Exhausto como siempre, tras mi largo viaje vacacional del verano, regreso a este espacio, dispuesto a proseguir el plan inicial de este año, que incluía una entrada diaria, idea que he venido cumpliendo con rigor casi exacto desde que a comienzos del nuevo año me sacudiera un tanto la galbana mental que me venía aquejando los últimos tiempos.
Y siempre que regreso, tras no pocas vivencias en un mes en un régimen atípico (el autocaravanismo es algo especial, distinto), recuerdo la frase que mi madre siempre me decía, entre satisfecha porque hubiera regresado sin percance e incapaz de comprender por qué hacía lo que habitualmente hago: “Hijo, si vienes tan cansado de viajar, ¿por qué no lo haces a algún sitio más cerca?”. Es ya un rito entre nosotros que ella se escandalice por mis viajes al extranjero en esa “casa rodante” y que yo justifique los porqués, explicándole que si bien llego muy cansado físicamente, me encuentro fenomenal habiendo recargado mis baterías de muchas de las cosas que más me gustan, y de las que luego vivo y bebo.
Mi madre tampoco comprende por qué vamos siempre a Francia (éste es el 9º año consecutivo, ya), “habiendo tantos sitios a los que ir, sobre todo en España”. Cuando le digo que el país vecino es mayor que el nuestro, y que sólo conocemos una parte minúscula del mismo, no lo pasa a creer. Este año, incluso, quedó algo más mohína de lo habitual, porque aunque Francia es obligado paso de ida y de vuelta, el destino principal fue Italia, concretamente la parte noroeste. Pero a eso mi madre le da lo mismo: la cosa es que Italia ¡está más lejos!... “y ¿qué necesidad tenéis de hacer tantos kilómetros, hijos míos, con la de cosas que están pasando?”. Este año, además, vio justificados sus temores, porque como es bien sabido, este mes de julio los atentados terroristas en Europa fueron noticia recurrente. De ese modo, cada vez que llamaba a casa, respiraba aliviada por no haber sido víctimas de la sinrazón, pero de igual modo se sentía respaldada para sentirse igualmente militante con sus recomendaciones de “no viajar tanto ni a sitios tan extraños y peligrosos”.
Mi madre no va a comprender nunca lo que jamás pudo comprender. Pero no es algo que se le pueda censurar, ya que hay asuntos que cada uno puede asimilar, y otros definitivamente no, y con la edad las cosas no mejoran, sino que se consolidan las ideas aunque los tiempos y las circunstancias cambien. Por eso, ella dice lo que dice, yo opongo mi parte, y el juego se prorroga año a año. Pero lo importante es que ella está contenta porque yo ya estoy en casa y yo igual de feliz por haberme ido y también por haber regresado, cansado y pletórico, y eso es lo verdaderamente importante.
Y quede así este apunte ligero y banal como noticia de mi feliz retorno, pero también como amenaza irrenunciable de que esta bitácora prosigue su andadura y su plan. Con más fotografías y más palabras, comme il faut.
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