La escena parece idílica, a primera vista. Un día luminoso en
un lugar donde el sol pleno abunda poco. Una pareja joven sentada al borde del
mar. El oleaje en calma. El paisaje, entre acantilados, islas, verde, arena,
también maravilloso. Una mañana por delante, con toda la calma posible. Bien. He
mostrado esta imagen a unas cuantas personas, para ver sus reacciones. He de
decir que han diferido mucho en lo que opinaron unos y otros. Y unas y otras.
Los hombres, sin excepción alguna a la regla, la
consideraron bien compuesta, algo cursi en la temática, agradable de colorido,
aceptable en su conjunto. Tampoco ninguno dejó de advertir que la chica
mostraba su lencería amarilla en su parte trasera superior, que alguno consideró
“interesante” y un par de ellos hasta calificaron numéricamente. Por último, a ninguno
le pareció que los protagonistas no estuvieran viviendo una bonita historia de
amor.
Las mujeres, con algunos matices, mencionaron poco la
composición, les encantó el contraste cromático, mostraron agrado por el
paisaje y a la mayoría le pareció que estaba bien (aquí no hubo unanimidad),
pero que resaltaba bien a las claras lo que es una relación de pareja. Picado en
la curiosidad, pregunté los rasgos donde se advertía dicha “relación”. Hablaron
del lenguaje corporal, del contraste de colores y del “interés” de sus miradas.
Me dijeron que se observaba con claridad que ahí hay una persona que ama y otra
que se deja amar, que está a gusto en la relación, pero que no está
absolutamente embebido en ella. Como es natural, se dijo que la primera era la
mujer, y el segundo, el hombre. Apoyando la argumentación, sobre todo,
señalaron la postura de la mujer, muy habitual, en la que ésta reposa la cabeza
sobre el hombro de él, en actitud ensimismada, plena de unión, agradecida por
la suerte de tener a alguien tan importante para ella y dejando aflorar su
pletórico sentimiento al exterior, sin traba de ninguna clase. Probablemente, -especularon-,
tendría los ojos cerrados, apurando el instante de éxtasis de unión de sus
sentimientos con los de la naturaleza circundante. También, por contraposición,
hicieron referencia a la mirada de él, que apunta en dirección contraria a la
de su pareja, como más preocupado por lo que sucede a la derecha de la imagen
que por degustar el momento en sí mismo; de igual modo, dijeron, su cuerpo se
deja aproximar, sirve de reposo a la próxima calidez de su compañera, pero no
denota iniciativa de cercanía o interés por quien se encuentra a su lado. “Lo
normal, vamos”, remataron varias de ellas.
Saqué mis propias conclusiones, agradecí la deferencia de
haberme trasladado sus opiniones, reedité la foto, y aquí la presento, con esta
breve referencia. Si interés provocare, sería muy grato para mí escuchar
confirmaciones, divergencias o incluso alguna vía alternativa.
Robado en las inmediaciones de Baiona (Pontevedra, Galicia, España)
Octubre, 2006 ----- Nikon d100
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