pertenecemos, ella nos constituye, ella nos
alberga, ella nos acoge. El agua nos creó. Somos agua. Ella y nosotros formamos
una esencia única, sostenida por la tierra y circundada por el aire. Las esencias
más íntimas son aquello a lo que regresamos cuando todo se derrumba. Y en su
compañía, algún día desapareceremos, disueltos en su materia informe que, sin
embargo, todo lo abarca. Prepararnos para la unión última comienza por contemplar
con admiración hasta la más mínima imagen que su combinatoria infinita nos
procura.
Playa de Penarronda (Asturias, España)
Septiembre, 2016 ----- Panasonic Lumix G6
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