Montjuic. Navidades. Último día de vacaciones. La pareja ha
terminado su estancia en la ciudad condal, han salido del hotel antes del
mediodía, como mandan las ordenanzas, se han llevado sus maletitas y, hasta que
salga su avión, tren, autobús, etc., se van a apurar las últimas horas lejos de
cada. Hasta ahí, todo normal. Pero profundicemos.
Es una pareja joven; en la treintena, digamos. Se han cogido
unos pocos días en Navidad, para conocer Barcelona, la bienhallada (y, de paso,
alejarse de las familias respectivas, de las que, no se nos oculta a nadie,
todo el mundo está harto en estas fechas tan entrañables). Su indumentaria
indica que hace frío, pero como se trata de prendas más bien informales y
deportivas, parece que cuadra bien con su edad y con sus pretensiones. Ahora
bien ¿qué pretensiones? Con ese equipaje, podemos apostar a que los plumas que llevan encima constituyen la
única ropa de abrigo que han traído, pues otra no les puede caber en tan
minúsculas maletas. Tampoco pueden haber llevado otro calzado que el que llevan
puesto, por idéntica razón. De modo que lo que las modernas valijas ocultan
deberá ser la ropa menuda y alguna cosa para cambiarse “lo mayor”, porque con
un neceser para los objetos de higiene personal ya parecería que las llenaran. O
sea, que estos chicos se han pasado dos, tres o cuatro días en Barcelona, con
lo puesto, en apariencia joven, informal y deportiva, sin importarles lo que
piensan o hagan los demás. Ellos van a lo suyo.
Y por ello, sí, no les importa nadie de alrededor, porque nadie
llevaría una maletita color chicle de fresa con bandas de chicle de plátano si
se poseyera un mínimo pudor social (en determinados lugares elegantes, dicha
impedimenta sería causa de detención, juicio sumarísimo y deportación inmediata).
De modo que estos chicos están desinhibidos por completo. Y para confirmarnos
lo que se apunta, se están haciendo un autorretrato con el móvil (vulgo selfie), mediante un artilugio telescópico con mando (vulgo palo de selfie) que acaban de mercarle a
uno de los hindúes que abarrotan la zona con el gadget de moda esa temporada. En realidad, la poderosa fachada con torres
y cúpula y las enormes escaleras que se hallan a sus espaldas les importan más
bien poco. Lo que buscan es el recuerdo de que ¡estuvieron allí!, que es lo que
la telefonía móvil ha venido a refrendar con su utilísima cámara miniaturizada:
certificar de cara a sí mismo y a los demás (sobre todo, a los demás) que se
estuvo en tal sitio, y de paso alardear sobre varias cuestiones que ahora no
vienen al caso. Y, luego, un paseo por los exteriores de las instalaciones
olímpicas de la mítica Barcelona’92. Deberíamos quitarnos el sombrero. ¿Qué
mejor final de vacaciones cabría imaginar?
Plaza de la Fuente Mágica de Montjuic (Barcelona, Cataluña, España)
Enero, 2016 ----- Panasonic Lumix G6
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