En esta original pintada que hallé un día en uno de los
barrios periféricos de León, hay un mensaje terrible, si se la examina con
cierto detalle. Por lo general, los niños (menos, los bebés), no suelen ser
objeto de tratamiento de este tipo de manifestaciones parietales. Por eso,
impresiona más ver que el protagonista de la misma es un recién nacido, a quien
en su parte superior, a modo de sonajero móvil rotatorio, le han colocado cinco
símbolos reveladores de lo que es el mundo actual. Cinco símbolos que muestran
aquellos elementos que van a atrapar al niño ya desde la infancia, y de ahí a
su estado adulto. La violencia constante de las armas, la estulticia de la televisión, el
borreguismo (o fanatismo) religioso, el poder corruptor del dinero y la
alienación a que abocan las drogas. Como la pintada aspira a un mayor dramatismo todavía, coloca en la boca del niño un cigarrillo, que bien pudiera ser un porro.
De modo que, según las ideas de quienes idearon esta imagen, el futuro que
aguarda al infante resulta desolador. Se puede estar de acuerdo con la
radicalidad de dicha predicción, o no. Se puede tomar como una advertencia que
remediar, o no. Sin embargo, yo echo de menos otro símbolo que colgar del
carrusel de cuna: un móvil. Con él quedaría más completo el panorama que a un
recién nacido hoy le podrá tentar desde el primer día de vida. Con él el grafiti
adquiriría un carácter más global, y si no más terrorífico, sí más
despersonalizador y gregarizante.
Pintada en León
(Castilla y León, España)
Julio, 2015 -----
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