En los últimos tiempos me drogo cada vez más. Mucha serie
adictiva. Mucha película reciente. Mucho libro de memorias. Mucha foto atrasada.
Mucho tirar folletos turísticos. Mucho ordenar mi piso. Mucha conversación novedosa. Y aunque aún no he
dado el paso hacia las sustancias estupefacientes, ni tampoco he probado las
alucinógenas, que nadie descarte nada. Todo, con la ingenua pretensión de no
escuchar o dar al olvido las noticias que la radio, la prensa y la televisión
llevan dando desde que comenzó el año (como si el precedente hubiera dado
alegrías). Todo, para inflarme una vez más con el pecado imperdonable de
incurrir en la ingenuidad más inmadura o el tancredismo más estúpido, y seguir
creyendo que la justicia es casi igual para todos, que quien la hace la paga,
que de las decisiones democráticas no pueden salir malas decisiones, que el
capital no gobierna el mundo, que hoy los artistas más preclaros tienen el
mismo valor que los del pasado. No tengo remedio. Por tanto, ¿necesito o no
necesito drogarme para asumir la realidad?
viernes, 24 de febrero de 2017
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1 comentario:
Ruego a Vuecencia tenga a bien inscribir a este humilde ente en el club de los necesitados de algo que los aleje de la triste realidad.
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