A veces basta un rayo de luz que se abre paso entre las nubes, que pase por un lucernario de simple uralita, para que lo que antes era una nave llena de miles de objetos de procedencia indeterminada y sin sustancia, dispuestos al albur de su llegada, se convierta en un museo de antigüedades con una iluminación digna de la mejor casa de diseño. Es sólo un instante, claro. Pero hay que estar ahí para verlo, para entenderlo, para captar la imagen. Todo se reduce a presencia, sensibilidad y entendimiento. Sólo a eso. ¡Casi nada!
Rastrillo en un pueblo cerca de Auch (Gers, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2016 ----- Panasonic Lumix G6
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