A pesar de su fama -injustificada, a mi modo de ver-, sólo conservaré de Ejea de los Caballeros dos recuerdos importantes: la extraordinaria
labor escultórica de las fachadas románicas de San Salvador, y lo que aquí se
muestra. Eso, y un calor cada vez más insoportable para personas norteñas como yo, cada
vez más amantes de lo templado, y aun de lo fresco.
Pues bien, lo que aquí puede verse es el modo original con que
un bar-cafetería-pub (llamado “Casa Fau”) decoró una de sus paredes lisas. Una puerta cerrada y dos ventanas. La primera, abierta de par en par; la segunda, cerrada, pero que permite "ver" o imaginar lo que a través de ella se encuentra (plantas y pájaros). Un espacio donde contemplar una interpretación de la naturaleza, o imaginarla, que acaba siendo lo mismo. Sus dueños, en
vez de pintar dicho espacio tan sólo con ese azul cielo ya de por sí sugerente, o de abrir el muro para ofrecer claridad a su
interior, lo que hicieron fue ofrecer un remedo de trampantojo que a mí se me
apareció como algo sorprendente, impensado -tras recorrer la ciudad- y
refrescante. Más, si se tiene en cuenta que se hallaba en unos soportales que
se hallaban orientados hacia el norte, y donde se podía respirar no sólo un
ambiente artístico, sino también algo de corriente fresquita.
En Ejea de los Caballeros (Zaragoza, Aragón, España)
Julio, 2017 ----- Nikon D500
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