He venido creyendo, con los años, que a medida que uno
cumplía años uno se va decantando más hacia el ensayo, porque cuanto mayor es
la experiencia lectora que se va adquiriendo, a las novelas se les pide mucho
más y los ensayos provocan cada vez mayor curiosidad. Con todo, sigo leyendo
mucha literatura de ficción, pues la experiencia que te transmite un buen libro
de relatos o una espléndida novela no es como la que te proporciona un buen
ensayo. Vamos, que nada hay como una buena historia. Y por ello, me da una
rabia enorme que una experiencia tan potente y tan barata como la lectura, tan
estimulante y rejuvenecedora, no tenga mayor aceptación.
Pienso eso así, exactamente con esas palabras. Lo malo es
que acabo de verlas reproducidas en una entrevista que Tomás Val le hizo a Lola
Larumbe, responsable de la Librería Rafael Alberti, en la revista Mercurio, de mayo del corriente. Y,
claro, ahora me debato en cuestiones de derechos de autor, de originalidad de
pensamiento, de anticipación a la hora de decirlo. Un cristo, vamos.
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