Creo que la ironía me envuelve demasiado a menudo en los
últimos tiempos. Como una niebla que difumina los contornos, pues así la
realidad cobra otra dimensión. Pero me parece que es una forma sublimadora de
una rabia en los adentros que sabe mucho de impotencias y de contención.
Si reviso ciertas definiciones de la misma, comprendo más la
naturaleza de la misma.
- La ironía es el júbilo y la alegría de la sabiduría (Anatole France)
- Es en la ironía/donde comienza la libertad (Victor Hugo)
- La ironía es el pudor de la humanidad (Jules Renard)
- La potencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor (ironía) que es capaz de utilizar (Friedrich Nietzsche)
- La ironía es una tristeza que no puede llorar y sonríe (Jacinto Benavente)
Por puro egoísmo, me interesa remarcar la primera y la
cuarta. No creo que tenga que ver con pudor, precisamente, como indica la
tercera, sino con el miedo o la elegancia (que no son incompatibles). Y tampoco
creo que la libertad dé comienzo con la aplicación de la ironía, como marca la
segunda, sino que plantea una llamada de atención, que si no se corrige puede transformarse
en repique a rebato. Con todo, la más hermosa me parece la última, que además
profundiza de modo sutil en la idea de la impotencia y en la sublimación, que
son los dos puntos con los que iniciaba esta entrada.
1 comentario:
Que risa, coincidimos totalmente, aunque yo me decanto más por la cuarta. Me gusta muchísimo la ironía si es bien utilizada. Besos
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