Siempre que veo una escena como ésta, y teniendo en cuenta
mi ocupación docente, miro en derredor a ver si localizo a los padres del interfecto,
para llamar la atención a los mismos, si procede, y continuar con mi estudio de
campo sobre el olvido paterno de las labores de educadores cívicos, e
incorporar su caso al de tantos como vemos hoy día. Sin embargo, por más que
miré, no localicé a nadie que pudieran ser sus cuidadores.
La verdad es que se trataba de una plaza pública muy
concurrida, en plena Semana Santa, a punto de iniciarse una procesión, y
aquello era un guirigay donde cada uno estaba donde estaba, y los demás, allá
penas. Pero tras mi enfado inicial, me llamó la atención la porfía del chaval
por escalar la peana de la estatua de Prim, a la que no le encontraba sentido
salvo el de la hazaña publicitaria personal frente a sus colegas. Además de
considerar la posibilidad de que la criatura se descalabrara, quedaba el hecho
de que la gola superior de dicho basamento, le haría más difícil llegar más
arriba. Pero el chico insistía e insistía. Como siempre que veo algo llamativo,
me pongo la cámara delante de la cara, y tiro del zoom para ver más detalles. Así,
comprobé el ímprobo esfuerzo -y el cuidado- con que procuraba asirse a los
bordes metálicos, combinándolos con el borde de piedra de la banda superior. Pero
no entendía que prosiguiera con su insistencia, porque quedaba claro que no iba
a poder subir mucho más allá.
No obstante, al final, en un último esfuerzo, el chico logró
colocar mejor el pie, y encaramarse lo suficiente como para meter la mano detrás
de la tiara del escudo y sacar de allí con un manotazo hábil ¡una pelota! Fue
entonces cuando comprendí el interés del pequeño que desde abajo seguía con
tanto interés las evoluciones del que acabó revelándose como su hermano del
alma, que arriesgó un esguince o un desarreglo mayor por conseguir rescatar el
divertimento del hermano. Ni que decir tiene que toda la tensión acumulada se
me esfumó de inmediato y que, para expiar mis malos pensamientos iniciales,
prometiera dar cuenta de mi desacierto, poniendo bien claro quién había sido el
héroe del episodio y quién el prejuicioso pesimista.
En la Plaza Prim, en Reus (Tarragona, Cataluña, España)
Abril, 2017 ----- Nikon, D500
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