Los compañeros lo miran, desde su desnudez, con cierta aprensión,
pero sabedores de que ellos siguen vivos, mientras que él, enfermo desde hacía tiempo, acaba de morir. El grosor de su tronco y la anchura del tocón -mutilado, pero erguido-, dan idea del poderío de este ejemplar, cuando aún
palpitaba dentro del mayor hayedo de España. Los compañeros lo miran, lo
rodean, pero seguirán adelante con su reposada e inmóvil vida. Cuando la primavera
los alcance, tupirán el techo boscoso con la mayor biomasa arbórea de la península
Ibérica: las hojas oscurecerán el sotobosque, el verde sustituirá a los ocres,
y el sol pasará por encima nutriendo sus vidas, pero sin dorar sus troncos. El
tronco exánime del gigante caído es sólo una muestra de lo que fue y de lo que
seguirá siendo unos años (acaso menos, si las autoridades del parque lo retiran
antes). Nos sirve para valorar, si tenemos la suficiente conciencia, lo que de
imponente puede dar la Naturaleza en estado puro. También les servirá a
muchos animales de guarida, de refugio, de alimento, de almacén. En la Selva de
Irati todo seguirá igual. La existencia del hayedo continuará como hasta ahora,
y la muerte constituirá el alimento primordial para la vida. Como siempre.
Selva de Irati (Comunidad Foral de Navarra, España)
Abril, 2015 ----- Panasonic Lumix G6
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